Capítulo 9: El significado de crecer

9 años:

–¿Mamá?–.

Llamo la atención de mi mamá que está ocupada cortando el pastel de chocolate para darme un gran pedazo.

–Dime hija–. Contesta con voz dulce.

–¿Por qué mi papá no vino a cumpleaños?–.

Mi inocente pregunta hace que mamá deje caer el plato que tenía en las manos y se rompa en mil pedazos.

–¡Mierda!–.

–¡Mamá!, no puedes decir malas palabras, tienes que poner una moneda en la mesa–.

Mi mamá se agacha para recoger los pedazos y con cuidado los tira en el bote de basura, mientras yo sigo comiendo mi pastel.

Mmhmmm.

Chocolate.

–Papá está ocupado princesa, pero te mando un regalo y todo su amor, ¿Quieres verlo?–.

–¡Sí!, ¡Regalo!–.

Me pongo a dar saltitos en la silla mientras aplaudo emocionada.

10 años:

–¡Quiero ver a mi papá!–.

Grito enojada a mi mamá.

–¡Él no puede venir!, por favor Tasha, todo esto es muy difícil para mí también, pero tú padre está haciendo algo muy importante–.

–¡No me importa!, ¡No me importa!, ¡No me importa!, ¡Quiero a mi papa!, ¡Lo quiero ahora!–.

Grito con más fuerzas mientras me pongo a llorar con fuerza.

Mamá me abraza inmediatamente y me acaricia la espalda.

–Shh, lo sé nena, pero no puedes verlo aún, aguanta un poco más linda–.

Dice mientras deja besos en mi cabeza, yo sigo sollozando en su pecho triste.

–Lo extraño mucha mamá–.

–Yo también lo extraño Tasha, yo también–.

Siento como algo cae en mi cabeza y sé que mamá está llorando también.

No me gusta ver a mi mamá triste.

11 años:

–Mamá, ¿Papá se ha olvidado de mí?–.

Pregunto con tristeza mientras cepillo el pelo de mi muñeca. Mi muñeca es pelo dorado, y ojos grises, tiene la piel pálida y unas pecas en su cara. Se parece a mi mamá.

Mamá deja de guardar mi ropa en el armario de mi cuarto y me voltea a ver muy seria. Mamá tiene esa mirada que pone cuando estoy problemas.

–No digas tonterías Tasha, tú padre te ama mucho, el que esté lejos de ti no significa que no te extrañe con todo su ser, ¿Entiendes?–.

–¿Entonces mi papá me ama?–.

Digo con ilusión, mamá deja de verme seria y me sonríe, mi mamá tiene una sonrisa muy bonita.

–Claro que te ama princesa, te ama con su vida entera–.

–Yo también lo amo mama, ¿Cuándo voy a verlo?–.

Mamá suspira y me da la espalda para seguir guardando la ropa.

–No lo sé bebé, no lo sé–.

12 años:

–¡No quiere hablar conmigo!, ¿Está enojado porque saque un nueve en matemáticas verdad mamá?, ¡Pero no es mi culpa!, ¡Te juro que estudié mucho para el examen mamá!–.

Digo mientras trato de contener mi llanto.

–Tú padre no está enojado contigo pequeña, está muy ocupado, pero te llamará en cuanto pueda–.

–¡Siempre dices eso!, ¡Pero él nunca me llama!, ¡Él ya se olvidó de mi mamá!, Mi papá se olvidó de mi...–. Sollozo.

–Tasha...–. Comienza a decir mi madre, pero yo niego con la cabeza y salgo corriendo para encerrarme en mi cuarto.

Me tiro en mi cama mientras abrazo mi almohada. Mamá toca mi puerta mientras llama mi nombre, pero no le abro, no quiero abrirle.

–Tasha, soy el abuelo, por favor ábreme–.

Solo cuando escucho la voz de mi abuelo me paro y quito el seguro de la puerta. Él no tarda en cargarme y estrecharme en sus brazos.

–Mi papá no quiere hablar conmigo abuelo–. Lloro con la cara en su cuello.

–Tranquila pequeña, todo estará bien–. Me dice.

–Eso espero abuelo–. Digo con la voz cargada de tristeza.

13 años:

Mamá deja una caja en la mesa mientras desayuno.

–Papá te mandó un regalo pequeña–.

Yo sigo removiendo mis cereales sin contestar.

–¿No te emociona Tasha?–.

Frunzo los labios y no digo nada.

–Tasha, ¿Todo está bien?–.

Pregunta mamá ahora preocupada.

–Es mentira–. Digo en voz baja.

–¿Qué es mentira princesa?–. Dice mamá en voz suave.

–El regalo no es de mi papá, te escuche hablar con el abuelo, sé que tú lo compraste y él lo mando por correo para que pareciera que lo mando papá, pero no es así, ¿Cierto mama?–.

Digo molesta, mi mamá me ve con tristeza mientras niega con la cabeza.

–No bebé, no lo es, lo siento–.

Hago el plato a un lado sin acabar mi desayuno, por fin levanto la mirada y clavo mis ojos verdes en los grises de mamá.

–No importa mamá, ya no importa–.

14 años:

–¡Tú y mi padre se pelearon y es por eso que él nos abandonó no es cierto!, ¡Todo este tiempo ha sido tu culpa!, ¡Te odio!, ¡Te odio!, ¡Te odio!–.

La cachetada que me da mi mamá solo hace que la vea más enojada. Ella también está furiosa y me ve con dureza.

–Vete a tu cuarto Natasha, no vas salir a ninguna parte hoy, estás castigada–.

Me dice con voz inflexible, pero yo le doy una mirada desprecio.

Con toda la dignidad que puedo doy media vuelta me encamino a mi cuarto, azoto la puerta en un intento de dejar salir mi ira.

Llego en dos zancadas a mi cama, y tomo todo lo que hay en esta para aventarlo contra las paredes.

Al quedarme sin cosas para aventar me detengo en medio del cuarto mientras respiro pesadamente.

¿Por qué mi papá nos abandonó?

15 años:

Música suena por toda la casa, mientras yo estoy tirada en el sofá de sala eligiendo el color del pinta uñas que luciría esta noche en la fiesta que darían mis abuelos en mi honor.

Mamá dice que es una fiesta importante, ya que me iban a presentar ante todos los socios y amigos de la familia.

En la posición en la que estoy es difícil que alguien me note, ya que parezco prácticamente otra pieza decorativa del lugar. Por eso no me sorprende que mamá no me note cuando entra, lo que si me sorprende es lo que alcanzo a escuchar, pues viene hablando por teléfono y puedo decir por tono que no está nada contenta.

–¡No hay ninguna puta excusa capaz de justificarte Hades!, ¿Qué te cuesta levantar el jodido celular y hacer una condenada llamada?, ¡ES TÚ HIJA!, ¡Y hace años que no escucha tu voz!–.

¿Está hablando con mi papá?

¡Pero ella me dijo que hace mucho que no sabía de él!

Espera, el nombre de mi padre es Demian, no Hades, ¿Acaso ese no es un nombre de la mitología?, no entiendo nada.

–¡Tú y tú maldito club de mierda pueden irse al infierno!, ¡Espero que todos los Black Ravens contraigan una puta ETS!–.

Cuelga de golpe, se queda quieta respirando como si hubiera acabado de correr un maratón y después con un grito de cólera lanza el celular contra la pared más cercana.

–¿No quiere saber nada acerca de mi verdad?–.

Mi voz suena seca, mamá da un respingo y se lleva una mano al corazón mientras me ve mal.

–Me asustaste Tasha, ¿Cuánto tiempo llevas ahí?–.

Puedo escuchar el temblor de tristeza en su voz y eso hace que llene de ira contra el ser que puso su esperma para traerme al mundo.

–El suficiente–.

Digo mientras continúo con mi tarea.

El pinta uñas negro da vueltas entre mis dedos junto con el azul eléctrico.

Escucho los tacones de mamá acercarse a donde estoy.

Sus dedos toman el negro y lo examina de cerca.

–El negro siempre va con todo Tasha, es muy elegante y se te verá precioso–.

Me dice con una sonrisa que le devuelvo, me siento de forma en que puedo abrazarla.

–Gracias por estar conmigo mamá–.

–Siempre princesa–.

16 años:

–¡Pero como es que se te ocurrió hacer una estupidez tan grande!, ¿Tienes una jodida idea de lo preocupados que estábamos?, ¡Casi me vuelvo loca cuando no llegaste a la casa!, ¡Estuve a punto de llamar a la policía para revolver cielo mar y tierra para encontrarte!–.

Grita mi madre muy exaltada mientras camina de un lado al otro, su rostro está libre de maquillaje y estaba vestida con ropa deportiva en señal de que no había ido a trabajar. Unas ojeras también me decían que no había dormido mucho.

Yo aprieto mis manos contra mis piernas, estoy sentada en el borde de mi cama, escuchando el peor regaño de mi vida.

–Lo siento–.

Digo con tono cortado.

–¡Por supuesto que lo sientes!, ¿Qué fue lo que se te pasó por la cabeza para desaparecer así?, y la nota que dejaste atrás donde avisabas que no regresabas hasta la próxima semana fue la cereza del pastel. ¿A dónde fuiste con tanta urgencia que no me podías avisar?–.

Me reprocha mi mamá, con toda la razón del mundo.

–Admito que no ha sido de mis ideas más brillantes, pero si te decía a donde iba ir te opondrías en seco y probablemente hasta me encerrarías en la casa–.

Intento justificarme pero sus ojos grises parecen una tormenta que se está desatando con toda su fuerza.

–Esa no es excusa para desaparecer una jodida semana entera, ahora, Natasha White Kozlov, vas a decirme en donde estabas si no quieres estar castigada hasta los treinta–.

Dice con los dientes muy apretados, bajo la mirada avergonzada y mis mejillas se encienden.

–Fui a California para buscar a los Black Ravens–.

Murmuré entre dientes.

Mi mamá palideció y dio unos pasos temblorosos hacia atrás como si acabara de recibir un golpe.

–¿Fuiste a buscar a tú padre?–.

Preguntó horrorizada, mis mejillas ardieron de furia mientras gritaba.

–¡Ese hombre no es mi padre!, ¡Hace años que no lo es y jamás lo volverá a ser!–.

Mamá traga saliva y me ve sin saber qué decir.

–¿Lo viste?–.

No contesto, solo desvío la mirada.

–Contéstame Natasha, ¿Lo viste?–.

Unas lágrimas que intentaba contener se escapan por mis mejillas.

–¡Sí!, ¡Lo vi!, ¡Pero desearía no haberlo hecho!–.

Exclamó con vehemencia mientras me quito enojada las lágrimas.

–¿Qué fue lo qué pasó?, ¿Él te vio también?–.

Hago una mueca y chasqueo la lengua antes de soltar un bufido despectivo.

–¡Qué va!, ni siquiera se dio cuenta de mi existencia, estaba muy ocupado con la que supongo es su mujer regañando a sus hijos–.

Farfulló con odio, pero mi semblante cambia a uno preocupado cuando veo la tristeza en la cara de mi mamá.

–¿Hijos?, ¿Tienen más de uno?– balbuceó temblorosa.

Yo asiento insegura.

–Un chico de mi edad supongo y un nene de unos siete tal vez, lo acompañaba una mujer rubia bajita–.

Mamá se tapa la cara con sus manos y se pone a sollozar con fuerza.

Me apresuro a pararme y abrazarla.

–Todo está bien mamá, estamos mejor sin él–.

–Oh Tasha, hay tantas cosas que no sabes–.

Frunzo el ceño molesta.

–Tal vez es momento de que me las digas mamá–.

Pero ella niega con la cabeza mientras comienza a calmarse.

–No me corresponde a mí decírtelo, pero no me cabe duda de que algún día lo sabrás todo. Solo espero que encuentres el perdón suficiente en tu corazón para con tú padre cuando eso pase–.

Yo no puedo evitar chillar indignada.

–¡Jamás le perdonaré su abandono!, mientras nosotras estábamos aquí extrañándolo él estaba muy campante allá, con su otra familia, jamás pensó en nosotras, ¡No le importamos una mierda!, lo odio, le detesto con todo mi corazón, ¿Cómo puedes hablarme de perdonarlo?, ¿Cómo puedes no odiarlo tú también?–. Digo exaltada.

–Ese lenguaje– me reprocha, pero continúa viéndome con ternura– No puedo odiarlo porque me dio el regalo más maravilloso de este mundo, una hermosa hija a la que amo con todo mi corazón, y por eso le estaré siempre agradecida–.

Un nudo en mi garganta me impide seguir despotricando contra Hades, así que mejor beso el rostro de mi madre.

–Te amo mamá–.

–Yo también te amo Tasha–.

La meliflua voz de mi madre siempre logra tranquilizarme.

–Prométeme una cosa Tasha–.

–Lo que sea mamá–. Digo segura.

–Cuando veas a tu padre de nuevo, porque sé que lo verás, tarde o temprano, prométeme que vas a escuchar toda la historia antes de juzgarlo–.

Un suspiro trémulo sale de mí.

–Lo intentaré mamá, eso es lo único que puedo prometerte–.

Ella asiente mientras me sonríe.

–Con eso me basta, ahora, a pesar de entender tus intenciones ni creas que eso va a librarte de tú castigo jovencita–.

¡Mierda!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo