Capítulo 5
Daniel dijo aquello en un tono sumamente despreocupado, como si estuviera hablando de una nimiedad sin sentido.

—¡Cállate! ¡No te he pedido tu opinión! —exclamó el abuelo.

Adriana estaba indecisa.

En el pasado, lo que Daniel acababa de decir la hubiera entristecido, pero ya no. Ahora solo le daba la fuerza para que dejarlo todo fuera más fácil.

La actitud indiferente de Daniel solo fortaleció su determinación de obtener el divorcio.

Viendo que Javier todavía quería reprocharle a Daniel, Adriana le detuvo:

—¡Abuelo! Daniel tiene razón, realmente no es necesario. No habrá un tercer aniversario.

Cuando terminó de hablar, el salón se sumió en un silencio sepulcral por un momento.

—Adri, ¿de qué estás hablando? ¿Daniel hizo algo que te enfadaras?

—Abuela, no me hizo enfadar. Lo que quiero decir es que… creo que no somos compatibles —respondió Adriana con seriedad—. Nos divorciaremos pronto, así que el banquete no es necesario.

Había dudado de cómo comunicarles el divorcio a los abuelos, después de todos, ambos eran sumamente buenos con ella y le daba pena decírselo; sin embargo, ahora, Adriana lo había entendido todo. Solo el amor verdadero podía hacer que ambas partes fueran felices, y ellos solo estaban sufriendo, por lo que no quería seguir viviendo así.

Tan pronto como Adriana terminar hablar, vio la ira en el rostro de Javier, antes de que le pidiera a Daniel que lo siguiera al estudio.

Daniel se levantó obedientemente y siguió al abuelo, con una expresión fría. No había esperado que Adriana les dijera directamente que quería el divorcio.

Cuando ambos se adentraron en el estudio del abuelo, Javier cerró la puerta, antes de golpearlo con su bastón.

—¡Bastardo! ¿Qué demonios hiciste esta vez?

Daniel frunció el ceño mientras esquivaba el golpe con agilidad.

—Abuelo, ¡a Adriana siempre juega de esta manera! La locura se le pasará en unos días.

—¿Locura? ¿En serio piensas que Adri está loca? Vaya, ¿acaso no eres tú quien ha perdido la razón?

El abuelo se acercó al escritorio, sobre el cual había varias fotos, y las lanzó hacia Daniel.

Cayeron al suelo y se desperdigaron por la habitación, permitiendo que Daniel viera una foto de él con Paula en el aeropuerto y el restaurante, hacía dos días.

Aquel día, Daniel había vuelto de un viaje de negocios y se había encontrado con Paula en el aeropuerto. No le había prestado mucha atención y se había apresurado a buscar un restaurante, en donde se la topó una vez más.

Ni siquiera había imaginado que, incluso, querría comer con él; ni mucho menos que los fotografiaran juntos, ¡y le enviaran las fotografías a su abuelo!

«¿Quién envió a que sacaran estas fotos? ¿Acaso fue Adriana?», pensó Daniel, enojado.

Aquello no le pareció nada raro viniendo de aquella mujer, después de todo, ella quería divorciarse, por lo que tenía sentido que le hubiera tendido una trampa. Incluso, había mencionado de manera deliberada el tema del divorcio, cuando sus abuelos propusieron organizar una fiesta por su aniversario, fingiendo inocencia.

«¡Es mucho más astuta de lo que pensé!», exclamó para sus adentros.

Al ver que no decía nada, Javier se enfadó tanto que su rostro se puso del color de un tomate:

—¿Acaso no deberías explicarme qué significa esto? Daniel, ¿ya has olvidado lo que te hizo esta mujer hace unos años? Por favor, ya no eres un niño, no seas tan ingenuo.

—No hay nada que explicar —respondió Daniel, molesto—. Ya te obedecí y me casé con Adriana, y también te prometí que no tomaría la iniciativa de acabar este matrimonio. Aparte de eso, no puedo decirte nada más.

—¡Qué mierda estás diciendo! ¡No olvides que eres su marido! ¿Cómo te atreves a tratar a tu esposa de esa manera?

—A ver, ¿qué tipo de esposa podría drogar a su marido para tener el sexo con él? La respuesta es: Adriana, ¡tu nieta política! Desde el momento en que quiso casarse conmigo, ¡deberías haber sabido que sería una miserable!

Al otro lado de la puerta, Adriana, quien escuchaba la conversación a hurtadillas, se quedó petrificada, en el mismo momento en el que la puerta se habría y oyó que Javier decía:

—¿Por esa razón coqueteas con otra mujer? ¡Detente, Daniel! No te vayas, aún no he terminado de hablar...

Sin embargo, Javier se detuvo abruptamente, al ver que Adriana se encontraba fuera del estudio.

Daniel, con rostro sombrío, ignoró el reproche de sus abuelos y arrastró a Adriana fuera de la mansión.

...

El coche corría a toda velocidad por la carretera, mientras Daniel conducía con una expresión molesta.

Adriana, quien se encontraba tranquilamente sentada a su lado, miraba a través de la ventanilla, pensando en el esfuerzo que había puesto en aquellos tres años, de pronto, sintió que era un chiste.

Cuando Daniel detuvo el coche bruscamente, miró a Adriana con una mirada fría y le preguntó:

—Dime, ¿qué quieres esta vez? ¿Casa? ¿Dinero? ¿Acciones de la empresa?

—¿Cómo?

—Encontraste a alguien que tomara esas fotos y se las enviara al abuelo para que divorciarte de mí —dijo Daniel con sarcasmo—. ¿Acaso no lo hiciste para lograr algún beneficio?

—¿Qué fotos?

Al ver que Adriana lo miraba con aparente confusión, Daniel se rio con desdén:

—¿No piensas admitirlo? Adriana Jiménez, deja de fingir que ignorar lo que sucede. ¿Perdiste la vergüenza o qué?
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