Capítulo 1 parte III

El pasillo hacia la morgue se extiende como un túnel de pesadilla, su fría atmósfera envuelve todo en un aura tenebrosa. Las paredes grises absorben la luz de las bombillas, apenas ofreciendo una débil iluminación que parece destinada a desvanecerse en cualquier momento. El gélido ambiente se cuela por los huesos, aunque la ausencia de ventanas no debería permitirlo, como si el propio lugar exhalara un frío más allá de la comprensión humana.

El comandante de la policía informó que la persona que tenía los datos, era el forense. Después de todo tiene que hacerse la fuerte a un lado de su madre, quien estaba aferrada a sus brazos, casi encaja sus uñas. 

Primero su padre y ahora su hermana. 

Si a Alexia le dolía, no quiere ni imaginarse el dolor que siente su madre. Quizá para la muerte de un esposo existe la palabra viuda, pero para la muerte de un hijo, no existe alguna denominación porque ni el mismo dolor era indescriptible para una persona.

Pasaron un par de pasadizos más para llegar frente a la habitación que decía “Morgue” y más abajo “Sólo personal autorizado”. Al fondo se ven más policías custodiando y algunos hombres de traje. 

—Por protocolos de investigación, se les tiene que colocar una ropa especial y guantes —explica el comandante Herrera—. No queremos perder huellas o algún rastro que esté en el cuerpo de la señorita Lucía.

—Entendido —responde Alexia.

Las puertas se abrieron de par en par y frente a ellas está una mesa metálica con los objetos que deben colocarse: una bata quirúrgica, guantes de látex, cubrebocas, una cofia y por último una careta de plástico transparente. Alexia pasa la bata por su cuerpo alistándose para reconocer los restos o lo que queda de su hermana. A su lado, su madre parece estar en un limbo, su cuerpo se mueve, pero su cabeza no está totalmente aquí. Así que, Alexia con mucho amor se dispuso a ayudarle y casi impregnando su energía positiva diciéndole que ella está a su lado, que no la deja sola en esto. 

Su madre sólo asiente y sonreía sin mucho ánimo. 

—Por aquí, por favor —indica el comandante—. El señor Andrew Henderson es nuestro forense e investigador. Está a cargo del caso. Su equipo y él, han encontrado huellas que nos van a servir de mucho en la investigación, por supuesto. Con él se dirigirán si necesitan saber algo en especial sobre Lucía.

Sus pasos se detuvieron frente a un equipo de personas, aquellas que Alexia había visto al otro lado de la puerta. Sólo llevaba puesto unos guantes y un cubrebocas. Dos personas anotan cosas en sus computadoras portátiles, una revisa fotos de su cámara, otra acomoda utensilios que parecen quirúrgicos; pero también hay brochas raras y polvos. La última persona en verse, está frente a un cuerpo cubierto por una manta blanca. Su expresión era seria, pensativa, disgustada y cansada.

—Doctor Henderson, las señoritas Jacques están aquí —anuncia.

—Gracias, comandante. —Asiente con la cabeza y se gira hacia ellas—. Andrew Henderson para servirles. Estoy a cargo de la investigación 

Sus manos están cubiertas por unos guantes de cuero color negro, así que sólo se limitó a saludar cortésmente.

—Soy Hera Jacques y ella es mi hija Alexia —contesta, después de unos minutos—. Gracias por…

—Es mi trabajo, señora Jacques —responde el forense—. Y por favor dígame, Andrew. Lo demás es solamente un título.

Alexia saludo con una sonrisa, pero la expresión de Hera no era la más agradable que se puede apreciar. Sus manos soltaron el brazo de Alexia, sus lágrimas se han secado en su mejilla y las leves marcas de edad se hacen notables. Hera siente que lo conocía de algún lado, pero no recordaba en cual, la memoria en sus plenos cincuenta años ya no le está sirviendo del todo bien.

—Doctor, ¿podría explicar a la familia todos los datos que le dio a la policía?

El comandante Herrera habló con un poco más de seriedad a la par que encendió una pequeña grabadora.

—Con gusto —acepta Andrew—. Comenzaré a mostrar el cuerpo —informa, mientras quita la sábana. 

El olor a putrefacción se hizo presente en el lugar. No se puede ni imaginar que tan fuerte era y eso que llevan un cubrebocas. Hera giró su cabeza hacia un lado casi limitándose a ver la camilla, su cuerpo volvió a tensarse, maldijo en tantos idiomas pasen por su cabeza, la culpabilidad inundó su pecho y su mente siguió repitiendo aquellas palabras:

Si tan sólo no la hubiera dejado salir…

Siempre la estuve cuidando. ¿En qué momento dejé que pasara?...

Mi pequeña niña, no eres tú la que está en esa cama. No tú. Sigues en tu cuarto dibujando mariposas cómo siempre lo haces. No eres tú, no esta vez…

Alexia no aparta su vista del cuerpo. Sólo pudo asentir con la cabeza cuando le preguntaron si ella era Lucía Jacques. Pudo reconocerla por sus señas particulares, un lunar rojo que se extendía en su seno izquierdo y un lunar que compartía con su hermana el cual quedaba en su labio superior. Aún llevaba sus uñas pintadas de rosa, su color favorito. Estaba totalmente desnuda, su cuerpo lleno de tierra y un corte grande en su estómago la cual ya estaba suturada. 

—El expediente por escrito lo tiene la comisaría —habla Herrera—. Se nos pide una grabación por igual, para agregarla al caso.

—Hoy en día las leyes ya piden más requisitos —expresa Andrew. con seriedad—. ¿Podemos comenzar, señorita Jacques?

—Adelante —responde Alexia.

—Caso 19. Son las veinticuatro con quince horas —Andrew comienza a hablar—. Soy el Doctor Andrew Henderson y comenzaré el análisis forense de la señorita Lucía Jacques Evans:

»El cuerpo fue hallado a las afueras de la ciudad cerca de un arroyo al lado suroeste, lugar exacto escrito en los expedientes. Hora de descubrimiento, dieciocho con cuarenta y cinco horas. Lucía, encontrada aún con sus pertenencias, presentaba un deceso de treinta y seis horas, respectivamente. Su ropa: pantalón de algodón color azul rey y camisa de tirantes del mismo color, un pijama por lo visto. No llevaba calzado. Su cuerpo estaba en estado de putrefacción rápida ya que presentaba heridas profundas en la parte de los brazos, piernas y entrepierna. Puntuo que por el momento, no conocemos la sustancia que cubria su cuerpo, el cual causaba una aceleración de descomposición. 

»El cuerpo nos mostró signos de forcejeo de ella hacia el agresor. Anque por los moretones post mortem, podemos teorizar que eran más de un agresor y que el cuerpo fue movido de lugar. Lo que más nos pone en foco rojo es que este caso será abierto en código blanco. Las demás víctimas registradas en casos similares no estaban fichadas en código blanco. Sin embargo, el cuerpo de Lucía lo presenta y nos abre un campo más amplio de investigaciones que nos pueden ayudar a concluir quién o quiénes son las personas detrás de esto.

»El expediente 7020 con número de caso 19, seguirá abierto hasta nuevo aviso o encontrar al creador de estas masacres. 

El comandante Herrera apagó la grabadora y agradeció ante el acceso del Doctor Andrew. 

El cuerpo de Lucía sigue destapado. 

Se han alejado un poco dando privacidad a Alexia y a Hera. Todas las cosas mencionadas en el reporte/análisis está sobre la mesita de metal que tiene uno de los investigadores de traje, incluida la ropa de Lucía la cual fue donada para la investigación con autorización de Hera. Ellas siguen acariciando sin mucha presión el cuerpo de la pequeña, cada una tenía palabras que decir, pero nadie habla. Quizá la impotencia y el dolor ahogaba las palabras. Pero Alexia se siente en un juego de puzle, acomoda piezas en su cabeza, imágenes, recuerdos, pero nada concordaba.

¿Cómo había sucedido todo esto?

Quizá aquel extraño sabía que yo podía delatarlo a la policía. Su advertencia recayó en mi hermana, no hay otra explicación.

Y por extraño quizá quería decir M. 

Ahora, si esta investigación sigue bien quizá daría con él, quizá lo haría pagar, quizá… Conocería que con Alexia no se juega o eso quiere sentir ella.

—El cuerpo será entregado dentro de una semana —informa Andrew—. Le requerimos más tiempo para seguir haciendo una investigación. Cuando tengamos todos los datos recabados será entregada por una funeraria.

—¿Hay algo que podamos hacer? —pregunta Hera desesperada—. Algo, aunque sea mínimo.

—En todo lo que nos puede ayudar, es ser accesible con las preguntas que le haga la comisaría —responde Herrera—, no hay más que hacer. Todas las autoridades están a disposición de toda la investigación. Nuestra prioridad es Lucía y las demás víctimas.

—¿Hay más casos cómo estos? —pregunta Alexia.

—Tenemos el reporte de 18 casos iguales a los de Lucía. Presentan el mismo patrón —explica Andrew—. Con Lucía van 19 casos. Es cómo si las víctimas tuvieran algo en común.

—¿A qué se refería con código blanco? —Alexia vuelve a preguntar.

Tal parece que el hecho de nombrar “código blanco” era cómo ponerle mute a todo lo que está alrededor. 

Todas las personas están en silencio y se veían unos con otros.

—Significa abuso sexual —contesta Andrew—. Se denominan así a las víctimas de ese acto.

—Lucía… —titubea Hera.

—Encontramos fluidos en ella —dice Andrew, de la manera más educada—. Mandamos rastros al laboratorio. Estoy seguro de que ese problema nos dará pie a saber quién es.

—Mi hija… no mi hija —solloza Hera.

—Siento mucho su pérdida.

Era bastante raro escuchar hablar a Andrew, y que siguiera en esa tonalidad fría.

El cuerpo de Lucía fue llevado nuevamente a los refrigeradores. 

Hay momentos que marcan la memoria. Cómo aquella vez que dijo sus primeras palabras, cuando dio sus primeros pasos, las múltiples veces que llegaba a casa con una estrella pegada en la frente o con diplomas de excelencia en la mano. Lastimosamente el día que tuvo que venir a reconocer su cuerpo y escuchar tanta obscenidad le habían hecho, también perdurarán en la mente de Alexia. Ella quiere llenar su cabeza de nuevos recuerdos, pero no algo cómo esto.

(…)

—¿Algo que debamos saber, Alexia? —inquiere, la oficial Diana—. Créeme que cada cosa que sepa nos será de mucha ayuda.

—Lucía era una persona muy querida, jamás habíamos tenido un problema con ella —explica, mientras limpia las lágrimas de sus ojos.

—¿Alguna pelea con amigos?¿Que anduviera en algún grupo que pudiera repercutir en ella?… —Diana comienza a explicar varios ejemplos.

—Lucía no era esa clase de chica. Jamás tuve peleas con ella, ni con mi madre o que nos diera indicios para irse de la casa, simplemente nada. —Alexia aprieta sus manos con impotencia—. Todos sus amigos la querían, si hubiera un problema lo sabría. Lucía siempre me ha contado todo. 

Alexia tapó su cara con una mano. No le importa que la vean llorando y derrumbarse al mismo tiempo, hay un hueco en su pecho y le molesta esa sensación. Las palabras que le dijo Andrew aún repercuten cómo un tic tac, no sabe cómo actuar en realidad. 

Primero la llamada, luego la voz y ahora su hermana. 

Tal vez de cierta manera era una prueba del daño que M podía hacer. Pero por el otro, si tan sólo llega a nombrarlo podría causar más pérdidas. Está entre la espada y la pared. 

Diana camino hacia la puerta. Varios policías están esperando en ella y algunos hablan entre ellos. Decidió alejarse un poco para darle su espacio a Alexa y después seguir con el interrogatorio. 

—Alguna otra noticia, Herrera. —Diana recarga su espalda en la puerta después de cerrarla.

—Otro caso, encontraron el cuerpo de un señor cerca del bosque —informó el comandante—. En las mismas condiciones que la señorita Jacques. Traje el caso para ustedes, quizá avancen un poco más en el tema.

—No resolvemos ningún caso —expresa Diana, en un tono seguro y confiable—. Tiene que pasar por ciertas cosas y papeles para ser un caso nuestro.

—Comprendo —asiente, con duda—. Lo que se me hizo curioso, es que lo hayan encontrado en el mismo lugar donde encontraron a Lucía. El lugar está cateado. Nadie sabe cómo llegó ahí. El cuerpo no tiene ningún órgano, está completamente seco. Creí que estábamos persiguiendo al otro.

Diana asintió con la cabeza e hizo una señal a un policía para que le informará a Alexia que el interrogatorio había acabado. 

Reacomodo esa falda negra de tubo, empuño sus papeles y caminó hasta la gran sala de exposición. Ahí era el lugar donde su equipo trabajaba con todas las pistas. Sin embargo, ya hace algunos años la sala estaba dividida en dos asesinos seriales. 

El primero llamado Mendax. 

Una clase de persona que cada cierto tiempo crea masacres o cómo ellos lo denominaron “Festines”. Todas las personas fallecidas cumplen con las mismas características o con el mismo rango de edad. También se ha notado el patrón de fallecidos, ninguno pertenece a esta ciudad. A excepción de uno. Solamente uno entre todos los fallecidos era diferente, con características diferentes y era el que portaba la firma. En la cabeza una M, en cada hombro era una E y N, en el estómago era una A y en los labios una X. Formaban una cruz con la que eran identificadas las personas católicos.

Al otro lado de la habitación estaban las investigaciones sobre “La muerte”. 

Una clase de persona que se define sólo por asesinar personas con historiales delictivos: Asesinos, violadores, agresores, pedófilos, psicópatas, madres manipuladoras, entre otras. Sin embargo, suele ser más extensos sus masacres. No muestra casos repetitivos, la forma de esconder sus cuerpos es de manera más privada. Siempre es dentro del bosque de la ciudad, pero cada víctima siempre es encontrada sin órganos. Solamente piel y esqueleto. Su nombre surgió de una persona que apuesta su vida al verlo, siempre encapuchado y con algo sosteniendo en la mano. Y en la organización lo apodaron cómo “La muerte”. 

Ambos son diferentes, ambos entregan cosas diferentes. Pero son descifrados cómo un mensaje. Quieren mandar un mensaje y nadie puede saber con exactitud qué es. Hay una historia, hay una gran pista detrás de esto, pero parece que las cosas están enfocando a alguien… Lucía Jacques. 

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