Capítulo 2

Meses después

Los días han trascurrido más que geniales, debo confesar que temía que todo se fuera a la m****a, ¡pero no! He hablado con mis padres seguido y lo que más he amado son las video llamadas en los diferentes puntos del país. Quitándole lo duro de los entrenamientos a los que me ha sometido como si me preparara para la guerra, debo decir que estas semanas han sido de ensueño.

Y hoy nos encontramos en el puerto de Manaos a punto de subir a un crucero por el río negro y tener una última aventura recorriendo la Amazonia antes de volver a casa.

—Llegó el momento de hablar de algo muy importante. —Me lleva a un lado apretándome fuerte del brazo. ¡Joder! De esta manera tan brusca cualquiera deja sus más profundos pensamientos y vuelve a la realidad.

Dejo salir mi agudo grito de dolor, pero parece no importarle, me arrastra hasta un pequeño callejón, como escondiéndose.

— ¿Qué sucede? Me estás lastimando—chillo tratando de zafarme de su agarre.

—Ya viene por ti. —Su mirada lanza un grito de preocupación—Y no pudo hacer nada para evitarlo.

— ¿De qué hablas? No entiendo. ¿Es otra de tus bromas de entrenamiento? —estoy aterrándome.

— ¡Escúchame! —Me toma por los hombros sacudiéndome, elevando el tono de voz— te traje aquí para prepararte. No hay tiempo para contar detalles. Solo que van a secuestrarte y todo lo que has aprendido hasta el momento te servirá…

— ¡De qué diablos hablas! —lo interrumpo.

— ¡Presta atención! —Grita— Te amo y te juro que iré a buscarte, no preguntes como, pero cuando llegue el momento lo sabrás.

Inesperadamente me besa con ese fuego único en sus labios quitándome todo el miedo. Vuelve a mirarme a los ojos repitiendo que me ama. Es entonces que nos vemos rodeados por muchos sujetos armados y con máscaras pasamontañas. Retrocedo apegándome al pecho de Armando que permanece inmóvil. De entre los hombres a nuestro alrededor aparece un tipo con traje elegante y lentes oscuros.

—Me estaba preguntado las razones por las que te encuentras aquí, Armando. —Se acerca más a nosotros— ¿Pensabas, quedártela? —se quita los lentes y sonríe.

—Todo era parte del plan y has terminado jodiéndolo. —responde mi amado con voz gruesa tomándome por los hombros y llevándome hacia el sujeto de mirada perversa.

— ¿Qué sucede? —grito intentando poner resistencia ante lo evidente, el idiota de Armando estaba entregarme a unos extraños o era parte de su plan para salvarme.

—La orden era llevarla directo a Colombia, no perderte a medio camino —responde el hombre haciendo un movimiento con su mano y de inmediato uno de los hombres armados me arranca de su lado. —Pero debo agradecerte esta jugada, pude investigarte a fondo y que crees—saca un arma de su saco y le apunta. —Ya sé quién eres en realidad.

— ¡No! ¡Esperen! —Forcejeo gritando con todas mis fuerzas mientras disparan contra él.

En cuestión de segundos aparecen unas camionetas donde rápidamente los sujetos armados ingresan ante la vista de algunos civiles que solo atinan a ignorar el suceso, sigo forcejeando con el sujeto fornido que me aprisiona cubriéndome la boca para que no grite más de lo que ya lo hice.

El sujeto de traje elegante con cara de mono me sonríe y caminando a una de los autos abre la puerta para indicar que iría con él, a arrastras terminan lanzándome dentro.

Y en cuanto el estúpido pendejo entra, se pone en marcha seguidos por tres autos más. Todo ha pasado tan rápido, las personas que antes transitaban por los alrededores simplemente desaparecieron, quizás se escondieron al ver las armas. Recuerdo que Armando dijo que ese lugar era peligroso de noche y que era común ver a algunas organizaciones reunirse de vez en cuando.

Mis ojos están llorosos, mi corazón late descontrolado, mi cuerpo parece ser ahora una gelatina, no voy a negar que estoy aterrada imaginándome el peor de los destinos. Pero intento no demostrarlo, aun cuando ese tipo tan desagradable me observa de una manera burlona limpiando el arma con la que asesino a Armando. Me sonríe tranquilamente, que ganas incontrolables tengo de matarlo, más no debo ser imprudente, estoy a su merced.

Lo veo sacar algo del interior de su saco, por impulso retrocedo un poco pegándome a la puerta. Al fin veo un pañuelo en su mano y la sonrisa de idiota pintada en su rostro es seguramente por el miedo reflejado en mis ojos.

Se acerca un poco para secar mis lágrimas, de inmediato la aparto de un manotazo, sonríe y vuelva a su lugar carcajeándose. Trato de mirarlo con frialdad aunque las lágrimas que ruedan por mis mejillas demuestran el terror que siento.

—Me recuerdas a tu madre; siempre tan a la defensiva. ¿Sabes? Sin ese tinte rubio en tu cabello te pereces más a ella. —Dice clavándome esa mirada extraña —igual de atractiva —Se acerca pasando el arma por mi cara — y tan apetecible.

Le sostengo la mirada mientras el cañón del arma baja por mi pecho, mi respiración se agita cuando el sujeto se acerca más y roza la punta de su nariz con mi mejilla. Ya no lo soporto y le doy un empujón inesperado con todas mis fuerzas, cae sobre el asiento y sin dejar que reaccione me le tiro encima, no sé lo que estoy haciendo, solo quiero arrebatarle el arma a como dé lugar, los dos sujetos armados de adelante reaccionan y girándose tratan de apartarme, pero yo sigo como gata en celo aferrándome con las uñas al traje del asqueroso hombre. De repente un tirón de cabello me frena, dándole oportunidad de tomarme por las muñecas. Logra levantarse y arrinconarme una vez más.

— ¡Así me gustan, rudas! —gruñe apretándome fuerte las muñecas, ya estoy sintiendo mis dedos adormecidos, pero no quiero gritar, solo forcejeo gritando por dentro. El malnacido se mantiene cerca, respirándome en la cara.

Entonces ¡zaz! Le doy un cabezazo, ¡joder! Todo se me movió dentro, por un segundo todo se puso negro, pero logro romperle la ceja. No se lo esperaba, me suelta las mano y grita “¡Maldita perra!”

Por un segundo intenta apartarse para limpiarse, pero se lanza sobre mí apretándome el cuello. El intentar apartar sus manos de mi cuello es imposible, estoy perdiendo el aire.

—Eres igual a la perra de tu madre, hermosa y peligrosa, pero yo te enseñaré a mantenerte en tu lugar.

Un zumbido ataca mis oídos y el maldito dolor de cabeza se hace más intenso, solo me queda atacar la cara y esos hago, clavo mis uñas largas en rostro, lo aruño con rabia y él aprieta mi cuello con más fuerte. Entonces voy a sus ojos, los aprieto con fuerza y siento que va cediendo hasta soltarme. Se aparta gritando y mientras yo recobro el aliento con las manos puestas en el cuello saca su arma.

—¡Te mataré maldita! —grita.

—Hazlo—también grito tosiendo —porque si no lo haces, te juro que te mataré a la primera oportunidad que tenga. —lo reto.

Esta por jalar el gatillo cuando uno de los hombres de adelante lo detiene “¡Señor! Debo recordarle que el jefe pidió a la chica sin un rasguño!”

Me mira furioso y grita de rabia guardando el arma. ¿Quién era el jefe? ¿Por qué me quería y porque Armando me entregó sin pelear? ¡Dios! Tengo la cabeza llena de preguntas. ¿Qué debo hacer?

—¿A dónde me llevan? —me atrevo a preguntar.

—Lo sabrás cuando lleguemos. —Responde fastidiado el hombre tocándose su horrible cara —entonces veremos qué tan ruda eres—me mira con rabia.

—Si soy la mercancía preciada, más te vale no amenazarme, cara de gorila.

—¿Qué me dijiste? —eleva la voz.

—Que eres horrible y una persona muy desagradable —me cruzo de brazos y hablo de manera burlona — y estás encabezando la lista de quienes voy a asesinar.

—¿Tú me matarás?

Se sonríe acercándose, justo como lo quiero, lo sigo mirando burlona y en un pestañeo le escupo en la cara, en ese segundo que le toma llevarse la mano al rostro, lo empujo y abro la puerta a mi espalda, a la que ya le he quitado el seguro y me lanzo al vacío sin pensarlo dos veces.

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