Lentamente mis ojos se abrieron, un aroma suave y cálido invadió mis fosas nasales.
¿Dónde estaba? —me cuestione mentalmente
—Sol tranquila —gire mi rostro cuando escuche la voz suave y relajante de Guadalupe. Ella me observaba con ternura, sus cristalinos ojos contenían con tristeza lágrimas—. Estas a salvo —murmuro acercando su mano hasta mi mejilla, dejo una suave caricia sobre mi cicatriz y sentí calidez ante su toque
—¿Qué paso? —cuestione, mi garganta quemaba exigiendo líquido junto a mis resecos labios
—Todo acabo —respondió
¿Todo acabo?
¿Qué significaba aquello?
A mi mente llegaron aquellos momentos fuera de esta alcoba, las frías palabras de mi padre, aquel hombre, sus ojos y luego cuando poso sus labios sobre los míos.
Él me había besado y yo no sentí miedo.
Decidida me incorpore en la cama sintiendo estremecer mi cuerpo ante una suave brisa que rozo mi piel desnuda, siendo ayudada por Guadalupe logre sentarme sobre las sábanas blancas de mi cama y girar mi rostro hacia el ventanal.
Sorprendida solté un jadeo cuando observe como estas yacían abiertas dándome una magnifica vista del exterior. Mis lágrimas se fueron acumulando en mis ojos, lágrimas de felicidad y sorpresa ante aquel paisaje.
—Su majestad pidió que abrieran aquel ventanal, quiere que la luz ilumine tu alcoba, Sol —pose segundos después mis ojos en el rostro de mi hermana para observarla fijamente, ella sonreía
—¿Por qué? —cuestione con temor
Guadalupe soltó un suspiro y entre sus manos tomo las mías.
—Perdóname, Sol, siendo tu hermana mayor no pude defenderte de nuestro padre, —Guadalupe agacho la cabeza sin dejar de sostener mis manos— pero sé que todo cambiara para ti —ella sollozo al finalizar sus palabras
—Guadalupe —la llame con tristeza intentando calmar su llanto, ella negó mientras alzaba su rostro y secaba rápidamente sus mejillas
Se puso de pie soltando mis manos.
Plasmo en sus labios una sonrisa para luego observarme fijamente.
—Descansa —pronuncio para luego girar sobre sus talones moviendo con elegancia su vestido rosado, pero se detuvo ante mi pregunta
—¿Dónde está Macarena?, ¿se encuentra bien? —Guadalupe giro su cuerpo para observarme, asintió suavemente y contesto
—Ella se encuentra bien, solo estaba preocupada y atemorizada —aliviada agradecí en voz baja
Guadalupe solo me sonrió y continuo con su camino.
Pronto me encontraba sola, ya no era un lugar opacado por la tristeza ahora la luz del incandescente sol se adentraba iluminando cada rincón. Pude escuchar el cántico de las aves, el sonido del viento rozar los árboles y sin saberlo una sonrisa se formó en mis labios.
Me puse de pie, sentí el frío suelo bajo mis pies, mi vestido blanco cayo delicadamente cubriéndolos y lentamente me fui acercando al ventanal.
Mis manos temblaron ante el miedo, pero había algo dentro de mí que no me detuvo a continuar con mis pasos.
¿Cómo podía explicar aquella bella vista que tenía frente a mí?
Era bello ante mis ojos, algo único y especial. El sol se posaba en lo alto de los cielos, las blanquecinas nubes se movían con lentitud, algunas aves volaban felices ante su libertad.
Ahora podía ver el paisaje y no soñar detrás de cortinas blancas. Podría plasmar aquel paisaje entre colores vivos, llenos de sentimientos y significado.
—Pequeña Sol —gire rápidamente cuando una voz conocida y ronca resonó sacándome de mis pensamientos
Ahí a solo unos centímetros de mi cuerpo se encontraba aquel misterioso hombre el cual beso mis labios por primera vez robándome un beso soñado.
Una sonrisa yacía plasmada en sus labios, agache la cabeza y reverencie.
—Majestad, gracias —pronuncie con nerviosismo
—No agradezcas, Sol —contesto firmemente
Una curiosa pregunta surco mi mente, decidida la pronuncie en voz alta.
—¿Cómo se llama usted, majestad?
—Caleb Muftí —respondió
Aquel nombre lo había escuchado tiempo atrás, Macarena me había narrado sobre la soñada e intimidante mirada que poseía Caleb Muftí, futuro rey de los lobos. Era respetado en cada reino que se posaba en este mundo, pero se decía que solía negarse ante las propuestas de matrimonio.
Caleb Muftí era el esposo soñado para alguna princesa o pueblerina.
Un esposo que podría brindarte un título y comodidades, pero ¿Acaso las riquezas eran más importantes que el amor?
Si la pobreza surcaba tu vida el amor debía ser algo secundario, pero si vivías entre cobijas doradas solo querías más riquezas.
Entonces me cuestione: ¿Mi padre amo a mi madre?
—¿Acaso usted es el prometido de mi hermana Jazmín? —cuestione con nerviosismo
—No, princesa. La princesa Jazmín yace comprometida con Alec, general del reino felino —asentí ante sus palabras—. ¿Acaso usted suele ser muy curiosa?
Negué rápidamente temerosa.
—No quise incomodarlo, —hable sin alzar mi cabeza— disculpe mi comportamiento
Una delicada carcajada broto de su garganta. Era bella, contagiosa y relajante.
—No agaches la cabeza, eres una princesa
Anonada ante sus palabras alce mi cabeza, sus penetrantes ojos y los míos conectaron rápidamente. Mi corazón palpito con fuerza y me arrepentí en esos instantes cuando sus ojos se posaron en mi cicatriz.
Asustada la cubrí con mis manos sintiendo un nudo formarse en mi garganta.
—No escondas tu cicatriz, Sol. ¿Acaso temes ante mi presencia? —avanzo unos cuantos pasos, deje de observarlo y pose mis ojos en el suelo. Preferí guardar silencio— Sol —me llamo con anhelo— ¿por qué me temes? —cuestiono
El silencio era mi respuesta.
Sentía su mirada sobre mí intentando descifrar mi silencio o tal vez el miedo que recorría mi cuerpo.
Esto era inevitable.
Mi mente creo una escena, él se burlaba de mí y yo sollozaba mostrándome débil.
¿Por qué siempre creo aquello en mi mente?, ¿por qué me veo tan frágil en ellos?
Mi padre me volvió débil emocionalmente, algún murmullo o mirada mofándose destruirían mi corazón. Temía a la luz, pero anhelaba mi libertad. Tantas veces me cuestione como era sentirse en paz o lo que significaba no sentir temor.
Mis preguntas no fueron contestadas así que yo prefería callar.
—Te soñé, Sol. Escuché tu risa, tu voz, tu dulce aroma se coló en mis fosas nasales y por primera vez en mi vida sentí paz —no pude retroceder cuando sus dedos fríos acariciaban mi mejilla descubierta, pero sus palabras reflejaban sentimientos indescriptibles
¿Qué sentía aquella bestia por mí?
—Majestad —mi voz temblorosa lo llamo cuando dejo de acariciar mi mejilla para dirigirse a mis manos y alejarlas de la cicatriz dejándola al descubierto
Algo dentro mío me impidió que saliera corriendo en esos instantes, algo se removió en mi corazón y no pude frenar que mis lágrimas fueran fluyendo, una a una, reflejando tal vez mis recuerdos.
No me atrevía a mirar fijamente tus misteriosos ojos, pero si escuchar su voz anhelante y suave.
Pronunciaba cada palabra con temor como si fueran porcelana entre sus manos.
Las yemas de sus dedos recorrieron cada curva de la cicatriz que se marcaba sobre su piel, su toque era suave y pleno.
—Sol —pronuncio mi nombre— conviértete en mi esposa, se mi reina, se mi calma y mi paz. ¿Pequeña Sol podrías casarte conmigo?
Al escuchar esa pregunta me fue imposible no observar sus ojos, brillante anhelando una respuesta.
¿Qué era esto que sentía?
¿Casarme con él?
Pero ¿acaso me amaba?
Nunca pensé en un futuro amoroso ni en formar una familia, solo pensaba en mi libertad y ahora algo indescriptible crecía en mi interior.
¿Qué era el amor?
¿Era acaso aquella sensación que sentí cuando besos mis labios?
¡Oh desdicha la mía!
¿Qué debo decir?
Mis labios temblaron y él seguía esperando alguna respuesta. —No —respondí, sus dedos se alejaron de mi mejilla y con los labios entreabiertos me observo—. Lo lamento —susurre atemorizada, segundos después agache la cabeza Esperaba un grito feroz de su parte, un insulto, algún golpe o simplemente el silencio, pero no podía mentir ante aquello. No quería un matrimonio como agradecimiento, yo quería amar y conocer que era el amor. Aunque nunca me cuestione sobre aquello ni lo soñé, ahora que podía sentir la brisa acariciar mi piel y sentirme cerca de la libertad quería conocer el amor. Sentirlo. Vivirlo. —¿Por qué? —cuestiono serenamente —Porque deseo conocer el amor —una lágrima surco mi mejilla y mi corazón fue atormentado por adoloridas palpitaciones—. ¿Acaso usted no desea amar? —Yo siento ahora el amor, —lentamente respondió— aquella mujer apareció en mis sueños y se apodero de mi frío corazón. Esa mujer es tan bella ante mis ojos que me odio por no haberla protegido antes d
Abrí mis ojos a un nuevo día, con aquellas palabras rondando mi mente peiné mis cabellos en silencio y observé algún punto de mi alcoba totalmente perdida. ¿Qué quiso decir aquella voz? “Sigue la voz, ellos esperan por ti.” ¿Quiénes esperan por mí? Todo aquello era confuso y no podría encontrar respuestas, porque la voz tal vez no volvería aparecer o solo era producto de mi mente. —Alteza —me sobresalte ante la voz cantarina de Macarena, ella ingresaba a mi alcoba con una sonrisa cálida en sus labios y una mirada radiante—. Buenos días —pronuncio cuando mi atención se centró en ella —Buenos días —correspondí su saludo —Tengo buenas noticias, alteza. El desayuno de hoy será en los jardines del palacio —mi corazón palpito con fuerza ante sus palabras—. ¿Se encuentra bien? Ante su pregunta me di cuenta que la observaba con horror y miedo. No me imaginaba mi presencia entre los jardines con las miradas de los presentes atentos a mi cicatriz o las preguntas incómodas embargando mi m
Pidió disculpas con la voz entrecortada, se aferró a mi cuerpo mientras sollozaba y su calidez se impregnaba en mi piel. Aquella decisión ante sus ojos era mi salvación, pero el temor no podía abandonar mi corazón. ¿Acaso mi padre se atrevería a lastimarla en mi ausencia? Esa pregunta se repetía una y otra vez en mi mente atormentando mi corazón, aunque escuche la voz de Caleb pronunciar con firmeza que nadie se atrevería a lastimar a mi nana el miedo era inevitable. —Estaré bien, —pronuncio mientras tomaba entre sus manos mi rostro, observe fijamente sus cristalizados ojos y una lágrima surco mi mejilla— se feliz —pidió lentamente Negué rápidamente. —No sin ti —solté con dolor Ella había decidido quedarse, aquello penetro mi corazón y no pude quedarme callada. Le aclame con melancolía mi temor a dejarla, pero sus palabras fueron claras: Este es mi hogar, moriré aquí. Haz tu vida, Sol, se feliz. Siempre temí a la muerte, una palabra que dolorosamente arrebataba vidas y dejaba co
La tarde fue acompañada de la cantarina voz de Macarena, ella me narraba como los guardias del príncipe Caleb miraban con curiosidad sus movimientos. Ella se sintió intimidada, pero pronto dijo que no pudo notar morbosidad en sus miradas sino una indescriptible emoción. Macarena era alguien que normalmente poseía un sonrojo en sus mejillas, la inocencia deslumbraba en su mirada y yo temía que alguien rompiera su corazón. Intente concentrarme en escuchar sus palabras, pero mi mente estaba en otro lado sintiendo aún aquel hormigueo que dejo el toque de Caleb sobre mi piel y sus ojos observarme con intrigando. Pude notar que la personalidad intimidante del príncipe tal vez solo era una máscara que portaba en el campo de batalla porque sus ojos reflejaban tanta paz y comprensión, brillaban cuando sus labios curvaban una sonrisa o cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. —Alteza —gire mi rostro apresurada cuando escuche el llamado de Macarena, me percate que había estado con
Un sonido chirriante fue emitido por aquella inmensa puerta, Macarena embozo en sus labios una sonrisa para luego pronunciar. —Alteza ¿usted está nerviosa? —sonreí ante la pregunta de mi doncella, asentí suavemente mientras sentía la tela negra cubrir mi rostro nuevamente El despertar había sido tranquilo con un aura de inquietud rondando mi cuerpo, no podía olvidar aquellos incandescentes ojos vigilarme desde la oscuridad o aquel misterio que escondía el bosque maldito. Sin duda era digno adentrarse al espeso bosque y averiguar sus secretos, pero algo me detenía y no sabría describir que era ese “algo”. Escuche una voz ronca pronunciar el nombre de Caleb con respeto y orgullo, el nombrado correspondió con un saludo habitual de un príncipe temerario e intimidante ante su pueblo. Por unos segundos el carruaje freno, pero luego continuo con su camino. El bullicio de aquel reino resonaba por doquier, se escuchaban voces hablar con apresuramiento, otras deslumbrar sorpresa y algunas v
Entonces el silencio se tornó desesperante. Caleb caminaba sosteniendo mi mano, sus facciones reflejaban frustración y frialdad como si estuviera teniendo una batalla interna consigo mismo. Tal vez estaba atormentado por la próxima charla con su padre o algo lo molestaba. —Majestad —lo llame— ¿cómo se llamaba aquella mujer que yacía junto al rey? —Caleb me observo fugazmente, sus labios formaron una sonrisa ladina y respondió —La segunda esposa de mi padre, Josefina Khams —¿Segunda esposa? —Caleb soltó una corta carcajada ante mi pregunta y yo me sentí demasiado confundida ante aquella acción Nunca pensé que un rey podía tener dos o más esposas y menos si aquel rey era el mismísimo Fermio. Intimidante y frío como era descrito por el mundo. —Hay reglas que aún no conoces princesa Sol —contesto ante mi silencio Deje de observarlo y pose mis ojos en cada cosa que se cruzaba en nuestro camino. Desde los bellos cuadros hasta adornos
La noche fue tranquila, el cántico había desaparecido y mi mente pudo descansar de los tormentos que los sueños traían consigo. En mi mente solo estuvieron aquellos ojos, incandescentes y misteriosos. Seguía en mi mente el cuestionamiento de saber quién era aquel hombre que se ocultaba detrás de aquellos ojos o si solo fue mi imaginación. —¿Llueve? —Macarena yacía frente al balcón con el ceño fruncido observando el exterior —¿Qué ocurre? —cuestione, ella giro a observarme para responder algo decepcionada y entristecida —Está lloviendo, alteza. —sus achocolatados ojos me observaron esperando alguna queja de mi parte, pero solo pude apretar mis labios evitando que una carcajada brotara— ¿Por qué el día debe estar grisáceo? —se quejo En el reino Wilor la lluvia era algo peculiar, los días normalmente estaban teñidos del incandescente sol y el cielo azulado, Macarena amaba aquello. Pocas veces mientras observaba las cortinas blancas imaginándome e
Ambos mirábamos aquel opaco paisaje desde el balcón. La lluvia cesaba con lentitud, el aroma fresco se adentraba al lugar con pequeñas gotas colándose en el aire, un aroma a tierra mojada encanto a mis fosas nasales y fue imposible no curvar mis labios en una sonrisa. —¿Le gusta el paisaje? —cuestiono Caleb, fugazmente lo observe antes de contestar nuevamente con el corazón acelerado —Sí, en el reino Wilor el sol está presente cada día en cambio la lluvia es algo extraño —Caleb asintió Entonces una duda plasmada en mi cabeza me obligo a cuestionar. —¿Por qué el bosque maldito no ha sido cubierto por aquel inmenso muro que rodea su reino? —Caleb soltó un suspiro, su porte firme e intimidante seguían intactos —Nuestra naturaleza muchas veces nos hace descontrolarnos, no todo ser es perfecto princesa Sol. —sus bellos ojos me observaron — Desde tiempos antiguos antepasados decidieron no mancillar la naturaleza y dejar aquel espacio abierto conecta