Capítulo 4

Gloria llega temprano nuevamente, está feliz porque terminó antes de lo que se esperaba y ha podido darle en la cara a su jefe.

Saluda a Alma y se queda con ella un poco más, hoy no hay tanta prisa.

-Veo que estás contenta.

-Si, ayer pude terminar mi primera tarea asignada y le tapé la boca a alguien.

-Espero que a tu jefe. Ese señor no mira a nadie, se cree muy superior a todos.

-Hablando de él, allí viene. Nos vemos.

-Que tengas un buen día.

Gloria, haciendo como que no lo ha visto, se va a esperar el ascensor. Javier, sin mucho agrado, se para al lado de ella y hace lo mismo.

-Buenos días, jefe. Le deseo un día exitoso – le dijo Gloria con efusividad, mirándolo a la cara y luego volvió a mirar las puertas, que esta vez demoraron menos -.

Dejó que Javier entrara primero y luego le siguió. Marcó el botón, de pronto algo en ella surgió  y no pudo contenerlo.

-Jefe, dígame algo. No soy de su agrado, ¿cierto? – preguntó directamente y mirando a su jefe a la cara -.

Lo único que recibió por respuesta fue sus ojos de odio, pero al menos se sonrojó un poco.

Bueno, al menos el animal sintió algo de vergüenza, eso es algo. Pero lo mejor de todo es que, esa mirada que podía encoger a cualquier persona al tamaño de una molécula, a ella no le hizo ni cosquillas.

Y es que Gloria sufrió de bullying en el colegio. Cuando llegó a la universidad, viendo que podría suceder le lo mismo, sacó carácter. Eso fue en gran medida por las clases de defensa personal que aprendió, y por haber derribado a un compañero más alto y corpulento.

Le sostuvo la mirada hasta que se abrieron las puertas. Sin dejar de mirarlo le dio el paso al piso y lo siguió. María Luisa no estaba.

-Sin miedo, Gloria. Es más bajo que el idiota de ingeniería.

Se fue a su oficina, sin dejar de saludar a su jefa primero.

-Gloria. Entra. Toma asiento – y lo hizo -. Hablé con los jefes y aprobaron tu propuesta. Ya informática está trabajando en ello. No sé cómo no lo vieron antes, ganan demasiado para no darse cuenta – mueve la cabeza -.

-Eso es bueno, nos ayudará muchísimo. Y sobre mi trabajo, ¿pudo revisarlo?

-De eso nos dirá Diego. Aunque por ser algo tan importante y urgente, el señor Sepúlveda ha decidido revisarlo él mismo.

Sintió un nudo en el estómago, pero de emoción. El arrogante de su jefe visaría su trabajo. Esperaba verle la cara luego de que terminara de hacerlo y así le mostrara algo de respeto.

Luego de asignarle más tareas, Nelly le dijo que ya podía retirarse. Se fue a su oficina, puso música y se puso a lo que mejor sabía hacer, ver números.

Cerca de las diez de la mañana, Nelly le pide que vaya con ella a la oficina de Javier, porque necesita hablar con ambas.

Al llegar, la cara de Javier es de satisfacción. Eso no puede ser bueno, no debería tener esa reacción. Pero no la asusta ni un poquito. Toman asiento y Javier toma la palabra.

-Nelly, lamento decirte que la señorita deberá irse. Ha cometido un error.

Vaya, ¿por un error? Debe ser enorme, para querer que me vaya, piensa Gloria.

-Hasta ahora Diego no ha dicho nada – le responde Nelly -.

-Y dudo que lo haga. Ha hecho amistad con la señorita – dando un toque de sarcasmo en la última palabra, lo que a Gloria le pareció de pésimo gusto. Ya no se pudo controlar -.

-¿Y cuál sería ese error? – preguntó sin esconder su molestia -.

-Tú deberías saber.

-Según yo, no hay ningún error, por eso necesito que me ilustre en mi equivocación.

Mientras se queman con la mirada, suena el teléfono de Nelly. Se disculpa, tiene que ir al área de distribución de inmediato. Aunque lo único que quería era correr de allí. La chica tiene carácter y eso a ella le agrada.

-Aún espero, señor.

-Le diste aumento de bono a una persona a la que no le correspondía.

-Y según usted, ¿por qué no le corresponde?

-Porque esta persona vive muy cerca.

-¿Se refiere a Rosa Campos? La señora que trabaja en el aseo. ¿Ella es el error de la contabilidad?

-¿Cómo recuerdas su nombre? – pregunta Javier con los ojos muy abiertos, está sorprendido -. Revisaste 213 contratos, es imposible.

-No lo es. Tengo memoria fotográfica, además los datos que Diego me envió sobre ella estaban mal, información que corroboré con él. Por otro lado, la señora Rosa ya no vive cerca, notificó cambio de dirección hace un mes y medio.

Esta vez le toca a Gloria poner cara de satisfacción. Ha vuelto a darle en su asqueroso ego. Cruza sus manos sobre sus piernas y se sienta apoyada en la silla.

-Llamaré a Diego.

-Hágalo. Así le puede preguntar si corrigió el archivo que le envié.

Espera a que marque el anexo de Diego y este responde de inmediato. Escucha a Javier hablar con él y termina pidiendo el archivo corregido de inmediato. Su tono autoritario le molesta sobremanera, porque de todas las personas con las que tuvo contacto, jamás se topó con un idiota tan arrogante como Javier.

Javier revisa el archivo que acaba de mandarle Diego. Pone una cara de apatía, odio, molestia total.

-¿Y bien? Todavía estoy despedida, supongo.

-Lamentablemente, para mí, no es así. Diego reconoció el error y agradece que tú te dieras cuenta – por un momento Gloria puede ver su cara de satisfacción otra vez, antes de que gire la silla hacia la ventana. Cobarde -. Veo que aquí hay algo especial.

-Eso también quisiera aclararlo – se pone de pie tan estrepitosamente, que Javier vuelve a girarse -. Yo no soy una mujer fácil. Diego es un colega amable, que se ha dado el tiempo de enseñarme, al igual que María Luisa y la señora Nelly. A diferencia de usted, que sólo quiere buscar la manera de deshacerse de mí – toma su libreta de apuntes con furia y lo mira otra vez desde la puerta -. Pero le digo esto en serio: no se librará de mí tan fácilmente, porque este trabajo me gusta y lo haré bien. No por el dinero, sino porque en verdad amo hacer esto.

Sale antes de ver la sombría expresión de Javier.

Esa muchachita recién puesta al horno se cree la mejor, pero está cruda y le falta mucho.

No es que Javier sea tan viejo. Sólo tiene 34 años, aún es joven. Empezó como asistente del jefe de finanzas, el mismo puesto que tiene Nelly ahora. De dedicó a aprender bien su trabajo y, cuando su jefe buscó nuevos horizontes, quedó a cargo del puesto. De eso hace sólo dos años. Pero él ya tenía cinco años en la empresa.

En cambio esa chiquilla, todavía olía a cuadernos y zapatillas converse. Al menos eso es lo que Javier pensaba

Lo que no sabía es que Gloria estaba juntando dinero para estudiar administración por las noches, que sus padres tenían un negocio que prosperaba muy bien, por lo que era verdad que no trabajaba por dinero. Pero además, ella jamás usó converse, porque jamás fueron su estilo.

Escondida en el baño, llorando de impotencia, porque el homicidio era ilegal y eso quería cometer contra su jefe. Además, no era primera vez que un hombre la cuestionaba por acercarse a otro. En la universidad siempre le inventaron relaciones ficticias con sus profesores y jefe de facultad. Esos rumores le daban lo mismo, porque venían de sus pares, los que generalmente eran bastante holgazanes y no se dejaban vrr mucho por el campus.

Pero esta vez, era lo inverso. Un superior la acusaba de involucrarse sentimentalmente con un colega, sólo porque en sus almuerzos se dedicaron crear estrategias de trabajo conjunto, para ser más eficientes en sus labores, además de compartir un par de cosas íntimas.

Era imposible que sucediera algo entre Diego y ella, porque él ya tenía una relación. Cuatro años con una chica hermosa, a la que le pidió matrimonio hace dos meses. Pero por supuesto Javier no se entera, estando encerrado entre su oficina y su ego.

Al fin se calma y se lava la cara. Retoca su maquillaje, que sólo consta de un simple delineador de ojos negro. Se mira por última vez al espejo y sale camino a su oficina.

Sin poder evitarlo, choca con Javier. Este la mira y ella aparta la mirada de inmediato, para continuar su camino.

Él se queda por primera vez viendo a la chica marcharse, sorprendido de ver sus ojos rojos. Es obvio que estuvo llorando.

Entra al baño a lavarse las manos, se asegura que no hay nadie y cierra con llave. Se mira al espejo y le hace un gesto de desaprobación a su reflejo.

-Esta vez te estás pasando, Javier – le dice molesto al tipo de en frente -.

Pero esa chica salió con agallas. Se le enfrenta cada vez que puede y eso le molesta, porque nadie se había atrevido a hacerlo desde antes de tomar ese puesto, desde hace un tiempo ha tenido la cara para espantarlos.

Puso una muralla para no tener que escuchar chismorreos o las actividades del fin de semana de sus colegas. Ahora sus subordinados.

De esa forma también puede mantener su vida privada secreta.

Pero ella…

A la primera oportunidad le contó sobre esa foto. Esa foto que lo tiene intrigado.

Se veía tan feliz, pero no es la misma ahora.

-Bah, a ti que te importa. Lo mejor es que en cuanto tenga la oportunidad, la eche de aquí. Puede ser muy buena en su trabajo, pero respondonas no quiero aquí.

Se lava las manos, se humedece la cara y toma un trozo de papel para secarse. Adquiere su postura de alto ejecutivo intocable y sale del baño.

Inevitablemente pasa por fuera de la oficina de Gloria, pero ve la puerta cerrada. Espía por el pasillo y al ver que nadie se acerca, pone su oreja en la puerta. La escucha cantar Cómo hablar, de Amaral. Canta con mucho sentimiento, incluso tristeza diría.

Algo se remueve en su oscuro y oxidado corazón. Hace mucho que no sentía remordimientos por hacer sentir mal a una persona.

Escucha pasos y vuelve a su postura desafiante, sin mirar quién se acerca, se va a su oficina y se encierra.

Luego de un día terrible, pero a la vez productivo, Gloria sale de su oficina para irse a casa. Se encuentra con Diego esperando el ascensor.

-¡Hey! Chica perdida. No apareciste al almuerzo, te fui a buscar pero tu oficina estaba cerrada.

-Sí, es que no tenía hambre. Por hoy pasé de comer.

-¿Te pasó algo? – las puertas se abren y ellos entran sin advertir que Javier estaba tras ellos. Gloria no lo mira -.

-Sólo una mala mañana. Tuve un problema que me hizo sentir mal. Pero ya estoy mejor.

-¿Tienes lo que te pedí? – Javier observaba atento a los dos. Era evidente que entre ellos sucedía algo, porque Gloria ni siquiera se ha tomado la molestia de decirle sus pesadas palabras de despedida.

-Por supuesto.

Las puertas se abren en el tercer piso y sube una chica de pelo castaño, piel blanca y hermosos ojos verdes. Le da un beso a Diego y le toma la mano.

-Amor, Gloria ya lo tiene.

-Aquí está, Agustina. Ella es muy buena con este tipo de eventos – le entrega una tarjeta -. Trabajará con tu presupuesto, sólo trata de no ser tan extravagante, o me dará trabajo a mí.

-Gracias, Gloria. Me salvas la vida. Estaba liada con lo del matrimonio, no sabía qué era mejor.

Las puertas se abren, la pareja de despide de Gloria y salen rápido. Esta vez Javier se demora un poco en salir. No sabe si disculparse por su brutalidad en la mañana.

Gloria sale del ascensor, sin esperar que él lo haga, ahora no tiene ganas de ser tan sumisa. Pero su conciencia le dice que se olvida de algo.

Se gira y mirando al odioso de su jefe le dedica las palabras de siempre.

-Buenas tardes, jefe. Que descanse.

Se va sin responder, esta vez con más prisa que de costumbre. Al salir del edificio, donde ya no hay nadie que lo reconozca, esboza lo que bien podría ser una sonrisa sincera. No para humillar a una subordinada, no para burlarse de una chiquilla. Una sonrisa de verdad, en mucho tiempo.

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