Escuchaba los murmullos llenar la cálida mañana mientras yo me cuestionaba aún por qué no sentían miedo ante la llegada de aquellos seres. Si estuviera fuera de esta alcoba mi cuerpo temblaría si algún lobo o felino posara sus intimidantes ojos sobre mí.
¿Cómo mis hermanas aguantarían aquello?
Rezaba para que ellas permanezcan a salvo.
Macarena me había despertado con una mirada entristecida, observe las cortinas blancas y el sol recién iba posándose en los cielos. Cuestione y cuestione ante aquel apuro por despertarme, también cuestione sobre los murmullos invadiendo la cercanía de mi alcoba, pero mi doncella prefirió callar.
Horas después el bullicio seguía presente, pasos, voces y algunas risas.
Mi corazón latió fuertemente, Macarena peinaba mis cabellos con nerviosismo y por alguna extraña razón desee que este día nunca llegara.
¿Qué pasaba en realidad?
A mi mente llegaron las palabras de mi hermana: Yo también tengo miedo, miedo porque te miento y soy débil.
¿Mentirme?
Negué levemente mi cabeza alejando aquellos pensamientos, entrelacé mis manos y las pose sobre mi regazo. Hoy Macarena había traído un vestido blanco, este era largo y sin ningún diamante. Aunque pregunte, ella guardaba silencio y agachaba la cabeza.
Macarena no era así, ella sonreía, no agachaba la cabeza reflejando en su mirada tristeza.
De pronto un sollozo me alarmo, me puse de pie alarmada cuando en el reflejo del espejo pude ver a mi doncella cubrir su rostro mientras lloraba.
—Macarena ¿qué te ocurre? —me acerque a ella y tome sus manos alejándolas de su rostro. Sus entristecidos ojos me observaron para luego pronunciar
—Lo lamento, alteza —fruncí el ceño sin saber que lo siguiente provocaría un temblor en mi cuerpo
Las puertas de mi alcoba fueron abiertas bruscamente, varios guardias se adentraron y fue ahí que mi padre ingreso, con un traje negro decorando su cuerpo, la corona dorada se posaba en su cabeza y sus fríos ojos me observaban con atención.
¿Qué hacía aquí?
Un silencio perturbador se formó en el ambiente, Macarena pronto se colocó de rodillas y agacho la cabeza callando sus sollozos. Agache mi cabeza para luego reverenciar.
—Majestad —pronuncie con nerviosismo
—Hoy, Sol, nuestro reino tendrá paz al final del día, vendrán días llenos de abundancia y dejaremos atrás la penuria —mis labios temblaron ante sus palabras—. ¿Quieres saber el motivo de mi presencia?
Segundos después asentí lentamente.
—Es fácil, Sol, tu muerte será hoy —asustada ante sus palabras alce mi rostro, fijamente lo observe y él solo hizo un movimiento de cabeza provocando que sus guardias se acercaran a mí con rapidez. Me tomaron fuertemente de los brazos
—Padre… —pronuncie débilmente dejando que mis lágrimas surquen mis mejillas, él solo sonrió y giro sobre sus talones para luego alejarse de mí
Sus guardias comenzaron con la caminata.
Me arrastraron alejándome de la oscura alcoba que me mantuvo cautiva y de los sollozos entristecidos de Macarena.
—Suéltenme, suéltenme, suéltenme
Aclame en voz baja pidiendo que me suelten, ellos ignoraban mis pedidos y seguían guiándome bruscamente por los pulcros pasillos.
Preferí agachar la cabeza y no observar las miradas atemorizadas de las mucamas. Algunos murmullos hicieron presencia en el lugar, mis cabellos negros cubrieron mi rostro y al fin pude sentir el aire rozar mi piel, aunque no era de aquella forma que quise sentirla.
Estaba fuera de la oscuridad y a minutos de morir frente a mi padre.
Ahora entendía las palabras de Guadalupe y la entristecida mirada de Macarena. Todo esto había sido planeado y mi padre, silencioso y frío, había planeado aquello para traer paz a su reino o simplemente para sacar de su vida mi presencia.
Mi corazón dolía, sus palabras que se repetían en mi cabeza atacaban con fuerza y solo me rendí.
Deje que mi cuerpo fuera llevado, ya no aclame, ya no solloce con fuerza, de mis labios simplemente el silencio estaba impregnado. El suelo quemaba mi piel en cada paso de los guardias, el dolor se impregnaba y apreté mis labios ahogando mis sollozos.
El bullicio pronto hizo presencia, voces cantarinas, algunas gélidas, otras con la burla en sus palabras y miradas curiosas. Buscaban aquello que me hizo permanecer en la oscuridad, aquella cicatriz que me causo dolor y tristeza en mi vida.
¡Basta!
¡Basta!
Un gemido escapo de mis labios cuando fue tirada al suelo con fuerza, mis manos ardían, mi cuerpo dolía y mi piel quemaba. Escuche pasos cercanos y un carraspeo que formo el silencio.
Así mi padre pronuncio con fuerza y orgullo en sus palabras.
—Gracias a todos por su presencia, este día celebraremos un nuevo comienzo. Hoy la maldición y penuria de este pueblo morirá frente a nosotros. Hoy se acaba una miserable vida que solo trajo caos —y yo en silencio pedía que de una vez mi vida acabará
Las miradas sobre mí eran intensas, murmullos por doquier y un palpitante dolor en mi corazón que en segundos incrementaba.
Alce mi rostro y observe el cielo, no me importaron los jadeos y risas al ver mi cicatriz. Yo solo miraba el hermoso cielo, las nubes blanquecinas, el incandescente sol y algunas aves revolotear por doquier.
—Hermoso —susurre
Me imagine alguna vez aquella escena, deslumbrante y bella. Mis lágrimas seguían surcando mis mejillas y una sonrisa entristecida se formó en mis labios.
Sentí algo frío chocar posarse sobre mi cuello, luego una voz conocida gritando con desesperación y la espada siendo retirada lentamente.
—¡No! ¡Padre! ¡Padre! ¡No! —Guadalupe gritaba mientras algunos guardias la sostenían con fuerza, pose mis ojos en la muchacha de cabellos negros que yacía a su lado, Jazmín, de rodillas y murmurando algo en voz baja. Sus melancólicos ojos me observaron y fuertemente fue puesta de pie. Ella también grito pronunciando el nombre de mi padre con fuerza
Mis hermanas estaban ahí implorando por mi vida.
Aparte mis ojos de ellas y agache la cabeza.
No pude contener los sollozos que escapaban de mis labios ni el temblor en mis manos. La fría espada nuevamente fue colocada sobre mi cuello, sentí la suave brisa acariciar mi piel, cerré mis ojos y esperé a que el final llegara a mi vida.
Pero este final nunca llego.
Solo escuche un grito, feroz y atemorizante.
Pronto el silencio hizo presencia.
—Majestad —algunas personas murmuraban con temor aquello, escuche suspiros desesperados y la espada ser retira de mi cuello
El guardia se colocó de rodillas reverenciando.
Pero ¿a quién?
No me atrevía alzar mi rostro y ver al causante de este atemorizante silencio.
Solo escuche pasos.
—¿Qué planeas hacer, Cameleo? —fríamente cuestiono aquel desconocido hombre
—Majestad, no espera su llegada —titubeo mi padre como respuesta
—¿Acaso no puedo venir a tu reino? —rápidamente mi padre respondió
—No, majestad. No quise decir aquello. Solo me encuentro sorprendido
—Entonces ¿qué planeabas hacer? —preguntó el susodicho
Pude tomar un respiro, mi corazón seguía palpitando con fuerza y no pude parar mis lágrimas. Ellas seguían brotando, una a una, reflejando mi dolor. Aunque el silencio era atemorizante pude sentir una pizca de paz y yo me cuestionaba: ¿Por qué lo sentía?
—Majestad, yo… —pero la respuesta de mi padre fue cortada por la feroz voz del hombre desconocido
—¡Cállate! —el guardia que yacía a mi lado, sin alzar el rostro, tembló— ¿Qué le hiciste? —pregunto con temor el hombre
Mi padre prefirió el silencio.
Entonces sentí aquellas manos tomar delicadamente mis brazos como si tuviera temor a romperme, ayudada por aquellas manos logré ponerme de pie y sentir mis piernas flagear adoloridas. Sus dedos fríos acariciaron la piel de mis brazos, suavemente y en silencio.
—Pequeña Sol —pronuncio mi nombre con anhelo y felicidad, aquello causo extrañeza en mi corazón— ¿qué te hicieron? —sentí sus dedos abandonar la piel de mis brazos y posarse pronto en mi barbilla, la sostuvo suavemente y alzo mi rostro
En esos segundos observe fijamente sus misteriosos ojos. Sus palabras quedaron en el aire siendo llevadas por el viento, escuche mi corazón palpitar con fuerza y el miedo desaparecer de mi cuerpo.
¿Quién era aquel hombre que trajo el silencio y miedo a mi padre?
Sus dedos acariciaron mis mejillas, no vi en sus ojos asco ni pena, vi felicidad y el miedo desapareció cuando una sonrisa se plasmó en sus labios. —Mi pequeña Sol, tus lágrimas lastiman mi frío corazón —su voz era ronca y cálida, tan distinta a las demás Poseía cabellos grisáceos, largos y brillantes. Sus ojos teñidos color carmesí, sus labios rosados y delgados. Su piel deslumbraba bajo el sol, mis ojos hipnotizados recorrieron su rostro con detenimiento, algunas marcas se podían notar sobre su piel. Marcas de guerra. En su raza las marcas de guerra eran algo valioso, demostraban su valentía y ferocidad al pelear. En mi raza eran signo de vergüenza, signo de que tu belleza es nula. ¿Por qué no podía dejar de mirarlo? ¿Por qué me sentía en paz ante su toque? De pronto sus bellos ojos dejaron de observarme para posarlos en la persona que yacía detrás de mí, mi padre y como el enojo se reflejaba en ellos. El rojo intenso incremento como si fueran llamas ardiendo en el interior d
Lentamente mis ojos se abrieron, un aroma suave y cálido invadió mis fosas nasales. ¿Dónde estaba? —me cuestione mentalmente —Sol tranquila —gire mi rostro cuando escuche la voz suave y relajante de Guadalupe. Ella me observaba con ternura, sus cristalinos ojos contenían con tristeza lágrimas—. Estas a salvo —murmuro acercando su mano hasta mi mejilla, dejo una suave caricia sobre mi cicatriz y sentí calidez ante su toque —¿Qué paso? —cuestione, mi garganta quemaba exigiendo líquido junto a mis resecos labios —Todo acabo —respondió ¿Todo acabo? ¿Qué significaba aquello? A mi mente llegaron aquellos momentos fuera de esta alcoba, las frías palabras de mi padre, aquel hombre, sus ojos y luego cuando poso sus labios sobre los míos. Él me había besado y yo no sentí miedo. Decidida me incorpore en la cama sintiendo estremecer mi cuerpo ante una suave brisa que rozo mi piel desnuda, siendo ayudada por Guadalupe logre sentarme sobre las sábanas blancas de mi cama y girar mi rostro ha
Mis labios temblaron y él seguía esperando alguna respuesta. —No —respondí, sus dedos se alejaron de mi mejilla y con los labios entreabiertos me observo—. Lo lamento —susurre atemorizada, segundos después agache la cabeza Esperaba un grito feroz de su parte, un insulto, algún golpe o simplemente el silencio, pero no podía mentir ante aquello. No quería un matrimonio como agradecimiento, yo quería amar y conocer que era el amor. Aunque nunca me cuestione sobre aquello ni lo soñé, ahora que podía sentir la brisa acariciar mi piel y sentirme cerca de la libertad quería conocer el amor. Sentirlo. Vivirlo. —¿Por qué? —cuestiono serenamente —Porque deseo conocer el amor —una lágrima surco mi mejilla y mi corazón fue atormentado por adoloridas palpitaciones—. ¿Acaso usted no desea amar? —Yo siento ahora el amor, —lentamente respondió— aquella mujer apareció en mis sueños y se apodero de mi frío corazón. Esa mujer es tan bella ante mis ojos que me odio por no haberla protegido antes d
Abrí mis ojos a un nuevo día, con aquellas palabras rondando mi mente peiné mis cabellos en silencio y observé algún punto de mi alcoba totalmente perdida. ¿Qué quiso decir aquella voz? “Sigue la voz, ellos esperan por ti.” ¿Quiénes esperan por mí? Todo aquello era confuso y no podría encontrar respuestas, porque la voz tal vez no volvería aparecer o solo era producto de mi mente. —Alteza —me sobresalte ante la voz cantarina de Macarena, ella ingresaba a mi alcoba con una sonrisa cálida en sus labios y una mirada radiante—. Buenos días —pronuncio cuando mi atención se centró en ella —Buenos días —correspondí su saludo —Tengo buenas noticias, alteza. El desayuno de hoy será en los jardines del palacio —mi corazón palpito con fuerza ante sus palabras—. ¿Se encuentra bien? Ante su pregunta me di cuenta que la observaba con horror y miedo. No me imaginaba mi presencia entre los jardines con las miradas de los presentes atentos a mi cicatriz o las preguntas incómodas embargando mi m
Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón. ¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable. —Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente Negué rápidamente. —No sin ti —solté con dolor Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz. Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba co
La tarde fue acompañada de la cantarina voz de Macarena, ella me narraba como los guardias del príncipe Caleb miraban con curiosidad sus movimientos. Ella se sintió intimidada, pero pronto dijo que no pudo notar morbosidad en sus miradas sino una indescriptible emoción. Macarena era alguien que normalmente poseía un sonrojo en sus mejillas, la inocencia deslumbraba en su mirada y yo temía que alguien rompiera su corazón. Intente concentrarme en escuchar sus palabras, pero mi mente estaba en otro lado sintiendo aún aquel hormigueo que dejo el toque de Caleb sobre mi piel y sus ojos observarme con intrigando. Pude notar que la personalidad intimidante del príncipe tal vez solo era una máscara que portaba en el campo de batalla porque sus ojos reflejaban tanta paz y comprensión, brillaban cuando sus labios curvaban una sonrisa o cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. —Alteza —gire mi rostro apresurada cuando escuche el llamado de Macarena, me percate que había estado con
Un sonido chirriante fue emitido por aquella inmensa puerta, Macarena embozo en sus labios una sonrisa para luego pronunciar. —Alteza ¿usted está nerviosa? —sonreí ante la pregunta de mi doncella, asentí suavemente mientras sentía la tela negra cubrir mi rostro nuevamente El despertar había sido tranquilo con un aura de inquietud rondando mi cuerpo, no podía olvidar aquellos incandescentes ojos vigilarme desde la oscuridad o aquel misterio que escondía el bosque maldito. Sin duda era digno adentrarse al espeso bosque y averiguar sus secretos, pero algo me detenía y no sabría describir que era ese “algo”. Escuche una voz ronca pronunciar el nombre de Caleb con respeto y orgullo, el nombrado correspondió con un saludo habitual de un príncipe temerario e intimidante ante su pueblo. Por unos segundos el carruaje freno, pero luego continuo con su camino. El bullicio de aquel reino resonaba por doquier, se escuchaban voces hablar con apresuramiento, otras deslumbrar sorpresa y algunas v
Entonces el silencio se tornó desesperante. Caleb caminaba sosteniendo mi mano, sus facciones reflejaban frustración y frialdad como si estuviera teniendo una batalla interna consigo mismo. Tal vez estaba atormentado por la próxima charla con su padre o algo lo molestaba. —Majestad —lo llame— ¿cómo se llamaba aquella mujer que yacía junto al rey? —Caleb me observo fugazmente, sus labios formaron una sonrisa ladina y respondió —La segunda esposa de mi padre, Josefina Khams —¿Segunda esposa? —Caleb soltó una corta carcajada ante mi pregunta y yo me sentí demasiado confundida ante aquella acción Nunca pensé que un rey podía tener dos o más esposas y menos si aquel rey era el mismísimo Fermio. Intimidante y frío como era descrito por el mundo. —Hay reglas que aún no conoces princesa Sol —contesto ante mi silencio Deje de observarlo y pose mis ojos en cada cosa que se cruzaba en nuestro camino. Desde los bellos cuadros hasta adornos