Capitulo cuatro

Leandro

Voy llegando tarde a la empresa, diez minutos nada más, pero para mí es una catástrofe. Si no me hubiera quedado hasta muy entrada la madrugada con una rubia hermosa que conocí en uno de mis clubs, esto no estaría pasando, salí de su departamento pasado las 3 a.m. y fui directo al mío, me di una ducha, me acosté a dormir, pero se me olvido cargar mi celular así que no sonó la maldita alarma y me levante 8:30 salí de la cama como alma que lleva el diablo, solo me vestí con un perfecto traje hecho a la medida, tome las llaves de mi Mercedes Benz AMG GT C, un lujo que me di hace un año por haber cerrado un importantísimo contrato que me hizo más millonario de lo que soy.

Entro al estacionamiento de la empresa tomo el maletín que va en el asiento del acompañante, bajo del auto a paso apresurado y me dirijo al ascensor donde esta Alfred el guardia de seguridad espera.

—Buenos días, señor. —saluda muy cortés el hombre.

—Buen día, Alfred ¿Cómo se encuentra tu nieta? —pregunto, ya que es una pelirroja de cuatro años muy hermosa.

—Bien señor, está cada vez más grande y traviesa. —responde soltando una risita, es su pequeño orgullo esa niña.

—Me alegro, saludos a la familia. —digo entrando a la caja metálica antes de que estas se cierren Alfred vuelve hablar.

—Gracias, señor que tenga un buen día. —asiento con la cabeza, mientras las puertas del ascensor se cierran. 

Después de unos minutos llego al piso 15 que es el de la presidencia, cuando las puertas se abren me quedo mirando la escena frente a mí una mujer de 1,70 aproximadamente, pelo negro como la noche, piel blanca, enfundada en un traje de oficina, zapatos de tacón negros, pollera tubo del mismo color que sus tacones dos centímetros bajo la rodilla que se le marca como una segunda piel, camisa blanca que deja al descubierto su cuello largo y esterilizado, para poder acariciar con mis dedos y poder morder, alejo esos pensamientos de mí, pero ya es tarde porque mi pene se emociona al instante.

Siento que alguien carraspea levanto mi mirada para encontrarme con unos ojos del color de una noche cerrada, su mirada es penetrante. Trato de disimular mi erección tapándola con el portafolios que cargo en una de mis manos, termino de salir del ascensor para caminar los metros que nos separan hasta ponerme enfrente de ella que me mira con la boca abierta, si querida soy un Dios griego.

—Cierra la boca bonita te va a entrar una mosca. —mi tono es sugerente, su cara se enrojece de inmediato creo que de vergüenza.

—Disculpe, pero tengo la boca abierta porque no puedo creer que el CEO llegue 15 minutos tarde, —arrugo mi ceño sin comprender como sabe quien soy, si ni la conozco. —¿Qué ejemplo le da a sus trabajadores? —me da una mirada de superioridad y juro que le voy a hacer tragar sus palabras maldita loca ¿Quién se cree que es?, presiono mis manos en puños para calmar la rabia que siento en este momento.

—¿Usted quién se ha creído que es? —pregunto a punto de asesinarla, sonríe con malicia y me parece más bella, me estoy volviendo loco, ¡Carajo!.

—Su nueva secretaria. —suelta así sin más, si cree que puede hablarme así se equivocó, doy un paso en su dirección quedando aún más cerca de su voluptuoso cuerpo.

—Eso no le da derecho a hablarme como quiera, —susurro muy cerca de su cara, pero ni pestañea. —¿Entendió señorita Fischer? —me da una sonrisa sarcástica, que quiero arrancar de sus labios a besos.

—Si señor —hace un saludo militar muy gracioso, pero que me fastidia en desmedida.

—¿Usted se está burlando de mí? —interrogo furioso mientras que sigue con esa mirada de que me importa todo un cuerno.

—No, señor ¿Cómo cree? —sigue con el maldito sarcasmo.

Cuando estoy a punto de echarla y decirle que su belleza me encanta, pero su actitud no, siento pasos detrás de mí así que me giro rápidamente para ver quien más está aquí y es el adorable duende.

—Aglaia, ¿Qué haces aquí? —me acerco para dejar un beso en su mejilla.

—Hola, hermanito vine a mostrarle todo a Mar. —¿Mar?, ¿Desde cuándo tanta confianza?, me pregunto. — Le expliqué todo y le mostré las instalaciones porque llegó muy temprano, —me explica lo que estuvieron haciendo en mi ausencia. —Tuve tiempo de enseñarle como te gusta tu café. —ruego internamente para que lo sepa hacer bien, porque juro que la despido.

—Gracias. —respondo mordaz, miro de lado a la nueva secretaria y tiene una sonrisa cargada de sarcasmo. —¿Pasamos al despacho? —pregunto para sacar esas miradas de encima de mí.

Asienten al mismo tiempo, las dejo ingresar primero como el caballero que soy, pero en realidad quiero ver ese cuerpo que me puso duro hace unos momentos y fue una muy mala idea porque esa pollera está muy ajustada deja marcado todo ese trasero que quiero azotar hasta dejarlo rojo, ¡Mierda!, estoy otra vez duro. Paso rápidamente por su lado para sentarme y que no se me note mi casa de campaña, carraspeó incómodo, porque ella me estudia con sus ojos negros.

—¿Tiene todos sus papeles señorita Fischer? —interrogo para romper el silencio incómodo que se formó en el aire, asiente con su cabeza mientras me entrega una carpeta de color blanco.

—Si señor, aquí está todo. —tomo lo que me entrega y mi boca se abre levemente, no puedo creer donde trabajo y para quien, ¿Qué hace ella aquí?, teniendo tantas referencias.

Levanto la vista para encontrarme con la suya puesta en mí, pero es rápida y la quita, ¿Te pongo nerviosa querida?, sonrió divertido por su actitud. 

—Disculpe, pero acá dice que fue la secretaria de Derek Fischer y la traductora de dicha empresa. —no comprendo que está sucediendo, levanta su vista y clava esos maravillosos ojos en mí.

—Así es señor —responde, retorciéndose sus dedos con nerviosismo.

—Supongo que es familiar de Derek. —aseguro, ya que su apellido es el mismo.

—¿Conoce a mi hermano? —interroga ladeando su cabeza hacia un lado con desconcierto, sin embargo quedo de piedra por lo que dijo.

—¿Usted es la hermana de Derek? —asiente haciendo una mueca de disgusto, —No entiendo nada, —soy sincero dejando la carpeta sobre el escritorio. —¿Por qué está buscando un trabajo tan lejos de casa? —abrió su boca para responder, pero me adelante cortando lo que fuera a decir. —Ya sé, ¿Quiere llamar la atención?, ¿Es un berrinche para que mamá y papá corran a buscarla?. —mi hermana me da una mirada asesina y se adelante para responder.

—No le hagas caso Marlene él es un idio… —la interrumpe levantando una mano, para responder ella y en este momento me encontraría muerto si las miradas matarán.

—En primer lugar señor a usted no tendría que importarle porque estoy lejos de casa, —anuncia con los dientes apretados, creo que se enojó, esto será divertido. —En segundo quiero un futuro ganado por mí, no por logros que hicieron mis padres y hermano, —deja de serlo cuando suelta una indirecta muy directa. —Y en tercer lugar no es ningún berrinche, es querer superarme por mis propios logros. —cuando estoy por preguntar que quiere decir con logros propios, sigue hablando. —Berrinche es tener 5 secretarias en un mes por no saber como hacer un café señor. —la fulminó con la mirada por sus comentarios fuera de lugar.

Iba a decirle que se largue, que no necesito una loca como ella en mi empresa, por más hermosa que sea nadie va a insultarme, pero como siempre el duende suelta una carcajada que corta el momento de m****a, la observo como si estuviera demente y en realidad lo esta.

—Te lo tenías merecido por creerte mucho. —habla entre carcajadas, —Veo que esto será muy divertido, —si como no. —Me tengo que ir, —anuncia tomando su bolso de encima del escritorio. —Ya sabes hermanito pórtate bien o llamaré a mamá para que te ayude. —niego mientras se acerca a darme un beso y después hace lo mismo con la loca que sigue mirándome con odio puro en su mirada.

Después que Aglaia se marcha nos sumimos en un silencio incómodo, sé que me pase con mis comentarios, pero me molesta su actitud soberbia, esa mirada de superioridad que me da cada dos minutos, parece que mi físico no llama su atención y eso es lo que más me jode de todo esto, cualquier mujer estaría babeando por mi atención.

—Bueno, señorita Fischer, ¿Qué hay para hoy? —pregunto para cortar tanto silencio y quitar sus ojos negros de encima de mí.

Asiente tomando la tablet que le fue entregada y comenzamos el día de m****a, solo espero que con el tiempo mejore o me volveré loco.

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