Perseguida por mi exmarido, el CEO
Perseguida por mi exmarido, el CEO
Por: Candela
Capítulo 1
—¡Felicidades! Señora Adriana, ya tiene tres meses de embarazo y su bebé está muy bien…

Después de escuchar las palabras del médico, Adriana Jiménez se sentía tan feliz que no podía dejar de sonreír. Había sido una hermosa sorpresa para ella y no podía esperar para contárselo a su marido, Daniel Kash.

Por esto, emocionada, después de salir del hospital, se dirigió directamente a la empresa de Daniel.

Una vez llegó al edificio, se montó en el ascensor, junto a un grupo de mujeres que charlaban entre ellas.

—¿Adivinen qué? Diego, el asistente, me pidió que reservara todas las entradas porque el presidente Daniel requería todas localidades para Paula Lorenzo, ¡la famosa pianista! No solo enviaría diez mil rosas búlgaras, ¡sino que también estará presente allí para felicitarla en persona!

—¡Qué romántico! Pero, por lo que dicen, que el señor Daniel ya está casado, ¿qué hay de eso?

—¿Te refieres a su esposa? Vaya, parece que no es más que una figura decorativa. No la has visto ni una sola vez en la empresa, ¿verdad? En mi opinión, tarde o temprano, el señor Daniel se divorciará de ella para estar con Paula.

Mientras el murmullo de las personas continuaba, Adriana, que estaba en la esquina del ascensor, empezaba a sentirse molesta.

«¿Vuelve Paula?», pensó, mientras inconscientemente acariciaba su vientre.

Adriana inspiró profundamente e intentó apartar esos pensamientos.

—Señora Adriana, el señor Daniel está descansando —le informó Diego Reyes, el asistente de Daniel, cuando ella bajó del ascensor—. Por favor, pase sin hacer ruido.

Adriana asintió y se adentró en la sala de descanso de la oficina, donde vio a Daniel tumbado en la cama.

Llevaban casados tres años, y él rara vez volvía a casa. Aquel era su hogar.

Adriana estaba junto a la cama observando a su esposo, pensando que, sin duda alguna, era sumamente guapo, su rostro era terso y fino. Con los ojos cerrados, parecía un ángel, mientras que, al abrirlos, siempre le dedicaba miradas indiferentes.

Era un hombre al que había amado durante casi diez años; y aún recordaba con claridad el día en el que se habían visto por primera vez.

Involuntariamente, Adriana levantó la mano para acariciar su frente, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, su mano fue detenida con brusquedad.

Daniel había despertado, y, tomándola por la muñeca, la miró con el ceño fruncido.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con enojo.

—Te echo de menos, cariño —respondió Adriana, riendo, como si nada pasara.

—Dime qué demonios quieres. Si no, ¡vete ya! —dijo Daniel, con el odio impregnado en su voz.

—Hoy es tu cumpleaños, así que hice una reserva en el Hotel Honor y les pedí que prepararan los platos que te gustan. Por favor, sal temprano del trabajo y...

—¡No tengo tiempo! —la interrumpió Daniel, con frialdad.

Aunque Adriana estaba acostumbraba a su indiferencia, no pudo evitar sentirse triste una vez más. Aun así, continuó riendo:

—Tengo algo importante que decirte...

Sin embargo, antes de que pudiera terminar, alguien llamó la puerta y la interrumpió. Daniel se puso de pie, y, sin siquiera mirar a su esposa, se encaminó a abrir.

—Señor Daniel, el coche para el recital ya está listo —dijo el sujeto al otro lado de la puerta.

Adriana lo escuchó muy bien y no tardó en relacionar aquello con lo que habían dicho las mujeres en el ascensor. Era el mismo recital.

Adriana se sentía deprimida. Después de tantos años, Paula seguía siendo importante para Daniel. Sonrió con pesar.

El asistente se fue después de informar los trabajos.

En la oficina reinaba un silencio absoluto.

—¿Vas a un recital? ¿De quién? —preguntó Adriana, fingiendo no entender nada, saliendo de la sala de descanso.

—Es asunto mío. No te incumbe —respondió con frialdad—. Deja de preguntar tanto y solo obedece.

Adriana lo miró por un momento.

—Daniel, ¿ya no tienes la dignidad? —se burló.

—¿De qué hablas? —preguntó Daniel, frunciendo el ceño, sin poder creer lo que acababa de oír.

—Lo sé todo. Vas al recital de Paula, ¿cierto?

—Adriana Jiménez, deja de decir tonterías.

Al notar la mirada de enojo de Daniel, Adriana supo que había dado en el clavo, por lo que se sintió repentinamente desesperada y dijo con desdén:

—Daniel Kash, ¿te has olvidado de todo? ¿Acaso has olvidado que te abandonó y te dejó de manera miserable? ¡Ya te hizo suficiente daño! Uy, ¿es que eres tan amable que puedes ignorar todo o qué? Tú...

—¡Cállate! —exclamó Daniel, extremadamente furioso—. ¡No sabes nada! Adriana, ¿acaso crees tú que eres la verdadera señora Kash? ¿Cómo te atreves siquiera a pensarlo?
Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo