Capitulo 6

Las cosas imposibles siempre le ocurren a las personas simples, justo ahora puedo comprobarlo más que nunca y lo adjudico al hecho de que estoy viviendo en el palacio una vida que no me corresponde, este nunca ha sido mi mundo, nunca he estado interesada en algo más allá de una vida sencilla con apenas lo necesario, y por sobre todo, algo indispensable que siempre he anhelado.

Paz.

Porque en mi opinión, esta es la única que puede darte felicidad en medio de la tormenta.

Un día leí una frase en uno de los libros que había en la biblioteca, esta decía “La vida no se trata de sobrevivir a una tormenta, se trata de bailar bajo la lluvia”

Y más razón no puede tener, porque la vida está llena de dificultades, y a mí me han tocado algunas de las peores. Las cuales incluyen perder a mis padres.

Sin embargo sé que pronto tendré el dinero para irme de aquí e iniciar la universidad. Con todo lo que ha pasado en estos tres días, la motivación se ha ido por completo.  Aunque le prometí a la reina ayudarle con Isaí, he notado el intenso compromiso que conlleva servir a la familia real.

Como también todos los peligros y la razón por la que estoy en una limusina en camino al mismo antro al que fui la noche anterior. Con el general del ejército de todo Egipto el cual parece que en su mayoría servir exclusivamente a la familia real.

La cual me parece cada vez más defectuosa y vacía.

—Eres muy bonita para tener esa cara esmeralda —escucho decir al general, quien va a mi lado. Frunzo aún más el ceño desviando la mirada hacia él.

—¿Esmeralda?

—Tus ojos me recuerdan a las esmeraldas, ya sabes, las joyas —aclara sonriendo con coquetería.

—Que original —ruedo los ojos desviando la mirada a la ventana.

Como la noche anterior, no tardamos tanto en llegar al lugar. Que a diferencia de ayer, está vacío. La luz del sol impacta en mi rostro de golpe haciendo que otra mueca se forme en mi rostro, definitivamente hoy no es mi mejor día.

—Deberías sonreír más —dice mi acompañante, el cual me está pareciendo fastidioso.

—Deberías llevar tu positivismo lejos de mí, no es a ti a quien investigan —avanzo hacia la entrada del lugar donde un guardia de seguridad nos recibe. Al ver al general a mi lado nos deja pasar de inmediato.

Me abstengo de mostrar alguna expresión que muestre mi fastidio y me fijo bien en el bolsillo del traje del sujeto a mi lado.

 —Espera.

Lo detengo y señalo los lentes de sol que cuelgan de allí.

—¿Me los prestas?

El asiente pasándomelos y yo me los pongo aliviada.

—Te quedan mejor que a mí —alaga sonriendo.

Lo dudo seriamente guapo.

—¿Tienes nombre? —pregunto mientras nos adentramos al lugar, sus ojos me observan con diversión y quiero golpearme al darme cuenta de lo estúpido que sonó.

—¿Te importa? —niego con la cabeza avergonzada por mi apatía desde esta mañana.

—Solo tengo curiosidad de saber ¿Te llamas “general” o es que nadie sabe tu nombre? —me fijo bien de su reacción y me sorprende la silenciosa respuesta a esta.

—Me gusta mantener mi privacidad. Por eso solo el príncipe y el faraón lo saben.

Confiesa. Asiento comprendiendo y decido no hablar más para no liarla. Al llegar al área donde ocurrió todo, puedo ver que siguieron mis indicaciones, dejando todo tal y como estaba.

—Buenos días general.  Que gusto tenerlo por aquí ¿En qué podemos ayudarle? —pregunta una chica, la cual supongo es alguna empleada.

—Quisiera hablar con el encargado del lugar —declara seriamente. La muchacha asiente y se pierde dentro.

                                                                                                                         

Minutos después aparece un hombre de unos cuarenta años con vestimenta casual, este se muestra sorprendido al ver al general.

—¿Ah que debo el honor?

—Necesito los nombres de los empleados que estaban trabajando anoche, más las grabaciones.  

—De inmediato —dice este asustado. Y la verdad es que yo también lo estaría con la mirada mortal que le ha dado.

Me quedo observando todo mientras el encargado vuelve con las grabaciones, al hacerlo le va contando todo al general quien frunce el ceño a lo lejos, yo prefiero mantenerme exhorta de todo esto.

Al salir del lugar puedo notar el enojo de mi acompañante, quien no para de maldecir.

—¿Qué ha pasado?

—El empleado que le sirvió ayer al príncipe desapareció, tengo una muestra restante del líquido. Hay que llevarlo al laboratorio, vamos, te llevare al palacio.

Termina subiendo a la limusina.

Si desapareció entonces quiere decir que eso no eran drogas… o que alguien le aviso que llame y le dio miedo.

No lo sé. De lo único que estoy segura es que estoy libre de culpas, que tengo la opción de irme de palacio y vivir una vida tranquila. Solo tendría que buscar trabajo, así me libraría de la responsabilidad y el peligro que conlleva ser la acompañante de Isaí, quien está lejos de ser una persona fácil, diferente a eso acaba con mi paciencia muy rápido.

Desde niña me enseñaron ano rendirme, a aceptar las cosas que me pasan como oportunidades para mejorar, surgir entre las muchas personas.

Pero esta vez no quiero hacerlo… esta vez solo quiero vivir en paz, ser yo misma, estudiar lo que quiera, escuchar música a todo volumen, reír intensamente, hacer todo lo que mis padres ya no pueden.

Así que ha llegado el momento de tomar una decisión, me elijo a mí, por sobre todo.

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Mis pensamientos se mantienen dispersos a cada paso que doy, mis ojos verdes se mueven con inquietud por los pasillos de palacio mientras intento escoger las palabras adecuadas para expresarle a la esposa real mi decisión de irme del palacio e iniciar una vida tranquila en cualquier otro lugar.

Porque si, aunque no soy alguien que se rinde fácilmente, sé que esto no es lo mío. Lo mejor será alejarme y buscar alguna otra fuente de ingresos para vivir.

No sé en qué momento se me ocurrió a mí que seguir a Milah sería buena idea.

Me detengo de golpe al sentir como choco con alguien, me tambaleo un poco sin embargo quien quiera que sea me sujeta para que no me dé un buen golpe contra el suelo.

Levanto la mirada encontrándome con unos ojos grisáceos que empiezo a conocer. Solo que esta vez estos no expresan su usual fastidio y enojo, sino vergüenza. Sin embargo estoy segura que orgullo sigue ganándole.

—¿Todo bien? —cuestiona carraspeando, como si le costara decir aquello.

—No gracias a ti, claro está. —niego con la cabeza esquivándolo para seguir mi camino en busca de su madre.

Él no me detiene, pero segundos más tarde me doy cuenta que me está siguiendo. Me mantengo callada, dado que es justo que sepa que se quedara sin acompañante más rápido de lo normal.

 No sé porque la otra acompañante renuncio, pero debe ser por motivos no muy diferentes.

Minutos después por fin llego a la biblioteca donde se encuentra la reina. Entro a paso sigiloso evitando sobresaltarla y ella al notar nuestra presencia levanta la mirada.

—Querida, supe lo que paso. Siento mucho la actitud de mi marido —declara levantándose. Niego con la cabeza y me siento en el banco frente a ella.

—Vine a hablar con usted un asunto importante —Le explico y ella asiente dándole una rápida mirada a Isaí quien a diferencia de mí, no toma asiento.

—¿Ah ocurrido algo? —interroga preocupada.

Bueno, la pregunta es que no paso.

—Nada grave, espero no lo tome mal pero… no seguiré trabajando como acompañante del príncipe —afirmo. La gran esposa real abre los ojos como platos e Isaí quien se mantuvo callado e indiferente, guía su atención hacia mí con ligera sorpresa.

—Pero… ¿Paso algo? ¿Qué le hiciste Isaí? —le reprende su madre y él se queda mudo por unos segundos hasta que reacciona.

—Te juro que esta vez no hice nada— se excusa.

—No es eso señora, agradezco lo que ha hecho por mí pero… Yo quiero estudiar en la universidad, quiero ser libre, esta no es la vida que quiero —aclaro negando.

Los ojos de mi jefa me escudriñan para luego soltar un suspiro cansado.

—Si quieres podemos arreglar, puedo darte horas libres y pagar tus estudios… rentar un departamento, lo que sea, no quiero que renuncies —intenta persuadirme pero yo niego levantándome.

—Lo siento, no puedo. Tengo mucho que vivir para atarme a esto —señalo el lugar.

Y así me doy la vuelta para salir de allí.  Suspiro aliviada una vez estoy afuera y basta empezar a caminar para que me detengan.

—¡Akila! —escucho la voz de Isaí. Dirijo mis ojos a los suyos interrogante.

—¿Por qué no aceptas la propuesta de mi madre? Solo tendrías que venir aquí todos los días… Como un trabajo común.

—Ese es el problema —el me mira sin comprender—Este no es un trabajo común, casi me acusan de traición por salvarte a ti de tragarte algo —espeto continuando mi camino.

—Akila, prometo no darte tantos problemas.

Vuelve a detenerme y yo niego.

—Desde que llegue me has demostrado que me odias, ¿Por qué quieres que siga aquí? —frunzo el ceño queriendo seguir con mi camino y el rueda los ojos.

—Sigo haciéndolo, pero mi madre te ama. Además de que te necesito para molestar a mi padre —confiesa y casi bufo de indignación.

—Ni sueñes que me quedare por un capricho tuyo, tengo cosas que hacer, y trabajando aquí no tendré tiempo de hacerlas —declaro y el gruñe.

—Te ayudare a hacerlas si aceptas —escucho que dice haciendo que me detenga de golpe a causa de la impresión.

¿Me está ofreciendo ayuda? ¿Qué trama? Porque algo bueno no debe ser.

—¿Qué?

Suelto anonadada, sin poder creer ni una palabra que sale de sus labios.

—Te estoy ofreciendo ayuda ¿Y te vas a quedar mirándome como estúpida? —le miro mal al ver otra vez su usual actitud despreciable.

—No seguiré perdiendo mi tiempo contigo principito —bufo y él se pone frente a mi evitando que avance.

—Por favor —pide con seriedad.

Pero yo no quiero hacerlo, sin embargo pensándolo bien, su ayuda sería de gran ayuda para lo que quiero hacer.

—Tengo una condición para quedarme —exclamo con inocencia. Observo como entrecierra los ojos en mi dirección.

—Te aprovechas de que hago esto por mi madre —rueda los ojos—Habla antes que me arrepienta de esto.

 —Me ayudaras con lo que te pida y dejaras de darme problemas —declaro bajo su atenta mirada.

—Entonces lo que tú quieres es una tregua —no pregunta, afirma.

—Exacto.

Sus ojos me escudriñan por unos momentos poniéndome nerviosa hasta que por fin asiente.

—Estamos en tregua entonces, loca.

Termina y me pregunto seriamente en que lio me he metido, porque sé que a pesar de esta tregua que hemos declarado, las cosas nunca son fáciles cuando se trata de la realeza, en todo sentido, porque no solo debo lidiar con él, quien es en su mayoría un gran dolor de cabeza, sino con su padre, quien no duda en demostrar su disgusto hacia mí. Sin contar con las personas de aquí que aún no conozco.

Sin embargo supongo que después de todo lo que ha pasado estos días, como diría mi madre... son puertas abiertas, oportunidades que pueden darme un mayor impulso, porque en eso consiste avanzar, aceptar ciertas cosas para saltar mejores, que nos ayuden a cambiar, a salir de nuestra zona de confort. Cosa que sin duda estoy haciendo, sin embargo tengo claro lo que quiero hacer, y es vivir todo aquello que mis padres no pueden, eso que se les fue arrebatado, a uno mas temprano que al otro. porque a pesar de que mis hermanas quieran vivir una vida desordenada, yo si quiero valorar cosas pequeñas, que estas se vuelvan hermosos recuerdos.  

Isai me ayudara con ello, lo prometio. Ademas... Despues de todo no será tan malo… estamos en tregua ¿No?

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