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Frente a ella la hoja de papel lucia aterradora mientras su cabeza luchaba con concentrarse en las preguntas que se suponía que debía de contestar con facilidad. Después de llegar de la fiesta había estudiado toda la noche al igual que se había dedicado a terminar los diseños de la pastelería. Sus ojos lucían cansados, tanto que estaba segura que ni siquiera el maquillaje la había ayudado a cubrir aquellas manchas oscuras que había bajo sus ojos.

Estaba tan decidida de terminar aquel examen antes que todos que ni siquiera se había percatado que había olvidado escribir su nombre en aquella hoja de papel. Las primeras resultaron tan sencillas que había creído ingenuamente que aquel examen seria sencillo de resolver.

Al otro lado de la clase estaba Cameron, jugando con el lápiz y el borrador mientras leía las preguntas al mismo tiempo que soltaba un fuerte bostezo que llamaba la atención de toda la clase.

—Cameron, más respeto para tus compañeros— soltó el profesor, vestido con un pantalón de color marrón y una camiseta blanca que le quedaba totalmente apretada en el área abdominal.

—Todos están igual de muertos que yo—susurró él con la voz totalmente gruesa, sintiendo como la cabeza le palpitaba y lo amenazaba con explotar en cualquier momento. Había tomado tanto la noche pasada que estaba dispuesto a tomarse toda el agua de una piscina y dormir por toda una semana.

—Solo concéntrate en tu examen— contestó el profesor, clavando la mirada sobre algunos asientos vacíos— veo que estuvo buena la fiesta de año nuevo, lucen como si estuvieran muertos.

—Bueno, no estaríamos muertos si la universidad no se esforzara por dar clases durante vacaciones— respondió Kiara, levantando la mirada de su examen.— ¿No lo cree?

—Pero si tú luces bastante bien, únicamente luces cansada.

—Estoy muerta— afirmó ella, notando a través de uno de los espejos que el profesor solía poner durante los exámenes como Cameron la veía fijamente desde la esquina opuesta. Nerviosa y completamente intimidada bajó la mirada hacia la hoja de papel.

La química se le daba fatal, de hecho la odiaba y estar sintiendo la mirada de Cameron sobre ella no le ayudaba en lo absoluto a concentrarse. Recuerdos de la noche anterior venían repentinamente a ella, recordándole como él había perdido la cabeza al besarla.

Conocía a Cameron desde que prácticamente eran unos niños, su relación no era la mejor y mucho menos la más cercana pero siempre habían estado juntos en la escuela. Incluso en la universidad ocasionalmente compartían algunas clases pero nunca su relación había llegado a tal punto de besarse o de convertirse en algo más. Kiara no podía dejar de pensar que lo que había ocurrido la noche anterior solo había sido un error que había terminado por enredar aún más la extraña relación que tenían desde niños.

Estaba totalmente decidida a ignorarlo, ignorar por completo lo que había sucedido y nunca hablar de ello como si nunca hubiera sucedido. Nadie los había visto y nadie se iba a enterar, además estaba completamente segura que él no recordaba nada de lo que había sucedido. Ni la pelea y mucho menos el intimo contacto que habían compartido.

—¿Kiara?—preguntó el profesor, dando dos golpes sobre el examen que tenía frente a ella, regresándola a sus sentidos.—¿Te encuentras bien?—preguntó, observando las gotas de sangre que no parecían dejar de caer sobre el examen.

“Cansancio” pensó ella, limpiándose la nariz de inmediato al mismo tiempo que observaba como sus dedos se manchaban de la sangre que salía de su cuerpo. Instantáneamente se levantó de su asiento, sintiéndose temblorosa y acalorada.

Cameron la observó, siguiéndola con la mirada mientras ella parecía huir de aquella aula. Inmediatamente y como si fuera una reacción de su cuerpo se levantó. Caminando hacia la puerta.

—No puedes salir, Cameron.

—Termine el examen— soltó él, estrellándole el examen al profesor en el pecho antes de salir tras de ella con el ceño totalmente fruncido. En toda su vida había visto unas cuantas veces los derrames nasales de Kiara y siempre terminaban de una misma manera, ella era una bomba de tiempo que terminaría por explotar en cualquier momento— ¡Kiara!— la llamó con su característica voz gruesa que tanto solía gustarle a las chicas.

Ella no se detuvo, al contrario avanzó más rápido mientras observaba como sus manos se comenzaban a llenar de sangre. Siempre había creído que moriría de una enfermedad terminal pero el cansancio estaba jugando contra ella con unos movimientos que ella no sabía cómo esquivar.

Cameron frunció el ceño y corrió hacia ella cuando el final finalmente llegó. Kiara se desplomó, con suerte cayendo sobre los fuertes brazos de Cameron que pudieron sostenerla con facilidad. Un pequeño hilo de sangre recorrió la mejilla de Kiara cuando su rostro  suavemente se recargó en él.

—Ahh, esta mujer— susurró, llevándola hacia enfermería entre sus brazos— sabes perfectamente que no puedes ver tanta sangre... ¿Por qué huyes cuando sabes que terminaras de esta forma?—preguntó en susurros como si ella pudiera escuchar lo que él estaba diciendo, durante todo el camino no volvió a decir ni una sola palabra, ni siquiera cuando encontró a la enfermera afuera de su área de trabajo.

La mujer lo observó y entró a la enfermería de inmediato antes de ver como los brazos de Cameron se tensaban bajo la tela de la camiseta al dejar a Kiara sobre la camilla.

—Le sangró la nariz y se desmayó. No puede ver sangre así que despertará dentro de poco— soltó él, saliendo de la enfermería sin siquiera mirar a la mujer que estaba analizando su cuerpo fijamente.

Lo único en lo que podía pensar de camino al campo de futbol era en la cena familiar y en la maldita resaca. Toda la mañana había estado pensando en lo mismo y aunque había evitado pensar en ello, no podía dejar de pensar que la cena familiar estaba acercándose con una velocidad totalmente agresiva. 

Cada año era lo mismo, tenía que ir a ese lugar con una gran sonrisa para ver como sus familiares lo observaban desde arriba  como si fuera inferior. Incluso si aún no tenía la carrera terminada y gastaba mucho tiempo en el futbol, estaba totalmente decidido a demostrarles que llegaría lejos con uno de los mejores equipos de futbol.

—¡Eh, Cameron!—gritó el entrenador— llegas tarde, ve a cambiarte antes de venir a entrenar. Tendrás un castigo de diez minutos.

—Sí, entrenador—susurró, estirando los brazos en el aire antes de quitarse la camiseta. Los miembros del equipo lo observaron y soltaron una pequeña risita entre ellos al imaginar el terrible castigo que seguramente el entrenador le acabaría dando— diez minutos— soltó, abriendo su taquilla.

— ¿¡Solo diez minutos?!

—No es mi culpa ser el favorito— soltó Cameron, sonriendo antes de meter la cabeza a través del cuello de la jersey para comenzar a vestirse. 

El sonido de las puertas metálicas de las taquillas cerrándose se escuchó desde afuera del vestidor, especialmente cuando los chicos comenzaron a salir del vestidor con la misma actitud de siempre. El entrenador los observó notando como Cameron se despeinaba el cabello con los dedos.

—¡Rápido mariquitas!—gritó el entrenador, llevándose el silbato a los labios antes de hacerlo sonar—¡Cameron a correr!—soltó.

Cameron suspiró y gruñó antes de comenzar a correr alrededor del campo mientras que los demás chicos calentaban para el entrenamiento. Con cada paso sentía la resaca molestándole la cabeza como si lo golpeara poco a poco.

—¡Hola, Cameron!—gritó una chica, sonriendo al mismo tiempo que lo veía correr por el campo. Cameron la observó y la saludó con la mano antes de continuar con su castigo, ni siquiera conocía a aquella chica pero le parecía grosero de su parte no saludarla cuando ella lo estaba haciendo con tanto esmero.—¿Podemos hablar?— preguntó cuándo él volvió a correr cerca de ella.

—Lo siento pero estoy ocupado— contestó él, alejándose para ir a correr a otra área del campo.— estorbas, niña—susurró cuando ella no pudo oírlo.

Kiara despertó finalmente después de unos cuantos minutos, sintiéndose mucho mejor de lo que había recordado estarse sintiendo. Frente a ella el reloj de pared movía las manecillas con lentitud demostrándole cuanto tiempo había pasado.

Su corazón se paralizó de inmediato al darse cuenta que estaba llegando tarde con el departamento de finanzas. Se levantó de inmediato de la camilla antes de mirar a la enfermera y agradecer antes de salir. Correr de un lado a otro por la universidad le pareció una hazaña, especialmente cuando corrió al lado del campo de futbol y llamó la atención de unos cuantos jugadores. Especialmente la de Cameron que por un momento corrió al lado de ella.

El empleado de finanzas la miró de mala gana cuando ella finalmente llegó a su puerta, respirando agitadamente mientras temblaba de cansancio. Los pulmones le ardían y le costaba respirar con normalidad mientras intentaba fingir que nada había sucedido.

—Lo siento, señor— susurró ella. Dejando de respirar por un momento, creyendo que de esa manera su respiración se regularía.— estaba en enfermería.

—Tu cita iniciaba hace diez minutos— contestó él, apoyándose sobre el respaldo de su asiento como si quisiera demostrar más superioridad de lo que ya solía hacerlo— no creo que deba de recibirla, señorita.

—Por favor, estuve en la enfermería y acabo de despertar...usted sabe que nunca soy impuntual en mis citas. Se lo suplico...—susurró ella, llevándose las manos al pecho mientras mostraba la típica cara de perrito que solía hacer cuando algo no estaba saliendo según sus planes.

—Pase.

—¡Gracias!— contestó ella antes de entrar por completo a la oficina, sentándose en el asiento que había frente al escritorio de madera oscura.

—Supongo que vienes para evaluar el estado de tu beca y de tu deuda.

—De hecho... quería saber si podía conseguir un plazo para pagar la mensualidad de este mes. Mi hermano volvió a enfermar y me he...

—¿De nuevo?—preguntó el hombre tras el escritorio— ¿Otra vez necesita un plazo para pagar la mensualidad de este mes, usted cree que esto es un chiste?

—Sé que esto no es una broma pero en verdad...no quiero deberle nada más a la universidad—susurró, bajando la mirada hacia sus piernas.

De nuevo tenía esa sensación en el pecho que tanto odiaba, esa sensación que la dejaba sin aliento cada vez que aparecía dentro de ella. Conocía a la perfección esa sensación ya que por culpa de la desesperación y la tristeza siempre terminaba por cometer errores. Estaba tan asustada en esos momentos que incluso se sentía acalorada cada vez que respiraba, si el hombre que se encontraba frente a ella se negaba por completo a darle un plazo, se retiraría de la universidad.

—¿Cuántos plazos ha solicitado?

—No lo sé—susurró ella, apretando los labios– pero pediré los que sean necesarios para seguir estudiando, señor.

—¿Qué tal si me niego?

Tres golpes sobre la puerta hicieron que ambos pares de ojos voltearan hacia la misma dirección. Cameron frunció el ceño levemente y soltó una sonrisa torcida al mismo tiempo que cruzaba la mirada con ella.

—Lamento interrumpir, el entrenador me ha pedido que venga por el dinero de los nuevos uniformes del equipo— soltó.

—¿Por el presupuesto?—preguntó el hombre, frunciendo el ceño como si no entendiera lo que Cameron le acababa de decir.

—La temporada está a punto de iniciar, la temporada pasada no tuvimos uniformes nuevos— se quejó, recargándose en el marco de la puerta mientras evitaba mirar a Kiara.— ¿Otra vez el equipo se quedará sin uniformes?

—Ya recuerdo— soltó el trabajador. Abriendo uno de los cajones de su escritorio antes de clavar la mirada en el contenido del cajón.

Cameron esperó pacientemente, observando la oficina de finanzas mientras notaba como el rostro de ella se mantenía sonrojado con la mirada perdida en algún punto en el suelo. Para él parecía como si ella estuviera avergonzada de que él estuviera ahí en esos momentos.

La curiosidad lo estaba matando y estuvo a punto de preguntar cuando notó el sobre de dinero frente a él. Sonrió levemente y tomó el sobre con dinero antes de salir de la oficina.

Irse en esos momentos le pareció la mejor opción pero la curiosidad lo obligó a permanecer en aquel lugar. En silencio se sentó en las sillas que se encontraban al exterior de la oficina y esperó.

—¿Entonces no tengo oportunidad?—preguntó Kiara, observando como el hombre frente a ella negaba con firmeza.

—Le he dado muchas oportunidades, señorita.

—Nunca le he quedado mal a la universidad más que el mes pasado, mi situación económica no se encuentra bien actualmente y lo único que estoy intentando es seguir adelante. ¿No se supone que ustedes como universidad deberían de ayudar a los alumnos?

—La hemos ayudado— contraatacó el hombre— es solo que no puedo estarla ayudando cada vez que usted desee.

—¿Qué tal una beca?—preguntó ella, desesperada.—mi promedio es el mejor de la clase, únicamente fallo en química.

—No puedo acreditarle una beca con mayor porcentaje.

Kiara se mordió el labio con fuerza, recordando el gran sacrificio que había tenido que hacer durante todo ese tiempo para permanecer en aquella escuela. Incluso si no le gustaba, permanecía ahí por el simple hecho de darle orgullo a su madre.

—Usted no estaba dispuesto a ayudarme desde que entre por esa puerta, ¿Por qué nos hizo perder el tiempo a ambos cuando sabía que no me ayudaría?— susurró, sintiendo la ira y la tristeza recorrerle el cuerpo— como sea, gracias por su tiempo.

Cameron se paralizó de inmediato al verla salir con el rostro totalmente enrojecido, conocía a la perfección ese rostro y en ese momento no sabía que excusa soltar para cubrir la verdadera intención por la cual había permanecido ahí, escuchando la conversación.

—Eres una basura— soltó ella, observando mientras él se levantaba del asiento— no tenías por qué escuchar conversaciones que claramente no te incuben pero la necesidad de buscar algo para molestarme te hizo quedarte, ¿Cierto?— le preguntó, alejándose de él.

—¿Necesitas dinero?—preguntó él, siguiéndola mientras jugaba con el sobre de dinero entre sus manos.

—Eso no es tu problema, maldito niño nacido en cuna de oro.

—Diablo— la llamó, adelantándose unos cuantos pasos para tomar la manija de la puerta y abrirla para ella. Kiara se detuvo por un momento, notando la inesperada muestra de caballerosidad que él había hecho frente a ella.

—Nunca le abres la puerta a nadie.

—Cierto– contestó él, esperando pacientemente que ella pasara. Kiara se aclaró la garganta y paso frente a él antes de notar como nuevamente él continuaba caminando hacia ella.— basta, Cameron.

Por un momento él se detuvo a pensar en la situación, realmente conocía que la situación económica de Kiara no era la mejor pero nunca se imaginó que ella tuviera que visitar el departamento de finanzas de vez en cuando o mejor dicho constantemente para poder pagar la universidad. Se sentía mal de no poder ayudarla pero incluso sabía que si le ofrecía el dinero para ayudarla, terminaría por ser rechazado por que ella era una mujer tan orgullosa que nunca permitiría que un hombre pagara por sus necesidades.

—Le diré a mi madre que te suba el sueldo— soltó, creyendo que eso sería la mejor opción para ayudarla— te esfuerzas mucho, simplemente le diré que necesitas una mejor paga.

—Eso me ofende— soltó ella, volteándose hacia él para encararlo. Cameron la observó y dio un paso hacia adelante para pegar mucho más su rostro a ella.

—No tendrías por qué ofenderte.

—No quiero tu ayuda, simplemente conseguiré un segundo empleo que me ayude a pagar los gastos de la universidad— contestó ella.

—Un segundo empleo—susurró él, alejándose de ella al mismo tiempo que se llevaba ambas manos al rostro y gruñía.— te has desmayado de cansancio esta mañana, ¿Crees que no lo notaria?— preguntó, notando como repentinamente ella desviaba la mirada y soltaba un suspiro lleno de frustración.

—Me largo— soltó ella, acomodándose el rojizo cabello al mismo tiempo que se alejaba de él con rápidos pasos.

—¿Necesitas dinero?—le gritó.— entonces ven a visitarme esta noche. Te pagaré todo lo que necesites.

—¿Qué?—preguntó ella, volteando a verlo como si las palabras que Cameron acababa de soltar fueran un chiste de mal gusto.

—Ven a mi casa esta noche... te daré todo lo que necesites— volvió a decir, seguro de sus palabras— solo esta noche.

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