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Zoe

Hay historias que empiezan contando la vida de una misma, pero en la mía habrá un toque diferente, empezaré  a narrar por el día que me raptaron por error, porque ese fue el inicio de todo lo que soy ahora.

Yo, Zoe una simple chica que después de perderlo todo en la vida, el destino me regaló a una increíble amiga, ¿y saben que?, no me siento triste por no tener a mis padres, no me siento desafortunada por no tener a mis seres queridos conmigo, porque en ella lo encontré todo, una gran hermana es lo que es Claudia para mí.

—En serio, ve con tu amorcito. Yo me encargo de llevar tu coche al taller.

Su cita con su novio dependía de mí ayuda, y como no, estaba dispuesta a hacerle el favor sin problema alguno.

—¡Eres la mejor, Zoe!

Suspiré después de que me abrazara y la miré irse feliz con Víctor mientras la recibía con un hermoso ramo de flores.

—Ojalá y el mío fuera así de romántico.

Llevaba más de un año con un chico y lo poco que tiene de carácter lo tiene de romántico, pero era un buen muchacho, amable y honesto y creo que fue eso lo que me hizo enamorar de él ¿no? En fin, no hay amor que se pueda decir que sea sincero. Así que para qué pensar tanto.

Mientras conducía el coche de Claudia, en la radio de este pusieron mi canción favorita y sin duda alguna empecé a cantarla junto al viento que chocaba en mi rostro moviendo mi cabello.

Hace mucho tiempo, un señor de más de cincuenta años me aconsejó y aún pongo en práctica su consejo "no hay vida feliz si no sonríes en ella a pesar de las adversidades, nadie en este mundo tiene la plenitud, pero eso no significa conformarse con poco".

Sonreí al recordar y verdaderamente tenía razón, soy quien soy por mi forma de ser y esta no la cambiaría por nadie.

—¿Qué m****a está pasando?— articulé al ver dos furgonetas negras cerrarme el paso.

Por un momento pensé que todo se trataba de una broma, pero cuando quise darme cuenta de que no, uno de esos hombres vestido de negro me sujetaba de la nuca sacándome a rastras del auto de Claudia.

—¡Suéltame!— grité intentando ser valiente.

—Cállate niña, y camina— ordenó el hombre  apretando más su agarre y seguí siendo fuerte y luché con su cuerpo, pero cuando me di cuenta de que había hecho mal, un gran golpe en la nuca me hizo temblar y mis piernas dejaron de sostener mi cuerpo y comencé a verlo todo negro.

Dicen que la vida es demasiada corta y que hay que vivirla al máximo, porque nunca sabemos cuándo puede llegar a su fin y lamentablemente cuando todo se acaba no se suele avisar solo cerramos los ojos y nuestro corazón deja de latir.

—No hice nada, por favor, suélteme. — Sollozo mientras mi cuerpo se encontraba en un sótano bajo el suelo. Si tuviera que describir este lugar, diría que es frío y oscuro, un espacio que desconocía su tamaño porque no alcanzaba a ver ni a sentir nada, excepto un escalofrío terrible y el olor de la humedad.

¿Qué necesitaba para sentirme como me sentía antes de todo esta locura? Mi libertad, era lo único que necesitaba y olvidarme de todo lo que pasó.

—¡Vaya!, aquí tenemos a la joya de Richard— sentí una voz masculina que me causó un asombro horrible.

No llegaba a ver su rostro, pero si percibía su altura.

—¿Por qué estoy aquí?

—Por tu padre— aclaró esa voz que la sentí más profunda.

¿Padre? ¿Qué padre? No tengo padre, jamás lo tuve.

—Richard tiene que pagar por su deuda y no hay mejor manera que con la muerte de su hija.

Dios mío. Se confundieron, ellos piensan que soy Claudia y que el señor Richard es mi padre, pero ¿dijo muerte?

—Por favor, no lo haga.

Suelta una sonora y maliciosa carcajada que me hizo saltar del susto por lo terrible que se hizo notar.

Mis manos estaban atadas a mis espaldas y mi cuerpo permanecía de rodillas, la pequeña luz de aquel agujero me molestaba en los ojos al encenderla y repentinamente sentí como inicia sus pasos hacia mí y alcé lentamente mi rostro para encontrarme con el rostro de aquel hombre que sacudió mi ser llenándolo de miedo con tan solo oírlo

—Yo...— mojé los labios porque no podía dejar de mirarlo, era jodidamente hermoso, sus ojos penetraban y dolía como miraba, su perfecta nariz parecía creada por un artista y sus labios son puramente perfectos—. Yo... — rompí de un tirón nuestra mirada.

Tenía miedo de decir que no era la hija de Richard, pero también temía por mi amiga.

—Mátala—ordenó esa voz que me sacudió como si de un terremoto se tratara y mis súplicas no tardaron en salir.

—No le hice nada, por favor, no me mate—mi garganta dolía—. Es que no tiene conciencia, soy un ser humano.

Me había dado de espaldas cuando ordenó que me dispararan, pero al gritar este volteó rápidamente y apretó mi garganta y gritó claramente—. Mi problema no es contigo, sino con tu padre.

—No, por favor, no— mi garganta sufre y me cuesta hablar.

—Lástima que tu padre no pensó en ti cuando te puso como moneda de cambio.

No entendía nada, ¿cómo así? ¿El señor Richard uso a su hija como pago?

—No entiendo.

Este soltó mi cuello bruscamente y volvió a ordenar que me mataran, pero antes de salir de aquel lugar frío confesé la verdad.

—No soy hija de Richard, no soy su hija— el llanto ahogaba mi garganta.

—Detente— ordenó a su hombre porque fue el único que percibió mi voz.

—No soy su hija— alcé la mirada.

—¡Mientes!— murmura.

—Se lo juro, no soy Claudia, sino su amiga.

Y en ese instante sentí, bueno, no, vi literalmente como mi vida ha cambiado porque su mirada descifró y me dejó ver un futuro torturado a su lado, su sonrisa agrega situaciones las cuales temo y todo en su conjunto gritaba que ahora sería una prisionera. Y a todo esto. ¿Quién era él? ¿Qué tan poderoso es? Y la pregunta más importante. ¿Qué será de mí después de hoy?

Aquí es cómo y dónde empezó esta historia la cual hoy en día sé que es digna de contar, relatar y detallar cada momento vivido con Edgar es como contar una historia de amor con un toque de terror.

Podemos esperar todo y a la vez nada. Todo a su lado y nada a su lado también.

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