Capítulo 1: De los sueños y de los miedos.

–Tenía el color rojo en las manos–fantaseó Annie–. Todo estaba oscuro como siempre está en mis sueños… Un mar de luces brillantes brotaba de ellas.

Louis tomó un mechón de su larga melena castaña y lo acarició entre las yemas del índice y el pulgar.

–¿Era atractivo? –Los ojos avellana de la muchacha decían una y mil cosas.

–Pues…–por un momento Annie se sonrojó–. Iba envuelto en una larga cape noir…– Lo último que dijo la hizo pensar en su padre.

Ella misma se había despertado acalorada. El sueño había sido tan vivido que olvidarlo era imposible. La rue empedrada se abría ante ellas con una alfombra de baldosas relucientes, los adornos colgaban por doquier: luces coloridas atenuadas por el atardecer y las increíbles pinturas de los murales; pasaron junto a un lobo plateado, un león blanco con la melena verdusca y dos dragones enzarzados en una pelea…

–Soñar no cuesta nada–replicó la muchacha con un suspiro. Era casi tan menuda como Annie, pero últimamente había crecido unos dedos más que ella y el busto se le vislumbraba bajo el vestido fino color ciruela–. Dicen que habrá una mancha roja en la luna durante el Festival.

<<Su cabello también es muy suave y brilloso>> admitió Annie, soñadora. Louis Leroy era un poco mayor que ella, pero Niccolo siempre decía que Annie era más astuta y brillante.

–¿De verdad? –Fue todo lo que dijo…

Ambas niñas pasaron junto a un callejón donde un pequeño grupo de magos ensayaba sus hechizos… Un joven de túnica verde bailaba en círculos mientras el suelo se encendía en fuegos verdes, azules y dorados.

<<Trucos hechos por falsos magos–hubiera dicho su padre con un dejé de reproche–, ese no es el verdadera misticismo>> Annie sabía cuál era el verdadera arte.

–Trucos–admitió Louis como si le leyera los pensamientos. Sonrió. Ella también provenía de una antigua familia de magos.

–Niccolo dice que la verdadera magia no es un truco para fiestas.

Louis la miró con cara de pocos amigos.

–Niccolo piensa que el rojo en la luna es maldad que se acerca–replicó sin miramientos–. Niccolo es sólo un tipo aburrido que busca cosas que no existen en las estrellas.

Subieron una escalinata de piedra bajo la luz anaranjada del atardecer. Una brisa cálida le meció la melena rubia a Annie recogida en una coleta.

–¿Y qué crees tú?

Louis soltó una risita.

–Amour–dijo como para si–… Es el amor con el que sueñan todos. Él lo sabe, pero nos ve como niñas. Yo sé que el tipo suspira por mademoiselle Miackola.

Annie también lo había visto titubear ante la joven de cape rouge que venía de vez en cuando a la bibliothéque. Pero… ¿qué iba a saber una niñita de tartamudeos, sonrojos y toda aquella euforia?

–Pero Niccolo…

–Es sólo un hombre solitario–aventuró Louis–. Le hace falta alguna compañía, además de esas pilas de libros viejos–le lanzó una extraña mirada de reojo–. Ya sabes Annie. –Luego se sonrojó con una sonrisa.

Annie hubiera dado lo que fuera por entender aquellas miradas conspirativas, picaras…

<<Y por entender aquellos sueños>> pensó para sí.

La rue Obscura se preparaba para las fiestas de la Luna, un festival de tres noches. Hasta donde se alcanzase a mirar relucían los puestos, carpas rayadas, los comerciantes que pregonaban sus exquisiteces, amuletos y rarezas. La fuente de la rue manaba agua y sobre ella se erigía la gran estatua del Héros Rouge. Un adusto e imponente joven ataviado en una capa de piedra que lamía sus talones y ocultaba su cuerpo. Su rostro era ceniciento y sus ojos ciegos custodiaban el Palacio de los Héroes en la cima de la colina Vidal. Del rojo intenso de su cape y su cabello sólo quedaba un gris piedra. Y uno que otro pájaro se posaba en sus hombros. Le habían limpiado los restos de excrementos secos. Parecía esculpido hace poco cuando en verdad llevaba más de trescientos años allí.

<<Con el rojo de su esencia ahuyentaba la fría oscuridad...>> decía la canción del Héroe Rojo, una de muchas.

Oh trae contigo el amanecer...

Cantó un bardo rubio vestido de morado y blanco. Afinó la lira, tocó una cuerda... Siguieron un camino de tierra junto a una leve depresión de hierba recortaba que tocaba el agua cristalina del Aguadorada, un canal que discurría por todo Valle del Rey, alimentaba la rue Obscura, el Château du Coupe y desembocaba en el mar. Mientras los puestos de ventas se unían a un grueso muro de tres varas de alto. Parecían más lúgubres mientras bordeaban las lindes del canal: había animales extraños, aves de caza, serpientes de colores exóticos, gatos majestuosos y artilugios que nunca había visto en su vida. Un hombre con una pata de palo y el rostro lleno de arrugas las vio de manera aterradora mientras otro hombre muy gordo y bajito maldecía y vaciaba su jarra de ron.

–Estos no estaban ayer–señaló Annie.

Una mujer barajaba un mazo de cartas en una amplia mesa flanqueada por un guardia de capa morada y una mujer joven.

–No. –Respondió Louis–. Estas personas son brujos, su mercancía es rara, misteriosa y sólo osan a venderla entrada la noche… Muchos viven en lo más recóndito del Bosque Espinoso y sólo cambian sus secretos por otros secretos.

–¿Otros secretos?

–Aunque el precio puede variar. Siempre piden algo de valor: un recuerdo amado, un cabello de un enamorado, huesos viejos… cualquier cosa con poder. Y ellos te satisfacen con sus brebajes, conjuros, te libran de una maldición, echan un vistazo al camino del futuro–le lanzó una de esas miradas y remarcó sus últimas palabras con un tono estremecedor–: Descifran un sueño…

Annie sintió un escalofrió. <<Es el sueño tonto de una niña tonta>> decidió.

–Mi hermana siempre viene a ver a la bruja Sangreazul, siempre pide el afrodisiaco que prepara la bruja para ganarse a algún amante. Eso y, las hojas de duende para no acabar en cinta.

>>La bruja siempre pide un mechón de cada amante…

Un gato naranja anduvo sobre el muro muy a toda velocidad… Una joven de cabellos plateados exhibía sus especias místicas llenando el aire mientras las quemaba…

–Lujuria para los amantes–echó un puñado de hojas secas en un caldero de fuegos violáceos, el humo ascendió embriagador. Olio a canela, nuez moscada, menta y duraznos… << ¿Verdad?>>.

–¿Qué crees que hará Niccolo si le servimos un té de Lujuria? –Louis sonrió como si fuera más pequeña que Annie.

–No creo que sea buena idea.

–Claro—Louis se le rió en la cara–. Que va a saber una niñita de esas cosas.

Annie frunció el ceño, sus ojos azules echaban chispas. Louis cogió su mano… Un joven yacía recostado sobre la hierba con un libro en el rostro… Su cape era de un negro noche, tenía el cabello rojo intenso rematado en las puntas de un azul extravagante. Annie se estremeció al verlo, sintió un calor agobiante en el cuerpo bajo la camisa de lino blanco de mangas largas y la falda ancha color purpura. Quizás fuera el afrodisiaco, o él era de verdad la persona más hermosa que había visto en toda la ciudad. Cuando se levantó vio unos pómulos altos y una mandíbula fuerte. Sus ojos llamaron los suyos y se cruzaron, un azul intenso contra una mirada forjada en sangre, parecían rubíes…

Desvió la mirada…

–¿Te gusta? –Preguntó Louis.

Annie se quedó sin palabras como una boba. Apretó la mano de Louis con fuerza y siguieron de largo… <<¿Él? >>. Sabía que lo había visto en algún lugar… miró de reojo y él siguía leyendo un viejo y quebradizo libro en sus manos negras, no; enguantadas…

–Es muy guapo–apuntaló Louis tan observadora como siempre–. ¿Lo conoces?

–¿Por qué habría de conocerlo?

–Es alquimista.

Annie se exasperaba por lo tonta que podría ser Louis a veces.

–Porque sea alquimista no significa que lo conozca.

–Trabaja con tu padre–Louis se sonrojó–. Si no lo quieres, bien….

–Él es mayor que nosotras–recalcó Annie.

–No tanto–sonrió Louis–. De seguro es un Scrammer o un Wesen. Un dragón. ¡Quiero casarme con un dragón!

Cruzaron las calles empinadas, abarrotadas del gentío. Pululaban cantantes, titiriteros, actores y un mago errante de capa morada que hacía que sus sombras se batieran a duelo.

–No conozco a ningún dragón alquimista–respondió Annie poco después–, y no queda ningún Wesen en toda Gobaith. Lo sabrías si le pusieras atención a Niccolo. Vamos.

Una de las sombras apuñaló la garganta de la otra con un sable que brillaba con la luz del atardecer. Luego, tanto la sombra como el mago saludaron con un elegante floreo a todos los que aplaudían. La bibliothéque du Écrivain era un recinto de dos pisos. El primero, plagado de estantes llenos de toda clase libros tanto en el idioma antiguo como el nuevo y en el segundo, se veía un enorme ventanal redondo, allí estaban las habitaciones de los Brosse. Desde la azotea, Niccolo las llevaba por las noches a estudiar las estrellas y los planetas con su catalejo. La entrada era una puerta doble de grueso roble.

Niccolo Brosse estaba sentado en una larga mesa con una docena de libros y pergaminos, por lo demás la biblioteca estaba desolada. Al parecer ellas eran las únicas que venían por las clases del escriba. Levantó la vista cuando entraron…

–Louis, Annie–las llamó.

Ambas se sentaron junto a él. Astrólogo y escribano. Niccolo era un hombre relativamente joven, rondaba los veinte. Era alto y delgado, taciturno, intelectual, solitario, tenía el cabello y los ojos cobrizos. Esa tarde llevaba una túnica gris de largas mangas que le llegaban a la cintura, tenía el alicanto de los Brosse bordado en el pecho y se ceñía la ropa con un cordón del que colgaba un saquito lleno de monedas.

–Monsieur Niccolo–sonrió Louis tocándole el brazo con delicadeza.

Niccolo le sonrió. Tenía un rostro inocente de ojos alegres y sonrisa trémula. Los Brosse siempre habían sido intelectuales, la bibliothéque tenía más de trescientos años y había acabado en manos del joven cuando sus padres viajaron a buscar libros a Puente blanco atravesando el Bosque Espinoso y desaparecieron… Vivía con sus dos tíos. Uno era un enorme guérisseur muy reconocido en la rue Obscura y el otro, un cuentista de renombre en toda la isla que nunca estaba en la ciudad. Niccolo impartía clases de historia, matemática, filosofía, geografía, astrología y les enseñaba a ciertos de sus alumnos la alquimia, maeglafia y las artes misticas. Aunque no poseyera la esencia y no pudiera realizar proyecciones o conjuración, era un estudioso de ella. También redactaba y leía cartas, alquilaba libros y los transcribía.

Siempre se la pasaba solo con el rostro sonriente inmerso en las letras de los libros. Tímido al contacto, renuente de las demás personas. Annie no sabía que había causado que él terminará de esa forma, aunque… debió ser algo muy triste. Por lo visto, tanto Marcel como Vidal habían preferido la compañía del Festival.

–Disculpen, tengo una montaña de encargos, han pedido una copia de Cronología de Gobaith. –Su pluma iba y venía con una caligrafía majestuosa. Mojó la punta en tinta negra y siguió–... Es un ejemplar muy raro y antiguo, tengo que transcribirlo cuanto antes.

Aun así, Niccolo se las empeñó para verificar la gramática de ambas, el cálculo avanzado, la geografía: hizo a Louis buscar un mapa de toda la isla. Luego otro mapa de estrellas que Niccolo había dibujado durante aquellas misticas noches con su catalejo. Últimamente Louis iba a visitar con más frecuencia al escribano que todos los demás. <<Es por el Jardín de Estrellas>>. A la fille le faltaba poco para ingresar a la academia que según la tradición, escogía a un joven de cada prestigiosa familia para estudiar y convertirlo en magician.

–¿Quién conoce la Guerra del Dragón y del Unicornio? –Preguntó el escriba.

–¿Eso no fue hace dos mil años? –corroboró Louis.

–Oui…–asintió Niccolo conspirativo, miró a la niña rubia–. Annie.

–Mucho antes de que el Rey Exiliado huyera de nuestra tierra natal–comenzó a narrar–. Hubo una revuelta debido a una extraña tribu que llegó del oeste. Los Scrammer, de cabello rojo y ojos color sangre, llegaron conquistando las tierras y sus habitantes. Llevaban el fuego y la muerte a donde fueran. Decían que eran los hijos de los dragones y los hommes. Algunos escribas cuentan que los dragones se convirtieron en humanos antes de desaparecer, otros al contrario piensan que nunca existieron… El primero del que se tiene registro es Scram, primogénito del Dragón Escarlata, engendró una docena de hijos.

–El primer dragón era apasionado–suspiró Louis.

–Los Brosse de antaño que volaban sobre alicantos–continuó–. Los Verrochio descendientes de ninfas del bosque y hombres, los Bramante, los Pisarro y otras familias. Todos hijos del bosque. Pactaron una alianza bajo el liderazgo del unicornio: los Sisley…

>>Vidal Sisley enfrentó a los belicosos dragones en la cruenta guerra de los cien años…

>>Zerpa Sisley, el primogénito de Vidal. Combatió y derrotó de manera aplastante a los dragones (que casi se extinguieron de no ser porque Zerpa Sisley los acogió como vasallos tras perdonarlos). Fue el primer rey de la Tierra Antigua. Con el tiempo los reyes posteriores unificaron a las familias: Leroy, Cassio, Brunelleschi y otras grandes tribus en un poderoso reinado de un milenio de maravillas…

–Todavía somos gobernados por los Sisley–añadió Niccolo. Había un brillo dorado en sus ojos cobrizos.

–Oui–replicó, dubitativa–. Pero con la llegada de un nuevo imperio que crecía con fiereza desde el oeste y con la decadencia de nuestro poder debido al mestizaje y el orgullo. Nuestro reino acabó en la ruina y nos arrebataron nuestra tierra. Fuimos deportados, nuestros edificios quemados hasta los cimientos, nuestro pueblo esclavizado y perseguido… Pero existió un Sisley que condujo los restos de los celtas a una isla alejada de aquellos que buscaban destruirnos… Rodeó las costas de corales afilados para evitar que los barcos enemigos atacaran. El Rey Exiliado llamó a esta isla Gobaith, que en la antigua lengua significa <<esperanza>>.

Niccolo asintió complacido.

Louis le dedicó una sonrisa blanquecina a Niccolo y una mirada cargada de reproche a Annie. El brillo nocturno se filtraba por las ventanas. El recinto estaba más oscuro y Niccolo encendió una vela de sebo con un yesquero de pedernal. Annie hizo ademan de levantarse pero al ver que Louis no lo hacía frunció el ceño.

–Monsieur Niccolo me está impartiendo clases adicionales–sus dedos finos acariciaban la manga del joven–. Por motivo del…

–Ya–Annie se levantó y salió a zancadas del recinto.

La oscuridad estaba cargada de fría soledad y Annie no tardó en tiritar. Los jirones de niebla flotaban en halos junto a los faroles de colores. El aire estaba impregnado de carne asada, especias, almizcle rancio y Lujuria quemada. Pensó en el sueño que tuvo: al hombre con las manos manchadas de luz roja. No recordaba de qué color era su cape, quizás roja o negra… Todo estaba borroso. Pero, ¿a quién le importaba? Las personas se daban besos tímidos, abrazados. Celebrando el final del año. Cuando llegó a casa, estaba sola y a oscuras. Se tiró en la cama y se echó a llorar…

<<Que va a saber una niña de amor y soledad…>>. Sueños rotos y proféticos.

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