Capítulo setenta

A U T U M N  S U M M E R S

Unos treinta minutos después, mi papá y Steven entraron a la casa. Pasaron junto a todos los demás y se acercaron a mí en cuestión de segundos.

—¿Estás bien? —preguntó mi papá con sus ojos llenos de preocupación.

Antes de que pudiera responderle, Steven me dio un abrazo.

—¡Dios, estás bien! ¡Estoy tan feliz de que lo estés, hermanita! —Dio un suspiro de alivio.

—Estoy bien, papá —le respondí amortiguando el abrazo de Steven.

Mi hermano finalmente me dejó ir y fui a abrazar a mi papá.

—No te preocupes, cariño, no dejaré que los que te hicieron daño se salgan con la suya —juró mientras sus brazos me sostenían con fuerza—. Alex, —gritó—, Ayúd

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