Capitulo 3

Se encontraban preparando todo para abandonar aquel país, Jassier y Amir se encontraban inquietos; querían irse de aquel lugar lo más rápido posible. El ministro entró y hizo una pequeña reverencia, aunque aquello no le provoca hacerlo en absoluto, pero todo se trataba de mentir y tapar algo mayor. Todo era una apariencia.

—Su alteza, señor, el jeque a pedido que por favor firmen esto—el hombre hizo una pausa para tenderle la carpeta—. Para asegurarnos que verdaderamente ella sea su prometida, es solo cuestión de que mantenga su honor y palabra.

Jassier le dio una pequeña mirada a Amir, quien dio un pequeño asentimiento de cabeza, indicándole que estaba viendo. Jassier tomó una pluma de la mesa, leyó detalladamente cada clausa y casi quiso rodar los ojos por lo estupido que era aquello.

Firmo y le entregó la carpeta, el hombre mayor se retiró con una reverencia.

Isabel se encontraba extraña por aquel cómodo vestido tradicional, le hacía lucir espléndida resaltando su hermosa piel blanca y sus ojos verdes, su cabello rubio caía hasta abajo de sus senos; había perdido mucho peso por un momento había pensado que aquello era un sueño, habia despertado con una habitación rodeada de cosas jamás había visto en su vida, cuando había entrado aquella mujer con una gran bandeja de comida, había devorado casi por completo. Sin duda estaba completamente agradecia con aquel hombre de ojos negros.

Abrió la puerta lentamente, aquel saloncito era hermoso cubierto con tonos dorados y azules una gran telaraña habia en el medio de aquel salón; se detuvo al percatarse de presencia de los dos hombres, el hombre alto se giró aquella túnica le habia ver hermoso, si se pudiera buscar una palabra cercana. Con una sonrisa avanzo y con la mirada agachada.

—No tengo como agradecerte que me hayas salvado...—empezo a decir, Jassier avanzó rápidamente y la abrazo dejándola estupefacta, bajo la cabeza y le susurró al oído.

—Hablamos después, ahora no podemos hacerlo sería peligroso—dijo se apartó, cogió un mechón de su cabello colocandolo detrás de su oreja, su piel se sintió tan suave como había pensado.

—Gracias—Isabel se alzó sobre sus pies, colocando un beso en la mejilla de Jassier.

Los ojos verdes de Isabel brillaban, Jassier sonrió amablemente y pasó sus brazos por los hombros de Isabel.

—Es hora de marcharnos— dijo, estuvo apunto de decirle sobre la boda, pero aquello se lo guardo para sí, no quería que la pobre se alterara y armara una escena—. Podras comunicarte con tu hermano cuando lleguemos a Qatar.

Isabel casi quiso chillar de emoción, aquello era como un sueño muy pronto estaría en casa y no saldría de allí por un largo tiempo.

Dos horas después se encontraban subiendo a un helicóptero con destino al Palacio Real de Qatar, allá lo esperaban los ministros y demás personas, se había corrido el rumor que tenía una prometida occidental aquello significaba; muy estres y discusiones. Jassier coloco su mano en su rodilla calmando su nerviosismo, Isabel sabiendo que pronto saldría de aquel horrible lugar. Arrcosto su cabeza del hombro de Jassier aquello le resultaba recofortante, cerrando los ojos por un momento casi quiso suspirar de alegría cuando despejaron de aquel lugar. Muy pronto estaría en casa junto a su madre y su hermano.

Amir desde lejos observaba a la pareja, debía instruir después a su alteza lo que debía hacer a continuación, tal vez aquel cuento del rescate serviría para apaciguar a la prensa y al parlamento. Toda tenia que salir de acuerdo a lo que habían planeado nadie mas debería saber que había detrás de aquella farza.

Jamás había visto demostrar cariño al príncipe, hace mucho tiempo que lo había visto de esa manera desde la muerta de la princesa, tal vez aquello fuera un empujón para que Jassier aceptará por completo la regencia y que el país no dependiera de un hilo como lo hacía en aquellos monumentos. Jassier acariciaba lentamente su mano, intentando calmarla.

—Gracias, ¿Puedes decirme tú nombre? —susurró suavemente, sus ojos eran como dos cuencas de esmeraldas se notaba lo emocionada que estaba por abandonar el lugar.

—Mi nombre es Jassier-susurró con una sonrisa ladeada.

—¿A donde me llevas? —murmuró curiosa, sus respiraciones se estaban mezclándose y su cercanía era cada vez más pequeña.

—Te llevo a casa, pequeña rosa-dijo Jassier, bajo su vista a los pequeños labios de Isabel, se veían carnosos y suaves a la vista ¿Cómo sería probarlos? Pensó.

— ¿A casa? —dijo con voz audible, sus ojos brillaron ante esa idea.

—A mi casa conmigo, rosa— murmuró rosando su nariz con la de ella, su piel era diferente contra aquella tez morena y su piel blanca.

—¿Pero…— empezó haciendo una pequeña mueca, Jassier sonrió y tomo su labio inferior entre los suyos; le dio un pequeño beso?

Isabel soltó un suspiro, jamás la habían besado de aquella manera.

—He dicho a casa-susurró.

Al llegar a Qatar fueron recibidos por los ministros y la reina madre, aquel título se lo atribuía sola ya que su hija, Jassier no había aceptado la regencia por completó que tragiera aquella muchacha de Alá sabe dónde sacaba todo de sus planes, porque tenía la esposa perfecta Aniza una joven que desde hace algunos meses había estado preparando, la hija del ministro de interior; aquello era como tener la lotería alguien que pudiera contralar a Jassier y que ella controlaría, pero ahora se tendría que ir con mucho cuidado.

Jassier bajo el helicóptero y le ofreció la mano a Isabel, se sintió intimidada por aquella cantidad de hombres y algunas mujeres que esperaban por ellos, se apego mucho más a Jassier como si él fuera alguna clase de escudo; bajo la mirada ante la miradas severas y desaprobatorias de algunos de los presentes. Jassier al notar la incomodidad del pequeño cuerpo que se pegaba cada vez más al suyo les dirigió una mirada feroz s todos los presentes estos rápidamente apartaron su mirada.

Todos hicieron una inclinación al jeque pasar, aunque aquello era mera formalidad, muchos de aquello hombres no querían a el hijo menor del fallecido califa por su astucia y su manera escurridiza de hacer las cosas, siempre un paso delante de todos ellos.

—Su alteza, por favor le suplicamos que nos perdone no ima...— Jassier hizo un gesto con la mano, haciendo que el hombre canoso guardara silencio con una expresión furiosa.

—¿No era importante decirme que oficiales de Aquena entraron a mis tierras y causaron desastres? Y para completar un desetor secuestro a mi prometida que se encontraba de viista en la cuidad fronteriza — gruño molesto, el hombre retrocedió bajando la mirada.

Amir miraba con impaciencia aquello, hizo una reverencia a la reina madre.

—Su alteza...— balbuceo otro, sin despejar la mirada del piso.

—No quiero oír ni una palabra, lo hablaremos mañana, en el parlamento, esto no se quedará asi— aquellas fueron sus últimas palabras para seguir su camino, sabia que Isabel no entendía su lengua nativa, así que más tarde tendría que hablar con ella y eplicarle todo el panorama de exposicion con la mentira que había inventado.

—Jassier—dijo su madre a su espalda cuando habían ingresado a la sala de recepción del palacio. La expresión de amargura y de notable desaprobación solo hizo que hiciera una pequeña mueca. No le agradaban las sorpresas mas si estas traían complicaciones.

—Ahora no—su voz fue tosco. Sin dar remedio alguna discusión de su parte.

—¿Qué crees que haces por Alá? — quería sonar más preocupada que molesta, sabia que no debía tocar los puntos sensibles de su hijo en aquel momento.

—Lo que haga no madre, no es de su incumbencia. Solo estoy tomando las medidas adecuadas— Isabel, sabia que debía estar molesto, por la expresión de su cara, entendía una que otras palabras que había aprendido a lo largo de su vida, visitar aquel país había estudiado todo lo posible quería una maravillosa experiencia, pero no imaginaba que aquello terminaría en un calabozo.

—Sabes que no puedes casarte por ella, y ahí muchas cosas en contra— dijo con voz firme, aunque Amir quisiera ponerse de parte de Su Alteza había cosas que se pondría en contra, como que la chica supiera poco del islam aquello sería una parte negativa de los ancianos de las tribus. El país se encontraba con diferentes bandos.

Isabel, entendió claramente que estaban hablando de ella por las miradas que aquella mujer le dirigía, por un momento se sintió intimidada pero no entendía el enfado de aquella mujer muy pronto se iría ¿No? Y dejaría de causarle problemas a Jassier.

—No es de su incumbencia.

—Eres un...

—Soy el jeque y aunque sea mi madre le pido el respeto— dijo colocó su mano en la cadera de Isabel guiando la a su oficina, habia cosas de las cuales charlar.

—Todavía no has aceptado la regencia así...

—Ni una palabra más. No quiero ser grosero contigo, no llevemos esto a mas alla no hace falta hacer tanto lio.

Ambos entraron en aquel lujoso y extravagante lugar, techo altos y hermosos pilares con más de doscientos años de antigüedad con hermosos muebles color a juego con aquel marfil de las paredes, Jassier hizo que ella tomara asiento casi solto jn suspiro al sentir la comada tela, aquel hermoso vestido rojo se via magnífica penso haciendo ver su piel tersa y delicada, y podía ver claramente el sonrojo en sus mejillas; se veía resplandeciente y por un momento pensó se ve como una reina.

Isabel se sintió intimidad por la penetrante mirada de aquel hermoso moreno, la verdad no podía apartar la mirada de él, era guapo y sin duda un hombre exótico en toda la palabra. Sus labios se separaron un poco buscando aire, se sintió una tensión sexual que aquel hombre desprendía. Aquel perfume tan varonil. Se sintió nerviosa y se retorció sobre el asiento. Paso su lengua por sus labios humedeciendolos al sentir los resecos.

—¿Qué quieres hablar conmigo, Jassier? — preguntó con su exquisito acento ingles, Jassier suspiro y sintió como su erección pensaba a crecer dentro de sus pantalones. Le dio una mirada a Amir para que se retirara este con cierto desconcierto lo hizo, haciendo una pequeña reverencia.

—Quisera decirte bajos los términos que saliste de Aquena— dijo serio, Isabel se sorprendió por su cambio repentino de actitud—. Digamos que tuve que mentira en algunas cosas, como que eras mi prometida y que muy pronto nos casaríamos agregándose que tuve que firmar un acuerdo donde afirmo que todo es cierto y que el siete del mes entrante contaremos matrimonio. Si no mi pueblo verá las consecuencias de haberte traído, pequeña rosa.

Ella sintió que el aire se quedaba estancado y su corazón latía fuertemente ¿Casarse? Sintió su cuerpo temblar, con valentía dijo:

—¿Casarnos? Pero prometiste que me iría a casa— murmuró a la defensiva, Jassier apretó su tabique irritado.

— Eso no sucedería hasta unos seis meses, Isabel— su voz fue fuerte y clara sin dar cara algún reproche o objeción—. Digamos que puse en peligro a mi gente por sacarte de ese sitio, así que esperes que colabores por ti bien y el mío. Tome una decisión muy grave que pone en peligro a muchas personas.

Isabel trago fuertemente al sentir pequeña y con un nudo en la garganta ¿Él había hecho eso? ¿Por ella?

—Así que espero que seas de gran ayuda, para mi y mi gente—dijo—, no espero que lo entiendas, pero lo que preguntaré es necesario que lo respondas con sinceridad.

—¿Estas dispuesta a casarte conmigo? Porque no serán días fáciles. Serán muchos compromisos y mentiras elaboradas, tenemos que tener una buena relación a los ojos de otros.

—Sí, y lo hago por recompensar la ayuda que me has ofrecido y por salvarme. Creo que debería aceptarlo sin dudarlo, tu arriesgaste mucho por mi.

—Dígame señorita, esta dispuesta a ello—Amir le preguntó, aunque no estaba de acuerdo con todo aquello.

—Si, estoy dispuesta.

Amir suspiró y coloco un pequeño libro sobre la mesa, Isabel lo reconoció era el corán. Le dio una mirada interrogativa.

—Es necesario que tenga un mínimo conocimiento para que se apruebe su fe—dijo, pero aquello no la tranquilizó—. Es necesario, vealo como una experiencia para aprender más a fondo la cultura occidental. Y lo que no este dispuesta hacer dígalo, usted es libre de elegir.

—Señorita podía resitarnos un poco del primer capítulo— preguntó el hombre, habia entrado sola aquella Mezquita. Habia estado muy nerviosa durante las últimas semanas había estado aprendiendo muchas cosas.

Soltó un suspiró y con gracia empezó a recitar el corán, no dudó, aunque el hombre espero que lo hiciera, eso sería una buena forma de retrasar la boda. Pero dos horas después Isabel tenía su certificado de fé.

Amir le hizo una pequeña inclinació. Espero que pasará a la primera, sin duda era alguien sorprendente. Ahora tenia claro que realmente estaba comprometida y dando todo de si.

—Lo hizo muy bien, ahora solo quedan unas que otras formalidades— le dijo al salir de la mezquita.

—Usted ha sido de mucha ayuda— le agradeció—, me ha estado alentando y me siento agradecida.

-—Me alegro que piense de esa manera y no lo vea como una obligación— le recordó—, no haga lo que usted no quiera nunca sin importar quien la presione.

—Lo recordare.

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