I — El comienzo del fin

                                                          Francia 1940

Era una Francia desolada, abatida por la guerra. Cubierta de un manto carente de alegrías, en la que abundaba el desespero, la tristeza y el miedo.

Aproximadamente unas semanas después de que Hitler desatara lo que se conocería como la Segunda Guerra Mundial, miles de jóvenes a lo largo del mundo, abandonarían sus hogares, a sus familias y amigos para combatir en el frente. 

El ambiente en su totalidad era desesperanzador y grisáceo, el sonido de la muerte podía oírse incluso desde el hogar más alejado. Aunque ciertamente no sería la mejor época para la historia de la humanidad, aun entre el caos, los sentimientos de dos jóvenes florecían con la fuerza suficiente para luchar contra toda guerra y todo perjuicio. 

Una bocanada de viento fresco meció con violencia las copas de los pinos de la propiedad Lefebvre, la llegada de la tormenta sería inminente. 

La muchacha se vio obligada a sujetar rápidamente y con ambas manos su sombrero de ala ancha transparente mientras dejaba escapar una susurrante risilla. El joven uniformado la miraba en silencio con una sonrisa lobuna, admiraba esbelto como su blanco vestido se adhería a su perfecta figura a causa de la ventisca. Estaba completamente atractiva y radiante, aunque ante los ojos del soldado, Scarlett nunca podría verse de otra forma que no fuese perfecta. Y es que todo en ella era una maravilla, sus pequeños y almendrados ojos castaños, sus labios sonrosados curvados en una sonrisa, incluso esas pequeñas y dispersas pecas a lo largo de sus pómulos que le parecían extrañamente adorables. 

El sonido sordo de un trueno se oyó por todo el lugar irrumpiendo las risas de la muchacha. La ventisca cada vez aumentaba con violencia, la castaña se vio obligada a sujetar también la falda de su elegante vestido jalándola hacia abajo. 

Sin ser del todo consciente, Nathan inclinó la cabeza hacia atrás y se echó a reír a carcajadas. Scarlett le envió una mirada confusa mientras luchaba con la corriente ventosa, el muchacho entonces volvió a ponerse recto y se acercó intrépidamente decidido a ella, tomó su sombrero y lo alejó de su cabeza con lentitud arrastrando alguno de sus cabello hacia adelante. 

La joven le sonrió agradecida mientras bajaba su brazo en alto, el soldado también sonrió siendo consciente de la escasa lejanía entre ambos. Nathan tomó entre sus dedos un mechón del cabello castaño de ella colocándolo detrás de su oreja logrando sonrojar a Scarlett. 

— Se ve muy hermosa— murmuró observando sus destellantes ojos 

Scarlett movió su rostro ocultando sus ojos de los suyos, sus mejillas estaban sonrojadas y aunque quisiera no podía borrar la sonrisa de sus delgados labios. 

Ella debía estar acostumbrada a ello, puesto que Nathan lo había dicho una vez, sin importar que llevara puesto o como luciera, ella siempre sería perfecta. 

— Nathan....— le advirtió tomando una pruda distancia entre ambos 

El soldado negó carcajeando— ¿Qué ocurre? Fue usted quien me enseño que ocultar la verdad esta mal, Mon chéri— le recordó— Ocultarle que se encuentra hermosa el día de hoy es un completo pecado 

Scarlett lo miró completamente hechizada por aquel hombre, como le hubiera encantado ser osada delante de él y decirle que sus ojos verdosos le recordaban a un prado fresco, o que su colonia de agua y menta le rememoraba a las cascadas del norte. Pero sobre todo le hubiera encantado mantener aquella cercanía. 

— ¿Ha oído hablar sobre aquella mujer llamada Anoushka?— El joven la miró curioso y negó— Dicen que es una gran bruja

— ¿Está pensando acaso en visitarla para hechizarme?

Los ojos castaños de la muchacha se abrieron por la sorpresa, el soldado simplemente río al ver su expresión.

— ¿Q-que...? ¡No es gracioso! Es un pecado muy grande jugar con magia oscura, yo jamás haría algo así ¡Todo el pueblo está completamente asustado de su presencia!

Scarlett se volteó aturdida y echó a caminar hacia la gran propiedad, su mente se había hecho una maraña de nervios ¿Cómo podía pensar algo así de ella?. 

Nathan echó a correr detrás de ella alcanzando sus pasos rápidamente. Tomó su brazo con cuidado de no lastimarla y la volteo volviendo a quedar cara a cara.

— Solo ha sido una broma, una muy mala— Se disculpó— Mon chéri, no necesitarías ninguna bruja para mantenerme hechizado, por solo una mirada suya...— Colocó su mano libre en la tibia mejilla de ella y la acarició—... daría hasta mi vida

Scarlett titubeó un momento. Sus ojos perdieron esa expresión alegre y brillante que albergaba hacia unos instantes atrás. Lanzó una rápida mirada hacia la entrada de la propiedad, un coche de la comanda de su padre se encontraba aparcado frente a los grandes y esbeltos portones. 

— ¿Qué ocurre, querida?— indagó preocupado tomando su rostro con ambas manos— No puedo verte con esa mirada, no a ti Scarlett

— Lesly— masculló. Sus manos se movían nerviosas—. Se ha comprometido esta semana

— Tendré que darle la enhorabuena cuando os vea— sonrió — ¿Sabes ya, que obsequiarles? 

Ella negó levemente— ¿Qué le obsequiarías, tu?

Nathan guardó silencio por unos segundos. Pensó en miles de respuestas para aquella pregunta, sin embargo, todas sus opciones fueron descartadas con rapidez. Probablemente su juicio se encontraba algo confundido, en ese mismo instante solo quería abrazar y besar a la bella muchacha frente a él, no pensar en obsequios de boda. 

Bajo las manos de su rostro para tomar las suyas con cariño.

— Mon chéri ¿que podría faltarles? ¡Si ambos lo tienen todo!— Dio un ligero apretón a las manos de Scarlett— Lesly, ella no tendrá que ver a su esposo ir a una guerra sin final— Hizo una pausa, su voz comenzaba a quebrarse—. Y Adrien... él es el que más suerte tiene, ya no tendrá que alejarse de la mujer que ama, no tendrá que estar entre el lodo deseando abrazarla y besarla... deseando estar en casa 

El corazón de Scarlett se apretujó con fuerza, nunca había visto a Nathan de aquella forma, tan vulnerable y al descubierto. Entonces, viendo esos ojos que amaba aguados no pudo evitar decirlo. 

— He estado hablando con mi madre...— Sonrió abiertamente—... sobre mis sentimientos hacia cierto soldado— La sonrisa tonta en los rostros de ambos era infaltable— Y ha estado de acuerdo con ellos, incluso me ha dicho que lo sospechaba de hace un tiempo, ya

Nathan parpadeó perplejo, se echó a reír nuevamente y jalo de las manos de Scarlett para abrazarla por la cintura y alzarla en el aire dándole vueltas. 

— ¿Quiere decir que vuestra madre acepta esta relación?— indago, temerario de haberlo malinterpretado

 Scarlett simplemente asintió feliz. El soldado volvió a dejarla en el suelo y observó sus ojos, sus respiraciones sonaban al compás agitado de sus emociones. 

— Solo Dios es testigo del deseo que tengo por besarla— murmuró—, por abrazarla sin ganarme un regaño o una mirada de desaprobación. Quisiera ser capaz de tomar su mano en público, dejar de escondernos, confesar el gran e infinito cariño que siento por ti 

— ¿Me quieres en verdad?— cuestionó en un susurro

El muchacho tomó su barbilla con sus dedos y sonrió encantadoramente.

— Algun dia, podre gritarle al mundo entero que estoy enamorado de ti desde el primer dia que nos vimos en este mismo jardín

El silencio nuevamente se hizo presente entre ambos, pero era uno cómodo, como si las palabras sobraran en aquel instante, y es que solo con sus miradas podían confesarse todo el amor que sentían el uno por el otro.

— ¡Sargento!

Scarlett se alejó con prudente rapidez de sus manos. Observó a su padre con su uniforme, su chaquetilla verde ya no le quedaba como la primera vez, había bajado notablemente de peso como todos los demás soldados, incluso habría visto a su madre coser unas pinzas en sus pantalones para que le quedaran a medida.

— ¡Teniente, Lefebvre!— respondió en voz alta. El muchacho llevó rápidamente su mano derecha a la altura de su sien en un saludo militar.

— Descanse soldado 

 — ¡Señor, si señor!

— Padre— La voz de Scarlett se escuchó— he visto un coche de la comanda aparcar hace unos momentos, ¿Qué está ocurriendo?

Deseaba con todas sus fuerzas que su padre respondiese cualquier cosa, cualquier cosa menos...

— La guerra reclama nuestra presencia nuevamente, debemos ir al frente— informo destrozando sus esperanzas 

 La joven buscó con desespero la mirada del soldado a su lado, pero este solo la observó de soslayo con un destello de tristeza en su mirada.

— ¡No, padre, quedaros!— suplico— Por favor...

— Ma fille, tus palabras destrozan aún más mi abatido corazón, pero es mi deber combatir

— ¡No, no!— Su mente entera estaba nublada, estaba desesperada, no podía permitir perderlos— Nathan... p-por favor

— Hice un juramento con Francia, proteger y defender sus tierras y a sus ciudadanos— masculló— si faltara a mi palabra, no tendría honor alguno

— ¡Estarían vivos!

— ¡Scarlett! 

— Dime, ¿al menos saben cuándo acabará?

— Tenemos un plan, acabaremos con la guerra— aseguró confiado— Pronto ma fille, estaremos aquí reunidos recordando con amargura estos tiempos, pero será historia y ya no más nuestro presente 

— ¿Cuándo debemos partir?— cuestionó Nathan

— Partiremos de inmediato, soldado

 Ambos jóvenes se miraron el uno al otro desolados, buscando un consuelo en los ojos del otro, pero ambos estaban apagados. Acababan de confesar su amor y ahora deberían alejarse, sin saber si volverían a verse una vez más. 

 Scarlett nunca había experimentado la envidia, pero en ese instante deseaba ser Lesly y nunca tener que despedirse de su amado. 

Nathan nunca había sentido deseo alguno por faltar a su palabra, pero la idea de huir con ella a donde fuera era, en ese momento, una fantasía incomparable. Pero a donde fueran, la guerra los alcanzaría y tarde o temprano terminaría por dejarla.

— ¡Señor, si señor!

Volvió a lanzar una mirada a la chica que tanto amaba. Detallo cada rasgo de su rostro. Memorizo con cuidado su piel tersa, con ese tono casi ámbar, pero al llegar a sus ojos, una amargura se instaló en su ser. Sus ojos castaños siempre le habían parecido una maravilla, en ellos se podían ver reflejados cada pensamiento, y en ese instante, pudo ver la tristeza y el terror apoderarse de ellos. 

Iba a alejarse de ella, pero iba a hacerlo de la mejor manera.

— ¡Señor, alto!

El teniente Lefebvre detuvo su andar y volteo a ver al joven soldado quien rebuscaba algo en los bolsillos de sus pantalones. 

— En unos minutos— comenzó observando directamente a la joven— saldré por esos elegantes portones, directo a una guerra que se ha llevado cientos de vidas... pero si me marcho sin decirlo, no podría perdonármelo— Nathan tomó una pequeña pieza de su bolsillo y la guardó en un puño— Hace dos años la conocí en este mismo lugar, estaba radiante con ese vestido blanco, me sonreíste y desde entonces no he podido borrarla de mi mente. He de admitir que la esperanza de volver a verla una vez más me ha mantenido con vida en cada batalla— El teniente lo observaba confuso mientras la muchacha sonreía encantada— Solo soy un simple soldado, no poseo riquezas más que el honor que he ganado en combate, se que no soy digno de su altura, ni siquiera de su mirada, aun así soy lo suficiente osado como para hacer esto

Dicho eso, dobló su rodilla derecha apoyándola en el verde césped, cogió con cuidado su mano dejando al descubierto el pequeño y delgado círculo plateado que escondía entre sus dedos.

— Scarlett Lefebvre ¿Te casarías conmigo?— inquirió al fin — Si te casas conmigo, prometo que volveré, nos casaremos y tendremos una hermosa casa con un gran jardín como te gusta

Scarlett titubeó un segundo antes de sonreír espléndidamente.

— ¡Si, claro que sí! ¡Acepto!

Nathan colocó con emoción y rapidez el anillo en el dedo de esta antes de tomar nuevamente su cintura y alzarla en el aire dando vueltas. Sus carcajadas se unian creando una sinfonía perfecta, una que dejaba al descubierto lo feliz y enamorados que estaban. 

Cuando dejaron de dar vueltas el soldado la dejó nuevamente en el suelo y se dejó sorprender cuando los brazos de su, ahora, prometida lo rodearon con fuerza pegandolo a ella.

— Promete que volverás— susurro asustada 

Nathan sonrió— Nada ni nadie podrá evitar que regrese de esa guerra, te busque entre la gente y me case contigo— aseguro— Hitler tendrá que venir en persona, pararse en esa puerta y apuntarme con arma si quisiera evitarlo, y aun así, no lo conseguiría 

Ambos se miraron a los ojos, ninguno estaba mintiendo, el soldado tenía la completa seguridad de que lo único que lo alejaría de ella sería la muerte. 

Un carraspeo interrumpió el íntimo ambiente. El sargento Lefebvre se encontraba a unos metros de ambos con los brazos cruzados y una sonrisa ladeada en los labios.

— Padre...

Nathan se apresuró a hablar—Teniente, disculpe mi osadía y falta de respeto al no pedir cortésmente la mano de su hija a usted

— No tiene que disculparse soldado— espetó — Aunque con orgullo he servido a mi nación por años, temo aceptar que he descuidado también a mi amada familia, y ahora la pequeña niña que cargue en mi brazos alguna vez es toda una hermosa mujer adulta, y su corazón pertenece ya a otro hombre... Solo quiero que prometas una única cosa para obtener mi bendición y enhorabuena, protégela siempre, sele fiel y nunca dejes de amarla

— Se lo prometo, teniente— juro con firmeza— Nadie le hará daño, daré mi vida por ella si es necesario

— Enhorabuena por su compromiso entonces— sonrió— les deseo lo mejor

— Oh padre...

Y sin decir más, la dulce Scarlett corrió hacia su padre y lo abrazó con fuerza.

— Traeré a tu prometido de vuelta— murmuró en su oído—, puedes estar tranquila querida

— Cuidate mucho padre

— Traeré a tu padre de vuelta— masculló con seguridad el soldado a sus espaldas—, puedes estar tranquila 

Su sonrisa era enorme, ambos habían dicho exactamente las mismas palabras sin siquiera escucharse el uno al otro. 

— ¡Teniente Lefebvre!— Un chofer de la comanda apareció a unos metros— Debemos irnos, necesitan que despleguemos nuestro ejército de inmediato

— ¡Vamos en unos segundos!

El hombre uniformado asintió dando un saludo y se retiró del jardín. Las tres personas restantes permanecieron en silencio, Scarlett abrazo una última vez a su padre, sus lagrimas corrian por todo su rostro y se embarraban en la chaquetilla verde.

— Despidanse, lo estare esperando soldado— Su padre se retiró por el mismo lado dejándolos solos. 

Nathan observó a su prometida y caminó hasta ella envolviendola en un gran abrazo. Su mentón descansaba con pesadez sobre la coronilla de Scarlett mientras que esta escondía su rostro lagrimoso en el pecho de su amado. 

— Volvere por ti ¿me crees, no es cierto?— susurro el chico asustadizo

Scarlett sollozo— Temo perderte

El soldado rompió con el abrazo para mirar a los ojos a su prometida— Te prometí que seríamos felices ¿lo olvidaste?— Ella negó— La guerra será historia, cariño 

Sus pequeños ojos se llenaron de lágrimas— Te amo Nathan, regresa por favor 

Nathan sonrió con ternura, llevó sus manos a su cuello y se quitó las cadenas que llevaban sus placas de reconocimiento. Con cuidado las paso sobre el cabello castaño de la chica y las dejo descansar sobre su vestido. 

— Serás mi razón para regresar, cariño

Sin mas que decir y con la angustia reinando sus corazones, la tomó por las mejillas con cuidado y acortó la distancia que los separaba uniendo sus labios en su suave beso. 

— Te amo, Scarlett— Sonrió—volvere por ti 

Nathan tomó valor y comenzó a alejarse de ella. A mitad de camino volteo con el corazón desbocado, con temor ¿que pasaba si no volvía a verla? Entonces lo haría, le gritaría al mundo cuánto la amaba. 

— Je t'aime mon amour!— Gritó, enviando un beso al aire

Scarlett vio partir al amor de su vida. Detalló y memorizo cada facción de su rostro, cada pequeño detalle de su uniforme, incluso prestó atención a su forma de caminar: con la espalda recta y la cabeza en alto.

¿Quién diría que la guerra acabaría pero no traería a todos nuevamente a casa?

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