La furia de Andrew estaba por encima de los aires. Ya no sabía si lloraba de rabia o de verdad dolía toda la información que estaba en su cabeza. Se miraba así mismo como un objeto sin futuro y sin función.

Nada y a la vez todo.

—Veo que ya te has dado cuenta de todo —se escucha a lo lejos—. Te sorprendería todas las cosas que has hecho, eres todo un capo.

—¿Qué haces aquí? —dice casto y breve.

—Sentí que me necesitabas y vine a ver qué estaba sucediendo. Hace mucho no teníamos una plática tan directa, Andy.

—¿Dime dónde la tienes? —Mira al espejo que está frente a él.

—¿Tener a quien?

—Donde tienes a Alexia —exige.

—¿A la pelinegra? Oh, yo no la tengo.

—Mortem…

—Tengo años cuidando de ella y me acusas de secuestrador —se hace el ofendido—. Tu te has refugiado en tu estúpido trabajo de forense para no saber de ella. ¿Y me acusas a mí? Vaya hermano.

—¿Dónde está?

—Te llevaré con una condición. Déjame al frente.

(...)

Las luces tenues, el olor a viejo y a putrefacción. Todo es tan extr
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