El árbol mortecino

He leído entusiasmado las historias de Claude Tockler, el escritor francés que se asemeja a Le Fanu en sus fantasmagorías, sin embargo, más allá de la lectura, ocurrió en mi recámara el siniestro. Lo llamo de esa manera porque no sabía cómo categorizarlo, a pesar de mi doctorado en Filosofía de la Ciencia en la Universidad de McGill, doy por sentado que el conocimiento científico es ineficaz para tratar el tema de los sueños profundos. Me refiero a los sueños que muestran presagios malditos y, uno de estos se trata sobre algo que desconozco y quiero explicar en seguida.

            En reiteradas veces este sueño me invade a toda hora, es decir, si tomo un descanso luego de impartir clases en la Universidad Centroamericana y, me quedo dormido en mi cubículo de la Facultad de Humanidades; es ahí donde también se apodera de mí este sueño que me tiene al borde de la locura. Sin embargo, hay algo en mí, debido al espíritu investigador que me hace buscar respuestas, por lo tanto, de manera premeditada me provoco el sueño tomando Lorazepam. A penas tomo una pastilla, me acuesto en mi cama o en el escritorio de mi cubículo, y vuelvo al sueño.

            En una vasta zona donde abundan cadáveres en descomposición escucho un coro en latín, supuse que se trataba de fragmentos aristotélicos, pero no, era algo más temible, en primer lugar porque descubrí que era un latín inverso, es decir, el coro cantaba en latín pero al revés. Me di cuenta porque de tantas veces que entré en mi estado de sueño pude escucharlo, y cada vez que despertaba podía escuchar ese coro en mi mente. Pero ese solo es el inicio del sueño; mientras escucho el coro en latín al revés, camino entre los cadáveres, los aparto con los pies, estos cadáveres son como la hierba, están sembrados en la tierra en infinitas hectáreas hasta el horizonte, si acaso puedo llamar horizonte a un sol eclipsado.

            Durante el sueño, mientras camino entre los cadáveres, una pulsión interior me indica que debo apresurarme y llegar al árbol muerto que está a lo lejos, debo llegar porque de lo contrario, como dije, esta pulsión es como una advertencia que me llena de adrenalina y pavor. Antes de despertarme, me veo corriendo con la mano alzada para tocar el árbol, como si se tratara de esos juegos de niños. Ahí terminaba el sueño, y con el coro en latín al revés.

            He leído fragmentos latinos y descubrí que Marco Aurelio escribió un texto con latín al revés, se supone que es un libro apócrifo, lo encontré en internet, sin embargo, eso me dio una idea de cómo reproducir el coro de mis sueños para averiguar el significado de aquellas voces. Como dije, la Lorazepam me ayudaba a profundizar en los sueños, y cada vez se volvió como una adicción, quería descubrir aquel canto, quería saber qué había en aquel árbol muerto. A veces, cuando despertaba entre mareos debido a la pastilla, veía los cadáveres en mi cocina, todo empeoró cuando veía los rostros de mis colegas y de mis estudiantes con rostros cadavéricos. Y, la imagen del árbol muerto estaba fijada en mi mente, se manifestaba como una mancha en los libros cuando leía, o cuando observaba el pizarrón. Pronto, dejé de ir a la universidad y me dediqué a transcribir aquel coro en latín al revés; el trabajo fue extenuante, cada palabra me tomaba alrededor de media hora. Descubrí que se trataba de un cuarteto, es decir, cuatro versos que se repetían una y otra vez. Siempre decía lo mismo, a continuación transcribo en castellano aquel coro:

Los días y las noches

Contados están

Debido al derroche

Ya viene el Leviatán.

            Supuse que se refería a la bestia marina, pero no era posible, tal vez tenía un significado más político como el de Thomas Hobbes. El derroche podría ser la calamidad de la humanidad, es decir, la continua destrucción de nuestros ecosistemas y el consumo excesivo que nos lleva a la deriva. Leviatán, pensé, debe ser el Estado como dice el filósofo. Lo único que faltaba averiguar era el significado del árbol muerto, paro continuar en mi investigación onírica, me induje el sueño múltiples veces con el somnífero. Varias veces estuve a punto de tocar el árbol, saltaba sobre los cadáveres, corría como nunca antes, y no podía llegar al árbol. Como dije, el coro también resonaba cada vez que entraba a los sueños, y podía sentir las notas oscuras apretujándome las sienes, ya sabía el significado de aquel coro, y mientras lo escuchaba también lo repetía. Aquel sol eclipsado y los cadáveres me provocaban dudas, era como una profecía, a esa conclusión llegué. Aunque, como dije, soy un filósofo de la ciencia, no descarté ninguna posibilidad de que este sueño fuera una profecía y, continué tomando las píldoras.

            Un día desperté en el hospital, mi esposa estaba a mi lado, lloraba sin consuelo. Abrí los ojos por completo y vi a la enfermera, y en cuanto ella vio abierto mis ojos, salió de la sala para llamar al doctor. Mi esposa empezó a llamarme por mi nombre, cuando el doctor llegó me dijo que me había provocado una coma debido al consumo excesivo de la Lorazepam. No recuerdo haber soñado mientras estuve en coma, no recuerdo nada, fue como si me apagaran, pero le expliqué al doctor mis razones, le dije que no era un suicidio, sino un proyecto de investigación. El doctor me recomendó un psiquiatra, Mauricio Sánchez, el famoso doctor de los poetas, y me dijo que si volvía a inducirme el sueño podía quedarme dormido para siempre.

            En este momento, mientras escribo, pienso hacerlo, es decir, quiero llegar al árbol muerto, quiero averiguar qué secretos oculta, tal vez lo logre, puede ser que se desarme alguna muestra de un mundo diferente al que conozco y todas mis teorías científicas y filosóficas sean mera palabrería, ya dejé de creer en Russell y Wittgenstein, ahora, como dije, procedo a tomar las pastillas y espero llegar al árbol.

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