Capítulo 2

— ¡¿Qué?! —Grité con los ojos bien abiertos dándole un golpe en la mano rechazándola, él se alejó con una carcajada, mientras acariciaba su mano ¿Había sido muy ruda? Seguro ahora si me mataría por aquel impulso, pero no podía retroceder—No soy de nadie —Espeté hasta llegando a tirar su chaqueta fuera de mí, aun si me moría del frio.

—No seas arisca —Dijo despejando toda falsa amabilidad de su rostro—Así son las reglas aquí, yo te salve la vida ahí afuera y ahora tu eres mía, así de simple—Continuó como si no fuera la gran cosa.

—Me vale madre como sean las reglas aquí —Respondí sin reconocer de donde sacaba tanto coraje, tal vez en el fondo sabía que ya de nada servía llorar pues de todos modos ya estaba frita—Ni siquiera soy de aquí, solo vine por trabajo —Mencioné poniéndome de pie.

—Muñeca —Enunció casi como un suspiro, se había reclinado de su escritorio mientras me veía como la cosa más crédula e indefensa del mundo—Te salvé la vida aquí ¿Me entiendes? —Le arrebaté la mirada, pues esto me resultaba increíble—No tienes otra opción, a menos que quieras que te deje afuera para que tus nuevas amigas se hagan cargo de cuidarte, si no me equivoco te tratarían de mil maravillas —Lo miré nuevamente suavizando el rostro—También hay otras opciones para los que rompen las reglas, aunque sería una lástima para tus padres perder una hija tan joven — ¿Estaba bromeando? Tragué en seco, mirándolo como buscaba en sus pensamientos posibles formas de torturarme o jugar con mi cordura—Así que o aceptas mi amabilidad o estas por tu cuenta—Finalizó con los ojos desafiantes, no me sentía cómoda con ninguna de las opciones, pero por lo menos este tipo no me acusaba de racista y no me había golpeado… aún.

—¿Ser tuya? —Mascullé mordiéndome los labios— ¿Cómo? —Él se acercó a mi rápidamente con el rostro serio, me tomó de la barbilla y me inspeccionó causándome nauseas, acortó nuestra distancia haciendo que sintiera su cálida respiración en mi piel fría y poniéndome los nervios de punta.

—No eres fea —Inspeccionó levantando una ceja—Seguro para algo servirás —¿En serio? Me secuestraba y luego me marginaba, sabía que podía jugar aquel jueguito mientras mi cuello no estuviera en juego, pero desde la primera oportunidad escaparía sin más—Pero por ahora me bastara con que me sirvas —Finalizó soltándome la cara, pero no el cuerpo. Me tenía sujeta de la cintura con su brazo dejándome sentir el calor de su cuerpo siendo nuestros torsos lo único con cierta distancia prudente.

— ¿Qué te sirva? ¿Don Capo no tiene esbirros? —Desafié desviando la mirada.

—Prefiero secuestrar chicas tontas que pagar sirvientas —Esto había colmado mi paciencia.

—Eso es patético y miserable —Escupí con ganas de golpearlo.

—No tanto como tu situación ahora —Refutó con una media sonrisa está más macabra que la primera. Me tenía donde quería, disfrutaba de mi estando asustada, indefensa y en aun en sus brazos—En serio que no puedo creer como te metes aquí vistiendo esa clase de ropa— ¿Qué tenía? Lucia hermosa antes de que me apalearan esa gentuza—Debes tener muchos huevos —Negó con la cabeza dejándome libre para verlo mejor fuera de todo el temor que tenía antes de llegar.

No era horrible, todo lo contrario, no había visto hombre más sexy así de cerca, pero era todo un cretino y un creído, vestía unos jeans negros y una camiseta cuello v negra por igual que su cabello y seguramente su alma. Tomó el teléfono del escritorio y dijo algo que no pude escuchar, pero intuía peligro y mis sentidos no se equivocaban. De pronto sentí a los gigantones tomarme y llevarme hasta un sofá a la fuerza hasta que al cabo de unos minutos tensos e incomodos un zumbido familiar se hizo presente en la habitación.

No puede ser, era cierto que estaba algo pasada de mi peso ideal pero no era vaca para ser marcada—¿Dónde lo quieres preciosa? —Me preguntó el pelinegro, negué bruscamente mientras veía a una mujer tatuada hasta los dientes posicionarse frente a mí con al parecer todo listo para lo que necesitaba. Me sacudí buscando librarme, pero Tweedledum y Tweedledee del barrio, no me daban brecha alguna—Mmm, entonces escogeré yo, veamos —Decía mientras podía imaginarlo cantando “tin Marín, de Do Pingüe” —Aquí—Señaló finalmente el reverso de mi muñeca izquierda, tiré de mi brazo en negativa pero él era considerablemente más fuerte—No te muevas si no quieres llevar de por vida un garabato —Y tendría que obedecer, pues no tenía dinero para pagar un borrado de lo que fuera que tatuara allí, sin el dinero de Mio estaba en quiebra—Ahora serás mi sirvienta personal —Afirmó cuando sentí la aguja en mi piel haciendo que gimiera al ardiente toque—Harás lo que te diga y cuando lo diga, no importa lo que sea o a qué hora sea, y lo harás bien, pues es tu vida la que está en juego, dejaras ese trabajo tuyo y pasaras a vivir aquí a mi lado —Eso hubiera sido lo que había soñado… cuidado con lo que deseas Ai—básicamente eso resume tus obligaciones.

Lo peor había pasado, la chica me pasó un ungüento y la fulminé con la mirada cuando intentó ser amable, era inaudito que una chica que le hiciera esto a otra ¿Dónde había quedado la sororidad? Miré mi muñeca vendaba y ligeramente adolorida recordando el pesar que había tenido para mi primer tatuaje que a comparación de esta L no había dolido casi nada.

— ¿Qué piensas? —Preguntó mi secuestrador a lo lejos ya sentado detrás del escritorio.

Estábamos solos nuevamente en la tétrica oficina, había durado un rato calmándome y viendo detenidamente la ambientación de esta, un “trono” un escritorio, una pequeña sala y unos libreros misteriosos ¿Hacia sus reuniones de maleantes ahí? Esa luz no era buena para los negocios, o para los ojos.

—En que podría matarte justo ahora —Soltó una seca carcajada ¿Tan inútil lucia? —Tu plan no funcionará, me buscarán en todos lados, soy menor en varios países todavía —Suspiré esperando que Mio notara mi ausencia ¿Cuánto tiempo había pasado? —Saldré en la televisión y todo será un escándalo mediático, lamentaras este día.

— ¿Sí? —Se mostró despreocupado, mientras que yo asentía sin saber si me veía—Eso es muy bueno, te avisaré cuando pase—Continuo con la mirada inmersa en lo que fuere que estuviera en su escritorio, seguro eran mujeres para vender, pensé con desprecio— ¿Por qué no vas por ropa seca? Y una ducha caliente—, exhortó cuando no aguanté el tiritar por el aire acondicionado y el ambiente incomodo ¿se preocupaba por mí? ¿este sitio tenía calentador? No podía negarlo eso sonaba muy bien —No quiero que te resfríes y llenes de mocos las comidas que te mandaré a preparar—Terminó rompiendo mi segundo de fantasía, tomó el teléfono nuevamente y pronto apareció Tweedledum tan silencioso como siempre parándome con su delicadeza habitual, o sea, ninguna.

Ellos no necesitaban llevar pistola para guiarme, sentía que ya estaba perdida y no tendría más nada que hacer que aferrarme a mi vida, aunque no hubiera valido pena.

Me condujo por el otro tramo del pasillo hasta la escalera que nos llevó a un segundo piso, abrimos una segunda puerta y entramos a un departamento pequeño, pero que hubiera muebles, cocina y ventanas, no dejaba perder su estilo oscuro, misterioso y polvorieto.

Se encendieron las luces, había mucho polvo en el piso y las cosas no parecían haber sido tocadas en años. Miré a mi carcelero esperando un recorrido, pero se fue, y cerró la puerta detrás de él ¿Esta sería mi oportunidad de escapar? Corrí a una ventana e intenté abrirla, pero no podía, no era más que un ventanal fijo, pegué mi cara al frio y polvoriento cristal esperando ver algo, pero solo estaba el cielo oscuro y las gotas cayendo a cantaros.

¿Estaba sola verdad? Comprobé rápidamente y saqué mi celular, jaja reí en mis adentros, había logrado ocultar mi teléfono en el bolsillo del overol que nadie había revisado antes, lo tomé y vi que aún vivía, la lluvia no le había hecho mucho efecto, entonces marqué a Mio lo antes posible y justo a tiempo antes de que Don mafioso tomara mi celular desde atrás de mi— ¡Hey! ¡Dame eso! —Grité molesta, pero todo se me fue cuando sentí el frio metal presionándose en mi sien.

Si, era el cañón de una pistola y él muy maniático había empezado a acariciarme con ella, podía sentirla subir y bajar por mi mejilla, mientras la seguía con el rabillo del ojo esperando que ese no fuera el día mi muerte, me tomó del hombro y se acercó a mi oído.

Este había sido el peor día de mi vida, no podía ni siquiera temblar del miedo ¿Me mataría? No por ahora, pero esa pistola podía fácilmente controlarme y al mismo tiempo desmoronarme si la apuntaba mejor, no había sentido tanto miedo en años.

—No necesitas distracciones aquí —Argumentó rompiendo literalmente el teléfono en dos ¿Qué tanta fuerza tenía? Mis ojos se aguaron inmediatamente, había tenido que comprar ese teléfono con mi propio dinero ahorrado, dejando de comer en la calle para tener ese objeto carísimo en mis manos, demonios, estaba muy enojada en ese momento—Entiende algo, no te iras de aquí a menos que yo no quiera, nadie te sacará, incluso si llamas a la policía solo verán la locación de la llamada y la ignoraran, posiblemente ni pongan un cartel con tu foto como crees que lo harían, dejaras simplemente de existir y todos se olvidaran de ti, pero tranquila —Me volvió lentamente hasta atraparme con su vaga mirada y la cabeza ladeada, se veía muchísimo más guapo con la luz natural, llevaba el pelo desprolijo con algunos mechones tocando sus hombros, aun con el arma sujeta se metió las manos en él y aparto el cabello que se colaba en su vista ¿Por qué no solo lo cortaba? —Aquí dentro puedes andar tan libre como quieras—Guardo el arma en la parte trasera de su pantalón y se metió por un pasillo. Era un maldito ¿libre? como si eso fuera posible.

Aun hacia frio, ese sitio contaba con aire central que lamentablemente no me serviría de escape como en las películas. Entonces ya ¿Eso era todo? Solté una bocanada de aire, estaba rendida y hasta cansada, y solo me quedaba explorar lo que sería mi domicilio hasta que alguien me rescatase o yo misma muriera.

Delante de mí había una pequeña salita, con muebles de cuero negro y una mesita de café, en una de las esquinas había un pequeño comedor de madera con cuatro puestos que daba vista a los viejos y aparentemente abandonados edificios del frente.

Caminé hasta la pequeña cocina, sintiendo que algo no encajaba, a pesar de que era un sitio de mala muerte, el tipo este tenía  un desayunador con butacas, meseta de granito y electrodomésticos que ni en mi propia casa del centro de la ciudad me podía permitir, era increíble como metía  en su casucha tanto dinero en vez de salir de ahí y hacer alguna carrera o comprar una casa en un sitio decente, rodé los ojos y abrí la nevera, tenía  más hambre que frio y si esta gente me tenía  secuestrada y acorralada entonces los jodería con mi apetito.

Pero la nevera estaba vacía, no había más que un cartón de huevos y leche, demasiada leche para una persona normal. Ignoré los frascos de aderezo de quien sabe qué siglo, unos restos de comida china y fui directo al agua, esperando que no supiera feo.

Sali de ahí y me adentré al pasillo igual de oscuro que todo ¿Cómo veían si algo se le caía? Tenté las apedes en busca de algún interruptor y lo encontré, encendí las luces y miré en la primera puerta que resultó ser un baño bastante decente, saque la mirada ahí dispuesta a seguir curioseando pero no pude ver más allá puesto que “el señor armado” venia saliendo de ahí con unos artículos en los brazos—Ve toma un baño, después te daré las siguientes instrucciones —Me paso la toalla y demás cosas en las manos y salió cerrando la puerta detrás de él, dejando muy en claro lo jodida que estaba con el fuerte sonido del pestillo siendo colocado desde afuera.

Antes de escapar probaría ese calentador, después de todo no podía conspirar con la ropa interior mojada… y vamos, una ducha caliente no se le puede negar a nadie. Entré al baño que era lindo, pero bastante modesto, me desnudé y me metí en la tina fría hasta que di con la temperatura correcta, sentí de inmediato un orgasmo en mi piel, se sentía tan bien que podía decir que estaba excitada en ese momento, me metí de lleno.

El jabón que había estaba sellado, como si todo en ese hogar estuviera esperando a que llegara, sacudí mis pensamientos y mojé mi cabello deseando tener un acondicionador para por fin poder peinarlo, sabía que estaría hecho un desastre una vez que se secara, pues tenía rizos indomables que no se quedarían tranquilos y ese flequillo sin algo de plancha luciría como rayos de sol.

Sali a duras penas de la regadera y sequé mis pies en la alfombra, tiré de un extremo de la toalla olvidando que tenía todo lo que usaría encima de ella, pero me encogí de hombros y sequé el resto de mi cuerpo, miré al piso y vi lo que el imbécil me había dado, unas braguitas de encaje y una sudadera del tamaño de un gigante que posiblemente era suya ¿De verdad?

Me puse eso porque no había otra cosa, desempañé el espejo y me hice una cola de caballo con una de las pulseras que siempre llevaba en las manos ¿Y ahora? Salí del cuarto de baño tras colgar mi ropa en tubo de la cortina. Una vez en la cocina busqué entre todas las gavetas por un chuchillo hasta dar con él y fui nuevamente a la ventana preguntándome si sería capaz de saltar del segundo piso si la pudiera romper ¿Podría? Claramente no, la idea era preservar mi vida no hacerles el trabajo fácil terminándola yo misma.

Me aferré a mi cuchillo intentando sentirme más segura a pesar de que en esa situación no había realmente nada que me hiciera sentir segura, ni siquiera el mango de aquel afilado metal lograba que mi pecho se calamara  o que las amenazantes lagrimas brotaran de mis ojos ¿En qué me había mentido? Me pregunté en medio del inevitable llanto, sentada en el sofá hasta poco a poco reclinarme guardando el cuchillo bajo uno de los cojines, de pronto sentí la necesidad de arroparme y así supe que me estaba quedando dormida, al final perdería el semestre sin importar lo mucho que lo había intentado, aunque ahora tenía otra excusa que mi propia mediocridad y falta de plomo.

—Hey —Escuché teniendo ganas de bostezar entre el sueño ¿Mio? —Oye ¿Pequeña? —no, me senté y apreté el cuchillo en mis manos clavándoselo ¿Qué había hecho?

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