Capítulo 5 – Caleb Muftí

Lentamente mis ojos se abrieron, un aroma suave y cálido invadió mis fosas nasales.

¿Dónde estaba? —me cuestione mentalmente

—Sol tranquila —gire mi rostro cuando escuche la voz suave y relajante de Guadalupe. Ella me observaba con ternura, sus cristalinos ojos contenían con tristeza lágrimas—. Estas a salvo —murmuro acercando su mano hasta mi mejilla, dejo una suave caricia sobre mi cicatriz y sentí calidez ante su toque

—¿Qué paso? —cuestione, mi garganta quemaba exigiendo líquido junto a mis resecos labios

—Todo acabo —respondió

¿Todo acabo?

¿Qué significaba aquello?

A mi mente llegaron aquellos momentos fuera de esta alcoba, las frías palabras de mi padre, aquel hombre, sus ojos y luego cuando poso sus labios sobre los míos.

Él me había besado y yo no sentí miedo.

Decidida me incorpore en la cama sintiendo estremecer mi cuerpo ante una suave brisa que rozo mi piel desnuda, siendo ayudada por Guadalupe logre sentarme sobre las sábanas blancas de mi cama y girar mi rostro hacia el ventanal.

Sorprendida solté un jadeo cuando observe como estas yacían abiertas dándome una magnifica vista del exterior. Mis lágrimas se fueron acumulando en mis ojos, lágrimas de felicidad y sorpresa ante aquel paisaje.

—Su majestad pidió que abrieran aquel ventanal, quiere que la luz ilumine tu alcoba, Sol —pose segundos después mis ojos en el rostro de mi hermana para observarla fijamente, ella sonreía

—¿Por qué? —cuestione con temor

Guadalupe soltó un suspiro y entre sus manos tomo las mías.

—Perdóname, Sol, siendo tu hermana mayor no pude defenderte de nuestro padre, —Guadalupe agacho la cabeza sin dejar de sostener mis manos— pero sé que todo cambiara para ti —ella sollozo al finalizar sus palabras

—Guadalupe —la llame con tristeza intentando calmar su llanto, ella negó mientras alzaba su rostro y secaba rápidamente sus mejillas

Se puso de pie soltando mis manos.

Plasmo en sus labios una sonrisa para luego observarme fijamente.

—Descansa —pronuncio para luego girar sobre sus talones moviendo con elegancia su vestido rosado, pero se detuvo ante mi pregunta

—¿Dónde está Macarena?, ¿se encuentra bien? —Guadalupe giro su cuerpo para observarme, asintió suavemente y contesto

—Ella se encuentra bien, solo estaba preocupada y atemorizada —aliviada agradecí en voz baja

Guadalupe solo me sonrió y continuo con su camino.

Pronto me encontraba sola, ya no era un lugar opacado por la tristeza ahora la luz del incandescente sol se adentraba iluminando cada rincón. Pude escuchar el cántico de las aves, el sonido del viento rozar los árboles y sin saberlo una sonrisa se formó en mis labios.

Me puse de pie, sentí el frío suelo bajo mis pies, mi vestido blanco cayo delicadamente cubriéndolos y lentamente me fui acercando al ventanal.

Mis manos temblaron ante el miedo, pero había algo dentro de mí que no me detuvo a continuar con mis pasos.

¿Cómo podía explicar aquella bella vista que tenía frente a mí?

Era bello ante mis ojos, algo único y especial. El sol se posaba en lo alto de los cielos, las blanquecinas nubes se movían con lentitud, algunas aves volaban felices ante su libertad.

Ahora podía ver el paisaje y no soñar detrás de cortinas blancas. Podría plasmar aquel paisaje entre colores vivos, llenos de sentimientos y significado.

—Pequeña Sol —gire rápidamente cuando una voz conocida y ronca resonó sacándome de mis pensamientos

Ahí a solo unos centímetros de mi cuerpo se encontraba aquel misterioso hombre el cual beso mis labios por primera vez robándome un beso soñado.

Una sonrisa yacía plasmada en sus labios, agache la cabeza y reverencie.

—Majestad, gracias —pronuncie con nerviosismo

—No agradezcas, Sol —contesto firmemente

Una curiosa pregunta surco mi mente, decidida la pronuncie en voz alta.

—¿Cómo se llama usted, majestad?

—Caleb Muftí —respondió

Aquel nombre lo había escuchado tiempo atrás, Macarena me había narrado sobre la soñada e intimidante mirada que poseía Caleb Muftí, futuro rey de los lobos. Era respetado en cada reino que se posaba en este mundo, pero se decía que solía negarse ante las propuestas de matrimonio.

Caleb Muftí era el esposo soñado para alguna princesa o pueblerina.

Un esposo que podría brindarte un título y comodidades, pero ¿Acaso las riquezas eran más importantes que el amor?

Si la pobreza surcaba tu vida el amor debía ser algo secundario, pero si vivías entre cobijas doradas solo querías más riquezas.

Entonces me cuestione: ¿Mi padre amo a mi madre?

—¿Acaso usted es el prometido de mi hermana Jazmín? —cuestione con nerviosismo

—No, princesa. La princesa Jazmín yace comprometida con Alec, general del reino felino —asentí ante sus palabras—. ¿Acaso usted suele ser muy curiosa?

Negué rápidamente temerosa.

—No quise incomodarlo, —hable sin alzar mi cabeza— disculpe mi comportamiento

Una delicada carcajada broto de su garganta. Era bella, contagiosa y relajante.

—No agaches la cabeza, eres una princesa

Anonada ante sus palabras alce mi cabeza, sus penetrantes ojos y los míos conectaron rápidamente. Mi corazón palpito con fuerza y me arrepentí en esos instantes cuando sus ojos se posaron en mi cicatriz.

Asustada la cubrí con mis manos sintiendo un nudo formarse en mi garganta.

—No escondas tu cicatriz, Sol. ¿Acaso temes ante mi presencia? —avanzo unos cuantos pasos, deje de observarlo y pose mis ojos en el suelo. Preferí guardar silencio— Sol —me llamo con anhelo— ¿por qué me temes? —cuestiono

El silencio era mi respuesta.

Sentía su mirada sobre mí intentando descifrar mi silencio o tal vez el miedo que recorría mi cuerpo.

Esto era inevitable.

Mi mente creo una escena, él se burlaba de mí y yo sollozaba mostrándome débil.

¿Por qué siempre creo aquello en mi mente?, ¿por qué me veo tan frágil en ellos?

Mi padre me volvió débil emocionalmente, algún murmullo o mirada mofándose destruirían mi corazón. Temía a la luz, pero anhelaba mi libertad. Tantas veces me cuestione como era sentirse en paz o lo que significaba no sentir temor.

Mis preguntas no fueron contestadas así que yo prefería callar.

—Te soñé, Sol. Escuché tu risa, tu voz, tu dulce aroma se coló en mis fosas nasales y por primera vez en mi vida sentí paz —no pude retroceder cuando sus dedos fríos acariciaban mi mejilla descubierta, pero sus palabras reflejaban sentimientos indescriptibles

¿Qué sentía aquella bestia por mí?

—Majestad —mi voz temblorosa lo llamo cuando dejo de acariciar mi mejilla para dirigirse a mis manos y alejarlas de la cicatriz dejándola al descubierto

Algo dentro mío me impidió que saliera corriendo en esos instantes, algo se removió en mi corazón y no pude frenar que mis lágrimas fueran fluyendo, una a una, reflejando tal vez mis recuerdos.

No me atrevía a mirar fijamente tus misteriosos ojos, pero si escuchar su voz anhelante y suave.

Pronunciaba cada palabra con temor como si fueran porcelana entre sus manos.

Las yemas de sus dedos recorrieron cada curva de la cicatriz que se marcaba sobre su piel, su toque era suave y pleno.

—Sol —pronuncio mi nombre— conviértete en mi esposa, se mi reina, se mi calma y mi paz. ¿Pequeña Sol podrías casarte conmigo?

Al escuchar esa pregunta me fue imposible no observar sus ojos, brillante anhelando una respuesta.

¿Qué era esto que sentía?

¿Casarme con él?

Pero ¿acaso me amaba?

Nunca pensé en un futuro amoroso ni en formar una familia, solo pensaba en mi libertad y ahora algo indescriptible crecía en mi interior.

¿Qué era el amor?

¿Era acaso aquella sensación que sentí cuando besos mis labios?

¡Oh desdicha la mía!

¿Qué debo decir?

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