Capítulo #5

Después de todo y al verla triste Joel le dijo a su esposa que se podían quedar a dormir en casa de sus papás si ella así lo deseaba. Yelina aceptó encantada, la decisión le parecía espectacular.

Sabía bien que su esposo quería remediar lo mal que se había portado con su actitud en la noche anterior.

Valeria y Valentina llegaron al atardecer, las dos habían estado de día de campo fuera de la ciudad con unos amigos de la secundaria. Esa era otra de las razones por las que Yelina no se sentía bien, no había visto a sus hermanas durante todo el día y le parecía terrible marcharse sin saludarlas, por suerte durante la tarde las cosas se pusieron mejor. Cuando la familia estuvo completa Joel observó a detalle algo que no había visto antes; lo unidos que eran todos en aquel hogar.

La noche continuaba de lo más normal, Yelina se sentía realizada al pensar que compartiría su vida junto al hombre del que se había enamorado y al que había elegido como esposo y como padre de sus futuros hijos, sin embargo, no dejaba de sentir nostalgia al pensar que eran sus últimas horas conviviendo en casa de sus padres.

—Tonta, vamos a venir de visita las veces que queramos —se regañaba en silencio.

—Sí, pero no es lo mismo —se respondía después.

Aunque ya había estado lejos de ellos por un tiempo, quizá las hormonas la tenían sentimental por aquellos días.

Tenía claro que su vida era diferente ahora, puesto que pasar a ser esposa cuando sólo estaba acostumbrada a ser hija implicaba responsabilidades mucho más grandes que solo cocinar o que simplemente estudiar para sacar buenas calificaciones y no es que le pareciera un cambio drástico, de hecho lo aceptaba como su nueva normalidad y le gustaba, no obstante tal parecía que no lo había procesado del todo, quizá todo el tiempo estuvo mirando el lado rosa de las cosas, no imaginó que mudarse de casa le iba a causar tanto desorden emocional.

Después de la cena se acomodaron en la sala para disfrutar de una película familiar. Hicieron palomitas, sirvieron nachos con queso y refrescos de sabores. Las bromas y sonrisas de sus hermanas la hicieron transportarse a muchos recuerdos de cuando eran sólo unas niñas, Valeria era más apegada a Yelina, que a su gemela. Yelina por su parte las adoraba a las dos y aunque ella lo negaba se notaba la simpatía y conexión mucho más íntima que sostenía son Valeria. Las tres hermanas Mondragón iban a extrañar las largas conversaciones que sostenían por las noches antes de dormir.

Cuando la película terminó las jovencitas se fueron a una de las habitaciones para conversar, todas lucían frescas y hermosas pijamas; se acomodaron en una de las grandes camas y acercaron un mueble para estar más relajadas. Platicaron de varios temas, pero ellas tenían cierta inquietud por las relaciones sexuales, querían saber si lo que habían leído en los libros de Yelina era todo verdad, se les hacía difícil hablar del tema con su madre, puesto que siempre fue una mujer muy reservada.

—¿Cómo fue tu luna de miel? —preguntó una de ellas.

—Anda cuéntanos un poco —pronunciaron ambas al unísono.

—¿Qué quieren saber? —cuestionó la hermana mayor colocando sus manos en la cintura y haciendo una mueca de vergüenza, misma que le sonrojó las mejillas, ya sabía por dónde iban ellas dos.

—Dinos ¿Te dolió? —una de ellas preguntó de golpe y sin tararear.

—¿Que sentiste al perder tu virginidad? —indagó la otra.

—Haber niñas, respeten mi intimidad.

—Hay no seas grosera cuéntanos —imploró Valeria.

—Ese tipo de cosas no se pueden describir, quizá tengan mucho que ver con lo que dicen las novelas eróticas que ya hemos leído, sin embargo; hacer el amor es un poco distinto —expresó.

—A mí me han dicho que la primera vez duele mucho —agregó Valentina—. ¿Es verdad o se siente delicioso desde el principio? —preguntó.

Yelina sonrió y no supo que decir. Se quedó en silencio por un momento, pero como sabía que no iban a parar, les respondió.

—Sí, la primera vez dolió por un instante y fue incómodo, pero poco a poco una se acostumbra y ya luego empiezas a disfrutar.

—¿Qué más? —interrumpieron las dos.

—Las cosas que uno siente en ese preciso momento no se pueden describir, al menos yo no las puedo definir a ciencia cierta, creo que cuando uno ama a la persona con quién está lo que sucede ahí, entré los dos, es un recuerdo que queda grabado en nuestra mente para siempre —terminó.

—¡Que romántico! —exclamó Valentina.

—No se apresuren a querer experimentar con sus cuerpos, ya que ellos son un templo sagrado, quien ponga las manos sobre ustedes deberá quererlas y respetarlas. Recuerden mis niñas que hoy en día hay muchas enfermedades que fácilmente se pueden contraer por un rato de pasión y eso nos puede costar la vida —aconsejó.

—Eres muy madura y tan segura de ti misma —expresó Valeria.

—Te mereces a Joel, sin duda que lo mereces, ambos se merecen. Él te ama mucho, se le nota cuando te observa —comentó Valentina.

Las tres se abrazaron y siguieron hablando sobre cosas de chicas. Más tarde salió de la pieza para entrar en su dormitorio. El reloj de pared que se encontraba colgado en el pasillo marcaba las dos de la madrugada, observó hacía la habitación de sus padres, todo estaba en completa oscuridad, el tiempo con sus hermanas pasó de prisa y ella ni se enteró.

—Lo aburrido que se ha de haber sentido Joel —pensó.

Aunque él se quedó en la sala con sus papás, estaba segura que había llegado a la recámara, mínimo un par de horas atrás. Joel era un hombre al que no le gustaba desvelarse y respetaba mucho sus horarios de sueño.

Entró sigilosamente, él dormía como bebé. Yelina tomo un precipitado baño y se metió en la cama con mucho cuidado, al tomar las sábanas despertó a su amado con leves ruidos que hizo sin querer. Él la recibió entre sus brazos y la besó en los labios, el beso fue tan apasionado que ambos se desearon en ese instante. Yelina se subió sobre su esposo y comenzó a hacer suaves movimientos sobre su miembro, al mismo tiempo que lo acariciaba por todo el cuerpo; los dos se quitaron la ropa y comenzaron a disfrutar del placer.

—Qué manera más exquisita de moverte —expresó él.

Al escucharlo ella se excitó mucho más de lo que ya estaba, así que comenzó a moverse de arriba abajo, aumentando el ritmo gradualmente hasta llegar al clímax. Yelina se dejó caer sobre él, ambos sudaban. Era la primera vez que lo hacían en la madrugada y era la primera vez que lo hacían en la cama de Yelina. 

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