Capítulo 3

Arlene

No pienso en lo que pasara conmigo al salir del auto, solo activo mi instinto de supervivencia como me lo enseñó Armando, sin miedo, sin dudas y a lo que Dios quiera. Por suerte empiezo rodando por una pequeña colina, ¡mierda! En las películas de la tele no se ve si hay rocas, ramas, insectos, espinos. ¡Maldita sea! Pero son ellos o mi vida, no quiero acariciar la idea del lugar la que iré si me atrapan. Mi corazón está acelerado, estoy muriendo de miedo y terror al escuchar a los malditos autos detenerse y al estúpido, cara de mono gritar “¡Vamos, sepárense y busquen a esa maldita perra! ¡Muévanse, que estamos retrasados!”

Solo trato de cubrir mi cara y aguantar el dolor de los raspones, ¡créanme que poner la mente en blanco no ayuda! Pero si lo hace el miedo a ser asesinada. Me levanto lo más rápido que puedo, aun sin poder orientarme del todo, solo sé que debo correr y esconderme antes de que anochezca.

Si me pierdo debo caminar por la orilla del río y llegar a encontrar un refugio. ¿Cómo se supone que lo haga, cuando ya el terror se ha vuelto apoderar de mí al escuchar los disparos?

“Deja de correr Arlene, te llevaremos a casa quieras o no ¡Deja de hacernos difícil el trabajo, maldita sea!”

¡Madre mía! Ese horrible hombre, ¡Estoy atrapada!, escondida solo por un tronco viejo y estos arbustos, parece que ya escucho sus pasos sobre mí. No conozco el lugar, estoy perdiendo el control de mi cuerpo, tengo grandes heridas y creo que hasta me he fracturado el pie… Duele mucho… mis lágrimas nublan la visión y…

“No tienes a donde esconderte, pequeña perra, será mejor que salgas de tu agujero y nos permitas llevarte a casa. No querrás que pierda la poca paciencia que me queda”

Insiste otra vez, lanzando un disparo al aire.

Debo calmarme y tratar de orientarme. ¡Virgen santa! Que fue lo que dijo Armando que debo hacer en estas situaciones. ¡Si! Lo primero que debo hacer es respirar profundo y buscar un nuevo escondite.

Tras unos segundos observando el lugar, empiezo con la carrera. Sin mirar atrás, aislando el dolor que me destroza el corazón, sin temerle a lo que vea, como a esos horribles bichos que tanto odio… Solo debo seguir. Me duele todo, no es fácil decir lo contrario cuando las lágrimas siguen rodando por tus mejillas.

No sé cuanto a pasado, pero ya está oscureciendo y creo que puedo escuchar el río.

“¡Arlene! ¡Donde estás maldita puta!” se escucha aún lejos, pero ahora no tengo donde esconderme, debo intentar mantenerme cerca del río pero a escondidas entre la vegetación.

“¿Sabes? Ya estás agotando mi paciencia, no te aseguro que te daré un par de golpes cuando te tenga en frente”

Debo seguir, no puedo ceder al dolor y a la agonía, está haciendo más frío y ya nos e a donde voy. Tengo mucho miedo.

“¡Quédate donde estás!”

¡No! ¿Por qué? Esa voz me paralizó, no he corrido tanto y sufrido estos golpes horribles solo para llegar aquí y volver a sus garras.

“¡No te muevas!”

Su voz se hacía más ceca, estoy a unos metros del río, no creo que pueda nadar con estos dolores, pero si me dejo flotar quizás pueda tener una chance. No lo pienso más y corro escuchando sus gritos. Me lanzo al agua sin saber si es lo suficiente profundo para hundirme o con fuerte corriente para que me ayude a estar lejos de ellos.

“¡Vayan por ella!”

Los escucho lanzarse y solo me queda chapotear e intentar alejarme. No lo logro, tras unos segundos de vana lucha me sacan del agua. Más, cansada y aterrada que nunca me lanzan a los pies del maldito cretino.

—No puedo creer que me hayas hecho correr por horas por este maldito lugar. ¿Y todo para qué? Para estar de vuelta frente a mí. —me levanta con rabia. — ¿Qué tienes que decir?

—¡Púdrete!

Se carcajea, mirándome hasta que un disparo cambia sus gestos de burla.

Rápidamente uno a uno todos sus hombres van cayendo, saca su arma sin dejar de sujetarme y antes de que dispare, un tiro atraviesa su mano y lo hace gritar de dolor.

¡Estoy muerta! Es lo primero que llega a mi mente al ver aparecer de entre la oscuridad a unos hombres armados, no llevan pasamontañas, pero si la cara pintada, vestidos como los guerrilleros que decía Armando. ¿Esteré salvada?

—¿Acaso ignoran quién soy? —grita el hombre a mis espaldas, lleno de rabia.

—Sabemos quién eres, por esa misma razón morirás. —uno de los soldados se acerca y levanta la pistola apuntándonos. —Eres el lame culo de Dionisio.

Está a punto de jalar el gatillo cuando el hombre fiero, aprieta mi hombro y vuelve a gritar:

“Si le pasa algo a la hija de Dionisio, no habrá nada ni nadie que los ampare de su furia”

A penas termina de hablar y una bala le atraviesa el cráneo. Yo solo cierro los ojos sintiendo que el corazón se paraliza y reacciono cuando una mano roza mi mentón. Me sobresalto y aquel sujeto sonríe.

—Así que los rumores son ciertos. —camina a mi alrededor acariciando mis cabellos. —La hija del dios de la heroína está en mis territorios.

—¿Quién eres? —Susurro temeroso.

Primero deja salir una pequeña risa y luego se presenta.

—¡Pero que descuido de mi parte! Debo dejar de presentarme como uno de los mejores francos tiradores y ser más caballeroso. Aún más frente a una dama tan encantadora como Arlene Jackson. —Toma mi mano y la besa —Soy Ramiro Gaviria.

No sé por qué, pero esa sonrisa burlona me dio escalofríos. Tengo la ligera sospecha de que todos estos tipos saben mucho de mí y no entiendo las razones, del por qué.

—¿Cómo es que me conocen?

— ¿Me temes? —pregunta con esa mirada amenazante fija que no puede disimularse a pesar de su sonrisa.

—¿No me harás daño, o si? —Mis palabras temblorosas por el frío suena a súplica. ¿Qué me queda? Estoy más fregada que antes de caer del auto.

Estoy en manos de los peores asesinos y lo que menos debo hacer es mostrarme agresiva, no hasta saber qué es lo que buscan de mí. Y vea la manera de poder dar un paso lejos de ellos, aunque por ahora eso es casi imposible, eso sintiendo todo el dolor de los golpes y el maldito frío que parece colarse hasta mis huesos.

— ¡Jamás dañaría una mercancía tan invaluable! —Sonríe y todos sus hombres se carcajean — A menos que me des razones. —pega su cara a la mía para susurrar a mi oído mientras mis ojos se cierran — ¿Me darás un motivo para que termines como este sujeto? —Me obliga a mirar al tipo muerto junto a mis pies.

—¡No! —Respondo temblando—, solo quiero ir a casa. ¡Déjeme ir! —Lo miro llorosa —Te juro que no volverás a verme.

—¡Claro que no! —Pone sus manos sobre mis hombros y me obliga caminar — ¿Crees que soy como estos animales? ¡Mira cómo te han dejado! Estás herida y necesitas un cambio de ropa seca— levanta la mano llamando a alguien, uno de los hombres corre con una chaqueta en las manos y me la coloca sobre los hombros.

Aterrada sigo caminando con dificultad, no sé por qué, pero ahora siento que voy a desmayarme del dolor. ¡Ay madre santa! Salí de los lobos para caer con los leones ¿Qué debo hacer? En estos momentos estoy odiándote con toda el alma, Armando.

—No puedo creer cuanto te han lastimado —Se detiene y me levanta en sus brazos a pesar de mi negativa — no voy a permitir que sigas caminando así. Nuestro campamento está cerca, ahí te atenderemos y mañana temprano te llevaré a un mejor lugar. — sonríe.

No me queda de otra que disfrutar el recorrido en manos de mi cazador y esperar que las promesas de armando se cumplan ¡sí! Estoy loca al creer que después de su muerte vendrá a rescatarme. Quizá quiero pensar que antes de cometer la locura de entregarme a estos malditos, haya pedido ayuda y vendrá por mí, ¡sí! Eso debe ser, debo esperar que vengan por mí.

Caminamos unos minutos en medio de un fuerte resguardo, según dijo esas eran sus tierras, no creo que sea el dueño, pero si tiene el poder puede tomar como suyo lo que sea.

Al acercarnos puede notar un paisaje nocturno muy agradable, seguramente por la mañana debe ser un paraíso. Cinco cabañas pequeñas con iluminación que dejan ver su belleza y que al parecer llegan mucho tiempo, no era un campamento improvisado. Palmeras alrededor y una gran fogata, donde alguno de sus hombres cocinan y otros se preparaban para una guerra; afilando cuchillos y cargando sus amas al estilo Rambo. A medida que me acercaba pegaban sus miradas en mí, y yo no apartaba mis ojos de sus torsos desnudos tan provocadores, pero sin lugar a duda lo que más me llamó la atención de cada uno de ellos; fue esa mirada fría y tan vacía. Hombres capaces de todo defendiendo a Ramiro.

Me lleva a una de las cabañas del centro que de inmediato es rodeada por sus hombres “¡Julián!” grita antes de ingresar. Veo que uno de los chicos musculosos de la fogata se levanta.

“¡Ven de inmediato con tu equipo médico!”

El lugar por dentro se ve muy acogedor y no tardo en saber el porqué. Era una de las cabañas donde llegan a hospedarse las visitadoras cada fin de semana. Prefiero llamarlas así y no como lo dijo Ramiro.

No paso mucho para que Julián apareciera con su maletín de primeros auxilios.

—¿Eres el médico del lugar? —pregunto antes de que me toque.

—Tranquila, Arlene. —Contesta Ramiro colocándome encima una cobija gruesa, haciendo estremecer una vez más — Está capacitado hasta para operarte. —sonríe y se aleja hasta la cocina mientras los dos hombres armados que ingresaron con nosotros siguen mirándome, parece que ni parpadean.

Julián empieza a revisar mi tobillo, parece que se toma muy en serio su papel de médico, no es nada feo, sus ojos verdes son muy atractivos. Estoy perdiendo mis miradas en él, cuando me doy cuenta de que Ramiro está marcando el teléfono, se ve muy feliz. Al notar que lo observo, levanta su cerveza personal para decirme “Salud” y llevarla hasta su boca. Instantes después se acerca aún con el teléfono pegado a la oreja; sigue esperando que le contesten.

—Bebe un trago, te calentará un poco —Me ofrece su botella para beber, sin dejar de sonreír, aunque creo que fue porque escucha a la persona que quería, tras el teléfono.

No me equivoqué, había llamado a mi supuesto padre, a juzgar por lo que dijo tienen una gran rivalidad. ¡Dios! Creo que se confundieron de chica, yo no puedo se la Arlene que tanto buscan, puede que exista otra … ¡Sí! Es lo más probable.

—No te preocupes por ella, amigo, está muy bien cuidada ¿Qué, la quieres de vuelta? Pues, Arlene parece no querer ir contigo. Si no fuera por mí, tus hombres la hubieses matado. ¡No! El trabajo no debería ser más importante que tu propia sangre, Dionisio. — deja salir una pequeña risa. — Te enviaré fotos y un lindo video para que estés tranquilo. ¿Quieres saludarla?

Acerca el teléfono a mi boca. Mi corazón se acelera al escuchar atreves del teléfono “¿Estás bien, hija mía? Si ese malnacido se atreve a tocarte te juro que lo asesinaré con mis propias manos” se escucha muy enfadado.

— ¿Quién es usted? Estoy segura de que me confunde con otra persona. —susurro mientras Ramiro se carcajea alejando el teléfono.

—Te enviaré unas fotos. —termina diciendo antes de cortar.

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