Capítulo 2: Secretos

—Hola mi niña —Marisa acarició mi mejilla y yo me removí en la cama—. Despierta flojita, tus padres ya van a desayunar.

—Tengo sueño —murmuré llevándome las manos a mi cara para taparme el rostro.

—Eso te pasa por llegar tarde —Marisa me regañó y yo reí—. Ve a bañarte, por mientras te haré tu desayuno favorito.

Escuché sus pasos y luego la puerta cerrándose. Abrí los ojos con dificultad por la luz que entraba por la ventana ya que Marisa siempre abre las cortinas antes de despertarme.

Destapé mi cuerpo y me puse de pie para dirigirme al baño y darme una buena ducha. Al terminar, me puse mi crema favorita en el cuerpo y un sérum facial de Lancôme.

—Por fin, pensamos que nunca bajarías —mi papá alzó sus cejas.

—Buenos días, madre, buenos días padre —me senté en mi puesto de siempre y le di las gracias a Marisa cuando llegó con un capuchino, frutas picadas y una omelette.

—No me gusta nada que vayas a la casa de tu amiga, ¿es totalmente necesario? —lo miré y asentí. He dicho muchas veces que si es necesario, pero Jeffrey Carlson es muy terco.

—Le prometí a Chyler que le enseñaría a modelar. No seas exagerado, sólo voy algunos días.

Bueno, eso era lo que había tenido que inventar para que mis padres no sospecharan lo que hacía en las noches.

—¿No puede venir ella? Después de todo tú le estás haciendo un favor.

—Padre, te dije que Chyler no tiene auto —quise poner los ojos en blanco, pero no lo hice—. A mí se me hace mucho más fácil ir, además no me molesta para nada.

—Está bien, espero al menos que algún día la invites a comer. Me gustaría conocerla, es la única amiga que jamás nos has presentado —mi madre le dio un sorbo a su café mientras me miraba.

—Las otras que conocen no son mis amigas de verdad, sólo conocidas y modelos con las que de vez en cuando he tenido que trabajar —me encogí de hombros—. Nunca he traído a Chyler porque ni ella ni yo hemos tenido tiempo, pero lo haré pronto.

La verdad es que Chyler no estaba para nada interesada en conocer a mi familia ya que sabe que son muy distintos a ella y no quiere sentirse inferior, pero conozco a mis padres y hermana y sé que a pesar de tener mucho dinero ellos no son así.

—Ya es tarde, tengo que ir a la empresa mi padre miró su reloj y se puso de pie—. ¿Te juntarás con Irina y Silvina hoy?

—Sí, iremos a un spa —mi madre le contestó—. Supongo que terminaré a tiempo para ir a buscar a Camilla a la escuela.

—Si no puedes me avisas y mando a David.

—¿Quién es David? —fruncí mi ceño.

—Mi nuevo asistente —se acercó a mi madre y la besó —. Me voy, nos vemos en la tarde —acarició mi cabeza y se fue.

Tomé un pedazo de frutilla con el tenedor y me lo llevé a la boca mientras miraba a mi madre reír a carcajadas.

—Irina está loca, quiere que vayamos a un lugar especial para depilar nuestras partes íntimas.

—¿Cómo especial?

—Es un lugar donde los hombres que depilan son strippers —me miró esperando mi reacción y yo hice una cara de asco.

—Dudo que a mi padre le guste que unos strippers te vean tu... cosa

—Tampoco lo haría, que ordinariez más grande.

Horas más tarde...

—Muchas gracias, Marisa, ¿por qué no me acompañas? Te he visto caminar de un lado al otro todo el día, descansa un rato —llevé mi boca a la pajilla de la limonada que me había traído.

—No puedo mi niña, tengo que ir a hacer unas compras ahora —me dio una sonrisa amable y se alejó.

Marisa ha vivido en nuestra casa desde que tengo tres años. En realidad, es como una abuela para mí, jamás me ha dado la espalda cuando la necesito, y no me refiero a cosas tontas como que me traiga el desayuno, me lave la ropa y mierdas así, me refiero a que puedo contar con ella cuando necesito hablar con alguien de cosas personales que no puedo hablar con mamá, mi hermana y menos mi padre.

Obviamente ella no sabe de mi trabajito en el Nightclub, eso jamás podría contárselo, aunque le tenga mucha confianza.

Será algo que llevaré guardado hasta mi tumba

Me salí de la piscina y caminé hasta donde estaba mi toalla. Me acosté en ella y saqué los tirantes de mi bikini para que no me quedaran marcados al broncearme.

Cerré los ojos y suspiré relajada.

Hoy no tenía nada que hacer, no tenía una sesión de fotos ni un evento con grandes marcas.

Muchas veces me arrepiento de no haber entrado a la universidad cuando salí del colegio, pero la verdad no había ninguna carrera que me gustara, y no iba a entrar a estudiar cualquiera.

Llevo un poco más de un año en esto del modelaje. A mis 20 he estado en las portadas de bastantes revistas de moda como Bazaar, Elle, Cosmopolitan y Marie Claire. Jamás en Vogue, pero sé que puedo lograrlo.

El tono de llamada de mi celular hizo que se acabara mi momento de relajo. Gruñí y tomé el celular para ver qué persona había sido la culpable. Mi padre.

Alyssa, necesito que me hagas un favor.

¿Qué pasa padre?

Se me quedaron unos documentos en mi escritorio y los necesito urgente, ¿puedes venir a dejármelos a la empresa?

¿Tú asistente no puede venir?

Si David estuviera disponible lo mandaría a él, hija. Por favor, tengo que pasarle esos documentos a un amigo que estará acá en quince minutos.

—Está bien, me cambio de ropa y voy.

Estacioné mi auto y me bajé de inmediato. Creo que llegué un poquitín tarde.

Caminé con rapidez y saludé al guardia para luego entrar al ascensor. Se abrió y arreglé mi vestido mientras veía como la secretaria me miraba con los ojos bien abiertos.

—Que bueno que llegó, su padre está adentro con el caballero —reí nerviosa mientras asentía y caminaba hacia la oficina de mi padre. Di unos golpecitos en la puerta y entré sin esperar un pase.

—Lamento la demora, había mucho tráfico —hablé mientras miraba a mi padre y la espalda de su amigo ya que estaba frente a él.

—Alyssa, que bueno que ya estás acá. Te presento al empresario Mikkel Hummel, el será mi nuevo socio —el tal Mikkel se dio la vuelta.

Los documentos se me cayeron de las manos al verlo, me puse de cuclillas para tomarlos mientras intentaba taparme el rostro con mi cabello.

Cerré los ojos con fuerza mientras mordía mi labio inferior nerviosa. Me puse de pie nuevamente y lo miré con la sonrisa más natural que pude darle en ese momento.

Era el hombre por el que me saqué la peluca, y estoy segura de que él también me había reconocido.

—Mucho gusto, Alyssa. Por fin puedo conocerte, Jeffrey me ha hablado mucho de ti —se acercó a mí y tomó mi mano para dejarme un beso húmedo en ella mientras me miraba fijamente a los ojos de forma sensual.

Claramente no era un caballero como la secretaria me había dicho, era muy guapo y joven comparado con los otros amigos de mi padre.

Pero en esta ocasión hubiese preferido encontrarme con un viejo canoso y no con este pedazo de Dios griego que lamentablemente sabe mi secreto

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