Capítulo 5

Aquello era difícil pero bien sabía que al mal paso debía darle prisa... Tomando aire y respirando pausadamente inicio su relato. A medida que iba diciéndoselo a Ignacio, él la miraba con pena y lastima, algo que odiaba, pero le debía aquello.

—Mamá me inyectaba para controlarme. Cada vez que ella me golpeaba yo gritaba histérica. Un día simplemente perdí los nervios y le grité mientras cenábamos, mi papa estaba ahí.

Después de aquello ella empezó a decir que yo sufría de neurosis, era muy joven, no llegaba a las 14. Y como los gritos venían sin que ella me gritara, solo con verla, empecé a creerle. Y como mis gritos y rabietas eran mayores, los golpes y maltratos aumentaron también.

Ignacio frena el auto de forma brusca, se mete al arcén y se quita el cinturón, se voltea hacia Eli quien no parece haberse dado cuenta del frenazo ya que está como ida en sus recuerdos, Ignacio le pasa las manos frente al rostro y la sacude un poco.

—¿Y tu padre? ¿Cómo permitió eso?

—Mamá se ponía furiosa cuando tan solo sospechaba que había dicho algo. Me odiaba y papá salía mucho de viaje, él no lo supo al inicio, pero un día llegó antes de tiempo.

Me encontró toda sedada y me llevó al médico, ahí vio mi historial clínico, pero la amaba demasiado. Los abusos siguieron a pesar de que él lo sabía. Mamá se volvió una experta en golpearme donde no se notaba.

—Por eso tu fobia a las inyecciones y por eso reaccionaste de la forma que lo hiciste cuando nos conocimos. No has tenido una vida muy fácil e intuyo que es solo la superficie.

—Por ahora solo quiero dormir. Me siento demasiado cansada.

El resto del viaje fue hecho en silencio. Al llegar a casa de Eli, Ignacio la toma en brazos y la lleva a su habitación. La pone con cuidado en su cama, la cubre con el edredón y cierra con cuidado la puerta. Manuel ha quitado todo el vidrio y ha puesto cedazo para evitar que entren insectos.

—La ferretería cerró ayer temprano, será hasta mañana lunes. Del rancho les han traído cosas para cenar hoy, toda la casa está limpia.

—Gracias Manuel.

—Me quedaré fuera montando guardia para ver si el visitante decide regresar. Anoche no sucedió nada, pero Eli no estaba acá. Esperemos a ver pues si nos visita hoy tendremos claro que nos vigila.

—Concuerdo contigo, solo nos queda esperar.

Ignacio deja a Manuel y avanza al cuarto de Eli. Se sorprende al verla despierta en posición fetal, así que se acuesta frente a ella en la misma posición. En sus ojos hay odio y ella lo detecta.

—Estás enojado.

Ignacio empieza a acariciarle el cabello, sus movimientos son suaves, pero algo en el tono de voz de Ignacio la hace querer retroceder. Era la misma forma en que Michael le hablaba, ella incluso estaba segura de que en ese estado Ignacio era capaz de golpearla.

—Me mentiste cada maldito día de esta semana.

—Ignacio...

—Tuviste problemas y no me llamaste. No insistas en negarlo. No estás durmiendo, por lo visto tampoco has comido bien y eso no puede seguir así. Quiero que vayamos hoy a mi rancho a cenar, va a llegar mi amigo Andrés.

—Ya te dije que no me interesa una relación personal.

—No estaba insinuado eso.

—Tu amigo representa algo demasiado familiar.  Además, estoy cansada…

—Te diré lo que haremos, tú vas a dormir en el rancho y dejamos a Manuel acá mientras vienen el lunes a cambiar el vidrio.

—No lo sé, preferiría quedarme aquí.

—Entonces me quedo también, solo me voy a acostar a tu lado mientras duermes. Pasaré la cena con Andrés para el próximo fin de semana.

—Hay cosas tuyas que me hacen sentir única, otras me asustan pues siento que poco importa si quiero o no algo. Pareces una aplanadora y me aterra pues estoy empezando a descubrir quién soy realmente. Me pareces de esas personas que no aceptan un NO por respuesta. No necesito una mamá mandona que decida por mí, por hoy está bien que te quedes pues me asusta lo sucedido, pero ya luego debes irte, no me gusta el rumbo que le das a las cosas. En resumidas cuentas, me quitas la libertad de decidir qué hacer. No me gusta.

—Generaste una especie de milagro para mí, para mis animales. Me es difícil no estar como alucinando con todo esto, mucha gente busca esa persona que le cambie la vida y en mi caso llegó sin que la buscase. Me cuesta equilibrar o manejar todas las emociones que me generas y a veces puedo parecer dominante, pero es que eres totalmente distinta a cualquier mujer y me aterra que decidas irte y poder perder lo que sé, es la mejor cosa de mi vida.

Te veo y sé que puedo llegar a enamorarme y es algo grande, siempre creí que iba a quedarme soltero y ante mi está alguien que me hace plantearme todo eso y no está tan sencillo de lograr.

—He sido clara desde el inicio y te lo repito. No te enamores de mí, yo no busco nada así. No quiero lastimarte, pero eventualmente deberás dejarme ir. No es que niegue nada, sino que de verdad estoy cansada de todo, acabo de perder a toda mi familia y solo quiero espacio. Además, hay alguien más en mi vida.

Ignacio se levantó de la cama y la dejó sola, Eli no pensó mucho en su reacción ya que se quedó dormida.

Al entrar a la cocina va directo al refrigerador y saca las cosas que les han traído de su rancho y comienza a calentarlas, no cree que Eli duerma mucho más y además está muerto de hambre. Manuel, que hasta ese momento estaba fuera entra para comer y para conversar de lo que ha visto.

—Está tenso jefe.

—Esta obstinada mujer ha vivido los últimos días aterrada, sin dormir en paz y le dije que debía llamarme cualquier cosa.

—Ella le dejó claro que no es como las otras mujeres que ha conocido. Jefe usted está actuando de una forma que va a asustarla.

—Lo sé y no sé cómo manejarlo. Lo que sí sé es que el responsable va a pagar con sangre.

—Me imagino que no es literal.

—Quiero saber quién le ha hecho esto, Manuel.

—Jefe eso lo sé, incluso lo entiendo, pero me preocupa cuando dice que eso se resolverá con sangre.

—Descuida Manuel, lo único que importa es averiguar quien fue.

—Tenia usted razón sobre ella.

Estaban tan entretenidos en su conversación que no se dieron cuenta del ruido en el cuarto de Eli ni de que ella, cojeando, había legado hasta la cocina.

—¿Sobre qué tenía razón Ignacio?

Ambos hombres se vuelven hacia la voz de Eli, Ignacio va a sostenerla pues camina apoyándose en la pared evitando bajar el pie derecho, tiene la cara bastante contraída de dolor y parece a punto de caer.

—¿Estás bien?

—Vine a buscar algún analgésico, el pie duele bastante.

—Estas son las cosas que me desesperan, debías llamarme desde el cuarto y no levantarte. Déjame llevarte al sillón y luego te daré el analgésico. Estoy calentado comida que trajeron de mi casa mientras voy a hacerte la compra.

—¿Hacerme la compra?

Sin Darle tiempo de decir más o sin siquiera responderle, con cuidado la toma en brazos y la lleva a la sala, Manuel, por orden de Ignacio entró al cuarto de Eli y los alcanzó en la sala con unas almohadas y una manta. Tras acomodarla se fue a la cocina y regresó con las pastillas y con un vaso con agua.

—Tu refrigerador está casi vacío y la alacena ni se diga.

—He de estar drogada con estas medicinas pues me da igual si vas. Pero dime, que es eso que dijo Manuel.

—Señorita Eli, al jefe las mujeres le acosan como locas y usted es la única que no quiere nada con él.

—A él se lo dije el primer día igual que a ti te pedí que me llames por mi nombre.

—De acuerdo… Eli.

El almuerzo fue realizado en un cómodo silencio, luego y mientras ellos seguían charlando durmió una buena siesta en su habitación.  

Manuel observaba a su jefe, sus puños apretados parecían contenerse para no para golpear a alguien.

—No me gusta esto, tenemos que hablar con los encargados de patrullar, es absurdo que no se me haya notificado sobre anomalías en esta casa.

—Lo que sucede es que al estar trabajando en la cerca hemos dejado libre el acceso a la parte trasera de la casa.

—Pues dime algo, ¿Cómo putas no te encargaste de resolver eso?

Manuel sabía que responderle de forma brusca, aunque se lo mereciera no era la solución por lo que decidió mantener un tono de voz tranquilo, debía apaciguar a la bestia que vivía dentro de su jefe.

—Jefe, la propiedad no está cerrada con tapia, sin importar si dejamos eso abierto o no, cualquiera puede pasar entre las reglas de la cerca.

—Pues entonces dejemos a alguien fijo durante las noches. No soporto la incompetencia, se les paga bien a todos ustedes y por eso pido resultados no menos que perfectos. Notifícale a los demás que, si algo sucede de nuevo con Eli, rodarán cabezas,

—Me marcho al rancho a investigar y organizar a quién vigilará esta noche. Si usted se queda aquí entonces prefiero quedarme de aquel lado.

—Nos hablamos mañana.

Ignacio decidió acomodarse en un sillón junto a la cama de Eli. Estaba tan cansado que se durmió y horas después ella, que estaba con dolor, tuvo que despertarlo. Eli sentía pena, él se veía realmente cansado, pero le dolía mucho.

—Ignacio, lamento despertarte, pero me duele y no sé dónde has puesto mis medicinas.

Ignacio se pasaba las manos por la cara tratando de despertarse, parecía un niño pequeño y de verdad que sintió pena.

—Dios Eli, lamento tanto no haberte escuchado.

—Que exagerado por Dios. Quisiera comerme algo liviano y seguir durmiendo.

—No he hecho nada de comer.

—Mira, yo nunca como más que desayuno, almuerzo y cena. Hoy siento apetito y me serviré un té con unas tostadas, imagino que si queda pan.

—Por eso estas así, en esas carnes.

—¡Grosero!

—Es que, si ya de por si eres delgada, deberías comer más, a veces parece que te quieres morir de hambre.

—No es eso, es que toda la vida he sido así. No es hora de cenar por lo que me apetece algo liviano.

Horas más tarde, cuando eran las 3am algo despierta a Eli. Asustada se pone de pie y se maltrata los cortes, gime de dolor y en eso alguien la atrapa por detrás y le tapa la boca. Se retuerce y pelea. La sujeta alguien que viste de negro, tiene incluso una máscara, es el mismo tipo que la atacó días antes.

—La pequeña puta está sin protección. La primera visita fue divertida, me excita verte tan asustada.

—¿Que quiere?

—Que Ignacio pague.

La arroja contra un mueble de su habitación, ella se golpea la espalda y gime. Se acurruca en posición fetal y él la patea varias veces. En ese momento Ignacio entra y se horroriza de ver lo que sucede, el atacante apunta a Eli con una pistola.

—Ni un movimiento Caballero, o la mato. Vas a entrar al baño

—Ni loco la dejo aquí

—No hay opción, no tengo paciencia y si no haces lo que digo voy a dispararle.

Ignacio va hacia el baño dando a Eli una última mirada. Empezaba a inquietarse y de pronto escuchó el sonido de un disparo. Sin importarle su vida, sale del baño y encuentra a Eli en el suelo, el hombro sangra mucho, Manuel entra a la habitación luciendo agitado.

Ignacio coloca un trapo sobre la herida y hace presión, luego con ayuda de Manuel llevan a Eli al auto.

—Quédate aquí hasta que llegue la policía, llevaré a Eli al hospital.

Tres horas después, mientras la observa dormir Christian se acerca a él y le indica con gestos, que salgan a conversar.

—Fue afortunada, la bala solo rosó el hombro.

—Maldición, esto ya no parece un simple juego para atemorizarla, quien sea el responsable está decidido a ir contra Eli sí o sí.

—¿Quién te odia tanto?

—No lo sé, pero el responsable deseará estar muerto

Un par de días después regresan a casa. Ella duerme y él va a preparar algo de café. Unos minutos más tarde escuchó los gemidos de dolor de Eli quien, por terca y obstinada trataba de levantarse de la cama

—Ve despacio pequeña salvaje, aunque la bala solo paso cerca igual es una herida.

—Quiero ir a la sala, comer algo y mirar televisión.

—o—

Tras cenar algo deciden mirar una película juntos. Cuando Eli se da cuenta es casi media noche y Manuel, por radio, les avisa que todo está en orden. A ella le da pena imaginárselo tan tarde fuera.

—Dile a Manuel que entre a tomarse algo, la noche está muy fría.

—¿No te importa?

—Me conoces lo suficiente ¿no crees? No me dormiré, aun no, así que podemos charlar o que se yo, necesito distraerme pues en mi mente siguen las imágenes de él apuntándome con el arma

Ignacio le pone los dedos sobre los labios acallando ese mar de palabras tan llenas de miedo que pueden romper el poco autocontrol que se impuso en lo referente a Eli y su ataque.

—Shhhh, si piensas en eso no te vas a calmar. Tratemos de que te distraigas.

Toma un walkie talkie y avisa a Manuel.

—… ¿Cómo va todo allá afuera?

—Creo que sería muy estúpido si pensara en volver, me parece que su cometido fue cumplido hace dos días, solo querían herirla sin matarla. Me marcho al rancho.

—Entra ya Manuel, Eli insiste en que tomes café.

—Bien, voy en camino.

Eli bosteza un par de veces así que Ignacio la acomoda bien en el sillón, luego la cubre con una manta y al verla dormir sonríe y susurra

—¿No que no podías dormir? Descansa pequeña, te prometo que nada malo volverá a suceder.

Abandona la sala y llega a la cocina al tiempo que Manuel entra por la puerta que está ahí mismo. Ignacio sirve un par de cafés y mira seriamente a Manuel.

—Debemos hablar antes de que te marches.

—Si jefe. Me imagino lo que va a decir.

—Fui claro cuando hablamos sobre las consecuencias de un nuevo ataque contra Eli, mañana tomaré las medidas necesarias para que esto no se repita.

—o—

Eli abre los ojos, está sola en la sala, el reloj marca las 7am, avanza un poco y ve en la mesa una nota de Ignacio

Hola preciosa, tuve que ir a mi rancho para encargarme de algunas cosas, estaré de regreso máximo a las 9 de la mañana, si lees esto es porque despertaste antes. Eli si te sientes mal o si algo pasa y no me avisas me cabrearé mucho.

¿De acuerdo?

Te quiero

Eli se ríe un poco ante la amenaza, así que va al baño y regresa a dormir. Mientras tanto en el rancho de Ignacio Caballero las cosas están lejos de estar tranquilas. Hay tres peones en el suelo con la cara llena de golpes y labios partidos. Ignacio camina frente a ellos y se frota los nudillos, quizás solo quizás se le fue la mano, pero necesitaba que sus órdenes se siguieran al pie de la letra.

—A partir de hoy, comerán, dormirán y respirarán por Eli, ella será su prioridad, si ella pide algo, se matarán por conseguirlo y si ella sufre un rasguño más, verán al verdadero Ignacio Caballero

Una vez que los peones ayudan a los que están golpeados y se alejan, Manuel se acerca a su jefe

—Le digo lo siguiente a riesgo de perder mi trabajo y algunos dientes. Usted tiene una severa obsesión por Eli.

—Lo sé, no creas que no me doy cuenta de lo que hice pero anoche...de no haber regresado a buscarla...

—Lo sé, ¿pero sabe qué? los muchachos solo saben que deben vigilar esa casa, no el por qué, hábleles y explíqueles.

Ignacio va a buscarlos, al verlo llegar sus rostros muestran miedo y preocupación

—Muchachos, nunca he sentido más pena que hoy. Perdí el control y bueno, ya saben... Eli será, espero, mi futura esposa y la han estado acosando, cuando giré la orden de que vigilaran pasó algo, entraron por ella y casi la matan. Mi furia con ustedes iba relacionada a esto.

—Jefe, a nosotros nos llegó un mensaje de un número privado, nos decían que la guardia de esa noche estaba suspendida y firmaron como EL Jefe.

Le entregan el teléfono y lo mira con enfado y preocupación. Quien sea que va tras Eli tiene acceso a los teléfonos de sus peones.

—Las ordenes se las daré personalmente, no por teléfono. Hoy quiero guardia en esa casa desde las 6 de la tarde y hasta las 6 de la mañana.

—De acuerdo Jefe.

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