Celebración para dos.

Aquel día, había comenzado triste para dos personas que no se conocían. Era el cumpleaños de Ethan y de Rachel, y ambos se sentían víctimas de sus propias vidas. Pero el destino los puso frente a frente, para bien o para mal.

Ethan y Rachel, se conocieron en la playa pocas horas antes, y su conexión fue casi instantánea. Tanto así, que decidieron continuar su encuentro ese mismo día en el apartamento de él, para celebrar su cumpleaños. A pesar de ser dos completos extraños, se juntaron porque no deseaban que ese día terminara con la tristeza que había comenzado. Querían compartir algo especial.

—¿Llegó la comida?, me muero de hambre, ¿comemos algo primero? —preguntó Ethan para romper la tensión que se había creado en el ambiente.

—¡Sería genial!, también me muero de hambre —confesó Rachel.

Ethan se dirigió a la cocina seguido por Rachel y colocaron los aperitivos en el desayunador.

—Siéntate, por favor —dijo Ethan a Rachel.

Mientras sostenía su silla caballerosamente para que Rachel se sentara, y observó un pequeño tatuaje en su espalda cerca de su hombro derecho.

 —Gracias. —Rachel se sentó y seguía con su mirada a Ethan, mientras sacaba dos botellas de vino.

—¿Cuál prefieres, tinto o blanco? —preguntó Ethan a Rachel.

—Eso lo dejo a tu elección, no conozco nada de vinos. Si te soy sincera, ni siquiera los he probado —respondió Rachel con su habitual sinceridad.

Ethan sonrió, tomó dos copas y sirvió una de cada uno de los vinos y las colocó en la mesa frente a Rachel.

—Dime tú cuál prefieres  —insistió Ethan sentándose al lado de Rachel.

Por su parte, Rachel tomó un poco de cada copa y las colocó nuevamente en su lugar.

—Me agrada más el blanco —aseveró la chica, aunque en realidad no le gustó mucho su sabor.

Al ver su cara Ethan le comentó con amabilidad, acercándose la copa de vino tinto.

—Tomar vino a veces es cuestión de acostumbrarse a su sabor. ¿Le quieres dar la oportunidad o de ofrezco algo más? —preguntó con una sonrisa.

—Lo intentaré con el vino, gracias —respondió Rachel también sonriendo—. ¡Estoy sorprendida!, lograste tu cometido, jamás pensé…, no imaginé que harías algo así, como te dije, en verdad no puedo dejar de sonreír.

—Todo es para ti y para mí también por supuesto, hoy quiero verte alegre, sin lágrimas —dijo Ethan sinceramente.

Ambos comenzaron a comer y a tomar vino, conversando de las más variadas situaciones. Ethan se levantó para buscar el control que estaba al final del desayunador y colocar música. Al pasar por detrás de Rachel, observó con más detenimiento el pequeño tatuaje cerca de su hombro derecho: una pequeña rosa negra. Colocó el control cerca de ellos y comenzó a sonar una música suave, entonces le preguntó:

—¿Cuántos tatuajes tienes?

—Tres —respondió Rachel, manteniendo su buen humor.

—¿Tienen algún significado para ti? —preguntó Ethan con curiosidad.

—Sí, te mostraré —dijo Rachel levantándose de la silla y parándose de espaldas a él—. Ayúdame con el cierre por favor.

Ethan estaba muy sorprendido, pero siguió las instrucciones de la chica, bajando poco a poco el cierre del vestido.

—Me dices hasta donde lo bajo —sugirió Ethan a Rachel, conteniendo el temblor de sus manos, esa chica lo ponía muy nervioso. Se cuestionaba a él mismo, cómo podía sentirse tan nervioso con cuarenta y dos años. Así que trato de mantener la calma.

—Hasta el final. —Cuando Rachel sintió que ya el cierre había llegado al final continúo diciendo—. Este es mi fénix, tócalo… y también toca la rosa —dijo Rachel sosteniendo su vestido al frente con ambas manos.

Ethan estaba nervioso, pero colocó suavemente ambas manos a cada lado de la cintura de Rachel y dejó deslizar sus dedos pulgares hasta el final de su espalda donde se encontraba el tatuaje, entonces sintió un relieve, fijó bien su vista y observó una gran cicatriz recta que el fénix cubría con sus alas.

Dejando su mano izquierda en la cintura de la chica, deslizó los dedos de su mano derecha recorriendo su espalda hacia la rosa negra y sintió una pequeña área hundida en forma circular que también cubría el tatuaje.

—¿Cómo te sucedió esto? —preguntó con asombro, subiendo de a poco el cierre del vestido de Rachel.

—Cuando tenía doce años, mi hermana se drogaba habitualmente en la casa, pero ese día se pasó. En un momento de locura trato de golpearnos a mi mamá y a mí. Cuando traté de huir, como estábamos en la cocina, tomó un cuchillo y me alcanzó por la espalda. Mi madre no me llevó al hospital para que no pusieran presa a mi hermana, por lo que no me hicieron sutura y me quedó así de feo. —Le contó Rachel.

—Luego, ¿te siguió haciendo daño? —preguntó Ethan—. ¿Ella también te hizo esto? —preguntó y continúo acariciando suavemente su hombro.

—Eso me lo hizo mi madre… el día que me fui de la casa, cuando cumplí quince años. La noche anterior tuvimos una fuerte discusión.  

»Ella tenía un nuevo novio, llevaban unos meses juntos, era mucho más joven que ella por cierto y la tenía loca. Al parecer… bueno al parecer no…, le pidió acostarse conmigo como condición para quedarse con ella, a lo que yo me negué; él le insistía a mi madre diciéndole que era mejor para mí que él me quitara la virginidad, que era mejor que fuese alguien conocido para que no me embarazara y un montón de estupideces.

»Sin embargo, gracias a eso me di cuenta que mi mamá quería ponerme a trabajar como… prostituta…, y por eso era el apuro. Quería venderme al mejor postor, su plan era primero vender mi virginidad antes de que la perdiera por mi cuenta; así que discutimos, me fui a acostar y cerré la puerta de mi cuarto con seguro, también le coloqué un mueble, no quería sorpresas esa noche.  

»Cuando me levanté en la mañana y salí de mi habitación, el hombre se había marchado y mi madre estaba furiosa. Me tomó por el brazo, me lanzó contra la pared y cuando sentí, fue que apagaba el cigarrillo que tenía en su boca cerca de mi hombro, me decía: “ésta noche te acuestas con él, ¿entendiste?”, yo le respondí: “si, si, lo haré”, para que me soltara.  

»Fui al baño y me limpié la herida, luego regrese a mi habitación, me vestí y me encerré allí. En ese momento, lo único que se me ocurrió fue escapar, así que tomé algunas cosas, salí por la ventana y me marché de ese lugar. —Rachel se quedó en silencio mirando el piso.

—Qué vida tan difícil te ha tocado, no puedo creer que seas una persona tan dulce. —Ethan se levantó y pasó sus brazos sobre ella, que seguía de espaldas a él y la acercó a su cuerpo en un tierno abrazo.

Rachel inclinó su cabeza hacia atrás, aceptando su abrazo y colocó sus manos sobre las de Ethan, luego le dijo:

—El tercero no tiene ninguna historia dramática, sólo fue el pago de estos dos, me imagino que el tipo tenía algún fetiche, porque es la primera letra de mi nombre muy decorada, aunque también su nombre comenzaba por la misma letra, así que no preguntes su historia —dijo Rachel con picardía volteándose hacia él y luego sentándose en la silla.

Ethan se quedó mirándola unos instantes y también se sentó, tratando de aligerar el momento le preguntó a Rachel mientras ésta tomaba un poco de vino.

—Me dijiste que no preguntara su historia, pero quiero saber su ubicación.

—Que inteligente me salió éste hombre… está… en el área del bikini, así que no te lo mostraré —respondió Rachel entre risas.

—Está bien, contra eso ya no puedo luchar. —Ethan término su copa y se sirvió otra. Quería preguntar muchas cosas, pero no sabía si era el momento adecuado, así que tomó la mano de Rachel para que se levantara de la silla.

—Bailemos. —Dando más volumen a la música y esperando a Rachel para llevarla a la improvisada pista de baile.

Rachel acepto con agrado, bebió lo que quedaba de vino en su copa, lo siguió y comenzaron a bailar suavemente.

—Mi abuela decía que bailar es la mejor forma de abrazar —comentó Rachel a Ethan con malicia.

 —Muy sabia tu abuela, ¿le preguntaste cuál era la mejor forma de besar? —respondió Ethan con una sonrisa.

—Claro que no, me hubiese castigado —aseguró Rachel a su amigo.

—Entonces si se te ocurrió la pregunta, niña traviesa. —Riendo como hacía mucho tiempo no lo hacía. Ethan se quedó mirándola a los ojos y luego a sus labios.

—¿Quieres… besarme? —preguntó Rachel en un susurro.

Ethan no respondió, se inclinó hacia ella y buscó sus labios con los suyos, acercándola con sus brazos a su cuerpo, dándole un suave, tierno y largo beso, evitando que sus deseos y su lujuria surgieran en ese momento. No quería asustarla, quería tenerla, pero que ella se le entregara, no quería apresurarla.

Cuando terminó ese beso, a Rachel le pareció que había tocado el cielo y deseaba que la besara nuevamente. Trató de disimular sus sentimientos, y simplemente continuó hablando de manera muy casual.

—Te voy a confesar algo. Los tatuajes no son permanentes, pero a veces me da pena mostrar las cicatrices de mi cuerpo, así que le hice caso a un amigo que me lo sugirió y en verdad me siento mejor así.

—No creo que debas avergonzarte, te aseguro que eso sólo sería un pequeño detalle que pasaría inadvertido. Tienes un cuerpo y una piel realmente hermosos, pero encontraremos la manera de borrar esas cicatrices, te lo aseguro.

Apenas se conocieron ese mismo día, pero Rachel sonrío agradeciendo a Ethan ese comentario.

Todo parecía ir muy rápido, y aunque a Ethan por momentos le costaba controlarse, trataba de mantenerse calmado. Ella le sonrió dulcemente, descansó la cabeza en su pecho y continuaron bailando un rato más.

—Ven —dijo Ethan tomándola por su cintura y guiándola hasta la sala, allí se sentaron muy juntos—. Vamos a ver como salieron las fotos.

—Claro. —Rachel tomó el celular que le pasó Ethan y comenzaron a observar las fotos—. No puedo verme, sólo veo este hermoso vestido…, ésta es mi favorita —dijo Rachel señalando una foto donde estaba con Ethan—. ¿Qué harás con esas fotos? —preguntó.

—¿Te muestro mi favorita? —Ethan, buscó la pantalla de inicio, allí estaba la foto que le había sacado en la playa y su nombre: Rachel—. Esas son tus fotos, aunque espero que las compartas conmigo —respondió Ethan bromeando.

—No te creo. ¿Cómo…? pero… ¿es mío? —Rachel se quedó sin palabras, luego añadió—: Es igual al tuyo, me engañaste.

—Sí, es para ti, feliz cumpleaños, mi niña. —dijo Ethan complacido.

Ethan no había terminado la frase, cuando Rachel estaba sobre él abrazándolo y dándole un gran beso.

—Gracias. —Agradeció a Ethan sin saber que más decir, aunque en realidad quería comérselo a besos—. En verdad eres mi “hada madrina”, me encantaría aceptarlo, pero yo no puedo pagarte. —dijo Rachel sintiendo algo de culpa.

Rachel pensaba lo atraída que se sentía por él desde el momento que lo conoció, y se le ocurrió que a lo mejor podría recompensarlo y dejar atrás su peor trauma, el no poder entregarse por completo a un hombre.

Ethan rió fuertemente, le mostró que ya tenía su número guardado y Rachel le prometió compartir con él todas las fotos que se habían tomado hasta ese momento.

Había pasado bastante tiempo y ellos continuaban sentados en el mismo lugar. Ella le contaba de su vida. Ethan se limitaba a llenarla de sutiles y delicadas caricias, que hacían que Rachel deseara cada vez más intimidad.

Ethan le preguntaba algunas cosas con curiosidad y a pesar de que Rachel tenía muchas preguntas sobre él, no se atrevía a hacerlas, sólo escuchaba atentamente lo que él mismo le iba contando, total, era un hombre separado recientemente, no quería incomodarlo, ya tendría tiempo para dar respuesta a sus inquietudes.

—Falta algo —dijo Ethan levantándose rápidamente—. El pastel, mi madre suele decir que aunque siga la fiesta, se debe cortar el pastel antes de las doce, para pedir un deseo.

Rachel, se había quedado descalza y tenía los pies sobre el mueble, los bajó rápidamente dejando a un lado el teléfono celular y siguió a Ethan para ayudarlo.

Tomaron los pasteles que estaban en el refrigerador y una botella de champaña que Ethan destapaba, mientras ella colocaba sobre la pequeña mesa dos de los pasteles, y regresaba por más cosas.

Entre los dos llevaron lo que faltaba. Ambos se sentaron en el piso, cerca de la mesa, sacaron los pasteles de sus cajas y las dejaron de lado para acomodar todo. Por último Ethan llenó dos copas y le pasó una a Rachel.

—Brindemos…, por el destino que nos unió hoy…, por la vida para que nos dé el tiempo de conocernos mejor…, y por el amor…, para que siempre esté presente en nuestras vidas —dijo Ethan con melancolía y alegría a la vez, mientras chocaba la copa de Rachel con la suya—. Salud.

—Salud —respondió Rachel mirándolo a los ojos por un instante, en verdad ese hombre le gustaba como ningún otro, aunque trataba de disimular sus sentimientos y luego añadió—: Tenemos tres pasteles y dos cumpleañeros, déjame adivinar cuál es el tuyo. —Frunció un poco sus labios, entrecerrando los ojos observando los tres pasteles—. Chocolate ¿cierto?

—Acertó señorita, pastel trufa de chocolate, no se te olvide. Ahora dime ¿cuál es el tuyo? —preguntó Ethan con una sonrisa—. Este es de melocotón y al otro lo llaman pastel imposible. —Le fue comentando Ethan mientras encendía las velas.

—Cantemos el cumpleaños y me decido después de probar —afirmó Rachel sonriendo.

Cantaron juntos el cumpleaños, él dijo el nombre de ella, y ella el de él, pidieron un deseo en silencio mirándose a los ojos. Para los dos, su deseo fue que esa noche nunca terminara. Luego apagaron las velas, rieron como niños, y comenzaron a comer los pasteles directamente con su tenedor.

—Magnifico —dijo Ethan, probando el pastel de chocolate.

Mientras, Rachel no se decidía cuál de los tres probar primero, hasta que comenzó en el orden que estaban dispuestos en la mesa.

—Definitivamente, éste es el mío —dijo Rachel señalando con su tenedor el pastel de melocotón—. Me encanta, no puedo dejar de comer.

—Come de este —dijo Ethan, dándole pastel de chocolate en su propio tenedor. Luego tomó una de las fresas bañada en chocolate que decoraba el pastel y se la dio a morder, comiéndose él el resto. Rachel por su parte hizo lo mismo, compartiendo con él su pastel de melocotón y ambos también comieron del tercer pastel que era una delicia.

Pasaron un buen rato comiendo de los pasteles y tomando champaña, Ethan no perdía la oportunidad de tocar su cabello, su piel y de acariciarla suavemente, hasta que se quedaron en silencio mirándose el uno al otro.

—No quiero ser dramática, pero quiero agradecerte, nunca había tenido un pastel de cumpleaños tan especial…, ni tantos obsequios, que aclaro, aún no sé si aceptar, pero… gracias, estoy muy agradecida, ha sido mi mejor cumpleaños. —Rompió el silencio Rachel con voz temblorosa.

—Para mí… tú fuiste mi mejor obsequio, me siento alegre, tranquilo, con sólo verte. Créeme que esto no representa una fortuna para mí, aunque debo confesar que no estoy acostumbrado a éste tipo de cosas… ¿me entiendes? —dijo Ethan sonrojándose un poco y añadió—: Creo que es hora de dejar de tomar, ahora yo estoy hablando más de la cuenta.

—No, está bien, es bueno saber que no es tu costumbre, te aclaro que tampoco es la mía —dijo Rachel tomando su mano.

—Lo sé, en verdad estoy seguro de eso —respondió Ethan para tranquilizarla.

Así continuaron conversando largo rato, tratando de descubrirse mutuamente, entre suaves besos y caricias.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo