Capitulo 4

Pero como nosotros los pájaros no tenemos boca, sino un pico, yo creo que por abrirlo un poquito no estaríamos haciendo ningún daño a nadie. Ni tampoco con decir que casi todos los países del mundo se han dejado hipnotizar por los ojos codiciosos de las grandes potencias quedando dormidos en la cama imperial del opio, por el tiempo exacto en que cargarían con todas sus riquezas. Lamentablemente ya metí las patas en el charco y como pájaro, nunca aprendí a volar hacia atrás aunque el viento estuviera en contra mía, eso quiere decir, que mi padre nunca me enseñó a volar de reversa ni tampoco sentí la necesidad de pedírselo. Por eso seguiré abriendo el pico hasta que Dios quiera, aunque creo, que si él no lo hubiese querido, habría hecho al pájaro sin el pico.

Además, no sé dónde está el pecado de decir las cosas que veo y ya he visto demasiado para guardármelas en la consciencia de un cerebro vivo que sabe provocar el vómito cuando las cosas  no le caen bien al paladar de una nación, a quien le ofrecen una mano amiga que termina con su estrangulación económica; En la explotación de sus riquezas mineras y en el fusilamiento de las piedras preciosas que hay en su suelo. Por esa razón, en la sociedad de pájaros nunca estuvimos de acuerdo con ciertos negocios o contratos oscuros con potencias extranjeras que siempre viven olfateando el brillo de la plata y el oro y el de cualquier otro metal precioso, para aplastarlos con las fuerzas del dólar, del euro y la esterlina. 

El pájaro no adivina el futuro de nadie, pero se ha dado cuenta de que existen ciertos tipos de acuerdos o contratos que sólo saben dejar perdidas y por tal razón tarde o temprano se ven convertidos en la desgracia de los pueblos.

Mientras los gobiernos de cualquier nación se encharquen en grandes deudas con algún imperio extranjero, con ese mismo lodo quedaría salpicado cada miembro de esa sociedad, que sin ser el responsable directo de un maldito error cometido por algún gobernante corrupto, tendrá  inevitablemente que pagar sus consecuencias. La sociedad de pájaros no se endeuda en esa forma, porque sabe respetar el derecho de cada ave en particular. Quizás por eso, disfrutamos de la mejor felicidad del mundo, porque siempre nos hemos conformado con lo que Dios nos depara cada día. No somos devoto del lujo y la abundancia extrema de riqueza, ni dejamos que la codicia se coloque por encima del espíritu, tampoco permitimos que la vanidad se haga cargo de nuestras pretensiones, ni que toque siquiera la conciencia moral de nuestros miembros, quienes siempre han vivido acorde con nuestro código de moral, el cual está basado en las verdaderas necesidades sociales y políticas de cada ave, que consisten en la obtención de su nido construido con palitos y hojas secas a la altura de un árbol donde el ser humano no lo destruya.

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