Capítulo 2

Axxel inició el juego y golpeó la bola sin problemas, determinado a ganarle a Jackson y ser el dueño de aquel premio tan codiciado: un beso de la rubia que tanto deseaba. Iba muy bien, pero se distrajo pensando en lo que sería tener a Melanie de nuevo entre sus brazos y dejó caer la pelota. 

—¡Sí, gané! —se burló Jackson alzando los brazos. 

—Imbécil —gruñó Axx y contuvo las ganas de molerlo a golpes. Estaba furioso por haber perdido ante Jackson y que él pudiera besar a Melanie. 

—Ven, nena. Dame mi beso —demandó Jack con una sonrisa de oreja a oreja. 

«No, esa b****a no la va a besar. ¿Cómo carajo pasó esto? Él nunca me ha ganado un jodido juego. Le partiré la cara si la toca».

Melanie sonrió y se acercó con lentitud hacia él. Sabía lo que hacía. «Caerás a mis pies, Axx», prometió mientras se dejaba sostener por Jack. La distancia entre ellos era inexistente; estaban tan cerca que ni un papel pasaría entre los dos. Los nudillos de Axxel se pusieron blancos y ardía en celos al ver a ese par a punto de besarse.

«¡No! Eso no va a pasar».

—¡Quiero la revancha! Si gano, ese beso será mío —propuso antes de que el beso se diera. Aunque no se besarían en la boca, como todos pensaban. Ella había acordado con Jackson que si ganaba la besaría en la mejilla. Se había inscrito en el juego para acercarse a Axxel sin saber que él la buscaría primero. 

—Asume la derrota, Axxel. Yo gané —espetó Jackson sin alejarse de Melanie.

—Te daré dos billetes de los grandes por el beso —ofreció sin dejar de mirarlos. 

—Acepto —respondió Jackson soltando a Melanie enseguida. 

—¡Son un par de idiotas! —gritó Melanie fuera de sí y salió de la casa decidida a marcharse. Fue una mala idea ir a la fiesta y una peor intentar conquistar a un idiota como Axxel. ¿Cómo podía gustarle?, ¿por qué? 

La situación se le escapó de las manos. Había hecho el ridículo delante de todos y quedó en evidencia. Se alejó corriendo y lloró tanto que las lágrimas le nublaron los ojos. Terminó sentándose en una roca frente a la playa y lloró hasta que se quedó sin lágrimas. Se sentía tan estúpida...

—No grites, dulzura. Disfrutarás esto, te lo prometo. —pronunció una voz masculina cubriéndole la boca con una mano y con la otra la levantó de la roca. 

Melanie no sabía quién podía ser, pero el hombre apestaba como el infierno.  

«¡No! ¿Qué hago? Este hombre… él puede. ¡Qué no me haga daño! ¡No, por favor!», rogó en sus pensamientos. Se había alejado demasiado sin pensar en las consecuencias. 

El hombre la tenía inmovilizada y a su merced; podía hacer lo que quisiera con ella y no había forma de evitarlo. Estaba aterrada y comenzó a llorar tan fuerte que su cuerpo se sacudía sin control.

—¡Suéltala ahora mismo, pedazo de b****a! —ordenó una voz gruesa y enojada.

«¡Axxel! Gracias a Dios», dijo Melanie para sus adentros. Reconoció su voz sin problema. 

Axxel la estuvo buscando desde que se fue y, por suerte, llegó justo a tiempo para salvarla de aquella b****a humana.

«Maldito bastardo. Lamentarás haberla tocado».

—Ella está conmigo. ¿Verdad, dulzura? —preguntó el sujeto muy cerca del rostro de Melanie.

Ella no sabía qué hacer, lo único que quería era que ese hombre la liberara.

—¡Suéltala ahora! —demandó de nuevo.

—Y si no lo hago, ¿qué harás, muchachito? —lo retó el hombre. 

«Lo voy a matar».

Aquel hombre, cuyas sucias manos tocaban a la rubia, colmó la paciencia de Axxel. No estaba dispuesto a seguir jugando su juego mientras ella temblaba y lloraba por su culpa. Corrió hacia ellos y golpeó el costado del sujeto, liberando así a Melanie. Siguió pegándole una y otra vez hasta que Mel gritó que se detuviese.

Axx se levantó del suelo y la vio temblando. Caminó hasta ella y la abrazó para tratar de consolarla. ¿Qué habría pasado si él no hubiera aparecido? La sola idea le hacía hervir la sangre.  

—Ya te tengo, Melanie —susurró mientras le acariciaba el cabello. 

Un dolor extraño le golpeó el pecho cuando la sostuvo. Tenerla tan cerca lo hacía sentir débil. Era una mezcla de éxtasis y felicidad. Algo que jamás había sentido con ninguna chica.

«¿Qué carajo me pasa con ella?»

—Gracias, Axxel. Yo... no sé de dónde salió —balbuceó con voz temblorosa.

—¡Chist! Tranquila, estás a salvo conmigo —aseguró sin dejar de acariciarla.

—Quiero ir a casa —pidió entre sollozos. Él se alejó de su cuerpo lo suficiente para que pudiesen caminar juntos hasta la casa de Mack, dejando a aquel hombre asqueroso revolcándose en la arena de dolor. 

Antes de irse, Melanie subió a uno de los baños de la casa y se lavó el rostro hasta que se le puso rojo. Se miró al espejo y volvió a llorar sin parar. Las lágrimas se convirtieron en quejidos y se deslizó hasta el suelo, abrumada.

—¿Estás bien, Mel? —preguntó Axxel desde detrás de la puerta.

—Sí, ya salgo. —Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y salió de su refugio.

«Estaba llorando de nuevo. ¡Desgraciado hombre! Sí lo vuelvo a ver, lo mato», pensó él recordando la escena de aquel hombre sosteniendo a Melanie en contra de su voluntad. 

Subieron al Mustang GT de Axx y ella se resistía a mirarlo a la cara. Por alguna razón, se sentía avergonzada por lo que pasó con aquel hombre.

—¿Por qué te fuiste? —Ella frunció los labios, sopesó sus opciones, que no eran muchas, y decidió decirle la verdad. No tenía nada qué perder. 

—Odio que los chicos me traten como a un objeto. Querías pagar por mí como si fuera una p**a —respondió con tono de reclamo.

—¡Dios, Melanie! No lo hice por eso… Yo… lo siento. —Se disculpó avergonzado. 

—¿Tú qué? —indagó ante el tono de duda que escuchó en su voz.

—Yo no quería que Jack te besara. —admitió y una pequeña sonrisa se formó en los labios de Melanie.

—No me iba a besar con él, acordamos que solo me besara la mejilla —se sinceró queriendo ser honesta. 

—¿Y por qué me hiciste creer que sí? —preguntó frunciendo el ceño. 

—¿Y por qué te importaba si lo hiciera? —contraatacó ella alzando una ceja. 

Como los dos eran testarudos, ninguno dio su brazo a torcer. No querían revelar sus secretos: el de Melanie: que todo era un plan para acercarse a él porque le gustaba. Y el de Axxel porque sentía una fuerte atracción por ella desde hacía un tiempo. 

—Bueno, princesa. Ya estás en la seguridad de tu casa. ¿Quieres que te acompañe esta noche? —preguntó en tono de broma. 

Melanie puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Quería decirle que sí, pero no podía. Sabía muy bien cómo pensaban los hombres y estaba resuelta a ser la excepción a la regla.

—Tú te lo pierdes, princesa. Las chicas hacen fila por dormir en estos brazos —dijo, mostrando sus bíceps y provocando que ella estallara en risa.

«Ya verás de lo que hablo».

No permitiría que se burlase de esa forma de él. Tenía que probar su punto. La tomó por las caderas y la pegó a su cuerpo, dejando en evidencia por segunda vez su creciente excitación. Sus labios encontraron los suyos y la besó con lujuria y descontrol, como había deseado desde que la vio llegar esa noche. Las manos de Melanie se detuvieron en la espalda de Axx mientras que las de él bajaron hasta su espalda baja. El fulgor de aquel beso la invadió por completo, sumergiéndola en una repentina calidez. Estaba deseando más… mucho más. Su femeneidad latía descontrolada reclamando atención y gimió el nombre de Axxel cuando él le besaba la clavícula. Estaba perdiendo el control en pleno pórtico de su casa.

«¡Oh mi Dios! Esto es… tengo que detenerlo».

—Para, Axxel. Tengo novio —pronunció jadeante, logrando que Axxel se detuviera y la mirada como si tuviera tres ojos en lugar de dos. 

Lo que ella decía no era del todo falso. Sí tenía un novio, uno que estaba en coma desde hacía seis meses y con poca probabilidad de despertar. Pero, aunque Nick estuviera confinado en una cama, se sintió culpable al besarse con otro.

«¿Cómo fui capaz de hacerle esto a Nick? Debí pensar en él antes de coquetear con Axxel. Es que… no creí que se interesaría en mí. Estaba segura que no insistiría después de rechazarlo en la playa.  Axxel Wilson no ruega».

No es un problema para mí, no busco nada serio aquí, Melanie, solo pasarla bien una noche —mencionó comportándose como el cretino que todos conocían, pero en el fondo ardía de celos. Él sentía más por Melanie de lo que quería admitir. 

Para él, el amor era un sentimiento absurdo. Pero una cosa es querer convencerte de algo y otra ser arrastrado por un profundo deseo, y todo su ser anhelaba más de aquellos ardientes labios.

—Todo esto fue un error. No debió pasar —susurró ella con un nudo en la garganta y se apreuró a entrar a su casa, alejándose de la tentación que era Axxel Wilson. 

Él permaneció de pie mirando hacia la puerta por la que ella había entrado sintiéndose confundido y disgustado en partes iguales. Aquel  beso le removió el piso. En su vida, había sentido algo igual. Fue como si sus labios le pertenecieran, como si un vacío en su pecho se llenara solo con tocarla.

«Ella no significa nada. Es una chica como cualquier otra», se dijo disgustado, negando sus sentimientos, se subió en su auto y se marchó. 

  

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