Zonas Rojas

En clases, ya después de pasar por el ritual matutino de la inspección de Lee, quien nunca está contento con mi apariencia «¡y hoy menos!», pues mis ojeras me hacen parecer un panda trasnochado. El ruidoso cacareo de Pay acerca de su noche anterior cuidando a sus hermanitos “Satán y Belcebú” «a quienes los apodos le quedan como anillo al dedo», hace que me distraiga y deje de pensar en lo que sucedió anoche. Y pienso en lo mucho que me divierto con ellos, no tengo hermanos y dudo llegar a tenerlos.

—… no se quería dormir, les juro que estuve toda la noche tratando de descubrir a que se refería Cameron con la pepuda y de paso el otro engendro del mal, solo se reía y tampoco me aclaraba nada. Se molestaba y luego se reía también por mi desconcierto. Juro que contemplé el infanticidio de manera seria. ¡Los quería matar!

—¿Y por fin que era? —Lee hace la pregunta para cortar el rollo de Pay.

—Su cobija purpura, de allí el pepuda. —Nos miramos y soltamos las carcajadas por la locura de esos dos.

Suena el timbre que anuncia la entrada a clases y le corta las ganas a mí amiga de preguntar por mis ojeras, sé que a la hora del almuerzo no podré escaparme.

Nos vamos cada uno a su salón de clases. El comienzo de estas siempre es lento y aburrido, pero hoy ni siquiera me doy cuenta como hice para llegar a la cafetería; no vi pasar las horas. En la entrada me paro buscando a mis amigos, veo que ya están sentados como siempre esperando por la comida, «no por mí, no me ilusiono».

La mirada de Pay, va directa a mi rostro y la de Lee, está justo en mi dirección, pero no me ve a mí, sino a quién está detrás. El ver los ojos de ambos abrirse como lunas llenas, hace que me recorra un escalofrío por la columna vertebral y una sensación de vértigo se apodera de inmediato de mi estómago. A punto estoy de echarme a correr, sin embargo, primero tengo que ver quién es.

Giro mi cabeza con brusquedad al contacto de una palma en mi codo para luego mirar arriba y ver al dueño de esa mano y juro que mi corazón se paraliza del susto. A mi lado la figura difuminada de un hombre con una capucha negra en la cabeza, calada de tal forma que me impide ver quien me tiene agarrada, mi cara de terror y el pánico que siento hacen sonar las alarmas en mi interior.

Con su mano libre se retira la tela, para darle paso a un rostro muy atractivo, piel color moca claro, cabello negro rizado con unos ojos claros en tono verde olivo que no combinan con su tono de piel, pero funciona para él, una nariz recta y un poco ancha, y unos labios gruesos proporcionales a su mandíbula cuadrada, en pocas palabras, la perfección hecha rostro.

«¡Jesús! Por un momento esperé ver un monstruo», era todo lo contrario, pero para mí era como estar mirando a un acantilado, hermoso y aterrador.

—¿Samantha Grimm, cierto? —indaga dubitativo el chico nuevo sin soltarme, con una voz profunda como sus ojos.

—Sí… sí… soy yo y ¿tú eres…? —pregunto, tratando de bajar los latidos de mi corazón y parecer más valiente de lo que me siento.

—Hola soy Jaxon Seeker, pero tú dime Jax, estaba buscándote. —suelta con una sonrisa que intenta ser... ¿seductora? «¡Oh, Dios! ¿Está intentando ligar…? ¿Conmigo?» No puede ser, me digo a mí misma, debe ser la falta de sangre en mi cerebro por el susto anterior lo que me tiene pensando mal.

En ese instante atraviesa las puertas Donnovan, viene directo con su sonrisa, y al ver que Jax, me tiene agarrada del codo impidiendo que pueda separarme de él, su rostro cambia, hasta su forma de caminar cambia, se ve fiero como en mis sueños.

—¡Hey Seeker! ¿No tienes otro lugar al que ir? —sondea poniéndose a mi lado y rodeándome la cintura con su brazo.

De inmediato, el otro chico retira su mano, la presión en mi estómago se aleja poco a poco y la corriente estática sustituye la sensación de vértigo, es un cambio sutil, pero se siente millones de veces mejor el tacto de Donnovan.

—¡Hey Hunter! La verdad es que no, estoy muy a gusto aquí. —Le contesta cual gallito de pelea.

—¡Qué bueno, pues sigue por aquí! Vamos Samantha, nos esperan —proclama y me lleva casi en volandas hasta la mesa.

—No quiero que te acerques a ese chico, por favor —me exige casi en susurro.

—¿Por qué? ¿De dónde lo conoces? —No es que me moleste que me lleve a su ritmo, con él iría en burro a subir el Himalaya si me lo pide, pero me deja mal sabor de boca no enterarme que quería conmigo el chico nuevo y el tono sobreprotector que usó al exigirme que no me le acerque a Jaxon me extraña y ni decir de la relación que tiene con el chico nuevo. «Porque de que se conocen, se conocen».

—No importa de dónde lo conozco, solo no dejes que se acerque mucho a ti, luego aclararé un par de cosas con él.

Llegamos a la mesa con mis amigos, que aún seguían en shock por el incidente con Jaxon, pero poco a poco se comienza a relajar el ambiente y a desaparecer del todo la sensación tan extraña de lo ocurrido, más no así, la curiosidad de mi mejor amiga. Al no haber estado cerca para poder escuchar, empieza con el bombardeo.

—¿Qué te dijo? ¿Qué quería contigo?  Porque por la forma en la que te agarró, se ve que se sentía con derechos sobre ti. —Y continúa sin dar tiempo a hablar a nadie más—. Wow, te lo dije Sam. ¿Ves? Soy un genio, le decía a Lee, mientras se daba el encuentro de estos dos machos alfas por el territorio, que tu cambio de imagen tiene toda la culpa, es decir… ¡Yo tenía razón!

Y así continúa Pay, con su monólogo de las cosas que hace y que el mundo no se percata. Que, si no fuese por ella, la extinción de la raza humana estaría más cerca.

—Deja de acosarla, viste que no pasó nada. —Lee saca su vena protectora y mira a Paython con cara reprobatoria.

—Sí, no pasó nada solo quería saber si yo era Samantha. Imagino que algo quería, aunque no sé qué. —Después de responder de manera vaga, desconecto de la charla para sacar los almuerzos y servir a todos, ya que el episodio me dejó un millón de preguntas sin poder resolver y la vergüenza por los comentarios de Pay.

A todas estás Donnovan hace silencio y ni mi mejor amiga en plan detective On puede sacarle nada. Sólo presto atención al final, cuando Pay no aguanta más y sin miramientos me interroga por las ojeras.

—Entonces... ¿te desvelaste estudiando, Sam? Porque esa cara de mapache en invierno te delata.

«¡Ella como siempre tan oportuna y sutil como una pedrada en el parabrisas!». Sonrío de forma exagerada para responderle.

—No, no me desvelé, en realidad tuve unos sueños extraños, nada más y me levanté temprano para organizar un poco la casa.

—A ver cuéntame que soñaste, ¿recuerdas el curso online que hice sobre la interpretación de los sueños? —Se jacta Pay, sin más, así como así, sin pensar que en la misma mesa está Donnovan y que ni bajo tortura pienso contárselo con él presente.

—Otro día, ¿sí? No creo que lo recuerde muy bien. —contesto dando por terminada la conversación.

Mientras y gracias a Dios, mirando al otro lado de la mesa, Lee mantiene una conversación con Donnovan acerca de video juegos y no nos prestaron atención. Paython sigue mi mirada y entiende mi negativa a revelar mis sueños.

—¡Oh, Bien! Tranquila luego me cuentas —responde mi amiga en voz baja.

Terminamos de comer la sopa de espárragos que preparé para hoy y al final unos pastelillos de fresa y arándanos. Mis dos amigos, como siempre, alabando mi cocina, Sin embargo, Donnovan y su opinión, es lo que en realidad me hace sonrojar.

—Te lo aseguro Samantha algún día harás feliz a un chico muy afortunado al casarse contigo. —Y así como el Big Bang, mi cerebro explota con imágenes de una boda y una casa hermosa, «con él como protagonista por supuesto». Tengo una imaginación muy activa y por lo tanto me pierdo en la conversación de la mesa, no es hasta que suena la campana llamando de nuevo a clases que me despierto y veo que solo quedamos Donnovan y yo.

—¿Nos vamos? —dice y extiende su mano hasta mí, sin saber que iría con él hasta el fin del mundo sin preguntar: ¿Cuánto falta?

—Cla… claro. —Tomo su mano para poder levantarme y la estática o lo que sea, hace su aparición, igual que mi tartamudez, «¿se puede ser más oportuna?», retiro mi mano veloz después de la descarga para tomar mi mochila del suelo y seguirlo hasta la clase de psicología que nos toca juntos, pero ya la tiene tomada.

—Sabes que tenemos casilleros, ¿verdad? —interroga al sentir el peso de mis libros.

—Eh... sí, claro que lo sé, ¿por qué preguntas? —retruco solo para seguir escuchando su voz.

Sé por qué pregunta, mi espalda terminará con una luxación un día de estos, debido al peso, pues siempre he tratado de evitar la zona de casilleros y los baños. Son unos de los múltiples lugares donde los bravucones y porristas suelen hacer bullying a personas como yo.

—Pesa mucho para ti, de seguro tienes todos los libros del día aquí adentro, y no es bueno para tu espada Samantha. —¡Oh, Dios! Odio mi nombre, en serio lo odio, pero Donnovan se niega a llamarme Sam y en sus labios mi nombre suena… hermoso, está logrando lo que nadie ha hecho, que me guste.

—Lo sé y en efecto, los tengo todos allí, es que... no me gusta pasar mucho tiempo en mi casillero sola y así ahorro tiempo en idas innecesarias a las zonas rojas.

Estamos casi llegando al salón de clases, Donnovan de detiene y hace que me detenga también tomándome por la muñeca.

—Zonas rojas, ¿eh? Respóndeme algo. ¿

Quién te acosa, Samantha? ¿Dime quiénes son? —Me dice en voz baja por la cercanía de los alumnos dentro del salón y con un tono feroz, que denota las ganas que tiene de golpear a quienes pueden ser mis acosadores.

—No, en realidad nadie me acosa, solo evitó entrar en contacto con Meghan y sus acólitos, más que todo, ellos se meten con media escuela por el simple hecho de que pueden. —Le contesto con el mismo tono bajo mientras terminamos de llagar a muestra mesa y justo cuando nos sentamos, entra la Doctora Spark y comienza la clase, dejando la conversación a medias y a un Donnovan distraído y serio.

No dijo nada más y al terminar la clase, como siempre las últimas en salir somos mi amiga y yo, y ahora se suma mi compañero de asiento silencioso. Paython se acerca a nuestra mesa antes de que el salón quede solo por completo.

—Nos vamos Sam, vamos a pasar por la tienda de mamá en lugar de que me lleves a casa necesito hablar con ella.

Habló la generala, digo para mis adentros, pero le hago la señal con la mano en la frente como un recluta a su superior y le respondo.

—¡Señora, sí señora! —a lo cual los tres nos reímos y yo espero que esa sonrisa que sale de los labios de Donnovan no se borre nunca.

Salimos con dirección al aparcamiento, no sin antes pasar por los casilleros para dejar la carga de libros del día y a recoger la de mañana.

Paramos en el mío y Paython sigue de largo a su casillero que este año queda un poco más alejado del nuestro, momento que Donnovan aprovecha para decirme:

—Samantha, necesito que me digas que te cuidarás y que trates de no estar sola por estas… zonas de peligros de las que hablamos antes, si existe alguna posibilidad de quedarte sola, búscame por favor, no soporto la idea de que alguien te lastime. —Sus ojos son hermosos y están preocupados al decirme todo eso, noto la angustia que refleja su rosto, de tal manera que mi corazón se quiere salir de la jaula en mi pecho y las mariposas mutantes en mi estómago casi escapan por mi boca.

No puedo responder de inmediato por miedo a que salgan disparadas a su cara. Mientras él, continúa impaciente por una respuesta.

—¿Dime que sí lo harás Samantha? —insiste.

Entre tanto, tengo que reconectar mis neuronas para poder dar una respuesta coherente, su cercanía me descontrola y yo que creí que estaba superando la cercanía de Donnovan.

«Nada más alejado de la realidad».

Estuve soñando con todo esto, más años de lo que puedo recordar, el sentirlo tan cerca y preocupándose por mí. Pido a Dios que sea por mí y no sólo porque es un gran chico que se preocupa por una tímida chica a la cual defender. Porque sé que él es así… desinteresado en ayudar a cualquiera, lo he visto defender a muchos nerds en estos mismos pasillos y es una de las muchas razones por las cuales llevo años enamorada de él.

—No… n… no tienes de qué preocuparte, pero si te hace sentir mejor, te lo prometo. —tartamudeo como estúpida con un rubor furioso en la cara por el hecho de perderme en sus ojos y no responderle rápido.

—Vamos Sam, llegaré tarde y si mi mamá… — interrumpe mi mejor amiga, al ver a Donnovan tan cerca de mí, haciendo que él de un paso atrás. Ella recuperándose rápido prosigue—: siento interrumpir, pero si nos tardamos más, mi mamá me va a dejar y te tocará desviarte. —Estamos los tres solos en los casilleros, todos los alumnos en tránsito ya se habían ido a sus casas y nos disponemos a salir. Pay se gira y detiene nuestra marcha.

—Una cosa antes de irnos Donn, ¿qué te traes con mi amiga? Para que sepas ella tiene quien la defienda de tipos con dobles intenciones y si no vas derechito por la acera te pueden atropellar ¿sabes? Los accidentes ocurren, solo digo. —Lo amenaza de forma abierta subiendo sus hombros de forma desinteresada. Tendré que hablar con ella, se le está haciendo costumbre.

—¡Oh por Dios, Paython! Bájale al azúcar… y Donnovan no tienes que responder a eso. —En definitiva, es la vergüenza más grande que he sentido en mi vida.

—La verdad Pay, no suelo andar con dobles intenciones como dices y menos con Samantha, lo que ves es lo que hay, pero me gusta tu actitud y preciso intentaba que ella prometiera buscarme, si tenía algún percance con alguien cuando se encuentre sola, claro está. Pero ya veo que tú eres muy capaz de cuidarla, mi intervención sería cuando no estás y ustedes no están en todo momento juntas y esos momentos son los que me preocupan.

—Mmm… tienes toda la razón Donnovan —responde mi mejor amiga con un tono de admiración en su voz—. Ahora, aclarado el punto, vamos a correr para que nos dé tiempo de despedirnos de Lee, antes de que el dragón de su papá venga por él. Adiós Donn, gracias por preocuparte por mi chica, sigue así y te dejaré juntarte con ella a futuro.

Con eso da por terminada la conversación. Sin esperar una reacción por parte de Donnovan y menos de mí parte. Mi amiga tira de mi brazo casi arrastrándome hasta el aparcamiento, sin darme oportunidad de disculparme con Donnovan, «aunque pensándolo bien, no creo que pudiese salir nada coherente de mi boca», volteo mi cabeza, pero solo logro ver la sonrisa perfecta y su mano diciendo adiós, antes de que las puertas se cierren y poder enfocarme en la escalera para así evitar un trabajo de ortodoncia innecesario por los escalones en la entrada del instituto y no un odontólogo profesional.

—¡Ahí estás! ¿Hace cuánto te avisó que pasará por ti? —inquiero a Lee dejando a un lado el incidente o mejor dicho la indiscreción de Pay.

—Díez minutos —un suspiro sale junto a su respuesta.

Su padre debió ser militar en alguna de sus vidas pasadas, tiene un reloj interno muy exacto y pretende que todos a su alrededor vivan a su misma hora. Motivo por el cual, mi otro mejor amigo soltó ese suspiro, solo le queda cinco minutos de libertad y para colmo hoy tiene práctica de cello, como todos los días de su vida.

—Ánimo hermoso, ya falta menos. Pronto estaremos fuera y dejarás atrás esos horarios esclavistas, además, tú ya le estás agarrando gusto a las cuerdas, ¿no?

Esa es Paython, tratando de darle ánimos a nuestro asiático amigo. Una pequeña sonrisa asoma en los labios de Lee y con un movimiento de cabeza afirma las palabras de Paython.

—Practica mucho, hazte el mejor y podrás salir de gira tocando y alejándote lo más posible de tu papá, sería otra opción, por si la universidad no te resulta. Lo importante es que hagas lo que hagas, sea con pasión y eso mi querido amigo, sé que te sobra, cuando te lo propones —digo intentando infundirle ánimos, él es una persona especial y no quiero sufra o se desanime por nada.

La adolescencia apesta; todo es un caos, los sentimientos, la esperanzas, los sueños, todo, en absoluto, todo se siente más, mucho más intenso, duro y difícil. Los amigos son los que mejor te comprenden y los adultos suelen olvidar esa parte de sus vidas, es triste, pero así es.

—Gracias chicas, las amo a las dos —confiesa y nos apretamos en un abrazo de tres. El sonido de una bocina nos hace levantar las cabezas y ahí está, el Sr. Young, con su fuerte mandíbula apretada y su cara de tener ganas de ir al baño, pero este se halla ocupado. Tengo poco más de un año conociendo a Lee y juro que nunca he visto a su papá con la cara relajada, mucho menos con una sonrisa.

—Nos vemos mañana, chicas. —Se despide, antes de que su padre se vuelva una pasa de tanto arrugar la cara.

—Nosotras a lo que vamos, espero que mamá todavía siga en la tienda. —Así nos vamos todos a donde pertenecemos. De camino a casa dejo a Paython con su madre. Otro día más en la escuela, por fortuna ya casi es fin de semana y mi mamá regresa, necesito que regrese. Después de Pay, ella es mi mejor amiga y a pesar de que me llama a diario, no es lo mismo. Cuando ella no está, la casa es un desorden, «a veces pienso que la hija es ella», por lo tanto, no tengo mucho que hacer, preparo algo rápido para cenar, hago los deberes y a dormir.

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