Capítulo 5

Los días siguieron su curso tal y como estaban. Rachel sentía miedo cada vez que se iba a la cama a dormir cada noche. Sintió y presintió que su amo iba a entrar por esa puerta para quitarle la poca inocencia que quedaba en su cuerpo, pero nada pasó en esos días que estaba con sus dos amigas en esa inmensa casa a las afueras de la ciudad.

Los días pasaron y Rachel poco a poco fue sintiéndose tranquila, con algunas preocupaciones de por medio. En esos días en los cuales no había recibido noticias de su amo por ningún medio, por alguna extraña razón se sintió mejor.

Así como esos días pasaron, el año nuevo llegó, y con eso nuevas cosas llegaron a su mente.

Estaba en la parte trasera de esa gran casa con Valeria y Carla conversando sobre las cosas que les había pasado en el poco tiempo que estuvieron separadas.

— Casi me da algo cuando ese tipo entró por esa puerta — dijo, dramáticamente —. Sólo dije: Hasta aquí llegué con este tipo.

— Eso es ser muy dramática, Val — se burló Carla, y ella la vio con una sonrisa maliciosa —. Esto no me gusta.

— Al menos a mí no me llegaron a meter algo, en cambio a ti te metieron los dedos y...

— Cállate, Valeria — sus mejillas se tiñeron de rojo carmesí y Rachel no dudó en reír por el tono avergonzado que usó su amiga.

— Pero si es la verdad — le tiró una uva —. No te rías, Rachel, que no te quedas atrás — le golpeó el brazo —. Al menos te dieron besos — hizo un pico con los labios, aunque Rachel no la vio.

— Pero no me metió nada como a Carla y eso es bueno — sus mejillas se tiñeron de rojo carmesí —. Aunque, la felicidad que me queda puede que no dure mucho tiempo cuando él venga otra vez —  murmuró.

— No estés triste, Rachel, verás que quizás ellos ya no vengan más por aquí y nos dejen en paz — acarició su cabello y Rachel colocó su cabeza en el hombro de ella.

Carla tampoco se quedó atrás, colocó su regazo y miraron el bosque que estaba del otro lado de las rejas de metal.

— Esos tipos me dan miedo — murmuró Carla, mirando a los hombres vestidos de negro custodiar las rejas y los alrededores.

— Lo sé — dijo Valeria, con poco ánimo —. Desde que llegamos... ellos están ahí y no nos han dejado de mirar por nada del mundo. Hasta pienso que nos tienen vigiladas hasta en el baño.

— Y yo que pensaba que era la única — concordó Carla, acariciando la pierna de Rachel.

— No sean dramáticas — negó Rachel con la cabeza —. Al menos agradezcan que no han sido tocadas por nadie en estos días — les recordó —. No sabemos cuánto tiempo estaremos así de tranquilas por las cosas que están pasando con nosotras.

— En eso tienes razón, las cosas cada vez están peor con nuestro país — bufó Carla —. No sé cuándo este gobierno hará algo para que las vidas de las personas cambien.

— ¿Cambiar? — se burló Valeria —. Eso es algo imposible — las tres rieron.

— Deseo que todo acabe rápido — susurró Rachel, tocando el cabello de Carla —. Que todo salga como esperamos y no como el destino nos tiene escrito nuestro futuro.

— También lo espero — dijo Carla, de la misma forma —. Aunque, según dicen que la esperanza es lo último que se pierde, ¿No?

— Seguiremos juntas a pesar de todo — concordó Valeria.

Rachel iba a decir algo pero sus sentidos se pusieron en alerta cuando un cambio en el aire se hizo presente donde estaban. Su piel se erizó causando que sus amigas se pusieran en alerta también, porque habían sentido los cambios en el aire.

— Están aquí — Valeria se levantó del piso y ayudó a Rachel a pararse —. Esto no es bueno…

— No puede ser tan malo que ellos estén aquí...

— Sólo por ti, Carla — suspiró.

— ¿Por qué dices eso? — preguntó Rachel, tomando su mano.

— Hoy es doce de enero.

Antes de que alguna de las chicas pudiese decir algo sobre eso, fueron llevadas hacia la casa custodiadas por los hombres que estaban a su alrededor cuidándolas.

La mano de Valeria estaba sujetada a la de Rachel con más fuerza de la necesaria, ella necesitaba sentirse segura y quien mejor que Rachel o que Carla para hacerle saber que no estaba sola en ese momento crucial.

Sus ojos se llenaron de lágrimas en cuanto la figura de su amo se hizo visible en su campo de visión, ya tenía una idea de lo que pasaba en ese lugar y no estaba segura del todo si saldría viva después de eso.

Un gruñido salió de los labios de su amo, cuando la mirada de este se posó en las manos de Rachel y de Valeria.

— Zaid, agarra a tu omega antes de que yo lo haga y no te gustará la forma — dijo, tomando del ante brazo a Valeria, quien gimió por la presión en su brazo.

— Ven aquí, omega — frunció los labios, pero hizo lo pedido por Ian sin rechinar, bastante tenía con las cosas en su mente como para que ahora le salga del alma desobedecerlo —. Así me gusta, tan obediente — pasó uno de sus brazos por sus hombros acercándola más a su cuerpo.

— Ya se pueden ir, hablaremos en unas horas para el viaje que haremos hacia Canadá, espero que ya tengan todo en orden para ese momento.

— Así será, Ian. Nos vemos en unas horas en el aeropuerto — dijo Leonard, inclinando la cabeza en forma de despedida.

Leonard tomó a Carla por unos de sus brazos y la sacó de allí, seguido de Zaid.

Rachel se sintió un poco triste por el repentino vacío en esa habitación que no dudo en hacer un adorable puchero, cuando se dio cuenta de que estaba sola con Ian en esa habitación.

Podía sentir la tensión del alfa contra su cuerpo, por lo que optó por quedarse quieta esperando que este dijera algo en lo cual ella podía ayudar si era necesario, pero su curiosidad fue tanta que terminó hablando.

— ¿Sucede algo, amo? — preguntó en un susurró, ya se le hacía raro tanto silencio en ese lugar.

— Vamos a la habitación, estos estúpidos tienen rato mirando lo que es mío y eso no me gusta — soltó, tomando unas bolsas que había llevado ese día a la casa especialmente para Rachel.

Ian les dio una mirada asesina a todos sus trabajadores que miraban a Rachel como si esta fuera un pedazo de carne a la cual ellos tenían el derecho de verlos.

Guió a la pobre chica hacia la habitación e hizo que quedara acostada a su merced, mientras cerraba la puerta de la habitación con seguro.

— ¿Qué hará conmigo, amo? — preguntó en un susurro tembloroso.

— No hagas preguntas — siseó, abriendo las bolsas sacando la ropa interior con una sonrisa —. En estos días me han dicho que ya no tenías ropa que ponerte...

— ¿Quién le dijo eso? — sus mejillas se pusieron rojas por las repentinas ganas de salir huyendo del lugar.

— Nadie en particular, supuse que ya no tenías porque nunca te las compré. Pero eso cambiará hoy — Rachel frunció el ceño sin saber a qué se refería y la respuesta no tardó en llegar.

Ian flexionó las rodillas de Rachel, luego tomó los extremos del short negro que tenía tapando su desnudez y luego la camiseta que tenía la ya mecionada desnunándola por completo.

Después de quitarle la ropa, soltó una risa burlona cuando gran parte de la piel de esta se puso de un tono más carmesí que de costumbre bajó sus manos. Rachel era una hermosa adquisición digna de admirar por un largo rato si era posible, pero qué más daba.

— Con esto te verás muy linda —le puso la ropa interior color violeta con un pequeño lazo en uno de los extremos y en el medio del brassier.

— ¿Qué es eso, amo?

— Se me olvidó que no puedes ver — puso los ojos en blanco —. Es tu nueva ropa interior, esta es la que usarás en mi próximo viaje.

— No entiendo, pensé que estaría en esta casa hasta que usted decidiera hacer algo conmigo — murmuró, sentándose en la cama.

— Así es, pero irás conmigo a un congreso que dura un mes y quiero que estés en mi cama dispuesta para mi cuando lo necesite — apoyó sus manos y rodillas sobre las piernas de la omega, acercándose a ella —. No puedo estar en abstinencia durante mucho tiempo, mientras que tu estas aquí como si nada.

— ¿Pero no será peligroso que yo vaya con usted? — intentó que Ian se echara para atrás en eso de sacarla del país, no le gustaba para nada eso.

— Tengo todo controlado — sopló sobre sus labios —. Sacarte del país no es un impedimento para mí.

— Pero...

— Nada de peros, Rachel, no me gustan las respuestas estúpidas que me estás dando para no irte conmigo. Recuerda cuál es tu lugar, ¿Entendido? — la empujó hacia atrás cuando vio lo que quería hacer para alejarse de su tacto—. Tienes unos labios muy apetecibles, omega — y la besó.

*****

— Creo que ellos nos tiraran en el mar Caribe y luego nadie nos recordara — dijo Carla, mirando la ventanilla y luego a sus amigas.

— Eres tan dramática, que estoy segura que el día que dejes de hacerlo será el fin del mundo — dijo Valeria, dándole en el brazo y esta se rió.

— Creo que es la verdad — concordó Rachel, con ella y Valeria le dio un zape en la cabeza por ser tan mensa y en eso también —. No tenías por qué darme en la cabeza — se pasó la mano por el área afectada.

— Es que las dos son estúpidas, por el amor de Dios — bufó y luego se cruzó de brazos —. Si ellos en verdad quisieran hacerlo ya lo hubiesen hecho sin remordimientos desde el primer día que llegamos a sus manos.

— En eso tienes razón — dijo Carla —. ¿Qué te pasó en los brazos?

— N-Nada — escondió la mirada —. Sólo no preguntes.

— ¿Qué demonios te sucedió? — volvió a repetir ya un poco más seria, tomando las muñecas de Valeria.

— No pasó nada, te lo juro...

— Algo está mal, tu voz suena rara — murmuró Rachel, estando de acuerdo con Carla —. Algo te hizo tu amo.

— Él no me hizo nada, se los juro — sollozó —. Suéltame, Carla, me estas lastimando.

— ¡Entonces dime qué diablos sucedió!

— No grites, Carla. Vas a llamar la atención de nuestros amos — susurró Rachel.

— ¡Leonard! ¡Tú maldita omega está tocando lo que es mío!

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