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3. Antifaz.

Siguió recordando sus días de años atrás...

Esa noche regreso hasta la silla, se sentó nuevamente con su mirada hacía el suelo y tembló del miedo. Su madre le enseño a no confiar en nada que le pareciera desconocido pero siempre diciéndole que eran locuras  hasta que le tocó vivir en carne propia toda la mentira. Ahora se encontraba en un lugar que no era lo que esperaba, había aceptado un empleo que no era así todo por ser tan amable y confiada con los demás sin conocer primero la persona. 

Se tomó su cabeza con sus manos y lloró en silencio — Perdón mamá —repite varias veces y limpia sus lágrimas rápido.

Respira hondo para tranquilizarse, una muchacha se le acerca y la maquilla. Tenía su mirada fija en la pared frente a sus ojos mientras se dejaba hacer cosas y se lamentaba por lo que le estaba ocurriendo.

— Necesito que mi rostro no se vea —le pide a la muchacha.

Se ríe al escucharla decirle eso, se voltea y todas las demás ya estaban saliendo —Yo no puedo ayudarte en eso, mi niña. Debes aprender a vivir con que te reconozcan en la calle y ese tipo de cosas. Igual no te preocupes porque los hombres aquí no dicen nada — asegura.

Niega con la cabeza, la ve irse y revisa rápido toda la ropa hasta que encontró en sus manos un antifaz negro algo gastado pero le servía para ocultarse de los desconocidos. Se coloca para dejarse ver sólo los ojos y los labios. Acomoda su cabello, su estómago una vez le pedía comida para poder mantenerse en pie toda la noche y de la desesperación bebe un trago fuerte que le queda toda la garganta.

Sus piernas le temblaban a medida que se iba dando cuenta que aquel pasillo frío terminaba, su abrigo ya no estaba y se sentía expuesta a los demás. No era el empleo que creía, y jamás pensó en vivir todo eso. Recorre con la mirada el lugar que ya estaba lleno de hombres sentados gritando y riendo mientras bebían. Observa a sus compañeras de hace unos minutos, algunas estaban encima los sujetos que la manoseaban toda mientras ellas se dejaban como si nada, cierra sus ojos y respira hondo. Una mano en la cintura hace que sobresalté y tome distancia de ahí.

La vuelve a tomar de la cintura —Te queda espectacular esa ropa —  dice en el oído.

Cierra los ojos del miedo que sentía y más cuando las manos de un hombre estaban de esa forma en su cuerpo casi desnudo — ¿Qué tengo que hacer? — pregunta nerviosa y aclarando la voz.

Sonríe y la pone frente a sus ojos — Demostrar la perra que traes adentro para todos esos sujetos hambrientos de placer, muñeca — dice tocándole el mentón.

Lo aleja de su rostro y asiste con su cabeza. Debía ser la persona más fría y caliente a la vez para poder sobrevivir. Sabía que no iba a conseguir otro empleo menos en esa ciudad, se tragó todo y levanto su cara para empezar actuar para los demás aunque le parecía lo más asqueroso del mundo. Camino lentamente hasta la mesa de un muchacho no tan mayor, lo saluda y finge la mejor sonrisa que pudo. Cerró sus ojos, se dejó llevar por la música hasta que sintió las manos de ese hombre en su cuerpo. Cerró más fuerte sus ojos, haciendo que unas cuántas lágrimas caigan por sus mejillas y sintiéndose la mujer más sucia del mundo. Mastica todo eso para poder mantener su empleo, bebió otro trago y así toda la noche bailándole a los hombres que quería sin dejar que le saquen el antifaz de su rostro.

Eran las 5 am, vuelve a la habitación que tenía con las demás y se va directo a bañarse. Ahí llora, se limpia el maquillaje con un papel mirándose al espejo y lava todo su cuerpo una vez que está debajo de la ducha. Refriega fuerte sus brazos, su panza, y sus piernas mientras llora sintiéndose sucia. Se queda un rato en el agua caliente y después de eso se puso la misma ropa.

Salió del baño con su mochila, el cabello mojado y sus ojos rojos de tanto llorar.

—Es difícil pero te acostumbraras ya verás, bienvenida — dice otra compañera tocándole el hombro.

Agacha su cabeza y sigue su camino hacia la puerta. Antes de salir se choca con su jefe y la abraza —¿Ya te irás?— pregunta.

Lo aleja de su cuerpo, no quería que nadie la toque ya había vivido mucho por esa noche y no quería ninguna mano sobre su cuerpo — Sí, señor —responde.

La queda mirando — ¿Estás bien? — pregunta preocupado.

— Si, estoy cansada es sólo eso —dice.

Se acerca más — Tengo que pagarte la noche, no sé si sabes pero fuiste la sensación de la club y aquí tienes tu primer pago —dice dándole un sobre.

Lo toma desesperada y mirando el sobre, lo abre, ve muchos billetes que jamás creía que podría tener en sus manos — Esto es mucho dinero —dice contándolo.

Sonríe y observa como cuenta los billetes — Eso es lo que juntaste hoy, quedaron encantados con la mujer del antifaz y podría ser más la próxima noche — asegura.

Saca su mirada del sobre y lo ve —¿Cuánto más? — pregunta.

Pone sus manos en los bolsillos —El triple de lo que tienes ahí, Sam —asegura sonriendo.

Guarda el dinero en su mochila y no sabía que decir de lo que su jefe le estaba contando — ¿Debo venir todos los días? — pregunta preocupada.

Asiste con la cabeza —Este trabajo es de lunes a lunes y no puedes faltar —dice mirándola.

Pone su mochila en su espalda, se coloca la capucha y caminan hasta la salida juntos. Él le iba contando algunas cosas de la noche, advirtiéndole sobre las calles pero los dos son frenados por unos tipos en la entrada del bar.

—¿Se les perdió algo? —pregunta sacándose las manos del bolsillo.

Ella esconde su rostro debajo de la capucha y no mira a los hombres solo ve las zapatillas. Se queda en silencio escuchando la conversación.

Uno se acerca a ellos — Necesitamos ver a la chica del antifaz, nos dejó locos — dice algo pasado de copas.

Retrocede y vuelve a entrar al lugar asustada. Sebastián la persigue por detrás y le toma los hombros para calmarla — No te sucederá nada — asegura.

Se abraza a él y esconde su rostro en su pecho. Se moría de miedo, no sabía cómo hacer para manejar la situación y llora del terror que sentía. Ya su madre no estaba para protegerla como antes, Sebastián la abrazo unos minutos y levanto su rostro con sus manos — A mi lado nada te sucederá, lo prometo — dice mirándola.

***

Ese fue el primer acercamiento con Sebastián en aquella época, recuerda muchas cosas pero otras prefiere borrarlas de su cabeza. Esa mirada y el abrazo de esa noche no podía quitárselo de sus pensamientos.

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