Capítulo 4

Sabía que no se encontraría en su casa, así que se fue directamente a su oficina. Kalem trabajaba en una empresa de bienes raíces, que tenía algunos negocios con el mundo empresarial. Cuando llegó a la recepción, una bonita secretaria, la miró y con una sonrisa en los labios, le explicó a qué piso debía ir. Era la primera vez que lo visitaba en su trabajo. No le gustaba molestarlo… Pero esa ocasión lo ameritaba. Sus hermanos se habían complotado para pedirle ayuda a ese infeliz, sin tener en cuenta el dolor y el odio que Carlisle Stone causaba en su hermana. Subió al ascensor y a los pocos minutos llegó al noveno piso. La estancia era bastante acogedora. Se acercó a una de las tantas secretarias.

—Buenos días señorita — dijo Eleanor. — podría decirme cuál es la oficina del señor Kalem Green? —

—Es la última de la derecha — Eleanor le agradeció y se encaminó hacia el lugar. Al llegar, otra secretaria un tanto más bonita, la miró expectante. Ella se había quedado bloqueada… Kalem le había dicho que su secretaria era una mujer insulsa y de mucha edad.

—¿Buenos días, señorita en qué puedo ayudarla? — dijo la chica.

—Buenos días, estoy buscando al señor Green…

—¿Tiene cita?

—No… creo que su novia no necesita cita… — dijo de manera cortante. La muchacha la miró.

—Perdón señorita… entiendo que usted, es la novia del señor Green, y por supuesto no necesita cita. Sólo le pregunto porque…

—Mira — suspiró — lo siento, no es un buen día para mi, ¿sabes? No tengo cita…

—Eso explica… —ella la miró sin entender. — el señor Green no se encuentra… Y — miró al reloj — dudo que pueda verlo hasta dentro de dos semanas. — Eleanor se puso pálida de repente.

—¿Qué?

—Verá usted… señorita…

—Rose.

—Si, señorita Rose — sonrió. — al señor Bradsford, presidente de la compañía, le urgía hacer una investigación sobre unos terrenos en donde construirán un resort… y bueno, el único disponible era el señor Green…

—Pero él no me dijo nada — dijo con voz apagada.

—Porque ha sido un viaje arreglado hace una hora. El señor Green casi se fue con lo puesto, y en el avión particular del señor Bradsford. Lo siento. Si llama ¿quiere que le de algún mensaje?

—No… gracias. Buenos días.

—Adiós — dijo la secretaria y retomó sus tareas. Se sintió estúpida… su novio, se había marchado y no se había molestado en despedirse. Dos semanas, tardarían en verse… Se sintió vacía y sola, por primera vez en su vida.

La mañana en que tendría que ver a su antiguo amigo, no comenzó bien para Emerson Rose. Al llegar a la mesa de la cocina, se topó con unos ojos castaños, que lo fulminaban de odio. Eran los de su hermana. Y luego al querer ver otros ojos castaños, esos que complementaban la belleza del rostro de su mujer, se encontró con una mirada de reproche, y esto le hizo preguntarse “¿Y ahora que hice?” Se sentó en la silla lejos de su hermana y decidió desayunar en silencio. Eleanor no tenía intención de hablar con ese “traidor”. Desayunó en silencio y sin más, salió de la cocina, subió las escaleras y se metió en su habitación dando un portazo. Emerson bufó… la rubia era tan terca como él. Miró a su Farrah, que aún no le dirigía la palabra, pero que lo miraba de arriba abajo. Terminó de tomar el último sorbo de té, y volvió a mirarla.

—¿Me vas a decir por qué estás enfadada?

—¿Irás vestido así? — él miró su vestuario. Tenía puesto unos jeans desgastados y una remera roja debajo de una camisa a cuadros. No llevaba zapatos, tenía puestas unas zapatillas.

—¿Farrah, quieres que me ponga el traje de gala? — preguntó torciendo los ojos. — ¡así estoy bien!

—Deberías ponerte el traje que te dejé en la silla, cerca de…

—¡No me pondré ese traje! — bufó. — lo mejor será ir como soy… sin ningún disfraz. Tengo que hablar con Carlisle, no con la Reina de Inglaterra.

—Para algunos, es lo mismo… — dijo ella.

—Para ti, quizás…

—¿Qué quieres decir?

—Que parece que te arrepientes… — y entendió que eso lo dijo en voz alta, porque su novia lo miró con rabia.

—¿Qué insinúas? — él no dijo nada. La muchacha se acercó amenazadoramente. — ¡Ya lo soltaste, termina tu frase! — Él se levantó.

—Parece que te diste cuenta, cuál de los dos vale la pena ¿no? — la miró triste. Farrah se acercó, y seria, le dio un tremendo bofetón. El rostro de Emerson enseguida se tiño de rojo. — ¡Eso dolió!

—¿En verdad? — él asintió.  — ¡me alegro! ¡Nunca más vuelvas a decir eso Emerson Rose¡ ¡Yo no me arrepiento de nada, ¡elegir a alguno de ustedes, estaba fuera de mi mente ¡Siempre fuiste tú! Carlisle es como mi hermano, nunca pude verlo con otros ojos. Pero tu… eres un necio, insensible y mejor vete, porque te juro que si te sigo viendo esa cara de idiota de la cual me enamoré, saco la varita y te dejo… — la chica le dio un beso corto y se perdió en las escaleras.

—Definitivamente Emerson Rose, tienes un don especial para regarla!

Carlisle bajó de su BMW M3, color plata, y se encaminó hacia el elevador. Saludó a los que estaban dentro y, sin decir más, se hundió en su agenda electrónica, tratando de saber qué tenía planificado para la jornada. “El mismo aburrido y rutinario día de siempre…” suspiró. Anoche había estado con Sara… sólo un rato porque ella ya lo asqueaba. Se convenció que debía encontrarse otra amante. Una que al menos lo hiciera sentir que el desvestirse y follarla valía la pena… Pero con Sara, ni eso sentía. Su teléfono móvil sonó. Tenía el auricular de manos libres en su oreja. Era David… tenía un problema con Sandra y no llegaría a la oficina hoy. Carlisle bufó, y cortó el teléfono sin decir nada. Estaba llegando a su oficina. Sin David, el día sería agotador… al menos no tendría tiempo para pensar en nada, ni en nadie. La puerta del elevador se abrió y se encontró de frente con su secretaria. Ella mostró una gran sonrisa, el sólo la miró y le pidió el periódico bruscamente.

—¡Buenos días señor Stone! — dijo ella.

—¿Algún mensaje, Rowling? — preguntó si responder al saludo.

—Si, llamó el señor Bradsford… su empleado ya está en la locación, tomando las muestras del suelo para comenzar la obra.

—Bien — dijo desganado.

—El señor Beckett también llamó…

—Él ya lo hizo a mi teléfono, sé que no vendrá a trabajar. ¿Algo más?

—Si, la señorita Matthew…

—Borra ese mensaje… y por última vez… —la miró duramente. — ¡No vuelvas a darme mensajes de esa mujer! Sabes que no quiero…— se paró en seco. Al llegar a su oficina, vio algo que lo conmocionó. Sentado en la sala de espera cerca del escritorio de su secretaria, se encontraba la persona que nunca pensó que iba a encontrar ahí. Por un momento sintió una alegría indescriptible al verlo… pero rápidamente, volvió al semblante sombrío y carente de sentimientos. El que una vez fue su mejor amigo, su hermano, lo estaba esperando.

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