Mi esposa era la chica de esa noche
Mi esposa era la chica de esa noche
Por: Bárbara
Capítulo 0001
—Señora, parece que el señor no regresará esta noche, ¿por qué no duerme? —preguntó Carmen de manera amable, al ver encendida la luz de la habitación.

Un destello de decepción cruzó los ojos de Laura, en el mismo momento en el que ouó el rugido del motor de un coche en el patio.

Laura, descalza, corrió hacia la ventana y se asomó. Efectivamente, el coche plateado de Lucas entraba en el garaje.

Ella inhaló profundamente, mirando hacia abajo su sensual ropa de dormir, mientras su corazón latía como un tambor desacompasado.

Durante los dos años que llevaban casados, él siempre había dormido en la habitación de invitados. Laura sabía que su matrimonio había sido promovido por el abuelo de Lucas y no una elección legítima de él. Pero ya habían pasado dos años, ¿podrían seguir así para siempre?

¿Acaso Lucas pensaba que ella era solo una estudiante universitaria, que no se había graduado y que, por ende, no entendía nada? ¿O es que él pensaba que carecía de iniciativa?

Con esos pensamientos, Laura, vestida con un provocador camisón negro de encaje, se acercó sigilosamente a la puerta de la habitación de invitados.

Reuniendo coraje, llamó a la puerta, pero no obtuvo respuesta. Con cuidado, abrió la puerta, y oyó el sonido del agua proveniente del cuarto de baño, indicándole que debía estar duchándose.

De repente, el sonido del agua se detuvo y Lucas salió del baño, únicamente cubierto por una toalla alrededor de la cintura. El cuerpo robusto del hombre quedó expuesto, y las gotas de agua resbalaban por los sólidos músculos, dejando a Laura atónita.

Entonces, ¿era eso lo que se llamaba una figura perfecta?

—¡Laura! —dijo Lucas, con el ceño fruncido e indiferencia en su voz—. ¿Ya has visto suficiente? ¿Quién te permitió entrar en mi habitación?

Incómoda, Laura retiró la mirada, diciendo con poca confianza:

—Eres mi esposo, por lo que tu habitación es mi habitación, ¿no? —dijo, ligeramente ruborizada, y lo miró con sus claros ojos, antes de preguntar—: ¿Te gusta mi atuendo?

El delicado cuerpo de la mujer se presentó ante él, con el rostro tan blanco como la porcelana, con las mejillas enrojecidas y sus largas pestañas temblando inocentemente, liberando una maldita seducción.

Lucas ocultó la extrañeza en sus ojos y su garganta se movió involuntariamente. Jamás había imaginado que su diminuta esposa tuviera ese lado seductor.

Rápidamente, se colocó su bata y le arrojó una de sus prendas.

—Vuelve a tu habitación —dijo Lucas, conteniéndose.

Laura lo miró con una expresión de injusticia, sintiéndose humillada.

De pronto, en su mente surgió la especulación de su mejor amiga, Marina Soler.

Marina había dicho que, a alguien como Lucas, en la flor de la juventud y siendo el joven heredero de la primera familia prominente de la ciudad Fluviana, guapo y adinerado, no le faltarían mujeres que desearan conquistarlo. Y él no podría abstenerse por mucho tiempo a tener un encuentro íntimo con ella, a menos que fuera capaz de disfrutar de sus placeres en otros lugares y luego regresar a casa con la apariencia de alguien desinteresado.

—¿Tienes a alguien más? —preguntó Laura, sin pensarlo.

Lucas parpadeó, sin confirmarlo pero tampoco negándolo.

—Laura, el día que nos casamos, te dije que lo único que puedo ofrecerte es el puesto de la señora Moreno. Lo demás, no deberías ni siquiera pensarlo —dijo con calma, pronunciando, una a una, sus crueles palabras.

Cada vez que pronunciaba esas palabras, la impotencia y la desesperación volvían a agitarse en lo más profundo del corazón de Laura, arrasando con sus nervios. Tal vez, en la opinión de Lucas, ella no era más que una chica de origen modesto que había escalado alto al unirse a la familia Moreno. Después de todo, nadie querría casarse con un hombre que apenas conocía.

Sin embargo, él ni siquiera sabía que muchos años atrás, él había sido como un rayo de luz que calentaba su mundo.

En el momento en que ella estaba absorta, Lucas abrió la puerta.

—Ve a descansar. En el futuro, no te vistas así, esa ropa no es adecuada para ti —dijo claramente, indicándole que se marchara.

Laura salió de la habitación, sintiéndose avergonzada, con la cara tan roja que parecía un tomate.

Justo cuando regresó a su dormitorio, recibió una llamada de su padre, Diego Jiménez.

—Papá, lo siento, creo que mañana él no irá al banquete de cumpleaños de la abuela —dijo Laura, sabiendo que no podría persuadir a Lucas.

—Han estado casados ​​por dos años, y él no nos ha visitado ni una sola vez —repuso Diego, tras suspirar—. Al principio, ya dije que no éramos dignos de la familia Moreno, si no fuera por tu madre que insistió en...

—Papá —lo interrumpió Laura. No le gustaba que hablara mal de su madre—. ¡Me casé con él por voluntad propia!

...

Al día siguiente.

Aunque Laura sabía que no era favorecida ante la abuela, se vio obligada a brindar con ella, debido a la presencia de los invitados.

—Ay, Laura, ¿cómo es que no trajiste a tu esposo? —preguntó su madrastra, Elena Rodríguez, de manera insinuante—. Ya han pasado dos años desde que te casaste, y no lo hemos visto ni una sola vez.

La anciana señora Jiménez sostenía su copa de vino, asintiendo y sonriendo de manera forzada.

—Debe ser que nos considera demasiado humildes. En un día tan importante como hoy, parece que él realmente no me tiene en alta estima.

—Hermana, no es que Lucas menosprecie a la abuela, más bien parece que no te tiene alta estima a ti —dijo Sofía, su hermana menor, aprovechándose para burlarse de ella.

Las burlas resonaban en sus oídos como el zumbido de cientos de moscas. Laura se sintió angustiada y se bebió la copa de vino de un trago.

Sin embargo, ¡el efecto del alcohol era realmente fuerte! Después de beber, un poco más tarde, Laura perdió el conocimiento.

En el coche, Elena y Sofía estaban sentadas a cada lado de Laura.

—Mamá, solo si logramos que Laura se meta en la cama del director Sánchez, ¡seré la actriz secundaria en su próxima película! —exclamó emocionada Sofía, con los ojos brillando de entusiasmo.

Elena, como si estuviera conspirando, le advirtió: —Tu padre no puede saber nada de todo esto —le advirtió Elena, de manera conspirativa—. De lo contrario, con el aprecio que le tiene a esa molesta de Laura, ¡podría matarnos a las dos!

—Sí, sí, lo sé —respondió Sofía—. Ya he arreglado la habitación del director Sánchez. Es la suite presidencial que se encuentra en la azotea del club Celestial.

Elena sonrió sombríamente.

—¿Qué tiene Laura de especial? ¿Por qué se casó con Lucas Moreno? Todo se reduce a su madre, quien ayudó al viejo señor Moreno a tener éxito en la operación. Antes de morir, insistió en confiarle a su hija a esa familia. ¿Acaso no lo hizo para que ella trepara a una posición más alta? ¡Qué vergonzoso!

—¡Exacto! —afirmó Sofía con rapidez—. Si alguien tiene que casarse con Lucas, esa persona debería ser yo. ¿En qué aspecto soy inferior a ella?

—Entonces que sea esta noche, ¡hagamos que su reputación se desmorone! —repuso Elena, con los dientes apretados.

...

Sin embargo, Sofía y su madre no habían puesto demasiado somnífero en la bebida de Laura, por lo que, cuando Laura sintió la pesada respiración y la abrasadora temperatura de un hombre sobre ella, se despertó de inmediato.

—Humm… ¡Suéltame! —exclamó.

La habitación estaba a oscuras y no podía ver el rostro del hombre que se encontraba sobre ella, solo podía esforzarse al máximo para resistirse a él, ya que sabía que las consecuencias serían irremediables.

Sin embargo, para su mala suerte, el hombre la controló fácilmente, manteniendo sus manos a ambos lados de su cabeza.

Labios cálidos rozaron su oído y una voz profunda y ronca murmuró:

—Sé buena, cariño...
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