Capítulo 4

BARCLAY

El vuelo había sido de lo más tranquilo, mientras escuchaba música y mi mirada se anclaba en la ventanilla del avión, el recuerdo de la noche anterior me llenaba manteniéndome ensimismado. En mí interior resurgió el sublime deseo de que la asesina de mi hermano menor no fuera la chica de ojos miel, en todos estos meses me había dedicado a investigar a los Blackorth y solo encontré lo que por muchos años supimos.

«¿Quién eres realmente?»

Termino de darle un trago a mi copa de vino y me preparo para el aterrizaje. Pude haber regresado en alguno de los aviones privados de mi padre pero ese no era mi estilo, a más de que gracias a que estoy en este avión, pude echarme un polvo con una azafata antes de pisar tierra. La chica estaba en exceso excitada, aún podía sentir sus caricias en mi piel, y su lengua jugueteando por mi cuello. El sexo, sin duda era una de las cosas más placenteras y con una mayor prioridad de la que me gustaría aceptar. Pero pese a que lo disfruté, la única razón por la cual me volví loco en el baño privado del avión, fue porque por alguna extraña razón la imagen de aquella chica de ojos miel apareció en mis pensamientos, obligándome a imaginármela desnuda.

¿Cómo sería su cuerpo desnudo? Sus curvas, sus piernas... el color de sus pezones... me obligo a cerrar los ojos y apretar los dientes o de lo contrario tendría una erección. ¡Mierda! Lo cierto es que esperaba que ella no fuera la asesina de mi hermano o de lo contrario, tendría que matarla con mis propias manos. Cuando por fin aterrizamos, afuera está esperándome Samuel; el guardaespaldas de más confianza que tiene la empresa.

—Señor, espero que el vuelo fuera placentero —me dice con modestia.

—Lo fue, supongo que si tú estás aquí es porque mi padre ha venido —afirmo al tiempo que observo como tres guardaespaldas más me ayudan con el equipaje y las personas que pasan a nuestro lado nos ven como si se tratara de alguna escena de cine.

«Ingenuos»

—Como siempre, está en lo cierto señor —Samuel me confirma mi primer sospecha en un tono de voz más hostil que neutro.

—Bien, llévame con él —suspiro cansado por el viaje.

—Como ordene señor.

Caminamos directo al aparcamiento y a lo lejos pude divisar la camioneta blindada color negro en la que solía viajar siempre mi padre. El aire era gélido y aprieto los puños intentando controlar mi ansiedad. Al entrar al vehículo mi padre me recibe como siempre lo había hecho; con una sonrisa, una palmada en la espalda para luego terminar estrechándonos las manos.

—Me alegra volver a verte hijo, es bueno que estés en casa —me dice con su voz ronca mirándome fijamente como si quisiera encontrar algún secreto en mis ojos. Como si yo ocultara algo y no me tuviera confianza—. ¿El viaje estuvo bien?

—Gracias padre, y en respuesta a tu segunda pregunta... solo diré que las azafatas hacen buen sexo oral —respondo con aire de grandeza y con triunfo, como si se hubiera tratado de una enorme proeza.

—¡Ese es mi hijo! —suelta una carcajada que me causa curiosidad, ya que desde que mi hermano se volvió cenizas no ha vuelto a reír, hasta ahora... seguramente había relación con la captura de la asesina.

—¿Y por qué has venido por mí? —Cambio el tema mientras el carro se pone en marcha—. No es habitual que lo hagas si se trata de mi persona, usualmente solo aplicabas esto con mi hermano.

—Tonterías, solo quiero festejar antes de dejarte en claro algo... tú trabajo, lo estuve pensando mucho y creo que ya sé qué es lo que vamos a hacer con la asesina de tu hermano —mi padre se aclara la garganta y puedo notar su nerviosismo y entusiasmo a poca distancia.

—Supongo que asesinarla es la manera más sencilla y fiable en estos casos, por supuesto lo haré yo —suelto pasando una mano por mi cabello—. En cuanto antes mejor.

Mi padre ancló una mirada calculadora y después sonrió, sabía que traía algo entre manos y al ver como las comisuras de sus labios se elevan en dirección al cielo, supe que matarla no estaba en sus nuevos planes.

—¿No quieres matarla? —enarco una ceja.

—La verdad es que no.

—¿Y se puede saber por qué? —insisto comenzando a sentir como la adrenalina corre por todo mi torrente sanguíneo.

Un silencio ensordecedor de pronto se hizo presente, mi padre se giró hacia la ventana y se remojó los labios.

—Tengo otros planes para ella —responde con voz ronca—. Quiero que sufra y que su madre lo haga también.

—¿Y asesinarla no funcionaría? —insisto, quería que esa mujer pagara por el dolor que nos ha provocado a mi padre y a mí.

—Aún no, tendrás el honor y el privilegio de asesinarla pero primero quiero que conozca más este mundo, quiero que sufra, quiero verla humillada, la quiero ver hacer felaciones a hombres degenerados que solo buscan el placer de una noche, quiero que conozca lo que es tener sexo con dos hombres a la vez, que sufra, que llore...

Lo cierto es que no estaba de acuerdo con las ideas de mi padre pero tampoco estaba mal lo que quería hacer, era justo, cuando mi padre tomaba una decisión muy difícilmente la cambiaba, pero lo que más me intrigaba era saber qué chica era la que sufriría ese destino, mi mente seguía recordándome a la chica de ojos miel con destellos verdes, labios rosados y mejillas rojas.

—Si piensas hacer eso entonces no veo claro el por qué me haces venir —digo con exasperación.

Un nuevo silencio invadió el ambiente que se respiraba dentro del vehículo pero decidí que se tomara su tiempo.

—Barclay, he decidido que tú la llevarás a Baby Club en Tokio —finaliza mi padre sin mirarme.

—¿Lo dices en serio? —cuestiono sabiendo lo que le esperaba a aquella chica, no había duda alguna de que mi padre tenía la intención de que sufriera lentamente.

—Sí, ya he preparado todo para el viaje, irás en uno de mis aviones privados y por supuesto que estarás a cargo de todo lo que te indique, su madre las protege tanto de lo que hacemos que su hija terminará por entrar a lo que su madre más teme, no debió matar a mi hijo, no debió haberse fijado siquiera en él —murmura mi padre melancólicamente, hablar de mi hermano le ponía de mal humor.

Baby Club era un sitio en el que mi padre llevaba a las chicas que con engaños cayeron en nuestras redes, y aunque yo no estuviera de acuerdo con todo esto no podía hacer nada. Estaba dividida en varias secciones, la parte baja era un centro nocturno en donde las chicas se encargan de complacer a nuestros clientes más destacados, en el mismo piso hay una parte de cuartos oscuros, que es prácticamente en donde les permitimos hacer con ellas lo que quieran siempre y cuando paguen el pase VIP, se permite todo, excepto el asesinato o los golpes. Arriba se encuentra la sección de las bellas durmientes, sitio en el que dormimos a las chicas y a las niñas, mientras que ancianos pagan para tocarles el cuerpo, solo eso, no permitimos que exista violación, y por último pero no menos importante está la sección de cinematografía, en donde grabamos videos sexuales, en donde el sexo duro y la perversión en todos los sentidos son lo que más genera dinero, incluso los clientes pueden pagar por una chica y dejar grabarse siempre manteniendo su imagen en el anonimato para que en la grabación no se vea su rostro.

—Barclay, ¿estás bien, hijo?

La voz ronca de mi padre me vuelve a la realidad de golpe, molesto me doy una regañina mental al saber que una vocecita en mi interior me rogaba que no fuera la chica que al parecer me había intrigado tanto. Si ese era el caso me temo que nada podría hacer y sufriría por lo que hizo.

—Estupendamente padre —respondo con aire molesto.

—Pareciera que no estás feliz.

—Solo estoy agotado por el viaje —giro mi cabeza y me doy cuenta de que no vamos en dirección a la casa, sino, al Gato Negro, uno de los tantos centros nocturnos que tenemos—. ¿Puedo saber qué sucede? sinceramente creía que iríamos primero a casa, necesito una buena ducha y descansar en una cama cómoda.

—Ya lo harás en el avión, sabes que está equipado con lo mejor —puntualiza mi padre con un tono que denotaba más autoridad que un simple comentario.

—¡Joder! quieres que hoy salgamos, eh, ¿acaso no ves que acabo de llegar? —le reclamo viendo como la angustia mezclada con furia y remordimiento, nubla sus ojos haciendo que su mirada parezca perdida e inefable

—Parece que no entiendes nada, se trata de tu hermano, ¡lo asesinaron! y ahora que ya tenemos a esa perra, no pienso desperdiciar ni un segundo, irás, estarás a cargo de ella, quiero que pase por todas las secciones, la quiero ver humillada, quiero que quede como un trapo usado y escupido, después la mataré yo mismo y le entregaremos el cuerpo a su madre, tal y como encontré a mi querido hijo —mi padre se aclara la garganta nuevamente y saca un pañuelo de su traje, le limpia el poco sudor que se le acumuló en la frente y sé de forma inmediata que intenta ganar tiempo.

—Si tú quieres puedes usarla y hacer lo que te plazca con ella, pero quiero que sufra lentamente.

Justo cuando estoy a punto de abrir la boca el carro se detiene afuera del club.

—Hemos llegado, ya sabes que hacer Barclay, como mi hijo mayor quedas al mando de todo, ya di instrucciones de que te obedezcan y... —el celular de mi padre suena, ve la pantalla pero no contesta, todo lo contrario, con una mueca en los labios vuelve a guardar su celular—. Me ha surgido algo importante, tengo que irme, en cuanto llegues a Tokio llámame.

—Sí, padre.

Bajo del auto mi padre y se marcha sin más, me siento desilusionado pero ya era algo normal, él apoyaba más a mi hermano pero tampoco es como que me tirara al suelo y llorar mis penas. Me acomodo la corbata y acompañado de dos de mis guardaespaldas, entro. El humo de cigarrillo y marihuana hace que mi apetito por follarme a una chica, abra paso a la lujuria contenida desde la pequeña y ligera aventura con la azafata. Llego hasta la barra y pido un Whisky doble, mientras me lo traen mi mirada se coloca sobre Estrella; una de nuestras mejores trabajadoras y ya con más de doce años con nosotros, 26 años, rubia, ojos azules y cabello como el oro, vino a nosotros en busca de nuevas oportunidades pero terminó por quedarse, hubo un tiempo en el que ella intentó formalizar una relación conmigo y estuvimos enamorados, pero cuando me enteré que se había acostado con mi hermano... terminó siendo otra historia. Fue con ella con quien perdí mi virginidad, al ser ambos de la misma edad no hubo problema alguno, «tonterías de un adolescente» fue mi primer amor ingenuo, fue algo intenso, la celaba por todo e incluso llegué a golpearla y en cierto modo a obligarla a mantener relaciones conmigo... pese a que después ella accedía y terminaba por hacerme una de las mejores mamadas de mi vida, ¡Esa mujer hace maravillas con la lengua!

Ambos cruzamos una mirada, ella me sonríe pero después me ignora... su trabajo consta únicamente en bailar y en desnudarse frente a otros, algunos llegan a tocarla pero es todo. Sin duda es una de las consentidas de mi padre. Cuando me traen el trago le doy un sorbo hasta que Alfred, el gerente y gran amigo de mi infancia se acerca a mí con una sonrisa que solo significa que ha cogido.

—Las malas lenguas dicen que no ha podido olvidarte —me da una palmada en la espalda y ambos vemos como Estrella mueve las caderas con armonía, lo que provoca el estallido de carcajadas de algunos y erecciones en otros.

—No tiene caso hablar del pasado —digo terminando mí trago de un jalón—. Mejor cuéntame acerca de la chica.

—Es una lástima que sea ella quien matara a tu hermano, está muy buena, de hecho en este parecido momento debe estar manoseándola el equipo de vigilancia —Alfred le hace una seña al barman indicándole un nuevo trago.

La curiosidad me invade, una mezcla de rabia, erotismo, y desenfreno emocional me llevan al borde de la locura interna.

—Bien, en veinte minutos nos vamos a Tokio, es tiempo de que esa perra asesina pague por todo —le devuelvo la palmada en el hombro—. Le echaré un vistazo a la nueva carne fresca.

—Por cierto... debo preguntar... ¿la conoces?

Aquel cuestionamiento hace que me detenga en seco, ¿por qué conocería a la asesina de mi hermano?

—¿Por qué lo preguntas? —frunzo el ceño.

—Porque desde que la tenemos encerrada no deja de llamarte, ha solicitado muchas veces hablar con Barclay, y ese sin duda eres tú, amigo.

El desconcierto hace paseo por mi rostro, aprieto la mandíbula y giro sobre mis talones para dirigirme al sótano, en donde seguramente se encuentra ella.

Mis guardaespaldas me siguen. Y al bajar saludo con la mirada a algunos chicos de seguridad del lugar. Cuando llego, saludo a Carlos; el vigilante principal.

—¡Es bueno verte, Barclay! —Ambos nos damos un saludo que se reduce a un formal apretón de manos—. Tienes que ver esto.

—Estoy ansioso por ver quién es la perra —digo simulando una sonrisa.

Carlos me lleva hasta una habitación en la que al abrir la puerta lo primero que veo es a la chica de ojos miel y a tres hombres a punto de violarla. Sin pensarlo y sin ser consciente de lo que hago, mientras los recuerdos martillean mi cabeza, me abalanzo sobre ellos y comienzo a golpearlos.

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