Capítulo 4

– ¿Te gusta? –sonrió ampliamente, asiento. –Somos tú y yo, me encanta mucho como sales Frida, eres tan bonita.

–Mamá... –digo con pesadez ella toma mis mejillas y deja un dulce beso en la punta de mi nariz.

–Eres la niña más preciosa de todo el mundo y nadie tiene derecho de decirte lo contrario, tienes unos ojos verdosos tan preciosos y una sonrisa encantadora, no lo olvides.

–Eres mi mamá, estas en todo el derecho de decírmelo –esta deja un leve coscorrón en mi cabeza y yo rio.

–Frida, algunas personas no te miraran con la misma mirada con la que yo te veo, pero estoy segura que habrá solo una que te mirara con más amor del que yo te veo y en ese momento mi amor, tu sonrisa nunca se esfumara de tus labios…

.

Sonrió ante aquel recuerdo y decido continuar limpiando mis cosas. La música es interrumpida por la voz de Lionel y bufo ante ello, ¿Quién se osa a cortar mi inspiración en la limpieza? Corro con prisa a mi habitación tomo el móvil y observo el número en la pantalla, nunca lo había visto y eso me parece extraño, trago grueso y pido muy dentro de mí, que no sea...

– ¿Si? –digo con voz temblorosa al responder. – ¿Quién es?

Me canse de esperarla el día de ayer, señorita Kayenston –aliviada por escuchar la voz de don papi rico, sonrió.

– ¿Lo siento? –digo con ironía. –Señor Hunther, disculpe, pero soy una mujer sumamente ocupada.

– ¿Tan ocupada para estar comiendo esa enorme hamburguesa llena de queso y calorías? –ay no.

–Para la comida nunca estoy ocupada, corrección.

¿Y para mí?

–Efectivamente sí, señor, supongo que buscare mi paga el lunes, supe por Mark que se ha ido a un viaje.

Oh, lo sabe.

–Sí, lo sé –nos quedamos callados ¿Por qué me llama? ¿Qué tanta es su insistencia? – ¿Entonces el lunes? –silencio, alejo el móvil miro la pantalla, la llamada está allí. – ¿Señor Hunther?

Bueno, entonces, supongo que debería alejarme de la puerta de su departamento.

– ¿¡AH!? –con pasos acelerados, pero silenciosos tal cual la pantera rosa, me acerco a la puerta y al ver por la lentilla mi quijada cae al suelo como en los looney tunes, y ok, ya debo de dejar de comparar mi vida con las caricaturas. –Carajo, está aquí... –mascullo bajito. –Relájate, relájate, Frida.

Abro la puerta y lo veo, con el móvil pegado a su oreja y yo de igual manera, ambos finalizamos la llamada. Este me mira de pie a cabeza, caigo en cuenta que estoy descalza, con mi cabello enmarañado y una vestimenta no tan presentable que digamos, un short corto, mostrando mis piernas y una camisa que muestra mi ombligo.

– ¡Santo pecado, ayuda! –este enarca una ceja y yo me lo como con todo y envoltura al verlo con ese trajecito de gente adinerada, sonríe de lado, yo quiero imitarle, pero sé que mi cara es de póker.

– ¿No me invita a pasar señorita Kayenston?

– ¿Eh? –este me mira fijo yo espabilo y asiento. –Disculpe, pase adelante.

Lo hace y puedo notar claramente que está viendo hasta en la esquina donde se almacena el mayor de los polvos en este apartamento. Cierro con tanta quietud la puerta y lo veo de espaldas, mis ojos bajan poco a poco desde sus hombros hasta ese culito redondo y perfecto que tiene.

La fragancia que baña su cuerpo es dulce, y para nada repugnante, tiene su cabello muy bien peinado y ni se diga de lo muy cuidada que tiene la barba. Este voltea y yo alzo mi rostro con prisa de su culo, le doy una sonrisa y este pasa a extender su brazo, entre sus dedos sujeta un trozo de papel, aquello grita, ¡DINERO! Lo tomo agradeciéndolo y al mirarle sé que la sorpresa es notoria.

–Esto es demasiado –digo en un susurro, lo observo, este tiene sus manos en sus bolsillos, su cara neutral. –Es mucho dinero por mi trabajo.

– ¿Considera su trabajo menos de lo que le estoy pagando?

–No, no es eso, es que…

–Señorita Kayenston.

–Frida, por favor, no le apene titubearme –este asiente y vuelve al ruedo.

–Ok, Frida –las pantaletas se me alborotan, cuando dice mi nombre de esa boquita preciosa. –Lamento lo de ese día, lamento lo grosero que fui y no darle el derecho de mostrarme su trabajo –asiento levemente. –Para nadie es un secreto que yo no comparto el pensar de esas personas que admiran el cuerpo voluptuoso que usted tiene –ay no, mejor cállese. –Más sin embargo la respeto, debo dejar a un lado mis pensamientos y enfocarme en lo que de verdad importa, su buen trabajo y desempeño.

Ok, intento analizar todo lo que me dijo, me dejo muy en claro que no soy el tipo de mujer que a él le gusta, lamentablemente deseaba comerme cada cuadrito que estoy cien por ciento segura tiene en su abdomen, pero me conformare con solo contemplarlo así como esta, de lejitos.

– ¿Gracias? –este asiente.

–Sé que quizás no está acostumbrada a tan escandalosa cantidad de dinero, pero pago por el buen trabajo que me brindan, ya que gracias a ello mis cifras suben y con ello tengo la vida que merezco – ¡Dios mío! ¿Acaso se puede ser tan fino, arrogante y directo como este hombre? Que léxico, maldición, me tiene desconcentrada. –Así que sé que le dije que no hago entrega de cheques a domicilio, pero estoy en la necesidad de venir hasta usted, porque la necesito.

– ¿Me necesita? ¿A mí? ¿A yo? –bufa.

–Sí, no de la forma en que quizás piense, pero si, la necesito.

– ¿Y qué forma cree usted que yo pienso? –este da un par de pasos, acorta la distancia.

–Sexual, amorosa –suelto una carcajada.

–No, tranquilo, no se imagine esas cosas, para nada pensé en ello – ¡Pero claro que lo pensé! Dios mío es que yo lo veo y me dan es ganas de llevarlo hasta mi tina y enjabonarle todo ese cuerpecito, ¡Concentración Frida! –Y bien, señor Hunther.

–Dígame Bajhor, no le apene titubearme –enarco una ceja.

–Bueno, Bajhor –sonríe de boca cerrada y asiente. – Usted dirá para que me necesita.

–Trabaje para mí, para el House Hunther.

– ¿Qué? –digo sin aliento,

–Una gran cantidad de agencias la quieren con usted, no permitiré eso, usted ayudo a Mark e hizo un magnifico y limpio trabajo, tiene una impresionante creatividad, quiero que usted se encargue del estilismo de mis modelos y de eventos.

–Yo…

–La espero el lunes en mi oficina, así hablaremos de sus beneficios como mi trabajadora y así tendrá el fin de semana para pensárselo, pero créame, soy uno de los empresarios que mejor paga, y no pretendo darme por vencido hasta que usted acepte trabajar para mí.

–Eh… Bueno, está bien, me lo pensare.

Bajhor Hunther pasa a mi lado y él mismo abre la puerta y sale, yo le miro de espaldas y le pido a mis ojos que se mantengan estables y no bajen, este voltea y me mira nuevamente.

–Por cierto, Frida –le miro y asiento. –Tiene unos encantadores y preciosos pies, feliz día.

Poooker faceee, la voz de Lady Gaga se hace presente en cuanto Bajhor me dice eso y se marcha. Yo doy un paso atrás y cierro la puerta, bajo la mirada y observo el cheque de 500 dólares en mis manos, es demasiado dinero para ser sincera, es el cuádruple o quíntuple de lo que Alaska me paga. Sé que maquille a muchas modelos e incluso peine, pero esto es una grosería.

– ¿Tengo los pies preciosos? ¿Eh? –me los miro. – ¿Acaso tiene un fetiche con ello? señor Hunther? –rio a carcajadas y niego. –Me estoy volviendo loca.




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