1. Desconocido

Valery no quería moverse de su sitio, estaba cansada de tener que sonreírles a las personas de ese sitio. Zeus la mantenía quieta, mientras conversaba con los inversionistas, y ella tenía que dar su mejor sonrisa para que no se dieran cuenta de que su matrimonio era una vil mentira que ella descubrió hace mucho tiempo.

— Cada vez que nos vemos en este tipo de reuniones, su esposa se ve hermosa —dijo uno de los socios de su esposo, y ella sonrió lo mejor que pudo ante las palabras—. Lamento mucho que estén casados…

— Mi esposa es hermosa y es una excelente mujer —dijo Zeus, besando su cabello levemente—. Me siento el hombre más afortunado de todos.

— Por eso lo digo —el hombre levantó la copa en señal de brindis—. Cuídala, porque mujeres como ella no hay.

— Lo sé.

Ella mostró una sonrisa ladina al escuchar esas palabras. Su esposo era un buen actor y en esos cinco años de matrimonio nunca le mostró algo de afecto en privado y cuando lo tenía, se debía a que estaban con muchas personas. Luego de haber visto esos documentos sobre el escritorio de Zeus, quería morirse porque no entendía el motivo por el cual se encontraba embarazada de él.

La última vez que estuvieron juntos, fue cuando él llegó borracho a la casa e hicieron el amor, después todo se volvió frío. Quitó el brazo de su esposo, caminó hasta la puerta que daba al jardín trasero y vio a algunas parejas conversando o pasando el rato. Vaya mentira en la que vivía que ni ella misma podía entender bien cómo aguantaba tantas miserias.

— Hermana —levantó la mirada al escuchar la voz de su hermana mayor—, ¿qué estás haciendo aquí?

— Vine para pasar un rato a solas conmigo misma —sonrió a medias—. ¿Y tú?

— Bueno —su hermana se aclaró la garganta—. La fiesta de gente millonaria no es lo mío y eso lo sabes, Valery.

— Lo sé, Mariel —suspiró, y le dijo que se sentara—. Veo que sigues casada con ese sujeto.

— Sí, es mi esposo y será de ese modo por mucho tiempo —dijo Mariel, levantando la mano—. Supongo que debemos hacer todo hasta que la muerte nos separe.

— Al menos estás feliz porque tienes a alguien que te quiere y te ama —una mirada triste fue la que instaló en sus labios—. Mi esposo no quiere ni verme y si le digo que duerma conmigo me manda al demonio.

— Zeus nunca te ha querido, solo a la empresa de nuestro padre —Mariel sonaba seria—. No sé por qué sigues casada con un dictador de porquería como ese. Tienes el dinero suficiente para huir, hacer una vida…

— No lo entenderías —inconscientemente llevó una mano a su vientre—. Es complicado.

— Huye, puedes hacerlo ahora que eres joven, no tienes nada a lo que temer y más aún ahora que tienes el mundo en tus manos.

— Lo voy a pensar —susurró—. Ahora quiero tomarme un momento conmigo misma para no cometer ciertas locuras en el proceso —observó a su esposo hablar con una mujer a través de la ventana—. Ni siquiera presta atención a que ya no estoy cerca de él.

— Tu matrimonio es así por culpa de nuestro padre —chistó Mariel, enojada—. Eres joven, el casarte por un contrato tampoco es una buena opción, y más cuando tú sabes que puedes llegar a más cosas con tu inteligencia.

— Lo haré —se limpió la mejilla—. Haré mi mejor esfuerzo para salir de esto y más ahora que tengo que luchar por alguien más.

— ¿De qué me estás hablando?

— No lo entenderás por más que te lo explique —se burló de su hermana—. Hablamos más tarde, tengo que hacer un par de cosas ahora mismo.

— De acuerdo.

Se levantó de la banca, fue hacia el estacionamiento, apagó el celular antes de pedirle al chofer que la llevara a la playa más cercana.

— ¿Su esposo sabe a dónde iremos, mi señora? —preguntó el hombre, y ella suspiró—. Lo siento, es por precaución.

— No, él no sabe nada —subió al auto—. Si te llama, le dices que me fui a dormir, recuerda que él vino en su auto.

— Entiendo.

Se quitó los zapatos de tacón y se puso una bufanda en el cuello y le ordenó al chofer que condujera a hacia su destino. Era hermoso ver el mar de noche, uno de sus pasatiempos favoritos que no cambiaría por nada en el mundo. Zeus no le prestaba la atención que quería, ella salía a despejar su mente lejos de él.

— Buenas noches —ella saltó en su lugar al escuchar la voz de alguien cerca de ella—. ¿Puedo sentarme con usted?

— Ni siquiera estoy sentada —farfulló caminando hacia otro lado—. Me retiro.

— Espere —el desconocido la agarró del brazo para que no se fuera—. Lo siento si fui muy atrevido, es que la playa está a oscuras y usted se encuentra sola.

— No tiene de qué preocuparse, ya me iré —intentó quitar el brazo del sujeto de su muñeca—. Por favor, suélteme.

— Lo siento, no quise asustarla —la soltó—. Soy Harry, es un placer.

— ¿Me va a secuestrar?

— Para nada, señorita —sonrió Harry—. Estaba por aquí, vi que se bajó del auto y el hombre que está ahí —señaló al chofer—. No deja de mirarla.

— Es mi chofer, él siempre está conmigo y le sugiero que mantenga distancia entre ambos, por favor.

— Lo haré, no se preocupe —dijo Harry, levantando las manos—. Siento mucho haberla asustado. Mi casa está cerca de aquí, por si tiene dudas de mi estadía cerca de usted.

— Entiendo —Valery se sintió incómoda—. Debo irme, lamento haber llegado a su propiedad sin aviso, no tenía idea de que le pertenecía.

— No se preocupe —el hombre tenía un aire dominante que a ella le pareció interesante.

Se podría decir que podría hacerle competencia a su esposo de ser necesario, sin embargo, ni ella misma podía llegar a tanto.

— ¿Ya se tiene que ir?

— No, me quedaré un rato más…

— ¿Entonces puedo hacerle compañía? —preguntó, mirándola fijamente—. No quiero que entre al mar y se mate.

— Eso no pasará, vine para estar un momento en paz, pero parece ser que usted no entiende eso.

— Lo que yo quiera es algo que te tiene que tener sin cuidado —masculló, dándose la vuelta—. Esto que está haciendo es acoso.

— Es acoso solamente si una de las dos partes no está de acuerdo, y veo que usted no ha gritado—Harry la siguió—. Todavía no me ha dicho su nombre y creo que ya nos hemos visto antes.

— Está usando una de las técnicas más basura que han podido existir en este mundo —rio, un poco más calmada—. Un poco de compañía no me caería mal ahora mismo.

— Gracias —Harry se puso a su lado, luego miró hacia dónde estaba el chofer—. Su chofer parece serle muy fiel a usted.

— Es posible que sea de ese modo —se detuvo en una área algo rocosa y vio como el faro iluminaba el mar—. Supongo que eligió este sitio para vivir por la tranquilidad que le puede brindar.

— Sí, y más porque comenzaré a dar clases pronto en una escuela que se encuentra en los barrios bajos —sonrió Harry—. Tengo varios meses aquí, sin embargo, me gusta estar solo.

— A mi esposo también le gusta eso —sonrió con tristeza—. A mí me gusta tenerlo cerca, pero a él parece ser que le produzco asco.

— Lo siento, no quise hacerte sentir mal —Harry se disculpó y la ayudó a subir al área rocosa—. Aquí es dónde me gusta estar a solas, te recomiendo siempre venir a este punto.

— Lo tomaré en cuenta —sonrió encantada con la vista—. Es un lugar hermoso y se nota que está bien cuidado.

— Es por esa razón que compre la casa cerca del puerto, me gusta como se ve todo el sitio y ni hablar de que posiblemente me mude cerca de esto.

— Si tienes tanto dinero, ¿por qué darás clases en los barrios bajos de Manhattan? ¿Por qué no mejor darlas en una universidad o en una escuela de niños ricos?

— Porque bien lo has dicho, son niños ricos —sonrió Harry, de forma calmada—. ¿A qué te dedicas?

— Soy maestra en una de las escuelas de los barrios bajos de Manhattan —suspiró y recogió su vestido para sentarse—. Es bueno tomarse un momento de paz y disfrutar de las pequeñas cosas que tenemos en frente aunque sea por unos cortos minutos.

— Puedes venir aquí cuando gustes —informó Harry, sentándose a su lado—, y si quieres tomar una taza de café conmigo…

— No me gusta el café, soy más de chocolate caliente —lo interrumpió sin mirarlo—. De noche, las personas antes venían aquí para terminar con sus dolores. Yo quería hacerlo, pero tú estás aquí y yo tengo que lidiar con algo que tengo.

— Entonces hice bien en venir hasta aquí para ver si todo andaba bien con usted —susurró Harry—. El que hayas bajado de ese auto y caminado hasta aquí.

— ¿Puedes hacer silencio por unos minutos?

Vio que él hacía una línea recta con sus labios, como si quisiera decirle algo, sin embargo, no había razón alguna para eso. Él se quedó en silencio, en lo que ella reflexionaba sobre su vida.

— Señora, es hora de irnos —informó su chofer, desde atrás—. El señor está de camino a la casa y usted no está allá.

— Supongo que habla de tu esposo —dijo Harry, haciendo una mueca—. Fue un placer conocerte, Valery.

— El placer es todo mío —murmuró sonrojada.

Harry volvió a ayudarla a bajar de ahí, ella con algo de timidez aceptó su mano. Se despidió del desconocido y fue al auto. Encendió su celular, viendo varias llamadas perdidas de su esposo en él. Lo más seguro es que ya supiera toda la verdad de que estaba embarazada, pero le haría frente por primera vez en toda su vida, no dejaría que las cosas se quedaran de su modo y menos cuando ella daba todo por estar a su lado.

El sentarse con Harry en ese sitio le dejó un sabor agradable que pensó que ya lo había perdido hace mucho tiempo, sin embargo, quería verlo otra vez. Solo que… se le olvidó preguntarle en cuál escuela daría clases.

Lo único bueno de su matrimonio, era que tenía permitido hacer eso, ella no molestaba a Zeus en nada y eso era lo único que él le agradece siempre. Solo que ella tenía que dejar todo a un lado o no mencionar su apellido ante los demás por pura precaución.

Suspiró cansada al ver que su esposo estaba en casa, y por cómo se estaba moviendo su chofer al abrirle la puerta, el pobre hombre se encontraba nervioso.

— Puedes irte, y recuerda que el día de mañana tenemos que irnos temprano.

El que él estuviera en la casa ya decía mucho…

— ¿Se puede saber en dónde estabas a esta hora de la noche y con quien? —bramó su esposo, con deseos de querer matarla—. Estas no son las horas de llegar.

— Salí a caminar un rato para despejar mi mente —respondió calmada—. Estás haciendo un espectáculo en dónde no debería haberlo.

— ¿Ahora me estás diciendo que soy yo quién está mal?

— No dije eso —susurró, mordiéndose el labio—. Estás poniendo palabras en mi boca que no…

— Voy a buscar a mi esposo por todo el jodido salón, su hermana me dice que se marchó y yo no puedo quedarme más tiempo en ese sitio…

— Podrías quedarte con una de tus amantes —farfulló, armándose de valor—. Te vi con una mujer, y hasta pusiste tu mano en…

— ¿Celosa?

— No —mintió, mirándolo a los ojos—. Solo que tienes que tener más cuidado, puesto que puedes quedar como un hombre infiel y perderás todo lo que tienes si nos divorciamos.

— También tienes mucho que perder, esposa mía —Zeus la tomó del brazo, y la acercó más él—. No creo que hayas estado en la playa a esta hora.

— Puedes preguntarle al chofer, él te dirá todo.

— No me dirá si estuviste con un amante, has estado saliendo demasiado de la casa y estoy seguro de que tienes un amante —su esposo se notaba enojado—. Será mejor que busques algo mejor que hacer, porque no te la acabarás conmigo si me llego a enterar de que tienes un romance con otro hombre.

— ¿Entonces tú puedes tener a las mujeres que quieras y yo no puedo tener sexo con otros hombres? —preguntó enojada—. Descuida, Zeus —se soltó de su agarre—. No tengo un amante, no soy igual que tú.

— Valery…

— Te lo dije, nunca intentes compararme contigo.

Le pasó por el lado, llevándose una mano a la boca en cuanto comenzó a subir las escaleras a su habitación y comenzó a sollozar. Eso le dolió bastante y lo peor de todo es que amaba a ese hombre como si no hubiera un mañana.

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