Bitácora personal Doctora Abigail Valdemar 5 de marzo

Bitácora personal

Doctora Abigail Valdemar

Lugar: Edificio Lovecraft, Sede Central de la Corporación Raven, Devon, Inglaterra.

Reporte: atención a las heridas de los agentes que asistieron a la última misión de control.

5 de marzo

 —Bueno, agente Fort, debo decir que es usted un hombre afortunado —le dije mientras desinfectaba y suturaba sus heridas— ya que, hasta donde sabemos, es inmune al virus que causa la licantropía. De no ser así, se convertiría en hombre lobo en la próxima luna llena.

 —Gracias, Dra. Valdemar —me dijo. Los agentes Blake y Talbot también fueron atendidos pero ambos indicaron que no habían sufrido ninguna herida de consideración. A la agente Talbot le curé los rasguños en su antebrazo derecho. Según nos dijo pudo ahuyentar al hombre lobo que los atacó haciendo uso del afilado cuchillo de plata que guardaba en su cinto. No hay peligro de contagio en ella dado que la licantropía solo se contagia por medio de la saliva y otros fluidos corporales, lo cual es lógico siendo un virus de la familia de los rhabdoviridae a la cual también pertenece el virus de la rabia. Probablemente sea una mutación del virus de la rabia pero que, de alguna manera, altera el código genético del infectado mezclándolo con el ADN del lobo común.

 Terminado el día me preparé para apagar el laboratorio. En una de las celdas aledañas se encontraba aún la Criatura. Me miraba fijamente desde el interior de su cubículo de manera tan espeluznante que me provocó escalofríos. ¿No dormía nunca?

 Apagué las luces y me dirigí a los casilleros a recoger mis enseres personales.

 Los casilleros se encontraban al lado de los baños y los vestidores. Allí escuché a Talbot y Blake que conversaban. Era un secreto a voces que eran amantes. Casi todo mundo lo sabía, aunque en teoría lo mantenían en secreto. En general tenían relaciones en los vestidores cuando estaban solos, o creían estarlo.

 Como no quería ver a Talbot contra la pared con Blake sosteniéndola en una penetración acrobática (como me había tocado en una que otra ocasión) preferí esperar a que se fueran… pero al escuchar la conversación me di cuenta de que ese día no tendrían coito como Blake pretendía. Talbot declinó sus acercamientos sexuales (que supongo Blake ya daba por sentados) con un tono amable y amistoso, pero firme, dejándole claro que, al menos ese día, no tenía deseos de hacer nada.

 Blake aceptó la negativa y se despidió. Si estaba decepcionado o de mal humor por aquello, lo supo ocultar bien. En cuanto él se fue llegué a los vestidores y saludé a mi compañera.

 —¿Cansada? —pregunté.

 —Sí, un poco. Ha sido un día duro —dijo mientras guardaba el uniforme en los casilleros. Usaba una camiseta blanca sin mangas y unos pantaloncillos cortos, pero pronto se puso ropa de civil.

 Talbot y yo compartíamos una cierta amistad y en ocasiones habíamos ido a beber algo al terminar el trabajo. Le sugerí que lo hiciéramos ese día, pues hace tiempo que no salíamos.

 —Gracias, Valdemar, pero sinceramente solo deseo ir a mi casa a descansar.

 —Será la próxima —dije sonriente y nos separamos sin mayor trámite.

 Poco después salí de las instalaciones. En el estacionamiento de la sede central de la Corporación Raven se encontraba Fort entrando a su vehículo y a su lado estaba una bellísima adolescente pelirroja y de ojos verdes. Recuerdo haber notado que tenía la piel muy blanca.

 —Ho… hola, Valdemar. Te presento a mi sobrina, Lucía.

 —Mucho gusto —expresé. La joven me devolvió el saludo sonriente y alegre. Mascaba chicle y tenía un aire infantil. —No sabía que tenías una sobrina, Fort —concluí.

 —Sí, se está quedando conmigo momentáneamente porque sus padres están de viaje. Como comprenderás trato de mantenerla lo más lejos posible de mi línea de trabajo…

 —Comprensible.

 —Igual no me interesa este trabajo tan aburrido del tío Donovan —expresó ella reclinándose en el asiento— eso de ser guardia de seguridad suena aburridísimo.

 Luego puso algo de música rock a todo volumen. Donovan sonrío con gesto de complicidad y yo pensé que, si supiera que su tío es un cazador de monstruos, probablemente no pensaría que es un trabajo aburrido. Pero bueno, era mejor que siguiera pensando que su tío trabajaba seguramente tras un escritorio lleno de monitores cuidando alguna bodega o almacén, y no que era un mercenario entrenado al servicio de los gobiernos del mundo.

 Yo subí a mi propio vehículo, me despedí de Fort al salir del estacionamiento con algunos toques de la bocina, y me dirigí a mi casa a descansar.

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