Capítulo 37: Sin clemenciaMagnus abre los ojos sintiendo el peso del mundo y el vacío de ya no tener ni siquiera el olor de Daphne en su almohada. Se sienta en la cama con las ganas de terminar con su vida, pero Barton parece empeñado en no dejarlo llevar a cabo su único propósito en la vida.«¡Eso es de cobardes! Si fuiste capaz de someterla a humillaciones y dolores injustamente, ahora tienes que aguantarte como el macho vengativo que decías ser», se dice a sí mismo en aquella parte dura que aún le queda.Pero él no es cobarde.Si al menos Daphne estuviera viva…Si ella estuviera viva, no tendría ningún problema de vivir con sus tormentos, pero ese es el problema. ¿Para qué quiere vivir todo aquello si ella no estará para ver cómo se hunde? El mejor lanzarse de una vez al fuego eterno del infierno, donde podrán castigarle como realmente se merece.—Buenos días —la voz de Barton atrae su atención y posa sus ojos en él—. Creo que los calmantes están haciendo efecto al fin, anoche dor
Capítulo 38: Papá… te necesito Una vez que la ambulancia que los interceptó en el camino llega al hospital, Barton entrega rápidamente sus antecedentes y llama a Dalila. A pesar de que no ha hablado con ella en varios días, esto es algo que realmente debe enterarse y no puede dilatar. La mujer se tarda un poco en contestar y recién a la tercera llamada responde como si estuviese cansada. “Barton… No es bueno que me llames… —Créeme que, si no fuera un asunto de vida o muerte, no lo haría porque no tengo interés de tener contacto contigo. Solo te llamo desde el hospital. “¿Le pasó algo a mi padre? ¡¿Tú estás bien?! —Es Magnus, se tomó las pastillas que quedaban en el frasco y… acaba de entrar con el doctor, quien está haciendo todo para salvarle la vida. “¡Oh, por Dio! Pero ¿cómo es posible? ¿No se supone que tú lo estabas cuidando? ¡¿Cómo demonios se tomó el frasco de pastillas sin que te pudieras dar cuenta?! —Yo… Yo solo me descuidé dos minutos —Se pasa las manos por el rostr
Capítulo 39: Donde pertenezco Barton continúa con la misma rutina de todos los días de cuidar a su amigo, por lo que cerca de las 8:00 de la noche llega al hospital y se encuentra con que Dalila aún está allí. La imagen de la mujer le causa un escozor. Está acurrucada en el sofá sin dejar de mirar a Magnus, quien permanece dormido en la cama. Quiere tantas cosas, pero sabe que ninguna de ellas sería buena. —Debería irse a descansar, señora, después de todo está embarazada y no creo que su esposo desee que ponga en peligro la salud de su hijo —ella lo mira con una sonrisa cargada de tristeza y asiente. —¿Tú vas a quedarte con él? —Ni aunque se quede en un hospital puedo zafarme de esto. Mi destino está atado a este idiota —Dice sentándose en una silla al lado de la cama, tratando de ponerla como barrera para no lanzarse hacia Dalila y abrazarla como quiere. —Muchas gracias por todo lo que estás haciendo… Por favor, si durante la noche despierta o sucede cualquier cosa, llámame. —
Capítulo 40: SilencioEl carrito con la comida se acerca lentamente con ese chillido característico por la falta de mantenimiento de las ruedas. Algunos ojos, los más lúcidos, lo miran con alegría, algunos con molestia, otros con miedo.Pero hay un par de ojos que ni siquiera lo notan, porque en su mundo solo hay un sonido que se repite una y otra vez.Cuando dejan la bandeja frente a la mujer y la enfermera nota que no hay una reacción de parte de ella.—Lucía, tienes que comer —le dice con firmeza y la chica a su lado le dice con molestia.—No va a comer porque la regañes, yo me encargo, tú vete a joder a los locos de la esquina, esos necesitan de tu odiosidad para que no tiren la comida. La mujer va a replicarle, pero la chica le pone cara de advertencia y decide mejor marcharse de la mesa. La chica se acerca a Lucía, le coloca un mechón de cabello tras la oreja y le dice con cariño.—Vamos, bella, tienes que comer un poco… tú lo necesitas más que cualquiera de los que está
Capítulo 41: El interruptorLos días de Lucía se van entre la bruma del dolor y el querer recordar quién es, pero más que busca en su mente, no hay nada.Su vida parte desde el día en que se despertó en una casa maloliente, en donde una mujer de unos cuarenta años le pasó una ropa descarada y quería llevarla a un antro de mala muerte para venderla al mejor postor como dama de compañía por una noche o las que quisieran pagar.Pero en el instante en que la mujer vio que tenía un problema, la mandó a pedir limosnas a la calle. Una semana después la pobre comenzó a tener náuseas, vómitos, lo que le dijo a la mujer que estaba embarazada y eso era mejor, para pedir dinero mientras más pena diera, era mucho mejor.Y en medio de todo eso, Lucía como le puso la mujer, se desmayó luego de pelear con un chico por el dinero que había recaudado. Un auto se detuvo a su lado y antes de que la mujer pudiera ir por ella, cuando vio que un hombre con un arma escondida dentro de su traje se la llevaba,
Capítulo 42: Esperanza No hay manera de que la quiten de su lado, hasta que unos brazos fuertes y cálidos la rodean, la levantan a pesar de que ella pelea para que la suelten, pero cuando ve que es Fernando quien con su rostro bañado en lágrimas y mirando a su hermana dormida para siempre por su propia mano, solo se aferra a él y llora. —Tranquila, pequeña… es lo que ella quería, alejarse del dolor… por más que yo quisiera curarla, si Facunda no lo quería, eso jamás iba a suceder. Fernando se refugia en un abrazo que se interrumpe cuando llega el equipo forense para llevársela. Él mismo ayuda a colocarla en la bolsa negra con que protegerán su cuerpo y antes de que la cremallera oculte su rostro, deja un suave beso en su frente. —Te prometo que seré feliz por ti… y que nunca dejaré sola a Lucía, sea cual sea el camino que tome en su vida, no la dejaré. Nos vemos en el cielo hermanita. Fernando se encarga de llevarse todas las pertenencias de su hermana y de sacar a Lucía de allí,
Capítulo 43: «Te lo juro»Tras el funeral, Lucía se preparó para que la llevara de regreso a la clínica, pero cuando vio que Fernando conducía de regreso a casa, no dudó en preguntar.—¿No… clínica?—No —responde él con firmeza sin dejar de ver el camino—. Mi hermana me dijo que en ese lugar no te tratan bien y sin ella… no estaré tranquilo por tu seguridad. Prefiero llevarte conmigo y si tú así lo quieres, ayudarte a buscar a tu familia.—No… tengo familia… creo.—Cuando te encontramos estabas pidiendo dinero, ¿era por ti misma o por alguien más?—Una… mujer —Lucía cierta los ojos, respira profundo y se dice a sí misma que con él puede tener confianza, que puede hablar sin miedo, por lo que vuelve a hacerlo, pero con suavidad—. Ella no es nada mío, siempre me decía que se arrepentía de salvarme.—¿Salvarte? ¿Nunca te dijo de qué?—No, sólo que me salvó pensando que podría sacarme provecho… —en ese punto ella se mira las manos y Fernando se detiene porque comienza a llorar desconsolad
Capítulo 44: La cobranza de un juramentoY mientras, en la hacienda, todo es un completo caos en el intento de Magnus de acabar con su vida.Cuando Dalila vio a su padre colgando del balcón, solo atinó a correr a la escalera y gritar por ayuda. Las chicas del servicio alertadas por la situación actuaron rápidamente y lo único que se les ocurrió fue voltear las macetas de los arbustos y lanzar los delgados cojines de uno de los sofás de la terraza.Pero, aunque amortiguó un poco la caída, no evitó que se golpeara el cuerpo y que quedara inconsciente.—¡Llamen a la ambulancia de una vez! —grita Dalila desesperada y cuando llega abajo corre para ver a su padre—. ¡Magnus Katsaros! ¡¡Te prohíbo que te mueras, ¿me oíste?!! ¡¿Cómo demonios se supone que yo puedo seguir sin ti?!Uno de los hombres llega corriendo con ellos y comienza a aplicarle primeros auxilios, lo revisa por todos lados buscando alguna herida, pero solo tiene algunas magulladuras por las ramas de los arbustos.—No es la me