MICHELLE
Miró a ambos guardias con impaciencia. Se genera un silencio desesperante que aturde mis sentidos.
—Lo haremos —dice William y doy un salto de alegría—. Quiero que sepas que nos jugamos la vida en esto.
—¿Cuál es el plan? —pregunto esperando que a ellos se les haya ocurrido una buena idea de cómo entrar al palacio real y burlar a todos los guardias mientras rescatamos a un fugitivo.
—En el camino te lo contamos, necesitamos irnos ya —espeta Alphonse y sale del interior de la casa, seguido por William.
Me dispongo a seguirlos, pero antes me giro hacia los padres de Thrall.
—Lo traeré de regreso, lo prometo. —la mamá de Thrall se me acerca y me toma de las manos.
—Ten mucho cuidado —dice en tono preocupado y me da un abrazo maternal que me hace sentir nostálgica y vulnerable.
***
La noche es oscura y fría, tanto, que me angustia el alma. Estoy presa entre las tinieblas, sin una luz que me guíe hacia el camino correcto, tal vez me siento así, debido a la situación que estoy viviendo. Me siento pérdida y aturdida, ¿Qué es real y que no lo es? A estas alturas no me sorprendería despertar bañada en sudor, en mi cama, dándome cuenta, de qué todo esto, es solo una pesadilla.
Son estos momentos en los que mi mente se dispara y divaga sobre mi vida. Una voz me saca de mis pensamientos, avisándome que hemos llegado al lugar de nuestra misión.
—Escucha bien, vamos a rodear el castillo. En el ala oeste hay menos seguridad, por lo tanto, subiremos por ese lado —susurra Alphonse mientras agachamos la cabeza como si estuviéramos contándonos el secreto más grande del mundo.
—¿Cómo que subiremos? —arrugo las cejas.
—Vamos a trepar la muralla. Hay unas enredaderas, treparemos por allí —responde Alphonse. Pienso en como haré para trepar dichas enredaderas, no soy muy atlética que digamos—. Luego, recorreremos el campo del castillo, evitando cruzar con los guardias. La parte difícil viene después, En la pared del castillo hay una rejilla justo arriba, es sumamente pequeña, solo un niño podría entrar.
—¿No hay otra forma de entrar? —frunció el ceño y siento que ya sé hacia dónde se dirige esto.
—Nosotros podemos atravesar la entrada fácilmente, pero tú no, por eso tendrás que entrar por allí, con tu estatura seguro pasas —responde William y me felicito por adivinar que me dirían algo así. Mi estatura siempre es utilizada en momentos como estos.
—Pero no sé hacia dónde lleva ese túnel, ¿Qué pasa si aparezco justo en frente de los guardias? ¿O peor, en frente del Príncipe? —refunfuño y pienso en el destino cruel que me esperaría, si el Príncipe me descubre.
—No sucederá. El túnel conecta con el jardín interno del castillo. A los guardias no se nos permite ingresar hasta dicha parte, por lo tanto, tendrás que encontrarte con nosotros en la entrada del sótano —prosigue William y saca un mapa guardado en la armadura—. Aquí están las instrucciones para que te reúnas con nosotros, ¿Lo entiendes?
No contesto, soy mala con las direcciones. No me sorprendería perderme en mi propia casa.
Alphonse lanza un bufido y arranca el mapa de las manos de William. Señala las indicaciones del mapa, en un intento de que mi persona, sumamente despistada, entienda como llegar al punto de reunión, sin perderse.
—Mira, una vez llegas al jardín, sales por la entrada sur, sigues el pasillo recto, doblas a la izquierda, bajas en la próxima escalera y llegas al sótano. Te estaremos esperando al pie de la escalera. —intento retener su explicación, parece fácil.
—¿No corro peligro atravesando ese trayecto sola?
—Para nada. La familia real debe estar dormida a esta hora —responde Alphonse calmando mis nervios.
No me debo preocupar por algún encuentro desagradable; sin embargo, me da miedo caminar sola en un lugar desconocido, donde no soy más que una intrusa.
—Cuando nos reunamos iremos directamente al calabozo. Ya tenemos las llaves de las celdas —las muestra, son bastantes y caen una encima de otra—. Estas son las copias, las robamos antes de venir, solo será cuestión de probar cuál es la llave que nos servirá. Nosotros distraeremos a los guardias mientras tú te encargas de abrir la celda —informa William terminando con la explicación del plan de rescate.
—Si todo sale bien, ¿Cómo huiremos? —pregunto curiosa. Han pensado en todo, supongo que en esa parte también.
—Tenemos algo preparado para el muchacho. Tú te regresarás por el jardín y nos esperarás afuera. Ustedes dos treparán el muro y regresarán a su hogar.
Recorremos el pueblo, acercándonos cada vez más a la zona de la muralla donde treparemos. Afortunadamente, se encuentra desolada, sin ningún mirón que pueda delatarnos. Es madrugada y como todo pueblo, la gente se acuesta temprano.
Alphonse y William comienzan a trepar la enredadera con suma facilidad. Es mi turno y no sé ni dónde colocar el pie para empezar a escalar. Después de varios intentos, subo torpemente, pero apenas y puedo resistir mi propio peso. Me arden las manos. Las muñecas me pasan factura de lo ocurrido en la tarde. Resisto el dolor y trato de enfocarme en llegar a la cima.
Quiero soltarme y desplomarme contra el suelo. No me importa si me quiebro una costilla, quiero yacer ahí y descansar.
William me hace señas para que me apure. Continúo la lucha incesante contra la enredadera. Cuando me acercó a la cima, William, me tiende el brazo para que me sujete. Él me impulsa hacia arriba con la ayuda de Alphonse. Apoyo las manos en el suelo y trato de respirar. Esa hazaña me robó el aliento. Alphonse y William fruncen el ceño y me miran como bicho raro.
—Necesitas hacer ejercicio, tus condiciones son pésimas. Hasta yo estoy mejor que tú y eso que soy robusto y mayor —me susurra Alphonse inclinándose hacia mí.
Ya sé que no tengo condiciones. Soy una perezosa que no hace nada más que dormir.
No tengo ni aire para responderle, así que me limito a seguir mirando el suelo empedrado de la muralla. Un golpe en el brazo me hace levantar la vista.
—Debemos seguir —me avisa Alphonse quien fue el autor del golpecillo en mi brazo.
Inhalo y boto el aire en busca de recobrar una respiración menos acelerada. Me dispongo a bajar y me doy cuenta qué es mucho más fácil la bajada. Gracias a esto, mi respiración se normaliza.
Piso la hierba del campo tocando por fin el suelo. Permanecemos agachados y recorremos con cautela el tramo que nos llevará al castillo. Hay pocos guardias. Procuramos caminar por las zonas más oscuras y aprovechamos para escondernos detrás de las arboledas. La oscuridad de la noche es nuestra aliada, la ausencia de la luna nos beneficia enormemente.
Con sumo cuidado nos vamos acercando al castillo hasta que llegamos a la pared este. Diviso la famosa rejilla por donde me introduciré. Solo hay una cuestión que no entiendo y es que la rejilla está como a tres metros del suelo. William se coloca en frente de la pared y se agacha.
—Rápido, sube —me quedo quieta un rato, sin entender—, ¡No hay tiempo! —reacciono y a regañadientes, me siento en sus hombros.
Nadie me hablo de esta parte del plan.
William se pone de pie y utilizó la pared del castillo como apoyo para lograr pararme en sus hombros sin caerme.
También soy mala en esto.
Logro ponerme de pie, balanceándome de un lado al otro, sino fuera por la pared, ya me habría caído. Con apuro, abro la rejilla. Los tornillos fueron destornillados con antelación. Me introduzco en el pequeño hueco, el cual, es angosto. La oscuridad es lo único frente a mí. Me aterrorizo y quiero salir gritando por donde vine.
Cierro los ojos para sentir que la oscuridad se debe a que los tengo cerrados y no porque me envuelve. De repente, un murmuro proveniente de afuera me habla.
—Sigue recto y llegarás al jardín.
Se trata de William. Escuchar la voz de mi camarada, me tranquiliza y me recuerda que no estoy sola en este silencio sepulcral. Su voz desaparece con el silbido del aire.
Respiro profundo y sigo adelante. Me arrastro por el estrecho túnel y abro los ojos, debo darme cuenta cuando llegue al final. El corazón me late a mil, puedo escucharlo y en cualquier momento, va a salirse de mi pecho. Demasiada adrenalina me recorre el cuerpo. Es lo más loco y arriesgado que he hecho en mi vida, ni siquiera me copio en los exámenes, pero termino en un túnel estrecho en un castillo medieval rodeado de guardias que no quieren mi visita.
Al menos mis razones son buenas.
Veo unas pequeñas luces que parecen entrar por la rejilla al final del túnel. Acelero mis movimientos con el haz de luz como único objetivo. Cuando por fin llego, me asomo para apreciar el jardín interno del palacio. Desde arriba, me percato que no hay nadie, suelto un suspiro de alivio. Me quedo observando la belleza del jardín.
Levanto la rejilla para salir de aquel agujero. Hay unas cuántas cajas debajo de mí, las cuales, utilizo para apoyar mis pies. Voy bajando lentamente, teniendo cuidado de no causar ningún ruido innecesario. Finalmente, toco el piso y me dispongo a seguir mi camino. Atravieso el hermoso jardín interno hasta llegar a la entrada sur. A partir de aquí, lo único que me espera es la oscuridad del pasillo. Apenas distingo mí alrededor, no quiero tropezarme y terminar delatándome a mí misma. Poso las manos en la pared para no sentirme absorbida por la intensa negrura que me envuelve. De repente, mis manos tocan el aire, indicándome que llegué a la intersección. Me dispongo a seguir por el lado izquierdo, tal y como el mapa lo indica, pero unas voces provenientes del lado derecho me sacan de mi tranquilidad.
¿No se supone que todos dormían?
MICHELLEMe agacho, presa del miedo pensando que vienen por mí. Trato de calmarme. Me doy cuenta, que ninguna luz se asoma por el corredor. Las voces se escuchan lejanas; y, aunque sé que no debo, un impulso me conduce hacia el lado equivocado del pasillo, el derecho.Sigo las voces a lo largo del corredor, más adelante, advierto un haz de luz que se escapa de la habitación más cercana, esta me proporciona un vestigio de iluminación. Las voces cada vez se escuchan más claras, han dejado de ser meros murmullos. Puedo apreciar que están en el medio de una discusión. Reconozco una de las voces. El corazón me da un brinco y me digo a mí misma: ¡¿Por qué te fuiste por este lado, estúpida?!Me asomo a la entrada de la habitación de donde provienen los gritos. Es una gran sala, demasiado grande diría yo. Es completamente ostent
MICHELLECon la otra mano el guardia me quita las llaves y me empuja hacia el suelo. Me golpeo contra el duro y frío piso de la mazmorra.—¡Enciérrenlos a todos! —ordena el guardia y nos agarran bruscamente. Él abre la celda de Thrall con las llaves robadas y los demás guardias nos empujan hacia dentro—, ¡Caballeros traicionando al Rey de esta forma! ¡Debería darles vergüenza ayudar a fugitivos a escapar!—¡No hemos traicionado a nadie! Este chico es inocente no debió ser encerrado —grita William.—¡Silencio! ¡¿Quién te crees que eres para criticar el juicio del Rey?! —golpea los barrotes de la celda, causando un respingo a mi corazón.—Ha sido el Príncipe quien lo encerró. Mi respeto se lo doy al Rey —responde William más calmado.—¡Ins
MICHELLEAlphonse y William guían la huida. Los guardias nos apuntan con las afiladas espadas. Nuestros caballeros los enfrentan sin dudar y una pelea se desata. Es increíble el manejo de la espada que poseen. Me extasía la contienda y no me percato de la presencia de un guardia detrás de mí, este me sujeta por el cuello, ahogándome. Golpeo su brazo protegido por la armadura, mis esfuerzos son en vano, él no me suelta. De repente, me suelta y caigo al piso. Toso por culpa del inexistente aire que estaba entrando a mis pulmones. El sujeto salta de un lado a otro, se quiere quitar algo de encima que mis ojos no ven. Despavorido, sale huyendo. Thrall me levanta del piso.—¿Puedes respirar bien? —me sostiene por los hombros.—Sí, gracias. Fuiste tú, ¿cierto? —jadeo casi sin aire.—Las ilusiones son mi especialidad —ambos sonre&iacu
MICHELLELa aparición de aquel anciano me salvó de un destino desalentador. El Príncipe olvida mi existencia, toda la atención se la da al hombre mayor.—Sabio, ¿qué hace despierto a esta hora? —pregunta confundido. Lo acaban de sorprender en algo en lo que no quería testigo.—Estaba esperando el momento indicado para realizar mi gran aparición. Eso es todo —sonríe y se aproxima a nosotros—. Soldados, déjennos a solas… y no persigan a los fugitivos, ya me encargue de que escaparan.¿Qué dijo? ¿Este anciano esta demente?—¿Qué significa todo esto? Eran fugitivos peligrosos. Mire como dejaron el palacio —dice serio.—Las acciones de ese chico son de admirar y ni se diga de esos caballeros, ¡Los quiero mañana mismo a mi cargo! —ríe el anciano mientras se sostiene el estómago. Todo esto parece causarle gracia. El Príncipe se queda en silencio sin rechistar palabra alguna.—Retírense —ordena y los soldados salen huyendo de la sala.Finalmente, solo quedamos nosotros tres. El fuego en la ve
MICHELLEBusco a los otros, pero no los encuentro, supongo que estarán más adelante, así que empiezo a caminar. Ellos emergen de la oscuridad y comienzan el interrogatorio.—Menos mal estás bien —comenta Alphonse parándose a mi lado.—¿Qué fue lo que sucedió allá dentro? El sabio nos dejó escapar y dijo que tú saldrías en un rato, que no nos preocupáramos —dice Thrall mirándome con intriga.—Todo fue muy confuso, pero en resumen gracias a él nuestra persecución terminó. Ya no somos fugitivos y ustedes pueden regresar a ser caballeros de la familia real —dirijo mi vista a los soldados, los cuales se miran confundidos ante mi noticia.—¿Cómo es posible? Deberían considerarnos traidores —responde William y se cruza de brazos.—Al parecer el sabio no estaba de acuerdo con los caprichos del Príncipe. Como prueba me dejaron marcharme sin problemas —omito la verdad.—Todo esto es muy raro —dice Thrall frunciendo el ceño—. De cualquier forma, estamos a salvo, que es lo importante.—Casi no la
MICHELLEEl sol que entra por el ventanal del ático me avisa que ya es de día. Me levanto perezosa de la cama, arrastrando las sábanas conmigo. Han pasado varios días desde que llegué a este mundo. Mañana se cumple la semana y debo partir en mi viaje con el Príncipe. Mientras me he dedicado a conocer un poco más las costumbres extranjeras, después de todo, estaré un largo tiempo por aquí. Manejan una extraña lengua que no conozco, lo extraño es que les entiendo a la perfección cuando conversamos, como si habláramos el mismo idioma; sin embargo, no logro poder leer ninguno de sus libros, ni anuncios, nada. Soy analfabeta.Lo que causa la magia.Por otro parte, el sitio está ambientado como en la época medieval. El tiempo retrocedió y la tecnología del siglo XXI no existe en este mundo.El pueblo es muy pintoresco y cálido. Por más que lo recorro no termino de conocerlo. Es sumamente extenso. Thrall e Izan se ofrecieron a ser mis guías turísticos, y, a su vez, me explicaron como es este
MICHELLENo puedo decidir que ponerme, estoy tan nerviosa. Sé que Thrall me invitó por amabilidad y no porque tenga segundas intenciones. Me vio recaída porque mañana comienzo el viaje con el Príncipe y quiere subirme el ánimo.Desordeno el armario buscando algún vestido para la ocasión. Diviso uno en el fondo que llama mi atención. Me lo pruebo y no me queda nada mal. Es azul marino de mangas cortas y escote cuadrado. Posee una cinta celeste más arriba de la cintura, esta crea pliegues a lo largo del vestido.Me dejo el cabello suelto. Paso a observarme en el espejo de cuerpo completo. Me veo bien y la situación lo amerita, se trata del festival del pueblo. Thrall no pensará que me emocioné de más por la invitación o que tergiverse las cosas.No es una cita.Abandono la habitación para reunirme con Thrall. Llego al portal, lo observo sentado en uno de los peldaños de la escalera, esperándome. No veo a más nadie de la familia, supongo que todos partieron ya al festival. El hecho de qu
MICHELLELos pasos se escuchan cada vez más cerca, me muevo de un lado al otro sin saber qué hacer.—¿Thrall, qué hacemos? —susurro alterada.Thrall no responde, al igual que yo busca un lugar por donde escapar. Sin previo aviso me pega contra la pared, me encierra entre sus brazos, a la altura de mis hombros. Sucede tan rápido, que no me da tiempo para ser consciente de la situación. Se acerca peligrosamente a mi rostro, nuestros labios muy cerca el uno del otro. Puedo sentir la respiración tibia de Thrall chocando con la mía. Mis ojos no pestañean. No pienso. No reacciono. Estoy inmóvil como una estatua.—¡Este no es lugar para andar acaramelados! —grita una voz.—Disculpe —dice Thrall y comienza a reírse. Para mi sorpresa, toma mi mano—. Ya nos vamos.Me dejo guiar por la mano de Thrall mientras observo como el guardia desaparece en la lejanía. Mi mente no puede procesar lo que acaba de suceder.¡Thrall estuvo a punto de besarme!Grita mi cerebro y le pido que se calle. Por alguna