CAPÍTULO 7

EL ANHELO.

Diana se despertó con el roce de unos labios sobre los suyos. Era el toque más sutil y más ligero que una pluma, pero cálidos como una brisa de verano. Si eso era un sueño, no quería despertar. Tampoco necesitaba saber quién era el dueño de esos labios carnosos, delineados y masculinos.

—Ian… —pronunció el nombre con un débil susurro y luego extendió los brazos para enroscar las manos alrededor de su cuello y así poder acercarlo más a ella. Pudo saborear el toque del whisky en los labios y un pequeño toque de menta en su lengua.

Sólo había degustado sus besos una vez, pero jamás lo había olvidado. Ella quería más, frotaba sus pechos ahora más sensibles por el embarazo contra el firme pecho masculino. No sabía que estaba pasando con su cuerpo. É

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