VI

                                        "I wont stop until I make you mine..."

                                        (No me detendré hasta hacerte mía...)

UMA.

Podía sentir mi pecho arder mientras una mano un poco más grande que la mía me halaba para que no me detuviera. Estaba oscuro, las ramas bajas de los árboles y arbustos me golpeaban en el rostro y el cuerpo, pero tenía prohibido parar, por mi bien y el de ella, yo tenía que seguir.

Un gruñido se escuchó a nuestras espaldas y ella me lanzó al piso cuando uno de esos enormes lobos se abalanzó sobre ella y clavó sus enormes dientes en su cuello.

No recuerdo nada de cuando desperté, solo sé que ahora me encuentro sentada en el sofá de la gran sala de estar de la mansión del alfa mientras ese pulgoso estaba en la cocina buscando algo de comer.

Sentía el sudor bajar por mi frente y mis manos temblar. Me transporté de nuevo a esa noche y la vi, a pesar de que estuve años atascando mi cerebro con asquerosas drogas para no recordar sus ojos asustados sobre mí... Ella estaba ahí de nuevo, y ahora puedo entender que no tengo mucho más que hacer; no saldrá de ahí, no me dejará en paz.

- No sé qué estás pensando, pero te está matando.- Su voz me hizo sobresaltar y lo miré unos segundos a los ojos.

Intento entender, de verdad quiero saber qué es todo esto que sucede en mí cuando lo tengo cerca, no me está gustando, si ella supiera lo que estoy haciendo en casa de uno de esos malditos no me perdonaría.

- No te metas en mis malditos asuntos.- Espeté y le arrebaté la gaseosa que traía en sus manos.- No sé qué me estás haciendo pero ya déjame en paz.

- No he hecho nada, Uma, tendrás que aceptar en algún momento que esto no es algo que podemos detener.

- Ni siquiera soy una estúpida loba, ¿Por qué tu Diosa me escogió a mí?

- Eso no lo sé, ella no te da los motivos, solo te da a la persona.- Respiré profundamente y lo miré a los ojos.

Siempre que lo miró a los ojos me pasa lo mismo. Estoy jodida.

- Sara-Anne dijo una vez que podías rechazar a tu mate.- Él se carcajeó con suavidad y me miró con una sonrisa.

- Estás muy débil, Uma, las drogas y todo lo que tienes  estancado dentro de ti, te está matando lentamente. Si tú intentas rechazarme, morirás casi de inmediato; yo no te lo recomiendo.- Acercó su mano a mi mejilla y, aunque batallé para alejarme, su tacto llegó a mí y me hipnotizó.

- ¿Siempre has vivido aquí con Dante? Es raro que dos hombres vivan juntos y solos.- Su risa fue divertida y lo miré con una sonrisa avergonzada.

- Es una tradición en la manada que el Alfa y el Beta vivan en una misma casa hasta que uno de los dos tenga su primer hijo.

- ¿Porqué?

- No lo sé, viene de hace muchos años. Cuando mi padre subió al trono luego de vencer a Pronktos.

- Había olvidado que eres el rey de los perros.- Soltó una sonrisa que me contagió y asintió.- ¿Tienes padres?- Lo noté incómodo ante mi pregunta. Asintió y le quedé mirando para hacerle entender que quería más información.

- Sí, aunque no pasan mucho tiempo aquí excepto la luna llena de diciembre.- Asentí dando por zanjado el tema ya que noté que no le gustaba hablar de sus padres.

De pronto, el ruido de un vidrio rompiéndose nos hizo sobresaltar.

Nos miramos con confusión y me levanté para acercarme lenta y sigilosamente, escuchando sus reclamos y llamados para no acercarme hechos susurros. No me importó.

Asomé solo la mitad de mi rostro hasta el interior de la cocina y habían cuatro hombres de pie, no eran muy altos pero eran de cuerpo grueso. Lykos saltó de mis espaldas y comenzó a atacar a tres de ellos, el que restaba venía hacia mí.

Corrí y comencé a buscar entre las habitaciones de la planta baja de esta casa algo con lo que pudiera defenderme. El tipo me seguía, era veloz y me pisaba los talones. Abrí una puerta y encontré un armario en el que, aparte de varios abrigos extraños y negros, había un envase con sombrillas en él. Tomé la que estaba a mi alcance.

El hombre me empujó al interior del armario, el cual era lo suficientemente pequeño como para que apenas podamos en una posición muy incómoda de combate.

- ¿Asustada, Lunita?- Sonreí con ironía.

- Estoy temblando, cariño.- Tras decir eso, le di el primer golpe con la sombrilla justo en el oído.- ¡Qué pena que inspires más lástima que terror!

Lanzó una patada hacia mí, la cuál impactó en mi estómago y luego se puso de pie mientras yo chocaba contra la pared y soltaba la sombrilla.

- No juegues conmigo, estúpida humana inepta.- Tras una carcajada me dio un puñetazo en la mejilla que me fue imposible evitar.

- ¿No puedo? Pero si me estoy divirtiendo mucho.- Me burlé.

Otra patada impactó, pero esta vez en mi vientre. Me arrodillé y aproveché para tomar la sombrilla con las dos manos. Su punta era aguda, pero no tanto, así que tendría que ejercer mucha presión si quería atravesarlo.

- No eres más que una simple humana con mala suerte.- Sonreí y lo miré desde el suelo.

Sin más, me puse de pie y le estrellé contra la pared mientras ejercía presión con la punta de mi arma en su estómago hasta atravesarlo. Gimió de dolor y cayó al piso.

- Quédate ahí, mejor.- Salí con velocidad del armario, dejándolo cerrado con cerrojo tras de mí y corriendo hacia la cocina tras escuchar un quejido de dolor de Lykos.

Podía sentir como mi garganta comenzaba a cerrarse y toda esta preocupación solo la había sentido una sola vez.

Regresé a la cocina con rapidez y pude ver cómo se hallaba malherido y cómo esos tres tipos con extraños rasgos se acercaban a él lentamente. Estaba arrodillado con sus ojos amarillos y una espantosa cara de sufrimiento; no pude evitar sentir una presión en el pecho, me estaba aterrando y ya ni siquiera sentía mis manos ni mi rostro.

Comencé a ver por toda la habitación. Es obvio que en una cocina hay cuchillos, pero ¿Dónde m****a están? Aquí hay muchos cajones.

- ¡Oh, mire! Su pequeña y ardiente luna está aquí para acompañarnos.- Dijo uno de ellos con malicia, viéndome de arriba a abajo.- ¿Qué le parece si jugamos? Yo la hago mía, mientras usted observa.- En un simple pestañeo estaba junto a mí, lo que me hizo saltar y terminar de ingresar a la habitación.- Y luego la matamos.

Sin esperar nada más, corrí hacia la encimera más cercana en busca de cualquier cosa que pueda llegar a usar para protegerme y a Lykos. No pregunten por qué... pero no puedo permitir que le hagan daño, ni a él, ni a Dante y Sara.

Maldito pulgoso, me está lavando el cerebro.

Abrí dos cajones al mismo tiempo y solo habían cucharas y cuchillos de mantequilla. Sentí una mano jalarme hacia atrás con fuerza, lanzándome contra la encimera del otro extremo de la extensa cocina. Al llegar ahí, jodidamente adolorida, abrí los dos cajones a mi lado y solo habían servilletas y cucharas de sopa.

- ¡Uma, debes irte!- Escuché que gritaba Dante a mis espaldas. ¿Porqué cojones no apareció antes?

- ¿Y perderme la diversión? No, gracias.- Dije con sarcasmo. Es más que obvio que no podría escapar y salirme con la mía.

El tipo me acorraló contra la encimera a mis espaldas y mientras intentaba alcanzar el cajón de mi derecha, él comenzó a hacerme daño en el cuello, con lo que, supongo, que era una navaja. Ardía como el infierno.

- ¡No! ¡No le hagas daño!- Exclamó Lykos, mientras que uno de los tipos que antes lo sostenía, peleaba contra Dante.

Pateé al hombre que me acorralaba en sus partes nobles con mi talón, haciendo que se alejara un poco, dándome la movilidad necesaria para abrir el cajón junto a mí. Nada, unos putos manteles.

Tiene que ser una estúpida broma.

- Carajo.- Murmuré y cuando estaba por moverme hacia los siguientes cajones y alacenas, el hombre me tomó la cara a la fuerza y estrelló un puñetazo en mi nariz.

- ¡Pequeña perra!- Exclamó y yo sonreí aunque dolía como los mis demonios.

- ¡No!- El gritó desgarrador de Dante me hizo me hizo llevar mi mano a mi nariz, solo para sentir la sangre saliendo a chorro. - ¡Respira, mi amor, te estás ahogando!

En un momento, no escuché nada más y caí al suelo. Todo daba vueltas y estaba nebuloso.

Un cuerpo se posó sobre mí y, aunque impuse mucha fuerza, no lograba quitarlo. Miré a mi costado encontrándome con Lykos, quien intentó acercarse cuando uno de los hombres lo apuñaló con una navaja. Alfa y Beta yacían en el suelo, no sabría decir si con vida o no.

Imagino que ha de ser de plata la puta navaja, porque si tienen tan poca resistencia, esta manada está jodida.

Para mí fue suficiente el ver a ambos inmóviles y, con las pocas fuerzas que me quedaban, pateé al tipo sobre mí en sus partes.

Me arrastré sobre mis codos y me acerqué hasta uno de los últimos cajones de la cocina, Rogué para mis adentros que hubiera algo filoso con lo qué defenderme.

Con dificultad y velocidad, me puse de pie y abrí el cajón.

¡Bingo!

Tomé uno de los grandes cuchillos del cajón y esperé a que se acercara lo suficiente para clavar el arma blanca en su hombro. Un quejido de dolor salió de su boca y lo tomé como motivación para enterrarlo esta vez en su cuello, de costado a costado, atravesándolo por completo.

Sangre salpicaba sobre mi rostro y mi ropa, de momento no podía escuchar nada más.

Unas manos me tomaron por los hombros con fuerza para alejarme y con las mismas clavé el cuchillo en su abdomen.

Me giré y apuñalé una vez más, pero esta vez en la punta de su cabeza. Se veía cómo el mango de mi filoso compañero atravesaba hasta el interior de la cabeza de este extraño hombre. Halé el cuchillo con fuerza, haciendo que saliera de su cabeza, provocando así que aún más sangre brotara del lugar, como una fuente. Cayó inerte al suelo.

Estaba bañada en sangre y pude ver como lentamente Lykos se levantaba del suelo, adolorido, y se acercó a mí con las manos arriba en señal de paz. Habían cuatro hombres en el piso, contando a Dante y al tipo que él derrumbó. Todo estaba cubierto de sangre y el dolor en mi pecho se incrementó.

Su boca se movía pero, sinceramente, no podía escucharlo.

Miré el cuchillo en mis manos y a estas ensangrentadas.

Lo miré a los ojos y él tomó mis antebrazos, haciéndome soltar mi arma. Seguía sin poder escucharlo.

- Bitte... hilf mir. [Ayúdame, por favor.]- Sin más, sentí cómo mis ojos se cerraban en contra de mi voluntad, mientras mi cansancio me golpeaba.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo