Contándole a Mikla que conocí a Flex PT II

Miré mi reloj. ¿Había llegado tarde? ¿Temprano? ¿Mi hermano se había cansado de esperar? No. Mikla no era así. Mikla jamás me abandonaría. Jamás pasaría de largo, o se cansaría de esperar si se tratara de mí. ¡No entiendo por qué estoy sintiéndome tan mal conmigo mismo! No sé si me considero mala persona por haber dejado así a Rika. ¡Me está comiendo por dentro toda esta incertidumbre! Sólo quería llorar. Pero me aguanté. No quería hacerlo. No era hora de llorar, ni de perder el control, cómo siempre lo hacía.

Respiré hondo. Abrí los ojos cuando escuché el claxon del auto de mi hermano. Sonreí aliviado, llevándome una mano a mi corazón entrando en el coche. Lo abracé cuando el me desordenó el pelo: Los dos éramos iguales, sólo que el tenía el pelo más corto que el mío y era un pelín más alto que yo. Aún así, el cuerpo, los ojos, la nariz y la contextura eran lo mismo. Si era cierto que tardé acostumbrándome en que no fuera él mi espejo personal. Nunca le dije sobre esa cosa divertida.
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