Capitulo 2

                                                          El encuentro

Cierro los ojos con fuerza mientras suelto lentamente el aire por mi boca, envuelvo mi costado con unas vendas viejas mientras aguanto el dolor, todo mi cuerpo tiene hematomas. Cuando ya está todo envuelto me pongo mi vestido con todo el cuidado posible y sin darme cuenta, suelto el aire que había aguantado, saco mi viejo espejo y me miro, tapo mi boca con impresión y mis lágrimas brotan como cascadas viendo como mi ojo está de un color morado casi echando a negro. Está un poco caído, soy un fenómeno horrible, guardo el espejo y aprovecho para sacar debajo de mi almohada unas pastillas para no quedarme embarazada, es algo que me regalo la boticaria después de que fuera a su tienda con lágrimas en mis ojos rogándole que no me permitiera traer a un hijo a este mundo. Esa fue la primera vez que mi padre me toco, estaba tan asustada, pero no era tonta, sabía que si no me protegía quedaría embarazada, solo rezo cada noche no tener ninguna enfermedad de trasmisión sexual, pero ¿cómo hacerme un examen si no tengo ni un centavo en donde caerme muerta? Qué triste sería si algún día muriera, que harían ellos con mi cuerpo…. Seco mis lágrimas con rapidez y bajo acelerada con miedo, no quiero más golpes, es lo que repite mi mente todos los días que abro los ojos.

—Quiero que vayas a donde la boticaria y le digas que me dé mis yerbas de siempre, y trae unas botellas de vino, ¿entendiste niña? Y más te vale traer todo o juro por dios que no te dejaré dormir a dentro —acepto con rapidez y agachado mi mirada.

Salgo rápido y me dirijo al boticario, al entrar trato de disimular mi golpe, pero ella lo ve perfectamente. No dice nada, me pasa las yerbas de mi madre y en la canasta pone una pequeña latita, alzo mi mirada y voy a soltar algo cuando me detiene.

—No digas nada y ponte eso en ese ojo, así el morado se irá más rápido —sonrió de lado sintiendo un calor dulce en el corazón.

No digo nada y salgo sin más, me voy por el camino del río que es más largo, pero más tranquilo y silencioso, es mejor que aguantar las burlas de las personas del pueblo, reírse de una persona fea, lo puedo sobrellevar, pero reírse de una persona a la cual golpearon y hacerse los desentendidos duele más que unos cuantos comentarios sobre mi apariencia. Sigo el camino del río con mi mirada cuando a lo lejos diviso un bulto en la orilla, me acerco lentamente como si esperara a que alguien me atacara, ya estoy tan cerca de la orilla como para darme cuenta de que no es ningún bulto sino una…. Persona.

Me acerco con rapidez para ver si está muerto, o no sé si alejarme… que tal si me culpan de asesinato, mis miedos se apoderan de mí, pero mi cabeza me incita a comprobarlo. Me agacho y parece como un muerto común, trato de mirar a ver si tiene pulso, toco su cuello, pero con lo nerviosa que estoy no siento nada, estoy a punto de levantarme y alejarme como me lo dice mi voz interna, pero acto seguido él tose volviendo a dejarme inerte. Lo miro bien y no parece alguien que haya visto antes, es un poco grande para mí, diría que es bastante alto y al lado veo como una hilera de sangre se la va llevando el rio. Él vuelve a quejarse con dolor y a susurrar cosas que son entendibles, entonces es cuando ese lado… ese pequeño lado que desearía que me ayudaran, cuando me están golpeando me impulsa a salvarle, dejo la canasta a un lado y me agacho, pongo su cabeza en mis piernas trato de voltearlo y cuando lo que veo me deja boquiabierta. Tiene un disparo, me levanto y lo arrastro hasta el pasto alejándolo del río, pero caigo de trasero, ya que es demasiado pesado. Tengo que arrastrarlo hasta casa, murmuro mentalmente. Sigo arrastrándolo poco a poco agradeciendo a dios que casi nadie pasa por este camino y así sigo hasta llegar a mi casa. Lo meto en el corral donde sé que mi madre y ese hombre no lo encontraran, ¿qué diablos haces Lucia? Me pregunto a mí misma, mirándolo con la respiración acelerada por el camino que recorrí con él. Lo miro detenidamente para saber si murió y solo me estoy metiendo en más problemas, pero su respiración es suave, me acerco a él lentamente para mirar su herida, pero de un rápido movimiento desenfunda una pistola y la pone en mi frente, abre sus ojos que brillan siniestramente con una imponente mirada, mi respiración se detiene viendo la muerte pasar frete a mis ojos.

—¡Donde m****a estoy m*****a perra! —dice con rapidez sin quitarme la pistola de la frente, el frío metal se siente tan perfectamente, era como si el tiempo se hubiera detenido.

—Eres muda o quieres morir, ¡¿Dónde estoy?! —salgo de mi shock deseando no morir así.

—Yo… yo… estás en mi corral —digo trabándome demasiando y temblando como una hoja. El hombre se vuelve a quejar con dolor, sosteniendo su herida sin dejar de apuntarme.

Continuo y digo —Te encontré en el río… yo solo te quise ayudar —mis lágrimas por fin hacen aparición cierro mis ojos y vuelvo a soltar. —Yo solo… yo solo no quiero morir en este lugar… en donde me tirarían como un saco de basura… no me mate por favor —digo llorando con fuerza.

—No sé quién m****a eres, ni que puta vida llevas, pero más te vale que no estés mintiendo o no dudare en poner una bala en tu cráneo —dice empujándome con el arma, caigo al suelo y abro mis ojos, su respiración se vuelve rápida y deja el arma a un lado alza su cabeza cerrando sus ojos.

—Yo puedo curar tu herida —digo temerosa viéndolo como sufre, eso se ve mal y no ha dejado de sangrar. Él vuelve a poner sus ojos en mí y suelta en un grito.

—¡Entonces mueve tu maldito trasero! —rápidamente me levanto y corro hacia el boticario. Necesito vendas, y algo para cocer, pero no tengo dinero… ya pensaré en que le diré. Cuando entro mi respiración es errática, miro mi vestido y está manchado de sangre, trato de taparlo con rapidez, pero la chica lo nota.

—Yo… necesito cocer una herida… pero no puedo pagarlo ahora —digo sin poder mirarla a los ojos, ella suspira alto y sin decir nada me pasa algunas herramientas quirúrgicas por lo que puedo ver.

—No me importa en qué diablos estés metida, pero si vas a cocer una herida no es como cocer ropa necesitas desinfectarla primero —me pasa una botella de cristal con un olor bastante fuete y algunas vendas.

—Aaah… y toma esto, lo necesitará la persona a la que cosas, que beba un largo trago —me pasa una botella de lo que parece licor, la miro a los ojos y lo único que puedo decir es un gracias.

—No me agradezcas nada, tendrás que pagarlo después, nada es gratis en esta vida —acepto rápido y corro con todas mis fuerzas, sintiendo como me punzan mis golpes, puede estar muerto ya… tengo que apurarme.

Cuando entro al corral el hombre está respirando con rapidez y sudando demasiado, sus ojos están cerrados con fuerza mientras veo el gigante charco de sangre, me abalanzo al suelo en donde está sentado, busco algo con que detener la sangre y sin pensarlo más arranco una buena parte de mi vestido lo oprimo en la parte afectada, el hombre pega un pequeño quejido, y abre sus ojos y me mira con superioridad.

—T-tenemos que cocerlo, estás perdiendo mucha sangre —digo acelerada para que me deje ver su herida, él se queda mirándome, toma su arma y de nuevo la pone en mi cabeza, se acerca con dolor hasta mi rostro y susurra.

—Si muero por tu puta culpa… créeme pequeña perra que no abra lugar en donde te puedas esconder —se tira hacia atrás y quita su arma, quita su mano de su herida y acto seguido acerco mi mano retirando su camisa y lo que veo es terrible, tiene una bala incrustada ¿cómo diablos haré esto?

Necesito un cuchillo y fuego, pienso mentalmente. Me levanto con rapidez, pero antes de salir, él sostiene mi pierna con fuerza, yo lo miro y él suelta con una voz ronca y demandante.

—¡Adonde diablos vas! —lo miro con el ceño fruncido y suelto un poco enojada.

—Necesito que confié en mí para que pueda ayudarlo, se encuentra muy mal si no nos apuramos no podrá contar la historia —él me mira intensamente y yo tampoco quito su mi mirada de sus ojos.

—Yo no confió ni en mi propia sombra… mucho menos en una zorrilla de monte, así que mi único boleto es tu muerte si yo no vivo —suspiro alto y salgo un poco decepcionada por la actitud de este hombre. Tomo el cuchillo de cocina y lo guardo entre mis ropas, lo bueno es que mis padres están en la iglesia, qué ironía más triste la de creerse religiosos cuando están tan podridos por dentro. Cuando estoy a punto de salir me choco con alguien, subo mi mirada y es él…

—Vine temprano… tu madre se quedó, ¿sabe lo que eso significa pequeña puta? —mis ojos se llenan de lágrimas, él toma mi brazo con fuerza y me encamina a la cocina, me arrodilla en el suelo y oigo como abre su bragueta, miro hacia afuera para ver el corral y solo pienso en salvarle la vida a ese hombre, por favor no te mueras digo una y otra vez como si fuera mi única razón de vivir. 

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