Capítulo 1. Cinco años después…

Deanne

     Los rayos del sol comienzan a infiltrarse por mi ventanal, entreabro mis ojos y la cortina blanca comienza a ondear por la brisa de la mañana.

     —Cinco minutos más—me digo a mí misma, cierro los ojos. La lista de mis actividades matutinas en el restaurante invade mi mente como un recordatorio de todoooo el trabajo que tengo que hacer hoy, incluyendo la visita al mercado del otro extremo de la ciudad cerca del muelle.

     "El muelle"

     Intentaba no aparecer mucho por ahí, ya que desde hace cinco años intento no ir a esa parte de la ciudad, si no tuvieran las mejores verduras en calidad, no tendría que ir y no tendría esa posibilidad de cruzar con mi pasado.

     ¿El pasado? Sí y es Connor Morgan, mi ex esposo.

   Recuerdo esa noche que me marché, entre llanto y maldiciéndolo, fue uno de mis peores momentos de mi vida. Había dormido en un hotel, Marco había regresado de nuevo al departamento ante mi insistencia y amenazas de moverme de lugar si no regresaba con Connor. Dos días después Connor insistía en que regresara con él, pedía perdón, mandaba arreglos, mandaba cartas de amor, pero nada me hizo cambiar de decisión. Estaba demasiado dolida y algo dentro de mí no lo perdonaba.  Seguí con el divorcio, sus abogados llegaron con la documentación y ofreciendo grandes cantidades de dinero y propiedades, pero me negué en absoluto, no quería nada y así, casi con los ojos cerrados, firmé. Más días insistiendo, hasta que tuve que irme a San Francisco a refugiarme con mi madre, le había contado absolutamente todo y aunque dijo que, si veía a Connor Morgan frente a ella, le diría unas cuantas verdades. Decidí de último momento quedarme con ella durante mi embarazo, había regresado a mi antigua habitación, mi madre y su esposo, habían armado de nuevo la cuna en la que yo había crecido, recuerdo que era un costal de hormonas y que lloraba por todo.  Constantemente acariciaba mi vientre abultado de casi nueve meses, estaba a dos semanas de su llegada y seguía llorando por las palabras que seguían atascadas dentro de mi cabeza: "No estoy listo para ser padre". El solo recordar lo de años atrás me da un escalofrío.

     Me giro lentamente para no despertar a mi hija, la pequeña Maiara, un nombre que significa: “Sabia” en nativo norteamericano. También significaba mucho para mí, una decisión muy sabia.

     Sonrío al verla dormir, tiene su mejilla regordeta y sonrojada sobre la almohada, sus largas pestañas descansan sobre ambas, su boca rosa entreabierta en forma de "o", sus cabellos cobrizos caen sobre la almohada y parte de su rostro. Sonrío como una tonta. Es lo mejor que me ha dado la vida... y Connor.   Desde que firmé los papeles no he sabido de él, me ha dejado en paz desde entonces, soy sincera, mejor así. Maiara se remueve, poco a poco abre sus ojos, sus ojos azules me miran y luego un dedo se va a su boca para chuparlo.

     —No, no, no, no. Si sigues chupando ese dedo, el paladar se te va a deformar y los dientes—le quito la mano de su boca y ella se queja. La abrazo contra mi pecho y su rostro lo entierra en mi cuello.

     —Tengo hambre mami, cereal—dice enfurruñada. Eso me hace reír, tan temprano y exigente: "Cómo su padre"

     Suspiro e intento no ir por ese camino de pensamientos.

     —Está bien, a lavarse los dientes—Ella no se mueve, no dice nada, cuándo bajo la mirada la pillo con el dedo en la boca de nuevo.

     — ¡Maiara! —la regaño, agarro su mano y finjo que la voy a morder, ella grita y ríe cuando no lo logro, intento de nuevo y comienza a reír.

     Música para mis oídos. Le hago cosquillas, ríe y yo con ella.

     Salimos de la cama, sonrío cuándo empieza andar con sus pequeñas pantuflas de unicornio hacia su habitación, cierra su puerta y a los segundos escucho a Rita, la niñera de Maiara.

     —He llegado, ¿Gusta que le haga el desayuno? — pregunta al detenerse al final del pasillo.

     —Rita, solo eres la niñera de Maiara, no es necesario...—me interrumpe con una sonrisa.

     — ¿Huevos fritos con tocino y fruta? ¿Cereal para la pequeña? —me rindo al ver su gesto, asiento.

     —Gracias, puedes desayunar con nosotras—ella niega.

     —Ya he desayunado, vaya a ducharse, haré el desayuno—y se retira, antes de irme a duchar entro a la habitación de mi hija y como siempre está llenando de juguetes su pequeña mochila.

     —Maiara, recuerda que no puedes llevar muchos juguetes a la guardería...—me siento sobre mis talones y acaricio su cabello enmarañado.

     —Quiero llevarlos, los voy a cuidar—promete.

     —Está bien, a la tarde Rita te va a llevar al restaurante, ¿Sí? —ella asiente mientras toma a su muñeco de tela e intenta meterlo a la fuerza a la mochila ya saturada de muñecos. Su pequeña frente se arruga cuándo se concentra, un gesto muy parecido a Connor. —No entra, si sigues insistiendo de esa manera, le vas a sacar las tripas de la cabeza.

     Ella levanta rápido su mirada hacia mí.

     —Mami, "Josh" no tiene tripas en la cabeza—sonrío. Desde ya ha mostrado una impresionante inteligencia, a sus tres años podía hablar claramente no muchas palabras, pero las que decía, me sorprendía, era muy observadora y muy "viva" y por todo preguntaba.

     —Bueno, me has pillado. Dile a Rita que lo ponga en su bolsa, ¿Qué te parece? —Ella abre sus ojos y aplaude emocionada.

     — ¡Sí! —y sale de la habitación con el muñeco en la mano. Escucho voces de ellas en la cocina, así que aprovecho en irme arreglar.

     Media hora después, ya lista para irme hacer las compras del negocio, me despido de mi pequeña Maiara, quién está mirado su canal de caricaturas favoritas. Le beso toda la cara y ella ríe.

     —Rita, llegaré como a las 3 al restaurante. —Ella asiente con una sonrisa, mira a Maiara quien le pregunta acerca de las caricaturas, me despido a toda prisa y las dejo en su conversación. Bajo en elevador hasta el estacionamiento, las puertas se abren con el celular en mano, revisando la lista y organizándome mentalmente dónde tengo que ir primero.

     Después de dar ya con todo el listado de las compras subrayo la penúltima, mis ojos se quedan en la última palabra: Muelle.

     Me dirijo hacia el muelle, los recuerdos de su catamarán invaden mi mente, el restaurante que está a dos cuadras de mi destino, miro la hora en mi reloj y son las dos de la tarde, sí que volaba el tiempo. Acelero el paso y entro al mercado con un carro de compras, intento recordar la ubicación de todo lo que necesito para agilizar todo. Hay música de fondo, comienzo a tararear, siento relajarme un poco, me detengo en un área donde las especias abundan, comienzo a buscar las de la lista.

     —Debes de estar por aquí...—murmuro cuando comienzo a buscarla, la encuentro y miro el empaque.

     — ¿Deanne? —me congelo en esa posición, con el empaque frente en mis manos. Siento que todo mi cuerpo se ha paralizado. — ¿Eres tú? —insiste esa voz. Tarde o temprano tenía que pasar, ¿No, Deanne? trago saliva y pongo una sonrisa al girarme como si no hubiese reconocido esa voz chillante de Ellen Morgan.

     — ¿Sí? Oh, hola, Ellen, ¿Cómo...? —no me deja terminar de formular mi pregunta cuando se abalanza sobre mí en un abrazo efusivo, mi barbilla descansa en su hombro, no reacciono tan rápido al verme pillada.

     —¡¡¡¡Deanne!!!! ¡Dios mío! ¡Desde hace tiempo que no te miro! —me tenso, se separa de mí y me da dos besos en ambas mejillas. — ¡Desde...! —se detiene, no sigue al ver por el camino al que se dirige su comentario. — ¡Perdón! ¡Perdón! ¿Cómo has estado?

     Intento acomodar las palabras en mi boca.

     —Yo...yo estoy bien gracias. ¿Cómo estás tú? —ella me vuelve a pillar en un abrazo, luego me suelta, sus ojos brillan.

     — ¡Perdón! ¡Es qué ha pasado tanto tiempo! ¡Te he extrañado! ¡Mejor dicho, te hemos extrañado!

     Me quedo en silencio por unos momentos.

     —Yo también los he extrañado...—susurro, bajo la mirada al empaque de la especie. —Yo... tengo que irme...—cuándo levanto la mirada miro más allá de ella, es como si el universo estuviera conspirando en contra de mí. La maestra de Maiara viene hacia a mi decidida con una sonrisa en sus labios.

     — ¡Señora Moore! ¡Qué bueno que la encuentro! —Ellen se hace a un lado y ambas se sonríen—Disculpe, seré breve, Maiara tiene que llevar un paquete nuevo de pinceles para la próxima semana, el evento será el viernes, déjeme decirle que es un placer tener a su hija en mi salón, es una adorable pequeña...—palidezco cuándo sé lo que viene a continuación ya que no es la primera vez que lo dice...— ¡Tiene una súper mamá!

     Y suelta una risita, yo apenas puedo mover mis labios en una amable sonrisa, pero disfrazada con una de: "¡Imprudente! ¡Metiche!" No quiero ni mover mi mirada hacia Ellen, sé lo que debe de estar pensando, ¡Connor! ¡Todo es la culpa de Connor! Y todo por no decirles la verdad y aquí está, todo saliendo a la luz. Él había dicho que él se encargaría de decir la verdad del motivo de nuestro divorcio, por qué es su familia, después de cinco años, era obvio que no había dicho nada aún, de lo contrario estuvieran cerca de Maiara.

     —Bueno, me tengo que ir, la miro en la junta de los lunes, que tenga una bonita tarde—no espera que responda y se va tirando de su carro de compras, desvío la mirada hacia el lado contrario de dónde se encuentra Ellen, tomo unas bolsas con más especias e intento pensar lo que diré.

     — ¿Deanne? —susurra. Finjo que no la he escuchado, agarro otra bolsa y la tiro en el carro de compras. — ¿Vas a seguir esquivando mi mirada? Solo tengo una pregunta. —Me alcanza del brazo para detener lo que estoy haciendo, finalmente la miro, sus ojos grises están cristalinos por las próximas lágrimas.

     —Ellen, por favor...no...—El nudo se expande por mi pecho, hasta llegar a mi garganta y cortar las palabras siguientes—Él tenía que haber hablado con ustedes desde un principio...

     — ¿Cómo pudo haber hecho eso? ¿Cómo pudo haber ocultado...a su propia hija? —sus lágrimas caen e intenta detenerlas con ambas manos, pero al final se cubre el rostro con ambas manos y llora. Me conmueve, sin pensarlo esquivo el carro de compras y la abrazo al mismo tiempo que paso mi mano por su espalda.

     —Tranquila—mi voz se corta. Ella se separa e intenta sonreír. Pero fracasa...

     — ¡Tengo una sobrina! ¡Una pequeña Morgan! ¿Cómo es? ¿Cuántos años tiene? —me bombardea con las preguntas a toda prisa.

     —Tiene cuatro años, es idéntica a tu hermano de pequeño...—me limpio esa lágrima rebelde que se desliza sin avisar. Sonríe y hace un gesto de confusión.

     —Mis padres tienen que saber—detengo lo que voy a decir, la tomo del brazo efusivamente.

     —Espera, primero habla con tu hermano—ella pone los ojos en blanco.

     —Deanne...—insisto.

     —No lo digo por él, si no por lo que él vaya a hacer contra ti si les dices sin consultarlo, ¿Acaso no conoces a tu hermano?

     —Sí, lo sé, ¿Cuándo puedo ver a mi sobrina? Por favor, por favor, por favor...—súplica emocionada.

     —No sé...—el temor se adueña de mí, si él quería que abortara a su propia hija... eso me hacía pensar en qué pasaría si toda la verdad saliera a la luz.

     ¿Recaerían las consecuencias sobre mí? ¿Yo también era culpable de alejar a su nieta de ellos?

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