CAPÍTULO 4

HENRY

—¿Qué m****a haces aquí? —pregunto cabreadisimo en cuanto le veo— ¿Quién le ha dejado entrar?

—Solo estoy sacando unas fotos —se defiende el periodista subiéndose las gafas con gesto altivo.

Ya nos conocemos y si los periodistas no me caen en gracia, este menos. Es un hombre alto y delgado con unos ojos marrones y el cabello rubio peinado siempre a la perfección hacia atrás. Siempre lleva gafas, pero las últimas veces que le he visto siempre son todas distintas, por lo que supongo que tendrá que tener una gran colección de gafas. A parte, siempre lleva un gesto en la cara como si fuese el mejor del mundo y los demás tuviésemos que arrodillarnos ante él, me da verdadero asco su cara y en más de una ocasión he deseado partirsela aunque no lo he hecho.

—Monroe, coge su cámara y borra todo o mejor quédate con la tarjeta de memoria —bramos para después girarme hacía el periodista— y tú sal de aquí cagando leches si no quieres que te arreste.

Mientras Monroe le está quitando la cámara con algo de dificultad, ya que se está resistiendo, no deja de hablar.

—La gente tiene derecho a saber la verdad —se queja cuando Monroe le arrebata la cámara.

—¿Tú eres tonto? —no puedo contenerme de insultarle, en serio no debe pensar con la cabeza— ¿Qué crees que harán sus imitadores cuando vean las cosas que hace?

—Yo… —ante esto no sabe qué decir— solo estoy haciendo mi trabajo.

—Y yo el mío —le aseguro— y estás dificultándome el trabajo ergo obstruyes a la justicia.

—Señor —me llama un policía que parece novato por su edad— tiene permiso para pasar.

Me giro hacía el novato, lleva el traje típico de policía reluciente, es bastante alto

más o menos de mi altura, con el pelo rapado y sus ojos color marrón desprenden terror, sabe que la ha cagado.

—Permiso mis huevos, soy yo el que está al mando aquí y he dicho que nada de periodistas.

—Señor, yo…

—Como vuelvas a cometer un fallo así te enteras —le advertí. No tengo tiempo para perder y menos instruir a novatos cuando tenemos que atrapar a un asesino en serie.

Ante mis palabras el novato no hace más que callar y acompañar al periodista a la salida.

—Podrías haber sido más amable —me regaña Monroe cuando el novato se va de la estancia.

—Es un caso muy serio el que tenemos entre manos —le recuerdo aunque sé que he sido muy borde— sabes que en un caso normal no me importaría instruirle.

Y es la pura verdad, no es que sea la persona más agradable o paciente del mundo, pero siempre me tomo mi tiempo para dar consejos a los novatos, nuestro trabajo es muy importante sobre todo cuando hay muertes, secuestros o violaciones por medio.

—Lo sé —se relaja un poco— bien, ¿qué hacemos con la memoria?

—Guárdala, quizá nos sirva para algo, ahora vayamos a ver la escena del crimen.

Nos dirigimos a la primera habitación donde como siempre encontramos los cuatro primeros cuerpos. Nada más entrar en la habitación un olor a jazmín me inunda las fosas nasales, como de costumbre el asesino ha rociado la estancia con perfume. La habitación es bastante grande, más grande que en las anteriores casas. 

Lo primero en lo que te fijas al entrar es en la cama matrimonial con los cuatro cadáveres tumbados como si estuviesen durmiendo plácidamente. A un lado de la cama hay un armario que no contiene ropa a excepción de la de los cadáveres, pues estos están vestidos de época y han dejado la ropa ahí. Al otro lado solo hay un cuadro, que me suena bastante pero no se de que, aunque por el estilo parece de Van Gogh.

—Es un cuadro de Van Gogh —pienso en alto— pero ¿sabes cuál?

—No —responde Monroe mientras saca el móvil y mira en internet— es este “La casa amarilla”.

Dice mientras me lo enseña, tiene razón en el cuadro aparecen unas casas amarillas, rodeadas de un cielo azul, además hay seis personas paseando. El cuadro es bastante sencillo, pero en su sencillez está el arte. Transmite mucho con tan poco y me quedo pensando si el asesino quiere decirnos algo con él. Cuando dejo de analizar el cuadro me fijo en Monroe que está esperando para hablar y le hago una seña para que empiece.

—Estos dos han muerto por herida de bala —señala mirando a dos hombres.

—Y estos dos —prosigo señalando a una mujer y un hombre— serán los del veneno.

Algo que se nos ha pasado apuntar es que el asesino siempre utiliza las mismas técnicas para matar a las mujeres y a los hombres. Por ejemplo, no hemos encontrado ni una sola vez a una mujer con una herida de bala, ni a ningún hombre ahorcado.

—Está bien, vayamos a la siguiente habitación —digo después de inspeccionar a fondo en la que estamos.

—Sacaré un par de fotos —me dice Monroe antes de seguirme.

—Bien, te espero en el pasillo —le respondo. Quiero pensar en todo en un espacio “no contaminado”.

En la segunda habitación encontramos otros cinco cadáveres. Esta es algo más pequeña que la anterior y como la anterior huele a jazmín. En la cama hay tres hombres tumbados, a un lado de esta hay una cómoda con una silla y ahí está sentada una mujer con la cabeza inclinada hacia la izquierda. En el lado izquierdo, como si estuviera admirando la pared, hay un cuarto hombre que está enganchado del techo como si fuese un títere. Es verdaderamente macabro no solo está sujeto por la ropa, sino que también por el pelo y la piel haciendo que esta se estire hasta puntos inimaginables.

—Este de aquí es el que se ahogó, por eso tiene los labios azules, el agua debía de estar muy fría —reflexiona Monroe mientras se aproxima al títere.

—Estos tres tienen heridas mortales en la cabeza —atestiguo mientras me dirijo al otro lado de la cama y me fijo en que a dos le han aplastado la cabeza y al otro abierto— con lo cual a esta mujer es a la que le han dado los somníferos.

—Seguramente, aunque eso nos lo tendrá que confirmar el forense — se encoge de hombros Monroe— que por cierto estará al caer.

Después de inspeccionar la habitación vamos a la tercera. Esta es sin duda la más pequeña de todas. Está completamente vacía excepto por el cadáver que hay colgando del techo. Aunque eso no quita que no me dé escalofríos. En el suelo hay marcas de muebles, como si hubiesen estado ahí mucho tiempo y hubieran sido movidos hace poco, debido a lo cual he supuesto que el asesino es el que ha vaciado la estancia. También me fijo en que esta habitación tiene un olor diferente, huele a almizcle.

—Y por último, pero no menos inquietante —anuncia Monroe mientras pasaba por  la puerta— la mujer ahorcada.

—Siempre una mujer —reflexiono en voz alta- ¿por qué siempre les asesinara de la misma manera? 

—Quizá sea maniático o algo parecido —me responde encogiéndose de hombros— creo recordar que hay una enfermedad así.

—Puede ser —digo sin estar muy convencido.

Siempre encontramos los cadáveres en ese orden y siempre en las tres primeras habitaciones siendo la cuarta vacía. Es un asesino con patrones muy claros, pero a la vez era confuso debido a que no parece tener ningún patrón para seleccionar a sus víctimas.

—La cuarta habitación siempre está libre —reflexiono en voz alta.

—¿Qué? —me pregunta Monroe ya que no se ha percatado.

—Piénsalo —le contesto—siempre encontramos a las víctimas en las tres primeras habitaciones y la cuarta siempre está libre.

—Es cierto —coincide— ¿qué significará?

—No lo sé, pero podríamos encontrar alguna pista. Si las víctimas no entran en esa habitación es porque quizá él o ella la utiliza para algo y puede haber huellas o alguna seña de identidad. Creo que a partir de ahora tenemos que poner especial cuidado en esa habitación.

Hasta ahora al encontrarla vacía apenas la hemos inspeccionado, pero quizá el estar vacía puede jugar a nuestro favor. Por desgracia, no hay suerte, peinamos toda la habitación al milímetro y no encontramos ni una huella ni nada, aunque no lo parece el asesino ha limpiado la habitación a conciencia.

—Inspectores —nos llama el novato acercándose a Monroe y a mí mientras se frota la nuca— el forense está aquí.

—Bien —espeto mientras salimos a encontrarnos con él— seguramente habrán muerto como las otras víctimas pero por si acaso…

—Sí, pobres personas —se nota que está acostumbrándose a esto ya que la primera vez que vio al hombre con la cabeza abierta se puso bastante nervioso...

—Avísanos si encuentras algo diferente, por muy insignificante que sea, ¿de acuerdo?

—Sí inspector —me contesta mientras se aleja de nosotros.

Mientras él se dirige a la primera habitación, Monroe y yo decidimos ir a todas las habitaciones para tomar fotos y volver a la comisaría. A ver si con las fotos descubrimos o sacamos algo en claro.

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