EL JUEGO DEL NERD
EL JUEGO DEL NERD
Por: Ethan Choi
Capítulo uno

Tiempo atrás

D E S C O N O C I D O ( V I L L A N O  X )

«Dos años más. Estoy a mitad de esta prisión de cuatro años a la que llaman escuela secundaria. Puedo hacer esto.» Dije en mi mente varias veces como un mantra mientras entraba por la puerta.

Miré alrededor de la cafetería llena de gente, toda la escuela estaba en el almuerzo y los asientos parecían estar ocupados en su totalidad. No estaba de humor para almorzar, no después de las devastadoras noticias que recibí esta mañana.

Si una cosa aprendí sobre la escuela secundaria, fue que nunca debes mostrar tus verdaderos sentimientos. Pase lo que pase, la gente siempre te juzgará por ello. Si les cuentas tu sufrimiento, lo verán como una debilidad y lo usarán en tu contra. He visto a personas ser molestadas casi todos los días; diablos, incluso a mí me intimidaron durante la escuela primaria. Mientras que todos contaban con una bonita lonchera, yo tuve que usar una bolsa de papel; en ese tiempo me señalaron con el dedo y se burlaron.

Una voz interrumpió mis pensamientos y volteé para ver quién me llamaba.

—¡Oye, ven y siéntate con nosotros! —Una chica pelirroja con el uniforme de animadora de la escuela me saludó con la mano. Su nombre es Cassandra y es la líder de las porristas. Por lo general no me asociaba con ellas, ya que en realidad no se juntaban con los demás, excepto con el equipo de fútbol. Pero en una ocasión especial, como hoy, cuando sentían que necesitaban hacer una obra de caridad invitando a otros estudiantes a sentarse con ellos, me invitaban a su mesa.

Parpadeé para contener las lágrimas y me dije a mí misma que el hecho de que el médico encontrara un tumor en el cerebro de mi madre, ayer, no dolía. Puse una gran sonrisa mientras caminaba hacia ellas.

Solo quedaban unas pocas mesas de distancia cuando cuatro figuras llamaron mi atención. Al igual que yo, caminaban hacia Cassandra. Por un minuto me quedé aturdida mientras los veía avanzar con confianza, como si pudieran derribar todas las paredes para despejar su camino.

Autumn, Jess, Norma y Mey. Ésos eran sus nombres. Han sido amigas desde que tengo uso de razón. Si había algo que quería más que dinero para el tratamiento de mi madre, era lo que ellas: una amistad real.

Para cuando llegué a Cassandra, Autumn estaba poniendo su comida junto a la de la chica en la mesa. Se volvió para mirarme y sonrió a modo de disculpa mientras levantaba su bandeja.

—¿Te vas a sentar aquí? Lo siento, no lo sabía. Solo voy a buscar otro lugar para sentarme.

Estuve a punto de decirle que podía ocupar el asiento ya que no tenía ganas de comer de todos modos, pero Cassandra se puso de pie y sostuvo la bandeja de Autumn.

—No seas tonta. Estás sentada aquí. —Cogió la bandeja y la volvió a poner sobre la mesa. Al darse la vuelta, levantó las cejas y puso ambas manos en las caderas mientras me miraba con una sonrisa falsa en su rostro—. Tú, sin embargo, buena suerte para encontrar un asiento.

       ¡¿Qué demonios?!

La ira hirvió dentro de mí. Por el amor de Dios; en primer lugar, ella fue quien me invitó a unirme.

Autumn pareció molesta por la actitud de Cassandra. Se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—No seas grosera, Cass.

—Bien —dijo la animadora pelirroja al apretar los labios antes de fingir otra sonrisa—, puedes sentarte con nosotros mañana. ¿Está bien, cariño? —No había duda de que con eso quiso decir lo contrario.

Autumn la miró no satisfecha con su respuesta, pero yo simplemente me encogí de hombros como si no fuera gran cosa y me alejé. Encontré un asiento vacío en la esquina de la habitación. Una niña estaba sentada allí, sola. La mesa de la esquina no era exactamente de primera clase, nadie quería comer allí ya que estaba en el otro extremo de la cafetería y cerca de la estación de limpieza.

Mientras me acercaba, noté que los alimentos de su bandeja no habían sido tocados. Dejé escapar un suspiro. Quizás ella estaba teniendo un mal día, como yo.

—Oye, ¿este asiento está ocupado? —le pregunté, suavemente. Si ella decía que sí, estaba lista para tirar mi bandeja en la estación de limpieza para terminar con eso.

Ella miró hacia arriba y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba llorando. Dejé rápidamente mi bandeja sobre la mesa y me senté a su lado.

—Oye, ¿qué pasa? ¿Estás bien?

Una débil sonrisa apareció en su rostro.

—No lo sé.

—Dime qué pasa. Tal vez yo pueda ayudar. —Cogí su mano y le di un suave apretón.

Ella sacudió su cabeza.

—No creo que nadie pueda. —Apretó los labios con fuerza mientras hacía todo lo posible por no desmoronarse.

—¿Quién dijo que soy cualquiera? —Sonreí—. Soy tu amiga. Tengo la sensación de que seremos las mejores amigas.

Esta vez, me ofreció una sonrisa genuina y lo tomé como una buena señal.

—Ni siquiera sabes mi nombre.

—Bueno, entonces dime. Y dime quién te hizo llorar porque me aseguraré de que paguen por lo que te hicieron.

Estaba haciendo planes de venganza mientras ella iba al baño. Vi al nerd canadiense sentado a dos mesas de distancia; junto a su bandeja había un libro abierto en el que sus ojos estaban enfocados. Aunque su cuerpo estaba ahí, sabía que su mente se encontraba en otra parte. Estaba demasiado ocupado en su propio mundo para darse cuenta de que lo observaba.

Llevé mi atención a las mesas en el centro donde estaban los deportistas y las porristas, en ellas encontré a un chico rubio sentado en la mesa de los primeros. A diferencia del otro, no se reía de las bromas de los demás ni de las propias. Simplemente estaba comiendo su hamburguesa, ocupándose de sus asuntos. Cada pocos segundos se volvía sobre su hombro hacia la mesa de porristas. Por un momento pensé que estaba enamorado de una de ellas, pero cuando miré con más atención, me di cuenta de que no estaba viendo a ninguna animadora. Estaba observando a Autumn Summers.

Cuando la chica se paró y caminó hacia el apuesto mariscal de campo, Luke, sus ojos nunca la dejaron. Todavía estaban sobre ella mientras hablaba con el aludido.

Caray, qué repugnante.

Dejé que mis ojos vagaran de nuevo. Había una chica rubia que seguía robando miradas a los niños populares, una maestra que agachaba la cabeza porque no le gustaba a nadie y un chico que no parecía encajar.

Mi acompañante regresó con una sonrisa de disculpa.

—Lo siento. Hay una larga cola en el baño. —Ella miró mis alimentos casi intactos—. ¿Ya terminaste?

Asentí.

—Si, vamos. —Cogí la bandeja y la dejé en la estación de limpieza. Mientras caminábamos, finalmente descubrí lo que tenía que hacer—. ¿Sabes? No necesitamos hacer el trabajo sucio.

Ella me miró con una ceja burlona.

—¿Qué estás diciendo?

—Podemos tener secuaces. Muchos de ellos. Al igual que Gru, podemos hacer que hagan el trabajo sucio mientras nosotras nos sentamos y vemos arder el mundo.

Se quedó callada por unos segundos y pensé que tal vez querría cancelar todo. Sin embargo, cuando estuve a punto de hablar, dijo—: ¿Cómo encontrar a nuestros secuaces? Dudo que alguien quiera hacer algo por nosotras. No somos exactamente las niñas populares.

—Cariño, lo que aprendí de la vida es que las personas no trabajan gratis. Pero cuando lo hacen, trabajan por la causa. Solo tenemos que saber lo que quieren a cambio. Y tal vez, incluso logremos encontrar gente que quiera destruirlos tanto como nosotros .

Ella rio.

—Pareces una mente maestra. —Una sonrisa traviesa apareció en su rostro—. ¿Conoces a alguna de estas personas?

Asenti.

—Creo que lo hago.

¿Quién diablos es este misterioso Villano X? Sigue leyendo para averiguarlo (;

▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

Autumn

—No. ¡No hay manera en el infierno de que vaya a hacer eso! —exclamó mi yo inocente de catorce años. No supe cómo diablos la situación tomó otro giro.

Un minuto lo estaba reprendiendo por ser un puto infiel, pero al siguiente instante, se convirtió en vendedor y me dijo todas las razones por las que debería engañar o tener una relación abierta.

Mi hermano, alias Steven, el gran tonto, entornó sus ojos café.

—Créeme, Autumn. Esta mierda es buena: Por un lado tienes este novio increíble que te entiende mejor que nadie más. Por el otro, tendrás una vida sexual increíble con alguien más que te conoce mejor en la cama. —Si no fuera tan jodidamente alto, definitivamente golpearía su hermoso rostro.

—Eso sigue siendo asqueroso. —Le hice una mueca, recordando todas esas veces que las chicas entraron y salieron a escondidas de su habitación. Nuestros vecinos podrían pensar que teníamos un burdel. A mamá no le importó ni a papá tampoco. Conociendo a Steven de adentro hacia afuera, estuve dispuesta a apostar cien dólares a que a él tampoco le importaba un carajo. Probablemente yo era la única persona cuerda en esta maldita familia.

Vi a mi hermano poner los ojos en blanco, de nuevo, y en silencio deseé que sus ojos no volvieran nunca.

—¿Sabes lo que es asqueroso? —Se inclinó hacia adelante y puso su mano derecha sobre mi hombro izquierdo—. Mamá y papá. ¿Y sabes por qué sucedió? Porque ninguno de los dos estaba satisfecho con su vida sexual. —Movió la comisura de sus labios y me dio una mirada mordaz.

Steven no estaba del todo equivocado, en el fondo lo sabía. Cómo papá y mamá nos tuvieron era un misterio, al ver la falta de afecto entre ellos. Sin embargo, no había manera en el infierno de que admitiera eso. Después de todo, seguía siendo mi hermano mayor. Y mi trabajo como su hermana pequeña era fastidiarlo tanto que quisiera arrancarse el pelo. Además, no estaba en mi naturaleza dar marcha atrás.

—Incluso así, es asqueroso. —Me encogí de hombros y arqueé una ceja tratando de mirarlo hacia abajo, lo cual era bastante difícil considerando la diferencia de estatura.

Él resopló.

—Sí, claro. —Sonriendo como si pudiera predecir el futuro, agregó—: Ya veremos, pequeña hermana. Veamos cuando no tengas catorce años y el sexo se convierta en parte de tu vida.

Mi única reacción fue infantil cuando saqué la lengua y salí corriendo.

Poco sabía yo que mi hermano era un adivino. Que me estaría tragando mis propias palabras, que me convertiría en una hipócrita.

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