Capítulo IV. La primera cita

Apolo Müller

Jamás debí de haber saltado de la ventana de la forma en que lo hice.

Pero ¿Cómo podía controlarme cuando aquella chica me hacía sentir tan bien? Ahora incluso comenzaba a pensar si era posible que, el alma gemela para un lobo pudiese ser una humana, pues jamás llegué a sentir algo por Brenda a como lo sentía por ella, jamás miré a Brenda de la forma en que veía a Cassie, era como si mi mundo siempre hubiese sido ella.

Cuando puse mis pies sobre la acera, la devolví al suelo, a lo que ella solo se echó a reír a la vez que se inclinaba para colocar sus manos sobre sus muslos y respirar pesadamente.

—¡Estás loco, Apolo! Casi me matas del susto.

Torcí una sonrisa, mientras estiraba una mano para acomodar un mechón de su cabello blanco tras su oreja.

—Es solo un poco de adrenalina.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó, ladeando la cabeza para mirarme con curiosidad.

Levanté los hombros, restándole importancia.

—Solo soy muy hábil —respondí, extendiendo mi mano para tomar la suya—, ahora vamos, que muero del hambre.

Caminamos tomados de la mano hasta un pequeño restaurante de comidas rápidas, pues lamentablemente para mí, en ese momento no contaba con una gran cantidad de dinero para poder llevarla a uno de esos lujosos restaurantes en la gran manzana que había visto por internet. Había revisado la carta de tantos restaurantes para ver si me alcanzaba el dinero, que al final, me di cuenta que para lo que me alcanzaba en ese momento era para una pizza y unas gaseosas.

—¡Qué rico! ¡Pizza! —exclamó ella en cuanto ingresamos por las puertas de cristal del pequeño restaurante.

Sonreí, sintiendo un poco de pena. Definitivamente era un completo tonto, me había puesto a invitar a salir a la chica que me gusta, sin contar con el dinero suficiente para que tuviera una espléndida noche.

—Si quieres podemos ir a otro lugar —musité, analizando en la posibilidad de poder utilizar la tarjeta de crédito.

Ella negó con la cabeza.

—Aquí está bien —respondió, a la vez que me jalaba hacia una mesa cerca de un gran ventanal—, después podemos ir al club en el que trabaja mi amiga Verónica —propuso, levantando los hombros—, yo invito —concluyó, a la vez que sonreía.

No respondí nada, pues temía que si abría mi boca, iba a terminar por decir una gran idiotez que arruinaría todo, así que simplemente guardé silencio y asentí, tratando de hacer que aquella incomodidad que sentía, se desvaneciera.

Cassie me miró, ladeó su cabeza y levantó una ceja justo después de que nos habíamos sentado.

—¿Sucede algo? —preguntó—, estás lejos de ser el chico que irrumpió en mi ventana esta noche.

Niego con la cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos que ahora me perturbaban, donde mi orgullo de macho alfa, se sentía herido al no creerse lo suficiente para tener el privilegio de salir con una chica como ella.

—Apolo, te conozco de años, por lo que sé perfectamente cuando algo te sucede.

—Fue una mala idea haberte invitado a salir, es todo.

Cassie extendió sus manos sobre la mesa, suspiró con lentitud y relajó sus hombros, viéndose tan calma como siempre.

—Porque no tienes dinero para invitarme a ir a un lujoso restaurante, porque crees que merezco algo mejor que un sitio donde venden comidas rápidas y que probablemente, ahora estoy pensando que debí de quedarme metida en la cama, mientras veo New Ámsterdam —menciona con lentitud, levantando los hombros—, lo último si es verdad —alarga, a la vez que se levanta de la mesa—, pero no necesariamente por el motivo de haberme traído a este lugar, si no más bien, porque justo ahora estás actuando como un idiota —musita, dedicándose a mirarme fijamente—, no me importa el lugar, solo quería salir contigo —asiente en mi dirección y termina por asentir—, nos vemos mañana en el colegio, Apolo.

Y después simplemente se fue, dejándome solo en aquel lugar, haciéndome sentir mucho más idiota de lo que era.

Niego con la cabeza y dejo salir lentamente la respiración; todo estaba saliendo tan bien, hasta el momento en que mi jodida cabeza comenzó a traicionarme por la falta de dinero en mi bolsillo. Era un maldito idiota, todo lo que aparentaba ser una noche perfecta, se había echado a perder por mi maldito orgullo de macho lastimado.

(…)

Cassandra Blake

Camino a paso rápido hacia mi edificio, sintiendo demasiada rabia hacia Apolo. Era un idiota, ¿Cómo carajos me había invitado a salir para después ponerse en esas pequeñeces? ¿Acaso a mí me importaba si tenía o no dinero en aquel momento? Si babeaba por él, por lo que, ni siquiera me importaba si la cita era sentarnos en una banca en el parque a comer un helado y ver las estrellas. Disfrutaba los momentos a su lado, adoraba que me acompañara a ver New Ámsterdam cuando él no soportaba esa serie de médicos.

Escondo las manos dentro de los bolsillos de mi vestido para caminar con mayor rapidez, sintiendo como la rabia me invadía por completo.

Se suponía que iba a ser una agradable noche, tal vez incluso iba a decidirme por besarlo, dado a que él aún no se decidía por dar el primer paso, pero su orgullo de macho alfa lastimado, lo había echado a perder.

Podía notar en su mirada que se sentía ofendido, no sabía si la razón de ello fue que propusiera ir al club donde trabaja Verónica, probablemente él era el tipo de hombre que le molestaba que una mujer pagara, por lo que, su actitud ante mi propuesta, lo había transformado por completo, incluso, casi podía ver que le molestaba mi presencia.

Me dirijo hacia un callejón en medio de dos edificios a unas cuantas cuadras antes de llegar a mi edificio. Froto mis manos para tratar de entrar en calor, debido al frío viento que azotaba en ese momento.

Me detengo al percatarme que una extraña presencia camina tras de mí, mis sentidos se ponen en alerta, tomando el control total de mi cuerpo en ese momento. Me volteo y noto dos altas sombras caminar a paso rápido hacia mí, son dos chicos, los cuales llevaban un enorme cuchillo en sus manos.

De mi cuerpo comienza a surgir una extraña descarga de energía que jamás había sentido, no sabía si era por la rabia que sentía aún hacia Apolo en ese momento, o si solo era una descarga de adrenalina al ver que probablemente ese par iba a hacerme daño.

—Hola, preciosa —habla un moreno, deteniéndose frente a mí, ladea su cabeza y me mira de arriba abajo con una expresión que lo único que me provoca es repulsión—, ¿Por qué tan sola? Te puede comer un lobo.

Pongo los ojos en blanco, en ese instante el último sentimiento que había en mí era el miedo, el cual había sido sustituido por un coraje y una gran valentía que jamás pensé tener.

Mi cuerpo se movía por voluntad propia, era como si una parte de mí, la cual había estado dormida por mucho tiempo, acababa de despertar.

—Ahorita no tengo ganas de tolerar a un par de idiotas como ustedes —menciono, mientras levanto una mano, de la cual, sale una especie de energía blanca, la cual atrae aquellos cuchillos hacia mí.

Con mi otra mano los detengo a pocos milímetros de que se claven en mi rostro, los cuchillos caen al suelo, haciendo un ruido estrepitoso que hace que los hombres se den cuenta de lo que acaba de ocurrir. Una enorme sonrisa se dibuja en mis labios, al ver el terror implantado en sus caras, no sé qué es lo que pasa conmigo en aquel momento, pero se siente tan bien, que no deseo que acabe. Subo ambas manos, a la vez que en mi mente se dibuja la imagen que quiero ver, lo cual es ver a los hombres flotando, muevo mis manos hacia mí, lo que provoca que una fuerza invisible atraiga a sus cuerpos cerca de mí, aquellos sujetos comienzan a revolcarse, suplicando por sus vidas, rogando que los deje ir, a cambio de no volver a molestar a nadie más.

Se encuentran tan cerca de mí, que soy capaz de estirar una mano y tocar con uno de mis dedos, la frente del moreno, lo que provoca que pueda ver sus pensamientos; cierro los ojos y hago una mueca al ver a diferentes mujeres correr mientras ruegan por sus vidas, a la vez que ambos hombres las persiguen y terminan por dañarlas.

Abro los ojos, aquella energía que había salido de mis manos, ahora rodeaba todo mi cuerpo, la rabia y el odio hacia ese par de hombres me habían cegado, al punto de, no poder controlar mis pensamientos, solo deseaba poder regresarles todo aquel daño que habían ocasionado en el pasado. Ellos continuaban rogando por sus vidas, mientras que yo me encargaba de estamparlos a la pared sin siquiera mover mis manos, los cuchillos volvieron a elevarse, para terminar por clavarse en la frente de cada uno de ellos. Ellos dejaron de moverse, sus cuerpos inertes se deslizaron por la pared, hasta caer inmóviles en el suelo.

(…)

Abro los ojos de forma sobresaltada, una capa de sudor moja mi frente, indicándome que lo que acababa de ver, había sido solo un sueño. Abrazo la cobija a mi pecho, mi corazón late desbocado, y mis manos tiemblan sin parar. Muevo mi rostro y veo la hora: tres de la madrugada, lo que me hace torcer una pequeña sonrisa cargada de alivio, tal parecía que todo aquello había sido solo un mal sueño. Jamás salí con Apolo y tal parecía que en realidad no me había convertido en un monstruo.

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