Ella era la responsable de todo, era la culpable de la m*****a magia que creaba en mi interior, que me empujaba a saltarme todas las normas por las que me había regido siempre en mi vida, y sobre todo, la anuladora de ese frio y despiadado control, que era el buque insignia, de mi forma de dirigirme
Irina. - “Eso es porque no hiciste nada para compensarlo, eso es lo que te tiene así, insatisfacción sexual.”- me repitió Ava, con una sonrisa pícara, esa frase que llevan oyendo un maldito día y medio. Ya me estaba hartando de las bromitas, totalmente sinceras, que Ava, me hacía en forma de b
- “¿Crees que en el nivel que estás ahora de frustración sexual, es el mejor estado de ánimo para el rito que vas a realizar esta noche?”- se podía decir más alto, pero desde luego no más claro. - “Yo veras, yo… es que el Alfa…”- ella me interrumpió dándome una información que, en cierta forma, me
Desmond. - “Ya se ha completado el ultimo rito, Alfa, y los preparativos de la boda, casi están acabados, ¿quieres revisarlos?, ¿o seguirás encerrado en esa cabaña, rumiando, y amenazando a todo lobo que se te acerca?”- me dijo el estúpido de Elijah mediante la conexión Alfa y Beta. Simplemente g
- “Tengo que cambiarte esa monstruosidad que usas como medio de transporte, Nelda, algún día vas a tener un accidente.”- le dije nada más verla sentada en el sillón frente al fuego tomándose una taza de té. - “Sabes que no te voy a dejar, estoy muy apegada a mis tradiciones, y esa pequeña cosa que
Irina. - “¿No crees que este vestido es demasiado exagerado?”- pregunté nerviosa mirándome en el espejo, a Ava, mientras sentía que los nervios me agarrotaban la garganta. - “No, no lo creo, además ¿de qué te quejas? sí lo elegiste tú.”- me dijo mientras continuaba colocándome el bajo de la fald
A mi lado, se encontraban las cuatro doncellas de la luna, entre la que estaba Ava y las tres hembras que la seguían en rango de importancia en la manada, ellas eran las que me acompañarían al altar de la luna, para entregarme al Alfa. - “Respira hondo, que ya ha legado nuestro día, el que siempr
Irina. Desde que entré en la habitación del Alfa, el olor que desprendía nuestros cuerpos ya avecinaba lo que iba a pasar esa noche. Desmond ni me miraba, mientras me sostenía en sus brazos, y por un segundo se quedó de pie, sin moverme, con esa mirada magnética, como el carbón encendido, donde el