Reino Witther
Delineo con sus dedos el rostro de su compañera mientras la observaba con una sonrisa.
Ella yacía a su lado, recostada de lado y cubierta con su vestido gris con algunos rastros de tierra, el cual él agradeció no romper anoche. Sus cabellos negros se extendían por todo el pasto mientras su pecho subía y bajaba lentamente, no pudo evitar recordar cómo anoche unieron sus cuerpos hasta convertirse en uno solo.
Fue algo hermoso y único. Algo que quedará impregnado en sus recuerdos. El sol poco a poco se iba posando en los más alto del manso cielo despertando a cada ser dentro y fuera del muro. Se puso de pie y sacudió su cuerpo, algunos rastros de tierra y pasto habían quedado pegadas a su piel desnuda. Porque aún seguía desnudo y eso no le importaba. Tomó entre sus brazos el cuerpo de su compañera quien se acurrucó buscando calor y camino de regreso a su palacio.
El beta esperaba en la reja d
Reino Witther Abrió sus ojos lentamente sintiéndose observada. Giró su rostro y se encontró con su amado rey, este la observaba con amor y ternura. —Buenos días, mi pequeña humana —ella sonrió ante aquel apodo, se acercó hacia ella hasta sentarse a su lado y permitirse acariciar su mejilla con delicadeza —¿Te ocurre algo su majestad? —el rey observó con ternura ante la pregunta de su compañera —No. —mintió, no quería preocuparla. Su deber era protegerla— Te traje una deliciosa comida y en la cena habrá postre de moras. ¿Te parece bien? —ella asintió —Nunca había probado un postre de moras —murmuró avergonzada, sus mejillas se tiñeron de un suave color carmesí —Entonces lo disfrutarás, mi reina —el joven rey quería permanecer así por siempre, feliz y en paz junto a su pequeña compañera. Ella transmitía tranquilidad con su sonrisa y esa mirada llena de inocencia ¿Podría acaso lograr esa paz? <
Reino Witther No sabía por qué estaba despierta y caminando por aquel frío pasillo. Había sido un día agotado alistando provisiones y guardándolas en el sótano del castillo, pero su corazón dolía. Los sueños que atormentaban su mente durante largas noches de su niñez habían vuelto, pero ¿por qué? Ella no lo sabía. Soñaba con aquella hermosa pareja, ellos caminaban tomados de la mano hasta que todo oscureció. Se vio atrapada entre gritos y más gritos. Hasta que a lo lejos se escuchó un suave llanto. Era un bebé. Luciana corría persiguiendo aquel llanto mientras tropezaba una y otra vez, pero el llanto desaparecía y ella despertaba cubierta de sudor. Esta vez fue diferente, soñó con un hombre. Reconocía aquel hombre. Era el ex rey Mítico. Pero ¿Por qué aparecía en sus sueños? Eso mismo quería averiguar. Nunca entendió por qué su madre recibía monedas de oro de aquel horrendo ser ni por qué el coraz
Reino Thusrek Aquella imagen seguía intacta en su mente. Una lágrima traicionera brotó dando paso a silenciosos sollozos. Camino abrazando con delicadeza la manta entre sus brazos y su corazón adolorido. La habitación lucia oscura y melancólica, cada cosa había sido cubierta por mantas blancas, pero lo que más le dolía era ver aquella cuna vacía. Su mente viajó años atrás, cuando su corazón estaba completo. Descubrió la manta y más lágrimas brotaron, estaba vacía. Cerró sus ojos y apretó con más fuerza la manta sintiendo el aroma que aún seguía impregnado. Al abrir sus ojos la habitación ya estaba iluminada, con un dulce y suave aroma inundando todo el lugar. Se escuchaban leves balbuceos. Sonrió. Se acercó lentamente a la cuna y ahí pudo visualizar a una preciosa bebé, vestida de blanco y con una manta lila. Sus mejillas lucían rosadas y sus pequeños brazos se movían buscando a
Reino Witther El joven rey guardo silencio cuando el carruaje aparco frente a él y de esta salió Dorian, con su aire frío y distante. Esta vez le pareció extraño recibir una respuesta tan rápida de él informando que iría para tener una conversación privada. Observó a su beta quien temblaba levemente mientras olfateaba el ambiente. —¿Qué ocurre, Daniel? —Daniel abrió sus ojos observando con detenimiento el carruaje, el joven rey hizo lo mismo y arqueo una ceja confundido Una hermosa joven de cabellera blanca bajaba con delicadeza el carruaje ayudada por el príncipe Gerardo mientras observaba todo con curiosidad. Sus hermosos ojos color ámbar deslumbraba un brillo especial y puro, Gerardo sostuvo la mano de su hermana depositando un cálido beso. —Su majestad es un placer verlo —susurró Maximiliano más Dorian fulminaba con una mirada de odio a Daniel quien no dejaba de observar a la joven princesa —
Reino Witther No podía dejar de observar a la joven de cabellera blanca quien comía con suavidad las frutas. ¿Así se siente ser una princesa? Sin preocupaciones, con un matrimonio arreglado y siendo señalada como hermosa. Así no soy yo —aquella palabra inundo la mente de la joven Luciana Aún no podía procesar cada fría palabra que aquella bruja soltó con brusquedad, pero no sentía felicidad solo tristeza, como si una parte de su alma haya sido desgarrada por dentro. Nadie debía saber que ella era una princesa, prefería mantenerse en silencio. Ya dos días pasaban en aquel refugio lleno de miradas pérdidas y distantes. En especial el de Esmeralda quien sentía el dolor ante la lejanía de su amado rey. Lo extrañaba y quería permanecer en sus brazos. Yacía dos días que dejó de verlo, dos días que las noticias en los tres reinos de varias desapariciones alarmaron a muchos. Dos días sin ver la luz del
Reino Witther Las velas se apagaron con brusquedad dejando a oscuras a todos dentro del muro. ¿Qué pasaba? Aún no lo sabían. Hasta que otro sonido resonó con fuerza. La gran puerta cayó al suelo con fuerza, los guardias retrocedieron en posición de ataque, algunos tosiendo por el gran polvo que se alzó. Luego se instaló un gran silencio mientras se preparaban para cualquier ataque. La gente se escondía con más miedo. La entrada estaba abierta, pero solo se podía ver una inmensa neblina. Maximiliano corrió seguido de su beta, Felipe y Francesco. El joven rey observó la entrada cubierta de neblina mientras que Francesco se posaba a su lado. —No deberías estar aquí, Francesco —susurró Maximiliano con frialdad —Lo hago por Paloma. —ambos reyes se observaron— Ella es mi gran amiga y no quiero que su felicidad acabé por culpa de ese hombre Maximiliano dejó de observarlo y posó su mirada en la entrada.<
Reino Witther El aullido resonó con fuerza causando que todos tiemblen de miedo. Minutos antes el gran lobo negro se encontraba olfateando el refugio, un aroma muy fuerte lo hizo retroceder. Varias personas incluyendo al rey felino se encontraban en el suelo desmayados. El refugio poseía un aroma a yerbas extrañas, yerbas que nunca antes había sentido. Olfateó nuevamente sintiendo el débil aroma de su compañera, lo siguió lentamente, pero este se perdía en el gran jardín, con dolor y desesperación soltó un aullido de dolor. Esmeralda. Mi pequeña humana. ¿Dónde estás? Salió corriendo mientras era observado por sus guardias, pero ahora el lobo solo quería encontrar a su compañera y despedazar a la persona que se atrevió a llevarse a su dulce Esmeralda. Nadie debe tocarla. Nadie debe hacerla llorar. Nadie. Se adentró al es
Abrió sus ojos lentamente mientras una leve opresión en su pecho la hizo gemir, estaba confundida. Asustada y llena de dolor. Con la mirada asustada busco algo o alguien en aquella habitación oscura. Sus labios se abrieron levemente cuando observó a una mujer tirada en el suelo frente suyo mientras que algunos roedores correteaban olfateando el cuerpo. ¿Acaso está muerta? Su corazón pálpito fuertemente. Se arrodilló mientras intentaba acercarse, luchó contra aquel dolor que consumía su cuerpo. Aquel dolor que la paralizaba lentamente. Dolía. Dolía mucho. Cómo si hubiera sido golpeada por todos lados. Soltó un suave gemido cuando sintió una punzada en su vientre, se quedó inmóvil mientras sujetaba aquella parte. Agachó la cabeza mordiéndose los labios. Quería que el dolor parará, pero este aumentaba a cada segundo, con lágrimas en los ojos se acercó más a la mujer y fue descubriendo el rostro apartando los cabellos alborotados y fue co