II.

Pensativa y a su vez furiosa, bajaba la empinada colina trastabillando, sus pasos enojados se escuchaban en la húmeda hierba, el petricor en el ambiente aún podía olerse, apenas podían verse los rayos del sol, saliendo suavemente entre las esponjosas nubes.

Salió de esa pequeña y olvidada cabaña ubicada en el medio de la nada gruñendo, recorría el amplio valle como si fuese empujada por el viento, tan molesta como decepcionada, no estaba preparada para recibir esa terrible noticia, que traía una información desgarradora y en un solo momento; nada era como se lo habían contado y no sabía en quien debía confiar, tuvo que escuchar la verdad de alguien que no conocía y eso aportaba aún más drama a su posición.

 – Ellos, mis abuelos y mis tíos deben saberlo - decía - me lo ocultaron tantos años y ahora no sabré como mirarlos a la cara sin explotar de ira. Me deben una explicación y no me quedaré de brazos cruzados, descubriré que pasó con mis padres - hablaba consigo misma mientras caminaba de prisa- Quisiera saber que les ocurrió ¿y sí este caballero me está engañando? Tenía el medallón de mamá, creo que no – se decía confundida mientras empuñaba el curioso medallón que ese extraño tipo le había dado.

La joven chica quedó destrozada y a pesar de tener una personalidad fuerte e imponente, un espíritu libre con temperamento impetuoso, que era igual al de su madre según le decía su abuela, había crecido con un temor a que sintieran compasión por ella y su condición de huérfana, odiaba la idea de perder a toda persona que amara pues sentía que quedaba sin familia de a poco; había desarrollado una madurez prematura y aunque no llegaba aún a su mayoría de edad siempre sintió que su madre le ocultaba algo, que no era del todo honesta, algo temía y tenía que ver con ella.

Mientras iba de camino a la mansión, reflexionaba, tantas cosas pasaban por su cabeza, las preguntas no cesaban: ¿Será todo esto cierto?, ¿Quién era ese hombre?

Justo en la entrada, luego de recorrer kilómetros, la esperaba ansiosa su tía Marilyn la cual se veía preocupada y la abordó inmediatamente con una pregunta: -¡Emiliana, querida! ¿Dónde  estabas?  Subí a tu recámara para que bajaras a desayunar  y no te encontré – entrecerró los ojos - los invitados te estuvieron esperando toda la mañana. Permíteme recodarte que el joven Wesley y su amigo el Sr. Forrest vinieron desde WestCoast aceptando mi invitación de comer con nosotros y no es bueno hacerle una desatención- sus manos se posaron en su cintura denotando un regaño- te recuerdo que puede convertirse en un buen aspirante para casarse contigo, querida, debes darle la oportunidad.

-¡Te he dicho que no voy a casarme! – torció los ojos poniéndolos blancos.

Curiosa Marilyn le observó el rostro y la interrogó: - ¿qué te ocurre, estuviste llorando? La joven volteó y al verle la cara pensó preguntar de una vez lo que había pasado a sus padres, que ya conocía una parte de la verdad, pero decidió ser prudente, debía actuar con sagacidad y no levantar sospechas de lo que se había enterado, sí, era mejor así, la paciencia y la discreción traían mejores resultados.

-  Tía amada, no seas pesada, sé que pudiste entretener a los jovenzuelos con tus encantos y deliciosa comida –le respondió –salí temprano a ver a Monique Smith, necesito compañía para esta tarde, saldré a comprar un detalle  para mi abuelo, ya sabes que pronto volverán de su viaje a la Mansión- mintió observando de pies a cabeza a su tía que no tuvo reacción de sospecha- además te recuerdo que en unos días será el baile de primavera… debo estar preparada con el mejor de los vestidos para impresionar a tu favorito, el Sr. Wesley.- sonrió pícaramente.- ¿Por qué preguntas si lloré?- Abrió sus pequeños ojos azules de manera expresiva- ¿Por qué habría de llorar? La llovizna me provocó una alergia, sabes que me ocurre.

Su tía Marilyn era una mujer amorosa, se había tomado el tiempo para terminar la crianza de Emiliana, contratando la mejor institutriz y dedicándose en pleno a ella, cualquier detalle o necesidad de la joven siempre fue atendida por su tía, pero la chica a pesar del amor y agradecimiento que sentía hacia ella, sabía que sus pensamientos eran un tanto simples y superficiales, su mayor interés era casar bien a Emiliana  y ésta no tenía ni el más mínimo.

- Está bien, pero te he dicho que nos salgas sin desayunar y mucho menos cuando llueve niña, nada pierdes al informar, además… esa chiquilla…- Emiliana la vio con rostro impaciente.- Te he dicho que no me agrada, a su familia le falta clase, querida- le regañó sutilmente.

 - Sí tía, ya lo sabía – hizo un gesto cansino - ¡Ya suenas como la abuela! yo no tengo distinción, su familia es buena y ella es mi amiga, ya lo hemos hablado y no quiero entrar en detalles- le dijo con tono desdeñoso.- Además muero de hambre y para sermones, es muy temprano –le guiño el ojo y sonrió- su tía soltó un resoplido:

-¡Bah! ¡Maggie, atiende a Emiliana, antes de que me muera de una conmoción! -  La jovencita sonrió con picardía y salió disparada a la cocina en busca de su frugal.

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