Capítulo 8

Robert:

La corbata de seda negra parecía ser el accesorio perfecto que faltaba para mi traje gris claro. Mientras terminaba de vestirme, escuché el sonido de unas llaves. Me quedé inmóvil por unos segundos, y caminé despacio hasta la sala de mí apartamento.

Era Perla.

—¿Qué haces aquí?

—Disculpa… Quería devolverte las llaves —dijo, sosteniéndolas en la palma de su mano.

—No recordaba que tenías las llaves; podías haber llamado antes. No puedes entrar así a mi apartamento—Terminé de acomodar mi corbata—. Colócalas en la mesa de la cocina —Añadí y volví a mi habitación ignorándola por completo.

—¿Estás muy apurado? —dijo caminando detrás de mí y se inclinó en el marco de la puerta de mi habitación con sus brazos cruzados.

—Mucho.

—Te extraño —Sonrió y mordió su labio inferior.

—Ya hablamos de esto. Retírate, por favor.

—Sé que en el fondo no quieres que me vaya—Colocó su cabello sobre su hombro.

—Quiero que te vayas.

—¿Estás seguro? —Se quitó su camisa dejando su brasier rojo a mi vista.

La observé por un par de segundos. Me senté en la cama para colocarme los zapatos y acercó su vientre a mi rostro.

—Sé que me deseas tanto como yo a ti.

—Vete, Perla— Moví mi cabeza y aguanté la respiración para no sentir su aroma y me coloqué de pie.

De nuevo insistió y colocó mi mano en la tira de su brasier.

—Bájalo —susurró en mi oído.

Rachel ocupaba mi mente y mi corazón. Perla no iba a arruinarlo.

—Eres una mujer hermosa, cualquier hombre caería rendido a tus pies en este momento, pero yo no.

—¿Por qué eres tan difícil? ¿Estás enamorado de otra mujer? —dijo con su mirada al suelo y asentí.

Dio un paso atrás, se colocó de nuevo su camisa y se acercó a mis labios—. Se que algún día vas a querer sentir de nuevo mi cuerpo entre tus brazos, revivir la pasión y deseo que te hice sentir; vas a querer tomar mi cabello con fuerza para dominarme y me dejaré dominar…Cuando quieras todo eso y más, te esperaré con mis… piernas abiertas.

Besó la comisura de mi boca y se fue.

Perla era hermosa, elegante y salvaje en la cama; ingredientes que todo hombre desearía tener. Pero no había risas, no había sorpresas, caricias, amor. Solo era sexo, y eso en algún momento me iba a alejar de ella. Verla regresar con las llaves, me hizo recordar la locura de habérselas entregado; buscando quizás un mayor acercamiento entre nosotros, más espontaneidad. Varias veces la encontré en el apartamento con su lencería sexy, me gustaba que me sorprendiera, pero…

Nunca he sido un hombre de buscar placer, de seducir a alguna mujer para llevarla a la cama. Con Perla fue la excepción, su belleza me cegó, me cautivó y me dejé llevar. Pero sabía que en algún momento debía parar.

Ahora Rachel era la única mujer que me importaba, de eso no tenía ninguna duda.

Aparté los recuerdos de Perla de mi mente, vi mi reloj, y salí corriendo a la oficina.

Pensé que sería un día tranquilo, pero fue todo lo contrario.

—Lo busca la señorita, Paola —dijo mi secretaria.

—¿Paola? —pregunté sorprendido y recordé a la prima de Lucía.

—¿La hago pasar?

Accedí y la invité a tomar asiento.

Paola entró a la oficina con pasos largos dignos de una modelo de pasarela, se sentó, cruzó sus largas piernas y me sonrió al mismo tiempo que colocaba sus lentes oscuros sobre su cabeza.

—El otro día no pudimos conversar.

—Tuve una emergencia.

Mentí…

—Qué lástima…

―¿A qué debo tu visita? —pregunté un poco incómodo.

―Para hablar de nosotros… y del dinero que me vas a dar.

—No te entiendo nada ¿Cuál dinero?

—Necesito dinero y tú lo tienes.

—Paola, ¿de qué estás hablando?

—Ya te expliqué. Necesito dinero y eso no es nada difícil para ti—Se puso de pie y se acercó a mi silla—. Además, si quieres, te doy algo a cambio.

Se sentó en mis piernas y me puse de pie rápidamente.

—Espera, por favor. No entiendo nada —Levanté mis brazos, y me alejé de ella.

—¿No te gusto?

—No sé qué estás tramando, pero no me incluyas.

—Piénsalo, ¿sí?

Y colocó un sobre sobre mi escritorio.

—No tengo nada que pensar. No tengo por qué darte dinero.

—Yo creo que sí... Abre el sobre y hablamos.

El sobre blanco sobre la mesa captó mi total atención. Tenía que ver de qué se trataba.

Cerré la puerta de mi despacho, me senté acelerado; y con algo de miedo, lo abrí, mientras Paola aún estaba presente.

El sobre contenía unas fotografías de Miguel, mi mejor amigo, con mi hermana, Alicia. No podía ser real.

Coloqué cada una de las fotografías sobre mi escritorio. Necesitaba pensar un poco en lo que estaba viendo.

Paola permanecía sentada frente a mí con cara de placer y felicidad. Tenía un plan y no le importaba nada ni nadie para lograr llevarlo a cabo.

—¡¿De qué se trata todo esto?! —exclamé exaltado agitando mis manos. 

—Mi camino al éxito.... Solo eso. Necesito dinero y otras cosas... Creo que ahora serás el genio de la lámpara que me concederá mis deseos y hará que mi vida sea diferente.

—¿Y crees que esa es la manera de obtener dinero? 

—Totalmente... Son tus amigos y tu hermana. No podía ser mejor —Carcajeó con sarcasmo.  

Me puse de pie, di un paso atrás, toqué mi cabeza y me senté de nuevo a revisar las imágenes: Mi hermana, Alicia, sonriendo con un helado en su mano; Miguel sonriendo también con otro helado; ella sosteniendo su mano; luego sosteniendo su brazo. Y la última foto… besándose. 

Intenté pensar que quizás se trataba de una cruel broma de Paola, buscando algún detalle en las fotos para confirmar que eran editadas, que no eran reales. Miguel ama a Lucía, su esposa; y Alicia no puede estar con él.

—¿Eres capaz de traicionar a tu propia familia? ¡Lucía es tu prima!

—Si ese es el precio para obtener lo que quiero, no tengo problema alguno —Me dijo con el cinismo que al parecer la caracterizaba.

—Eres una mujer despreciable... —dije sin ningún tipo de arrepentimiento.

—Tu hermana y tu mejor amigo debieron pensarlo dos veces antes de tener una aventura juntos. Al final no me interesan las consecuencias que esto puede tener, solo quiero dinero y sé que tú me lo darás para evitar que tu querida amiga sufra.

—¡No te daré nada! —Le grité muy molesto y le pedí que se retirará. Me observó con ojos de triunfo, se colocó sus lentes oscuros y salió de mi despacho.

Deseaba tanto ver a Rachel, estar con ella; pero ahora todo esto de Miguel, Alicia y Paola, se estaba llevando toda mi atención.

Salí de mi oficina tarde, encendí el auto y coloqué la música con volumen muy alto. Eran casi las once de la noche, pero necesitaba hablar con Alicia en ese mismo momento. No podía esperar para que me explicara qué estaba pasando con Miguel. Entré despacio a casa de mis padres sin hacer ruido y subí a la habitación de mi hermana.

—Alicia… ¿Estás despierta? —Abrí con cuidado un poco la puerta de su habitación.

—Sí… ¿Está todo bien? —Encendió la luz de su lámpara y se sentó en la cama.

—¿Podemos hablar? —Le dije sosteniendo el sobre con las fotografías.

—¿Qué sucede? Es casi media noche.

—Quiero que seas honesta conmigo— Le entregué el sobre y me senté a su lado.

Alicia observó las fotos y comenzó a llorar.

—Yo… Yo…  —decía repetidas veces en medio de sus lágrimas.

—Cálmate y dime qué está pasando.

—Estas fotos son de hace algunos meses —Cubrió su rostro, avergonzada.

—Miguel es mi mejor amigo y es un hombre casado; y su esposa es tu amiga también.

—¡Lo sé!, solo fue algo que pasó.

—¿Qué pasó en realidad?

—Solo salimos un par de veces….

―Estas fotos me las entregó la prima de Lucía, y quiere dinero a cambio. Me está chantajeando.

—¡¿No puede ser?! ¡Dale lo que te pide!

—Si no pasó nada entre ustedes, creo que es un tema que se puede resolver.

—Lucía me odiaría.

—Eso pareció no importarte —Le mostré de nuevo las fotos un poco molesto.

—¡Por favor! ¡Qué no se entere de nada!

—¿Pasa algo más? ¡Sé honesta conmigo! ¡Ahora estoy en medio de todo esto también! Miguel y Lucía son mis mejores amigos, pero tú eres mi hermana. ¡A todos nos afecta!

—No pasó nada más…

—Creo que mientes, pero en realidad no importa. Estas fotos arruinarán su matrimonio; y no quiero imaginarme el dolor de Lucía.

—¿Hablaste con Miguel? —preguntó secando sus lágrimas.

—En pocos días tengo un viaje importante y Miguel va conmigo. Hablaré con él. Ahora él está de viaje.

—Perdóname…

—No se trata de perdonarte o no, se trata de un matrimonio, de dos amigos de la familia. ¿En qué estabas pensando? Sé que obviamente Miguel también es un gran culpable en todo esto. Pero Alicia, Lucía es tu amiga; han salido muchas veces, han conversado, hemos ido a cenar a su casa, las noches de vino, hemos incluso pasado navidades juntos. ¿Por qué?

—No sé qué decirte…

—Yo tampoco. No entiendo cómo pudiste hacerlo. Pero ahora estoy entendiendo un poco el comportamiento de Miguel, y tus lágrimas del otro día. No quiero ser parte de esto, pero es muy evidente que siguen viéndose. Paola ya me incluyó. Lucía es mi amiga y no voy a ser parte de las personas que le partan el corazón.

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