Capitulo 4

John

Llegué a este país con un objetivo, matar a la hermana de Massimo Venturi. Tras la muerte de su padre, los líderes de la orden suprema la eligieron a ella como sucesora, pero su hermano desea ese puesto, así que necesita deshacerse de ella y sabe que el mejor para realizar este trabajo soy yo. A pesar de que los conozco desde hace muchos años, mi trabajo me impide dejarme llevar por algún tipo de sentimientos.

En este tipo de trabajos no hay favores, todo se hace a través de una ficha sellada por un pacto de sangre por ambas partes, eso significa que nos comprometemos a cumplir con la petición de la otra persona sin importar qué.

Hace muchos años, Venturi me ayudó en un trabajo que parecía imposible, Adam Meyer estaba jugando sucio con los negocios de Zelig, un hombre muy poderoso en Alemania; este al descubrirlo trató de hacerse cargo, pero se dio cuenta de que Adam estaba siendo respaldado por Schneider, el jefe principal de la mafia, así que se retiró, pero no se dio por vencido. Yo me encargué de él, Venturi me ayudó a dar con su paradero y ese trato debo pagarlo en estos momentos.

Me encontré con él en un restaurante para no dar sospechas, allí me explicó que el acto se llevaría a cabo durante la ceremonia que darían los líderes como bienvenida para Marcella. Tenía que prepararme, ese lugar estaría rodeado de mucha seguridad; pero justo antes de salir, me topé con la mujer más hermosa que han podido ver mis ojos. Luego de saber su nombre la investigue, quería saber más de ella y para mi sorpresa no me gusto en absoluto lo que encontré.

Era esposa del imbécil más grande del país, Vigo Santori. Nos conocíamos muy bien, en algunas ocasiones me contrató y en otras me tocó liquidar a algunos de los miembros de su personal. Ambos sabemos lo que somos capaces de hacer, pero él al igual que todos los demás, saben lo que significa mi presencia en algún lugar, muerte.  Todos me llaman “El hombre de la bolsa” o “BabaYaga”, un término ruso con significado digno de mis trabajos. Pero no soy exactamente el hombre de la bolsa, soy aquel que envían para matar al hombre de la bolsa, eso me convierte en la persona más solicitada de los bajos mundos.

Con la información encontrada sobre Anastasia Ferrara, decidí hacerle una pequeña visita a Vigo, quería intimidarlo con mi presencia, así que me planté en su casa en ese mismo instante.

—Jo… Jonathan, ¿a qué debo tu presencia? —Dijo nervioso. Sonreí.

—Vigo, ¿cómo has estado?

—Bi... bien —Tartamudea mientras ingreso a su casa sin ser autorizado.

—Solo pasaba a saludar a un viejo amigo, ¿o es que acaso no soy bienvenido?

—N... no, nada de eso, John, pasa. ¿Deseas un trago? —Ya estoy acostumbrado a que tartamudeen con mi presencia, pero este momento lo estoy disfrutando muchísimo.

—Por supuesto. —Él se retira a servir las bebidas y regresa.

—Y bien, ¿solucionaste el problema del robo esta tarde? —Le pregunto meneando el trago que me acaba de entregar.

— ¿No me digas que tuviste algo que ver con eso Jonathan? —Dice molesto.

—En lo absoluto, solo pregunté si lo habías solucionado.

—La verdad es que no. Se llevaron toda la mercancía y era un pedido que ya estaba pagado, debo entregarlo mañana y sabes que si no lo hago, correrá sangre.

—Entiendo. —Aprovecharé este momento, le beneficiará a él y a mí más adelante—. Sé quién lo hizo, dónde se encuentra y cuánto tiempo te queda para recuperarla antes de que salga del país y no la vuelvas a ver más nunca. —Sus ojos se agrandaron ante mi confesión.

— ¿Qué quieres a cambio? Te daré cualquier cosa que pidas —Sonreí, lo tenía en mis manos, eso era exactamente lo que quería. 

—Por los momentos no quiero nada, aunque muy pronto te lo podría hacer saber. ¿Hacemos el pacto?

—Por supuesto.

Después de sellar el trato, le doy toda la información. Él realiza unas cuantas llamadas y da con el paradero de su mercancía.

—Esto hay que celebrarlo, John. Traeré otro trago —Asiento. Quiero ver a Anastasia de nuevo, pero no llega.

Cuando Vigo llega a mí no me contengo y le pregunto.

— ¿Estás solo?

—Sí, mi esposa no se encuentra en casa.

—Ya veo, ¿dejas que ella ande sola en la calle con tanta gente detrás de ti?

—No está sola. —En ese momento se abre la puerta de la casa y Vigo se levanta.

—Bienvenida, cariño por fin llegas, ¿cómo la has pasado con tus amigas?

Por fin ha llegado, pienso.

Me molesta que se haga el esposo más amoroso cuando en realidad sé todo lo que ha tenido que soportar ella a su lado, golpes, marcas y otras cosas que le ha hecho.

—Ven, te presentaré a un amigo que vino de visita. —Comienzo a levantarme para voltear y quedar frente a ella.

​​​Me quedo mirándola y sonrió, es tan hermosa. Nuestras miradas conectan inmediatamente y nos quedamos así por unos segundos. Sin duda, este es el momento más perfecto que tenido en mi vida.

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